Los medios enfrentan retos inéditos en todo el mundo. Información basada en hechos y verificada de primera mano por el cronista, o reportada y verificada por fuentes expertas. La polarización de los últimos años redujo el pluralismo interno y eso afectó la representación de voces diversas; en algunos casos, la situación económica angustiante de muchos medios limita la potencia para investigar
Hoy nuestra rutina diaria es vivir, de la mañana a la noche, en un flujo informativo continuo. En cambio, hace 40 años nuestro día estaba segmentado en hábitos informativos: la radio, los diarios, la televisión y las revistas tenían sus momentos asignados en nuestra rutina diaria, la que también era diferente si éramos mujer u hombre. En diciembre de 1983, el país estallaba de diarios y revistas, el único canal de TV privado era el Nueve, que lideraba la audiencia, las radios dominaban la agenda informativa gran parte del día y los noticieros de la noche tenían audiencias gigantes.
Desde entonces se produjo una doble revolución que fue convergente: la expansión de la libertad de hablar que permitía la nueva democracia, con una expansión de la posibilidad técnica de hacerlo que promovió la emergente revolución en las comunicaciones.
Este cambio de era produjo una sucesiva ampliación de la cantidad de emisores: se multiplicó el número de revistas, explotó la frecuencia modulada, surgió la televisión por cable desde las provincias hacia la capital, y luego, hacia mediados de la década del noventa, Internet empezó a hiperrevolucionar el periodismo.
Algunos símbolos de esa ampliación de voces fueron Tiempo Argentino (1982), la Rock and Pop (1984) y PáginaI12 (1987). El primer medio que envió información por Internet puede haber sido El Cronista Comercial en 1994, y el primer diario que tuvo su web fue Los Andes de Mendoza, en 1995. Tan pioneros fueron los mendocinos que, en su edificio histórico, en el centro de la ciudad, tenían un cibercafé donde invitaban a “surfear la web”.
Ese mismo año se creaba la Asociación Periodistas para defenderse de los ataques del menemismo. Y se disolvió cuando llegó la ofensiva del kirchnerismo porque la comunidad profesional volvió a dividirse. En 2001 los móviles de televisión sacaron el ploteado de los canales para evitar ser agredidos en las calles y, por esa crisis de legitimidad, en el 2002 nació el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) para promover los debates autocríticos que permitieran mejorar cada día.
Nuevas vías de información
En la mayoría de las democracias, la llegada de los canales de noticias de 24 horas había impactado la política. En 1996, TN comenzó a transmitir durante todo el día. Ese mismo año surgió Fox News en los Estados Unidos, hecho que hoy se analiza como fundamental para entender la evolución de ese país hasta hoy. Y en 1998 surgió con gran éxito Radio 10, que tenía un perfil similar.
Cuando desde 2005 la banda ancha superó a la conexión telefónica como vía de acceso a Internet, se generalizaron Facebook y Twitter, y se desarrollaron cada vez más los celulares, el eje del flujo informativo salió de los medios tradicionales. En 2007, Internet superó a los diarios de papel como principal fuente de información, en el 2012 pasó a la radio y desde la pandemia superó a la televisión abierta.
Hoy solo quedan los “medios tradicionales” que han podido adaptarse con gran esfuerzo y creatividad a este tsunami. Ahora, los canales de streaming desbordan de libertad creativa y ocupan nuevos espacios. Todavía con poco periodismo original, pero eso será cuestión de tiempo. Como siempre ha ocurrido, los mejores periodistas tardan en ingresar a los nuevos medios.
La pregunta difícil es: ¿el periodismo está mejor que hace cuarenta años? Propongo tres indicadores para evaluarlo.
El primero es si mejoramos en la representación de todas las voces. Aquí la respuesta es despareja, porque la polarización redujo el pluralismo interno de muchos medios y eso afectó esa representación de voces diversas. También el sistema mediático sigue siendo centralista: ni los medios porteños se nacionalizan, ni los provinciales interpelan ese unitarismo. El periodismo, además, sigue enfocado en la clase media y apenas cubre la vida cotidiana de los sectores populares.
El segundo es si el ejercicio de la crítica se amplió. En democracia, los poderes deben ser acosados y el periodismo es una plataforma de ese acoso. En estos años hubo grandes momentos de investigación periodística, en especial cuando hubo una pequeña ventana de prosperidad económica en los noventa. Como dijo Jorge Fontevecchia, “hasta los gerentes comerciales de los medios pedían que las redacciones hagan periodismo de investigación”. Y otro momento fue el de las libertades sectarias, que era cuando en muchas redacciones había libertad para investigar a un sector y no a otro. Ahora, la situación económica angustiante de muchos medios limita esa potencia para investigar.
El tercer indicador es decisivo: ¿el periodismo forma una base informativa común? La democracia necesita información compartida, que haya coincidencia sobre hechos básicos entre quienes deliberan. Esa es una de las funciones democráticas principales del periodismo como profesión: que la ciudadanía tenga una realidad compartida, sobre la que cada uno puede tener opinión diferente, pero con una cercanía real sobre lo que sucedió y sucede. Sin esa realidad común, los países se bilocan, los ciudadanos de acuerdo a lo que creen viven en países muy diferentes, sin puntos de contacto para construir una mínima conversación social constructiva. Las batallas mediáticas destruyeron la base informativa común. Muchos de los mejores comunicadores se convirtieron en líderes de opinión de facciones. Por eso, hoy es difícil que los ciudadanos tengan referencias informativas comunes.
El balance entonces es claroscuro. Entre las frustraciones democráticas, una de ellas es en el campo periodístico. El periodismo argentino está por debajo de lo que podría dar y una señal es su poca relevancia internacional. Hubo ataques anacrónicos desde la política contra la prensa; y a la prensa le ha costado separarse de sus propias tendencias militantes, mercantiles y populistas, que existen desde siempre.
Todas las sociedades abiertas tienen estos tipos de periodismo, pero la salud cívica depende de que el periodismo profesional tenga preminencia sobre las otras formas de hacer periodismo. Si eso no ocurre, si el centro del escenario está ocupado por el periodismo mercantil, militante o populista, el debate público cruje. Entre otras cosas, la sociedad será un terreno fértil para las fake news, vengan de donde vengan.
La reforma constitucional de 1994 lo colocó en un lugar especial. El apoyo de la Corte Suprema de Justicia al periodismo ha sido consistente. Pero la dependencia de los humores de las audiencias, las dificultades para poder sustentar el trabajo periodístico, la extensión de los desiertos informativos en cada zona del país, y la baja autoestima profesional, entre otras cosas, han ido deteriorando su servicio público.
Todo eso lleva a que, al final, entre las raíces de la crisis esté la forma en que debatimos nuestros asuntos comunes, y en eso alguna responsabilidad tiene el periodismo. Por eso, necesitamos un periodismo más preocupado por entender la complejidad de lo que pasa que por fijar una posición sobre todo.
El autor es profesor de Periodismo y democracia de la Universidad Austral. Fue presidente del Foro de Periodismo Argentino (FoPeA) y miembro de la Academia Nacional de Periodismo
Fotos: Agencia TelAm
Fuente: Diario La Nación