Chaher, quien se autodefine como comunicadora feminista, informó que en base a los resultados que se difundieron en marzo del Proyecto Monitoreo Global de Medios, que hace la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC) cada 5 años: “Los resultados son muy negativos. Los medios en Argentina están retrocediendo en cuanto a la inclusión de las mujeres como sujeto de noticias, en la inclusión de las mujeres como fuentes de las noticias, y en cuanto a la inclusión de una agenda de género. Un tema preocupante a seis años del Ni Una Menos y a más de 10 años de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y de la Ley de Protección Integral de la Violencia contra las mujeres”. Un informe que se publicará en breve de manera completa y que se hizo exclusivamente sobre medios comerciales.
Sandra ejerció por muchos años el periodismo desde Las 12 -suplemento de género de Página12- La Maga, Tres Puntos y la revista dominical del diario La Nación y en la fundación de distintas asociaciones civiles, siempre dentro de la agenda de comunicación y género.
Respecto a la importancia del Ni Una Menos afirmó: “está claro que las reivindicaciones feministas ya forman parte de la agenda de los medios. Esto era impensado 6 años atrás cuando se iniciaba este movimiento".
La periodista, que además milita temas de periodismo y género a través de la reconocida Red Par, entiende que a partir de 2009 con la aprobación de la Ley 26.485 y la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual y luego con el hecho simbólico que representó aquel 3 de junio de 2015 -primer Ni una Menos- hay un salto cualitativo en la cobertura dentro medios mainstream -término que refiere a los medios de comunicación dominantes.
Explicó que hasta ese momento para estos medios, a diferencia de los medios alternativos que ya tenían perspectiva feminista, hablar de violencia de género significaba hablar de violencia física, golpes y feminicidios, y que desde aquel 3 de junio ella comenzó junto a otros colegas especialistas a recibir consultas sobre qué era la violencia simbólica y la violencia mediática, así como otras, violencia laboral, económica, etc. “Esto significó el reconocimiento de todas estas figuras jurídicas que la Ley 26.485 había habilitado seis años antes”. Chaher argumenta: “Siempre el cambio cultural es más lento”.
Insistió con diferenciar lo que ocurre con los medios mainstream y los medios alternativos, poniendo en el primer grupo a los medios comerciales y luego a los públicos que por ser parte del Estado y estar más alineados a las políticas públicas “van incorporando un poco más la perspectiva feminista y de género”. Y continúa, “con los medios alternativos tenemos que considerar también a todas las otras formas de comunicación que hoy no necesariamente pasan por una web sino que son podcast o cuentas de redes sociales con mucha actividad; y esto es porque la forma de informarnos no es la misma que diez años atrás y eso reconfigura el campo para quienes estudiamos temas de comunicación y género”, dice.
“En los medios mainstream la situación no es muy diferente a lo que ocurría diez años atrás, es decir, vienen incorporando lentamente algunas cosas, se han sumado las editoras de género, y si bien ese es un aspecto muy positivo para instalar cambios, las resistencias son enormes. Medios que no quieren incorporar esta figura, medios que tenían esa figura y ya no está más. Sigue siendo una disputa complicada en los medios masivos que se mejora un poco en los medios públicos, con conducción de personas trans en el ámbito de las noticias que no era tan habitual, y toda esta cosa de la comunicación feminista que estalló particularmente en los formatos alternativos que en general son los más elegidos por las audiencias más jóvenes”, explicó.
Y agregó: “Lo que cambia ahora es que la gente está cambiando la forma de informarse, los medios mainstream están perdiendo audiencia, entonces es mucho más relevante que los medios alternativos sean los que incorporen perspectiva feminista tanto en las prácticas laborales como en los contenidos”.
En cuanto al uso del lenguaje inclusivo, Chaher sintetizó que la “e” parece tener un uso cada vez más masivo en Argentina y en el mundo. Sin embargo reina la resistencia. De todos modos recordó que no hay ley en este tema sino que es una cuestión netamente cultural.
Fuente: El Cordillerano