Por: Sebastián Lacunza, @sebalacunza
Un ciclo parece repetirse en la política brasileña. Mientras gobierna, el Partido de los Trabajadores mantiene una tensa convivencia con los principales medios de comunicación. Imposibilitados de implementar una intervención antimonopólica por contar en sus filas con menos de un quinto de los integrantes de la Cámara de Diputados, tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff alternaron desde 2003 gestos agradables hacia la familia Marinho, propietaria del Grupo Globo, con denuncias por "la persecución contra el PT de la prensa conservadora" y algún esbozo de reforma.
La secuencia indica que aquello que entre elecciones reviste la forma de enemistad controlada vía pactos pasa a un alto voltaje pocos días antes de ir a las urnas. Ocurrió en 2010, antes de la victoria de Dilma Rousseff, y se reedita ahora, de cara a los comicios del domingo.
Samuel Lima, docente de Comunicación de la Universidad de Brasilia e investigador del Observatorio de Ética Periodística de la Universidad de Santa Catarina, escribe desde Brasil: "El comportamiento de los medios más importantes fue similar al de un partido político en cuanto a la oposición sistemática de las políticas públicas de los últimos doce años". En un país gigante como Brasil, la lista de multimedios no es extensa, con tres diarios generalistas "de calidad" entre Río de Janeiro y San Pablo, la presencia estelar de Globo en TV, el liderazgo de Veja en el mercado de revistas de actualidad y una diversidad mayor que la Argentina en el mercado de la TV paga, internet y la telefonía (ver gráfico).
Continúa Lima: "Los gobiernos de Lula (2003-2010) y Dilma (2010-2014) optaron por no enfrentar el monopolio de los medios comerciales. No obstante haber apoyado política y financieramente la Conferencia Nacional de Comunicación, realizada en 2009, no dieron curso a las 633 propuestas allí aprobadas".
El analista se refirió a la Conferencia de 2009, de la que participaron militantes políticos, sindicatos, universidades y organizaciones sociales, que impulsó una drástica modificación en la geografía del mercado de comunicación brasileño, que históricamente ha tenido fuerte impronta comercial y exigua presencia estatal.
Un año después de la citada conferencia, en el último año del mandato del fundador del PT, fue lanzado el Tercer Programa Nacional de Derechos Humanos que, en el capítulo de la comunicación, albergaba principios similares a los sostenidos en la entonces recientemente sancionada ley de medios argentina. La iniciativa cayó como una bomba neutrónica en plena campaña electoral de la que sería la primera presidencia de Dilma. La prensa tradicional hizo tronar el escarmiento: Lula se propone "liquidar el Estado de derecho e instalar en Brasil un régimen autoritario" (editorial de O Estado); "Quedan advertidos de que las tentativas de controlar a la prensa serán repudiadas y cualquier Gobierno que lo intente estará violando cláusulas pétreas de la Constitución" (Folha de San Pablo en una carta dirigida a Lula y Dilma publicada en tapa); "Esa deformación proviene de las convicciones de quienes continúan rumiando la idea totalitaria del leninismo" (Veja).
Finalmente, la sangre no llegó al río, y el episodio se saldó con una visita de Dilma a la casa de la hoy fallecida dueña del imperio Globo, Lily Marinho, para celebrar a "la señora D, la gran dama de la democracia".
Transcurrió un mandato completo de Rousseff sin novedades en el horizonte hasta que, días atrás, la presidenta desempolvó aquellas conclusiones de 2009 y 2010. "Los medios necesitan ser controlados del mismo modo que los puertos y el petróleo. La Constitución es muy clara cuando sostiene que no están permitidos los monopolios", indicó la mandataria en una entrevista con blogueros. Reforzó, claro, que una eventual legislación no afectará los contenidos periodísticos.
¿Se repetirá el ciclo de agitar el avispero durante la campaña para que luego todo quede igual? "Es clave saber a quién va a nombrar Rousseff en el Ministerio de Comunicaciones, si resulta reelecta. El actual ministro, Paulo Bernardo, es rehén de los grandes empresarios de medios. Tiene el hábito de conceder entrevistas exclusivas a Veja y a los diarios Folha y O Estado, en general defendiendo posiciones retrógradas y haciendo el coro al empresariado. Los anteriores nombrados por el Gobierno de Lula eran del mismo perfil o un poco peor, incluido un experiodista de TV Globo, Hélio Costa".
"Si lo plantea, Dilma tendrá apoyo popular. La bandera de la democratización y la regulación está bastante madura en el ámbito de los movimientos sociales, pero debemos suponer una reacción furiosa de los empresarios del sector y sus portavoces de la política. Va a ser un debate muy duro", anticipa el docente de Santa Catarina y Brasilia.
Lima compara a Globo con Clarín: "Las Organizaciones Globo son a Brasil lo que Clarín es para la Argentina. Son grupos que ejecutan un protagonismo antidemocrático, de matriz excluyente y monopólica. En el plano del Mercosur, cualquier avance democrático es visto como 'populista' y 'atrasado'".
No obstante, el docente advierte sobre cambios en los modos de consumo de medios de comunicación, que en algunos casos reproducen situaciones de concentración, pero en otros pueden alterarlas. Cita Lima que la encuesta oficial PNAD IBGE 2013 marcó que apenas el 50,1% de los domicilios brasileños tiene internet, lo que supone todo un campo por crecer, y puntualiza que la TV abierta, "y especialmente Globo", está perdiendo audiencia y, por lo tanto, "su poder de influir sobre la opinión pública".
Fuente: Diario Ámbito Financiero