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Trabajo en un medio periodístico. Se supone que cuando un personaje público está transitando la última etapa de su vida, en las redacciones se suele escribir con tiempo una necrológica.
Me autoexcluí de esta penosa tarea todo este tiempo, me autocensuré para retener al “Negro” Fontanarrosa un tiempo más. Me resistí con la ilusión de un chiste más, un cuento más, una idea genial más, una ironía más.
Por ese tiempo demás Fontanarrosa luchó en estos años, desde que le detectaron una devastadora enfermedad que poco a poco le fue ganando su cuerpo, una variante de esclerosis que apareció en su brazo izquierdo, él dibujaba con el derecho.
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Quienes frecuentábamos al “Negro”, podemos dar cuenta de esa sencillez que sólo ostentan los grandes tipos, esos genios de pocas palabras que hablan a borbotones a través de su arte, y si alguien sabía cómo decir mucho con poco, ése era él. También podemos dar cuenta de su solidaridad, bastaba un llamado para que se sume a la presentación de un libro de un escritor ignoto o dibuje algo para una campaña. Podemos dar cuenta también, y ésa era una sensación que se sentía en el cuerpo, de que cuando él llegaba producía alegría, todo se transformaba.
Ojalá que donde esté logre sentir las caricias de todos aquellos que reímos con sus chistes y sus cuentos, ojalá tenga una librería cerca donde buscar un nuevo texto y si es posible, que Central juegue un partidito, y que además, gane. De este lado queda Inodoro, Medieta,
Qué ironía, mañana es el Día del Amigo, un día antes se fue el amigo indispensable al que nadie podría resistírsele.