Asombro y desconcierto. Asombro frente a lo que nos pasa. Eso se hizo evidente en las decenas de comunicaciones que tuve ayer, a lo largo del día del periodista. Colegas preguntándose por otros, el fantasma del fanatismo sobrevolando la escena, el mundo dividido entre los dueños de la razón y los traidores a la causa.
El discurso oficial ha retrasado el reloj a los primeros años del peronismo: gorilas vs. Patriotas, o algo así; peleas entre hermanos que dejaron de almorzar los domingos, amigos que se evitan en los cumpleaños, aparatos de propaganda que el propio Goebbels observaría con envidia y admiración. Los que tienen razón no tienen pasado: nacieron de un huevo en medio del Calafate. Nadie vivió en la Argentina durante la dictadura.
Ex empleados de Clarín que ahora se persignan al mencionar a Magnetto, ex menemistas devenidos en camporistas furibundos, todos encaramados en el pulpito dando clases de moral revolucionaria. Odian a Neustadt pero se parecen peligrosamente a él, observó, ayer, con inteligencia, Pablo Sirven en la Nación. Perdón, dije “La Nación”: prometo lavarme la boca apenas termine esta columna. Acabo de mencionar al “enemigo”. Los nuevos Bernardos levantan el dedo desde la radio de Moneta, el diario de Szpolski, los programas de Gvirtz, al canal de Manzano. Se asustan de la alianza de De Narváez, pero avalan a Scioli y Moyano.
Condenan a Macri pero sostienen a Jaime, o a De Vido. Creen que informar sobre Schoklender es atacar a las Madres, cuando no hubo mayor ataque a las Madres, en democracia, que el de Schoklender mismo: usó su chapa para robarse todo. Los Bernardos escriben la biografía de Cristina, trabajan en radios de Electroingeniería, pinan en los House Organ de Szpolski, cobran en canal 7 o radio nacional, hacen sus programitas para Encuentro o Canal 9 y se alimentan del microclima; son los que alambran el campo “Nacional y Popular”: la verdad llega hasta acá. El periodismo nace de la diversidad, la duda y el ejercicio de la inteligencia critica. Preguntar es, casi siempre, desobedecer. Los Bernardos obedecen. No preguntan, pontifican.
Menem los espanta, porque es su espejo. No se ven, porque están demasiado ocupados en acusar a los demás.
Publicado en Página/2 de Diario Libre