Sostuvo el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Raúl Magallón (foto), investigador y autor de libros sobre desinformación, tecnología y esfera pública
Por: Susana Palomo Gómez
La Unión Europea (UE) coopera estrechamente con las plataformas online para animarlas a promocionar las fuentes autorizadas, a degradar los contenidos que hayan sido verificados y resulten ser falsos o engañosos, y a suprimir los contenidos ilícitos que puedan ser perjudiciales para la salud.
De ahí que para el profesor de Comunicación de la Carlos III de Madrid, Raúl Magallón, "ante la amenaza de la desinformación son más necesarios que nunca los medios convencionales y el periodismo".
Magallón, que ha centrado sus investigaciones en la relación entre desinformación, tecnología y esfera pública, alerta del impacto de este contenido falso o engañoso en la calidad democrática de las sociedades actuales.
Mensajes que tienden a propagarse rápidamente y suelen difundirse en redes sociales. También lo hacen a través de otros medios y se ayudan de herramientas como los bots y cuentas falsas para amplificar su difusión y crear una sensación de consenso.
Contenidos sensibles
En definitiva de lo que nos advierte es de todas esas informaciones falsas sobre vacunas o tratamientos que todavía circulan cinco años después del inicio de la pandemia de COVID. ¿O caso no te acuerdas de los que aseguraban que habían visto multitud de cadáveres flotando en el garaje del centro comercial Bonaire?
La desinformación también asocia inmigración con delincuencia o niega la evidencia científica del cambio climático y sus consecuencias.
Desinformación versus periodismo
En la era de la comunicación instantánea, combatir estos mensajes confusos y virales con una verificación lenta y meticulosa a través de una investigación, método de trabajo de las redacciones convencionales, es "francamente complejo aunque más necesario que nunca".
Además, como ha puesto de manifiesto la guerra en Ucrania o las convocatorias de procesos electorales, la desinformación suele buscar obtener un rédito en menor plazo, maximizando el impacto.
¿Qué consecuencias tiene la desinformación?
¿Pero cómo detectar este tipo de contenidos? Por enumerar algunas características, este tipo de mensajes alimentan la división y polarización, reforzando creencias de unas personas en detrimento de las que piensan diferente; socava la confianza en las instituciones democráticas, medios de comunicación, gobiernos y procesos electorales. Y en casos extremos, puede utilizarse para incitar a la violencia y la desestabilización o influir en la forma en la que votan las personas.
Además, pueden hacer que las personas tomen decisiones basadas en información incorrecta, lo que tendría consecuencias negativas para ellos y para la sociedad.
¿Quién se beneficia con la desinformación? Depende del caso concreto. Es un discurso que funciona por debajo del radar de los medios de comunicación y que apela a las emociones, por eso es tan potente. Pero uno de los elementos es que al difundir este tipo de relatos pretendemos un control sobre una realidad que no controlamos. Cuando alguien hace este tipo de afirmaciones, también afirma tener más información que el resto de la gente, entonces se da a sí mismo una legitimidad y una autoridad que en realidad no se tiene. Hay una serie de actores que han intervenido en el debate público a través de esta desinformación como una forma de marcar una agenda. También hay objetivos económicos donde el tráfico online con el modelo publicitario en sí es una motivación.
La sobreinformación, nueva forma de censura
Y aunque en un principio, apunta Magallón, creyéramos que "un mundo con más información iba a ser un mundo con gente mejor informada, lo que hemos visto es que más información no es sinónimo de estar mejor informado, ni tampoco de una mayor calidad democrática. Entre otras cuestiones, porque la sobreinformación puede ser una nueva forma de censura", apunta a CMM el experto en la materia, Raúl Magallón.
"Al final, los seres humanos funcionamos mucho por atajos racionales y emocionales, y si no tenemos todos los elementos para dar una respuesta argumentada, racional, etc., acudimos a esos atajos emocionales"
Es donde entran en juego, lo que este autor de libros como "Updating news: Información y democracia", "Cómo combatir la desinformación" y "Desinformación y pandemia", llama la polarización, las cámaras de eco (fenómeno en el que los participantes tienden a encontrar ideas que amplifican y refuerzan sus propias creencias.), etc...
"Es mucho más fácil entrar en estas burbujas informativas que salir de ellas"
Cómo combatir la desinformación
Magallón apunta a los gobiernos, sobre todo, y su papel fundamental en todo lo que tiene que ver con iniciativas de alfabetización mediática. Recuerda que en los países nórdicos, en los años 60, se empezó a introducir como asignatura en los institutos el funcionamiento de los medios y qué consecuencias tenía esa producción.
"Una sociedad que entienda mejor cómo funcionan las cosas y, concretamente, los medios de comunicación, va a ser una sociedad con mucha más capacidad de respuesta y adaptación"
Magallón lamenta que países como España vamos muy tarde en esta cuestión.
"Tenemos que introducir muchas más iniciativas. Tenemos que pensar en asignaturas y, sobre todo, en que un adolescente consume cerca de 1.400 horas anuales de contenidos en redes sociales y en internet mientras que se estima que pasa unas 1.054 horas en las aulas de los institutos"
"Tenemos que luchar contra esta desinformación desde los gobiernos, las aulas y tenemos que hacerlo rápido porque cuanto más tardemos, más difícil será mitigar las consecuencias"A nivel europeo, recuerda, se ha intentado establecer una serie de regulaciones, por ejemplo, la Digital Service Act o el reglamento relacionado con inteligencia artificial, que lo que busca es, en cierta manera, establecer unos criterios mínimos.
Por otro lado, para este experto subraya la importancia de recuperar la confianza de la ciudadanía en el papel de los medios de comunicación y periodismo para seguir defendiendo la calidad democrática de nuestras sociedades. En ese sentido, jugarán un papel destacado el desarrollo de la ley europea de medios que tiene que entrar en vigor el 8 de agosto de 2025 y ver cómo se regula el papel de la publicidad institucional que en países como España ha sido vista como una herramienta de opacidad por parte de las administraciones.
Este nuevo reglamento y que esa nueva ley de publicidad institucional cree Magallón que debe devolver a la ciudadanía la confianza en esa relación de transparencia y rendición de cuentas entre los medios de comunicación y las administraciones locales, regionales y estatales.
En resumen, la desinformación es una amenaza compleja y las personas deben ser conscientes de su existencia para protegerse de ella.
Foto: Tere Ormazabal. UPV/EHUFuente: CMMedia