miércoles, 19 de junio de 2024

Leonardo Fabio Graciarena 1969 - 2024

El periodismo de Rosario llora la partida de Leo Graciarena, redactor de la sección Policiales del diario La Capital, quien falleció súbitamente este martes a la tarde. Conocido como "El Vasco" por sus colegas, Graciarena era un periodista de raza, caracterizado por su dedicación y pasión por la noticia.

Leo Graciarena, de solo 55 años, deja una esposa y un pequeño hijo a quienes adoraba. Su partida prematura deja un vacío en el periodismo local, pero su legado de profesionalismo y dedicación perdurará. 

Su primer trabajo fue en FM Latina, como productor del programa Sobre la hora, que conducía Carlos del Frade. Graciarena comenzó su carrera en La Capital a finales de los años noventa, inicialmente colaborando con la sección de Deportes, especializado en voleibol. Posteriormente, su trayectoria lo llevó a la sección Mundo, donde comenzó a exhibir su instinto de cronista. Sin embargo, fue en Policiales donde encontró su verdadero llamado, convirtiéndose en una figura insustituible en la cobertura de la crónica roja.

El Vasco era conocido por su estilo vigoroso y su capacidad para narrar historias con un toque coloquial. Sus compañeros recuerdan su meticulosidad, como cuando estudiaba a fondo el dibujo de un cuerpo humano para describir con precisión la trayectoria de una bala o se sumergía en el estudio de armas de fuego por puro rigor profesional. Su habilidad para hablar con fuentes en los barrios más difíciles de Rosario, una ciudad asediada por el delito, lo convirtió en un cronista excepcional, reflejó el diario en su crónica de despedida.

Además de su pasión por el periodismo, Leo era una auténtica enciclopedia del rock, especialmente en su versión más pesada. Su voz inconfundible y su sentido del humor solidario dejaron una marca imborrable en la redacción de La Capital.

"Estoy en Twitter sólo por necesidad! Si por mi fuera estaría tomando cerveza y rascándome el higo!  Nunca olvido de dónde salí. Siempre heavy. Gane mí Pulitzer el 24 de abril de 2019", decía la bio de su cuenta suspendida (@leovasco666), sin saber porqué, en Twitter.
Censurado
En 2012 el decano no publicó un artículo firmado por él dónde investigó una presunta estafa realizada por ciudadanos de nacionalidad turca al casino City Center, y la posterior detención que padecieron dentro del edificio por dos horas, en manos de la seguridad privada del lugar, hasta que fueron entregados a la policía. Cuando Graciarena ya había escrito su trabajo, el personal jerárquico del diario hizo correr el pánico, ya que si se publicaba la nota, según dijeron, el casino de la ciudad no publicaría una pauta mucho más que importante y seguramente vería cuál sería su comportamiento futuro. Sin duda había llegado una ‘orden’ del estimado anunciante. El alerta llegó hasta los dueños del Multimedios La Capital SA. y la orden fue clara, concreta, sin fisuras: la nota no se publicaría: ni ese día ni ningún otro. Es más que comprensible el malestar de Graciarena, pero además no hay que perder de vista que ante la censura o autocensura es el público, parte de la sociedad, la que se ve enormemente perjudicada, Comisión de Libertad de Expresión y Formación Profesional, en un comunicado.

Cuando el Sindicato de Prensa de Rosario presentó la guía para minimizar los riesgos del trabajo periodístico, Leo señaló: "Me parece que lo que es muy interesante de resaltar del documento es que está construido en base a asambleas con compañeros y compáñeras y marcar esto de que es una continuidad no es algo que surgió porque en este momento estemos pasando por ahí el peor momento de violencia altamente lesiva con muchas muertes en las calles", sostuvo y advirtió: "No es un chaleco antibala, el que tome el documento como un chaleco antibala la está pifiando porque dentro del documento no solamente se prevé cómo deberíamos resguardarnos los periodistas que vamos al territorio sino también como debemos tratar al vecino porque en algunos aspectos los periodistas nos tenemos que desayunar que ya no somos tan bienvenidos como antes en los barrios".

"Años atrás -sobre todo las y los que hacen móviles lo pueden pueden dar fe de esto-, uno llegaba al barrio, era la prensa y el vecino lo veía bien. Mira llegó Canal 5, Canal 3, La Capital, El Ciudadano... hoy ya no es así porque el periodista arrastra problemas. En los barrios no nos quieren", afirmó el cronista de policiales de La Capital y siguió: "Ni la policía nos quiere, porque terminamos contando alguna que no tendríamos que contar ante sus ojos", añadió y sumó: "el transero tampoco nos quiere porque le traemos problemas".

"El que se bajó del móvil ploteado, el que se bajó del remís, el que se bajó y está diferentemente vestido que los vecinos del barrio, era el periodista. Tranquilamente le traemos un quilombo al vecino, por eso ya veníamos trabajando, sobre todo en los medios escritos, esta cuestión de no poner en las crónicas cómo se llama el vecino y que sea un vecino, una vecina o un residente. Si poníamos que lo decía Doña Rosa, mañana a Doña Rosa le baleaban la casa", cerró diciendo.
Graciarena era una voz familiar para los oyentes de la radio LT8 (AM830) de Rosario, donde realizaba sus crónicas diarias sobre hechos policiales.

"Leo Graciarena es un compañero al que no le gustan los escritorios sino meter las patas en el barro y sobre todo denunciar las injusticias. Comprometerse con su oficio. Y esto muchas veces a pesar de quienes bajan las ordenes editoriales. Bien sabemos que las personas inquietas, molestan", describió la periodista Marcela Isaías en 2020 cuando Leo recibió un apriete de la policía.

En una entrevista en Radio Si, Leo dejó algunos consejos para las nuevas generaciones de periodistas, dónde abogó por una práctica periodística que se centrara en los hechos, recomendando a los cronistas no dejar de escribir y releerse siempre, evitando la autocensura:

  • Los periodistas deberían ser más modestos.
  • Los periodistas de policiales no deben jugar al investigador privado.
  • Los periodistas no deben renegar de ir a ciertos lugares.
  • Los periodistas no deben dejar de escribir.
  • Los periodistas tienen que releerse y no autocensurarse.


Su enfoque en la humildad y la ética profesional reflejaba su compromiso con un periodismo riguroso y respetuoso, no dejó de recorer todos los territorios, armado con su cuaderno y la lapicera. 

"Corresponde dar las gracias a quien dio tanto, y de tanta calidad. Desde aquí lo hacemos. Y le enviamos un abrazo al querido Leo, que toda la ciudad sin dudas comparte", cierra la nota del Decano. 

La muerte llegó sin avisar: el adiós al periodista Leo Graciarena
El redactor de la sección Policiales de La Capital Leo Graciarena falleció este martes a la tarde
Por: Miguel Pisano
Qué mal bicho es la muerte para llevarse la vida de un tipazo como Leo Graciarena. Así, sin avisar, a secas, a traición, como una puñalada trapera.

La peor noticia dada por el jefe de Ovación, Gustavo Conti, demudó a la Redacción del diario este martes a media tarde, como un cross a la mandíbula.

Recuerdo como si fuera hoy cuando el Vasco, un pibe entonces, llegó a la vieja sección Ovación a colaborar como cronista de vóley.

Los vaivenes del diario y de la vida lo llevaron tempranamente a trabajar en la sección Mundo, primero, y en Policiales, después, donde se desempeñaba como uno de sus mejores cronistas. El Vasco —tan personaje como buen periodista— disfrutaba de entrar a una villa o un barrio caliente a seguir una noticia, que describía con tanta precisión como pasión. En este punto compartíamos el berretín por conocer la historia y la caprichosa trama de los barrios rosarinos. Esa obsesión por seguir un dato lo llevaba a escribir las mejores crónicas, en las que acompañaba al lector "hasta al hondo bajo fondo donde el barro se subleva".

Recuerdo también la mañana cercana cuando en un receso de un juicio en el Centro de Justicia Penal compartimos unos mates en casa y de vuelta al juicio la audiencia se había adelantado y un guardia no nos dejaba entrar hasta que el Vasco habló con un conocido y finalmente pudimos sortear el ingreso y hacer nuestro trabajo.

"Estoy preocupado porque el Joaco (su pequeño hijo) es hincha de la selección", me confió el Vasco en una de las tantas charlas sobre su querido Central, del que era socio y no se perdía un partido en la platea, al extremo que se iba a la cancha caminando.

Qué mal bicho es la parca, que hasta te empuja a garabatear estas líneas en medio de un dolor oceánico.

Chau, Vasco querido: el Decano está contigo.

La muerte de un periodista
La muerte del periodista rosarino Leonardo Graciarena conmovió por lo que Carlos del Frade define: "vivir con la angustia derivada de la avaricia del poder de parte de los patrones de los grandes medios genera una muerte por implosión". Su corazón respondió a estos estímulos y dijo basta. "Al final siempre estamos solos", dice aún su estado de whatsapp. Pero se equivocó.
Por: Carlos del Frade
"Al final siempre estamos solos", todavía se lee en la leyenda que surge de la imagen del contacto por whatsapp del querido y admirado trabajador de prensa, Leonardo Graciarena. Lo escribió el 23 de marzo. Cuando el corazón le estalló el martes 18 de junio de 2024, a los 55 años, la noticia se hizo insoportable e inaceptable para todas las personas que lo conocíamos desde hace treinta años como mínimo.

Eran los días finales en el ferrocarril, los últimos en su formación como periodista y los primeros pasos como productor integral de un programa en la FM Latina de la ciudad de Rosario que comenzaba a sufrir su metamorfosis de geografía obrera a paisaje de servicios y lavado de dinero.

Le costó muchísimo quedar como trabajador estable en el diario "La Capital", todavía hoy "decano de la prensa argentina". Empezaban los años de la noticia obediente, consecuencia política y laboral que imponían los multimedios. Los hermanos Vila y José Luis Manzano se hacían cargo de los diarios de las principales provincias argentinas con el objetivo de enriquecerse y usar los medios como fenomenales herramientas de extorsión y subordinación a la política resignada y quebrada ideológicamente. Hoy hay otros que se creen capaces de elegir intendentes y gobernadores y son los que enseñan cátedras de empresarios con responsabilidad social. Hipocresía tolerada, mantenida y ampliada por quienes pagan para aparecer diciendo resignaciones varias.

Sin embargo Leo, vasco y canayón, sensible hasta la médula y con risa estentórea y ademanes ampulosos, jamás se resignó. Hay una pasión particular en el particular oficio del periodista. Saber escuchar para saber contar lo que pasa, como escribió alguna vez Rodolfo Walsh, produce una necesidad honda, entrañable, de difundir eso que surge de la confianza de una persona atravesada por miedos y urgencias que confía en esa trabajadora o ese trabajador de prensa. Tesoro del cual jamás sabrán nada los que ostentan el título de dueños de medios. Quizás sepan algo de cómo hacer dinero en este sistema corrupto que desprecia la sensibilidad y lucidez de gente como Leo pero de periodismo no entienden que se trata de una de las alternativas de eso que todavía existe y se denomina humanismo.

Leo se convirtió en uno de los redactores de la sección policiales con una envidiable capacidad de estar en medio de barrios atravesados por negocios mafiosos y en los cuales, según me contó, estuvo dos veces cerca de ser ejecutado por muchachos con el cerebro devorado. Cuando los remiseros se querían ir, Leo se quedaba un rato más. Cuando el diario ya decía que no tenía caja chica, Leo iba igual.

Leo es uno de los grandes periodistas de la crepuscular Argentina de las primeras décadas del siglo veintiuno.

Pero los grandes medios de comunicación han decidido en esta Argentina cruel reducir, una vez más, sus plantas de trabajadoras y trabajadores. Les importa nada que gente como Leo hayan dado mucho más que horas de trabajo a favor de sus concentraciones de riquezas y poder mediante la resignación de la política gobernante, tanto en la ciudad, la provincia y las administraciones nacionales.

Sucede que las formas de morir describen las formas de vivir.

Vivir con la angustia derivada de la avaricia del poder de parte de los patrones de los grandes medios genera una muerte por implosión.

Una doble plusvalía le chupan a las personas que trabajan en los grandes medios: la económica y la existencia. Les vampirizan sus ganas de seguir, les convierten en una sustancia agria su pasión inicial, aquella que genera el curioso método de escuchar bien para contar bien. Les estrujan su estómago y sus mentes como si fueran pasas de uva y hay momentos que no resulta sencillo irse o quedarse.

Porque uno es lo que hace todos los días y en donde lo hace todos los días.

Cuando uno deja de hacer lo que hace todos los días, deja de ser. Desocupado, desaparecido, como tantas veces aprendimos de los años noventa.

A lo que hay que sumar el paisaje inaguantable de las sillas de las compañeras y los compañeros, de las amigas y los amigos que ya no están en la redacción y que hoy queda demasiado grande, vacía y gris de ausencia.

Leo estaba estrangulado de angustia, consecuencia de los negocios de estos tipos que dicen ser dueños de medios de comunicación y cuentan con la impunidad que le adjudican otros poderes de una sociedad desigual.

Pero Leo se equivocó.

El miércoles 19 de junio de 2024, los que fuimos a saludarlo supimos que no estaba solo.

Porque muchas y muchos lo queremos y lo seguiremos haciendo.

Vayan estas líneas para las trabajadoras y los trabajadores de prensa y para las pibas y los pibes que estudian periodismo.

No se dejen quemar la cabeza ni agriar el alma.

Ustedes valen mucho más que la miserable existencia de muchos dueños de medios de comunicación que saben de lavar dinero, extorsionar y acompañar saqueos.

Querido Leo, estás en nosotros.

Tres de sus crónicas:
The Wire, la serie que es herramienta para comprender el crimen organizado en Rosario
Hay un verdadero club de fans entre investigadores judiciales y policiales de esta serie. La utilizan para ayudar a entender la criminalidad y la corrupción
Por: Leo Graciarena
En la última década Rosario soportó oleadas de violencia que parecían destinadas a relatos para serie policiales de TV. Lenta pero progresivamente, la ciudad se acostumbró a un aumento en los números de homicidios, que tuvo en 2013 su récord con 264 crímenes, y a los vecinos le dejaron de llamar la atención los asesinatos feroces. Crímenes de películas o series; donde el relato mágico se entremezcla con la historia de gente común que a partir de la violencia ve su vida transformada. Y con la capacidad de asombro puesta a prueba, periodistas y especialistas se recostaron en series para explicar coyunturas complejas. "The Wire se podría haber filmado tranquilamente en Rosario", es un latiguillo muy escuchado entre criminólogos, investigadores policiales y judiciales, fiscales de grado, asesores en seguridad, periodistas de policiales y hasta ministros. ¿Pero por qué se elige una producción de la estadounidense HBO que se emitió entre 2002/2008 y cuyo último capítulo se emitió el 9 de marzo de 2008?

"The Wire parece que se estrenó ayer. Es una serie que ayuda a explicar fenómenos complejos, que narra la relación de la calle, el crimen, la policía, los medios y las víctimas. Y como todos se relacionan entre sí. Una serie en las que no hay buenos o malos, hay conductas humanas. «Gente de bien» haciendo cagadas, «tipos malos» teniendo gestos misericordiosos, asesinos con marcada fe en la religión, narcos que se convierten en empresarios, aunque no puedan evitar un destino violento y vecinos comunes condenados a terminar en estadísticas de homicidios. Nada diferente de lo que vemos todos los días en Rosario", explicó un veterano investigador policial callejero rosarino.

Doce años después de la finalización de la quinta temporada, en base al boca a boca, la difusión vía DVD -y por qué no- la piratería, la serie generó un cantón de fieles y acérrimos seguidores. Será, quizás, porque Baltimore, la ciudad eje de la historia en el estado de Maryland, es portuaria y violenta como Rosario. O porque con ojos de The Wire pueden divisarse en nuestra ciudad tips o situaciones a manera de espejo, escenas de la serie se utilizan habitualmente para explicar -en claustros universitarios, escritorios del Poder Judicial o mesas de café- el gran árbol del crimen organizado en Rosario. El juicio de Los Monos, las batallas, las implicancias de la caída de Esteban Alvarado o el Serjal gate: siempre habrá en The Wire escenas, capítulos o temporada para ayudar entender ese proceso.

Baltimore como serie. Con Baltimore como escenario, ciudad portuaria más poblada del estado estadounidense de Maryland con unos 600 mil habitantes, The Wire retrata cómo la corrupción y la falta de justicia repercuten en las calles de la ciudad. Así, en cinco temporadas se perfila la ciudad desde la venta de drogas y la policía (1), el puerto y los sindicatos (2), la política local y el municipio (3), el sistema educativo y los jóvenes (4) y los medios de comunicación (5). Y todos relacionados con todos. No es una serie sobre personajes como por ejemplo lo es Breaking Bad. La historia del crimen organizado de la ciudad está en el centro y los personajes, crudamente compuestos, apuntalan esa narración. La ciudad está en el centro de la historia con personajes que enamoran y que duelen.

No hay súperhéroes. No se resuelven casos a partir de haber encontrado el filtro de un cigarrillo. No hay majestuosos laboratorios donde se resuelven los homicidios. Todo es a pico y pala. Trabajadores comunes deambulan por el sistema con sus vidas a cuestas buscando que alguien les de una mano para resolver crímenes como el policía Jimmy McNulty. Diminutos "Robin Hood" como Omar Little, ladrón homosexual y mejicaneador de narcos. Transeros que en base a la corrupción y el manejo de la calle, como "Stringer" Bell, siempre parecen estar un paso adelante de los investigadores judiciales y policiales. Una serie plagada de historia de humanos.

The Wire requiere de la paciencia y el compromiso del espectador para que las historias se vayan construyendo. Compromiso a manera de lector. Una serie a la que hay que darle tiempo. Una película de 60 capítulos. Una novela visual de 60 horas. Una serie a la que hay que darle 2 ó 3 capítulos para que explote. Una buena manera de aprender sobre crimen organizado mirando televisión. Radiografía de una ciudad corroída por la corrupción del sistema de seguridad y justicia que repercute en las calles y en los barrios pobres. Donde puede verse en tiempos reales y con crudeza como las bandas pelean por el territorio y como el crimen organizado está enquistado en el poder político.

Crímenes en barrios pobres. Lavado de dinero en lugares acomodados. Policías presionados a base de estadísticas de delitos. La pelea perdida contra la droga y los transeros. El poder del dinero y las influencias. La manufactura de la versión policial en los medios. Un sistema educativo despedazado en los barrios más empobrecidos que funciona de menara testimonial. Políticos generando influencias evitando que "la malas noticias" los impacten y para poder seguir en su banca otro período, o por qué no subir un escalón mas en la pirámide de poder. De eso habla The Wire.

Y el tiempo en el que transcurren las cinco temporadas de The Wire tampoco es un detalle. La serie nació un año después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York y terminó un año antes de la caída de compañía global de servicios financieros Lehman Brothers. Vale reconocer que no es una serie sencilla a 12 años de su último capítulo. Si se toman como referencia los tiempos de series como Breaking Bad, Minhunter, The Shield, The Night Of, la despareja True detective, Peaky Blinders o Gomorra es una serie lenta, a la que hay que prestarle el ojo y necesita el compromiso de quien la mire. También es probable que las mencionadas no podrían haber ganado tanta audiencia sin los cimientos de The Wire o Los Soprano.

Como la mayoría de las grandes ciudades estadounidenses, Baltimore es cruda y violenta. La ciudad cerró en 2019 un período de cinco años con homicidios por arriba de los 300 muertos. Con algo más de 600 mil habitantes (poco más que ciudad de Santa Fe) y 342 homicidios, Baltimore cerró con una tasa de homicidios de 57 por cada 100 mil habitantes. Para comparar, Nueva York con 8 millones de habitantes cerró 2019 con 310 homicidios, superando por primera vez los 300 crímenes desde 2016. Rosario cerró el año pasado con 157 crímenes (15.7 cada 100 mil) siendo su peor estadística en 2013 con 264 asesinatos (26.4 cada 100 mil).

"Es la narración televisiva que más abiertamente sugiere que nuestras estructuras políticas, económicas y sociales ya no son viables, que nuestros líderes nos han fallado y que no, no vamos a estar bien". Así definió su obra en octubre de 2007 en el semanario The New Yorker David Simon, cronista policial del diario The Baltimore Sun durante 15 años y creador de la serie. En diciembre pasado fue catalogada por el diario británico la posicionó segunda entre "100 mejores programas del siglo XXI" detrás de Los Soprano (1999-2007) y por delante de Mad Mend (2007-2015). Junto al ex policía Ed Burns crearon las miniseries The Corner, Generation Kill y la reciente The Plot Against America y la serie Threme.

The Wire en modo Rosario. "Es una serie espectacular. Impresionante. Tengo muchas anécdotas con la serie. Cuando trabajaba en el Ministerio de Justicia armamos un curso con investigadores del FBI sobre investigación criminal y nos contaban que para ellos había sido un problema la serie porque tenía un muy buen asesoramiento de agencias de investigación criminal estadounidense", explicó un fiscal rosarino que tiene a esta producción estadounidense como referencia.

"Nos contaban que se les habían adelantado en técnicas de investigación sobre intervenciones telefónicas que en ese tiempo eran mucho más complejas que ahora. En esa época había bíper y de ahí tenían que ir a un decodificador. Todo un rollo para saber quién estaba hablando y si era a quien debían escuchar. Es la serie más importante por una cantidad de herramientas de investigación que se pueden observar", indicó. "Hay muchas escenas de la serie que las utilizo en cursos y clases sobre investigación criminal como disparadores de debate", agregó.

"Es una serie maravillosa. Hay una escena que es cuando un jefe policial "legaliza" un lugar periférico de la ciudad para que los transeros vendan droga, con control sanitario, y así poder bajar las estadísticas de violencia: Hamsterdam", refiere un encumbrado investigador del crimen organizado local, provincial y nacional. "Ellos (los policías) habían escuchado que había un lugar en el que se podían drogar libremente. Que era la ciudad de Amsterdam, en Holanda. El jefe de policía llega a una conclusión se le ocurrió la idea de llevar el tráfico a uno sólo lugar y bajar así la tasa de homicidios fruto de las peleas", comentó.

"El jefe policial llegó a la conclusión que el narcotráfico no se iba a poder extinguir porque los mercados de drogas se asientan mayoritariamente en el consumo recreativo. Y por ende las verdaderas políticas de control del narcotráfico y las drogas tienen que ver con evitar que los consumos sean problemáticos, que el narcotráfico no sea problemático; que no controle circuitos institucionales, como fiscales, jueces, policías, gobernadores; que no financien campañas políticas; que no controlen poblaciones y no ejerzan gobernabilidad en poblaciones; que tampoco manejen circuitos financieros", enumeró.

"Eso es algo que está en la base de las políticas de control de drogas de Estados Unidos en términos generales, hacia adentro. Y el jefe de policía, que tenía gran sensibilidad social, y estaba presionado porque le exigían que bajara las estadísticas de delitos en su jurisdicción, se le ocurrió concentrar todo en una sola zona. De manera informal e ilegal llevó a los vendedores de drogas a que se instalaran en dos cuadras y fue un método que le resulto exitoso en cuanto a la reducción de los índices de violencia. Tan maravilloso como asombroso", reflexionó.

"The Wire te cuenta cómo es el circulo vicioso de las instituciones y la gente. Cómo el sistema se protege y genera anticuerpos para sobrevivir. Bien armada, bien contada, buena música para las escenas. Y todo está filmado en lugares muy parecidos a Rosario. Los patios de los monoblocks podrían ser cualquier Fonavi de Rosario, el puerto, los Tribunales… En la parte que me toca puede verse mucho de la universal idiosincrasia del policía, su forma de vida y la manera de actuar", amplió un investigador policial que deambula las calles periféricas rosarinas. Gente que vive diariamente escenas como The Wire en su trabajo y vida cotidiana.

El pibe que rapeó su propia muerte
Por: Leo Graciarena
Rosario sumó 45 homicidios en los primeros 45 días del año 2014. En ese marco ¿alguien puede asombrarse de que un pibe haya anticipado en una canción de hip hop el escenario de su propio asesinato? "Donde en cada calle hay una banda diferente/Se enfrentan entre ellos y tiene que correr la gente/Mientras la droga avanza y acaba con la juventud/Los que la venden se enriquecen y no tienen inquietud", cantó en el invierno de 2009 Ariel Alejandro Avila, quien por entonces tenía 15 años y en Empalme Graneros era conocido por el nombre de "La profecía". Ese mismo pibe, el miércoles por la tarde fue atacado a tiros en la puerta de su casa en Campbell al 1100 bis y falleció en las primeras horas del jueves. Ya había cumplido los 21 años y recibió siete impactos de bala. Tras su muerte los vecinos destruyeron un búnker de venta de drogas ubicado a metros de la escena del crimen.

"Que le pase esto a pibes como Ariel, al que se le dieron herramientas para que saliera de una realidad signada por la vulnerabilidad, te hace bajar los brazos. Ariel estaba obsesionado por ese quiosco de venta de drogas. Nos decía: «Eso hay que sacarlo. No puede estar acá. Hay que quemarlo, tumbarlo, eliminarlo. Eso no puede estar acá»", contó ayer Lisandro Rodríguez Rossi, su profesor de música en la escuela secundaria de Génova y Cullen, el lugar donde Avila aprendió a cantar hip hop.

"Hace 16 años que hago rap y la sociedad y el barrio cambiaron mucho. Empalme ya no es el de aquellos días. Antes era mucho más tranquilo. Un atropello policial o un robo te daban material para escribir la letra de una canción, pero hoy pibes como Ariel viven esa realidad en primera persona. Y esa realidad es violencia, balazos, malos tratos, droga y delincuencia", confió "Pabliko", líder de "Purple House", agrupación pionera del hip hop en Empalme Graneros y la ciudad.

Confianza y móvil. "La investigación del asesinato de Ariel Alejandro Avila esta muy avanzada, orientada hacia el esclarecimiento del homicidio", explicó ayer una fuente de la Unidad Fiscal Especializada en Homicidios. ¿Cuás sería el móvil del crimen?, preguntó La Capital al fiscal. "Un viejo rencor vecinal", fue la respuesta.

En ese sentido, ayer en el barrio se decía que a Chucky le habían robado una moto poco tiempo atrás y que él tuvo un cruce de palabras por eso con uno de los soldaditos del quiosco de drogas que estaba a metros de su casa y que el quería "eliminar".

Así llegó el miércoles, cuando pasadas las 18 dos de esos soldaditos salieron del búnker y lo encararon a Ariel que estaba en la puerta de su casa. "Conmigo no se mete nadie porque yo soy re loco y si te tengo que matar te mato", lo increpó el cuidador del búnker. Entonces Ariel le planteó al muchacho, que según los vecinos no es del barrio, una pelea mano a mano y en medio de un círculo de gente. Fue entonces cuando se terminaron las palabras y aparecieron las armas, los balazos. Ariel Avila se llevó la peor parte y recibió siete tiros.

La profecía. "Esta es la realidad de mi barrio/Donde hoy estás y mañana te están velando/Donde la droga corre como un comando/Si son la misma mierda, para qué vamos a seguir hablando", rapeó Ariel Avila en 2009. Ese canto estaba acompañado por el de su amigo Oscar Bravo, conocido con el seudónimo de "Mr. Rap"; Daniel Moyano, o "Mister D"; y Favio Marcelo, también llamado "MC". Los cuatro eran compañeros de la Escuela Técnica Nº 660 y formaban el grupo "La técnica del hip hop" que con la canción "Mi barrio" ganó el concurso "Ceroveinticinco" que organizó aquel año la Municipalidad de Rosario.

Los cuatro pibes tenían entonces 14 y 15 años, vivían en Empalme y en Ludueña, y junto al profesor Lisandro Rodríguez Rossi fueron entrevistados por este diario. Bajo el título "Historias de Empalme Graneros relatadas con los acordes del rap" fue publicada en LaCapital el 15 de febrero de 2009 con la firma de Andrés Abramowski. Entonces era un grupo de hip hop en un barrio dominado por el folklore y la cumbia. Pibes que transitando la adolescencia cantaban sobre los problemas cotidianos a los que se enfrentaban cada vez que pisaban las veredas de sus casas. Nadie pensó entonces que Ariel, exactamente cinco años después, volvería a ocupar una página del diario, aunque esta vez en Policiales.

"Ariel era un pibe muy creativo. No sabés como escribía. El siempre hablaba de la realidad de su barrio porque la quería cambiar. Su primera letra fue cuando iba al templo evangélico. Fue sobre «la palabra». En barrios como Empalme el templo evangélico es la única presencia que tiene resultados positivos. Los únicos que hacen trabajo social y rescatan a jóvenes de la droga", comentó el profesor Rossi.

Y agregó con un dejo de tristeza: "Los chicos fueron dejando la escuela, pero yo mantuve el contacto con ellos. Por ahí venían y me decían que querían grabar un tema y no tenían plata para el estudio. Y venían a mi casa. Hace dos semanas con Oscar Bravo (Mr. Rap) grabamos un tema de él, que se llama «Así soy yo». Grabamos la mitad porque el resto lo iba a cantar Ariel, pero ahora esa canción va quedar inconclusa".

La técnica de hip hop fue una experiencia que emprendió el profesor Rossi al escuchar líricas rapeadas de sus alumnos de la Escuela Técnica 660. Escogió a cuatro de los pibes y empezó a producirlos hasta presentarlos en el concurso municipal "Ceroveinticinco". Eso motivó que el gran ojo de los medios se posara momentáneamente sobre la vida de los cuatro adolescentes de un barrio pobre que escribían canciones con mirada social. Esa experiencia quedó plasmada en un CD editado en 2010 con diez canciones.

Siempre presente. Ariel Avila tenía una hermana y un hermano. Para todos, en su cuadra, era Chucky. Como lo recordó uno de sus amigos en su perfil de Facebook: "El Chucky no se fue, siempre va a estar presente". Dentro del ámbito del hip hop del barrio su nombre artístico era "La Profecía", inspirado en el cristianismo que profesaba tanto como su ídolo "Vico C", nacido en 1971 en Nueva York en una familia latina, criado en Puerto Rico, ex adicto, ex presidiario y al que muchos consideran el padre del rap en castellano.

Ariel empezó a escuchar hip hop a los 9 años y a los 12 bailaba breakdance. Un año más tarde comenzó a rapear con un amigo. "Ariel era un pibe muy querido y muy respetado en el barrio. A mí lo que le pasó me mató. Yo le dí todo mi apoyo siempre. Los traje a grabar a casa. Pero lamentablemente en esos barrios la única forma de sobrevivir es alcanzando un estatus y eso se gana en la calle", explicó Rossi.

"Hay muchos pibes que mueren porque no les quedó otra o porque se metieron demasiado en el mundo de la violencia, pero este pibe quería otra cosa", concluyó.

La letra. Esta semana los medios hablaron sobre Ariel. Primero por su asesinato. Después porque era músico de hip hop y ya había semblanteado la crudeza de su barrio en los versos de su canción "El barrio está peligroso". Esa letra dice: 
El barrio está peligroso
Eso se vive cada día
El barrio está peligroso
La droga arrasa como el sida
El barrio está peligroso
Y no encuentra salida porque cada vez más gente se muere cada día. 
Familias destruidas es lo que estamos viviendo
Tuve oportunidades para ser un delincuente
Tuve oportunidades para dañar a mi gente
Pero no me gusta hacer lo que hacen ellos
Yo me quedo con el rap para escribir lo que hacen ellos
Un arma se consigue sin permiso en una esquina
Sin comprarla sin decir en qué la usarías
Tanta inseguridad hay en el barrio cada día
Y no alcanza para escribirla en esta melodía.
Esa canción Ariel Alejandro Avila, también conocido como La Profecía o Chucky, la grabó en el invierno de 2009, cuando tenía 15 años.
 
Los Monos: 20 años, una marca delictiva y tres generaciones de una familia en marcada disputa
Investigaciones judiciales confirman que los Cantero están divididos en tres marcas: Los Monos al mando de "Guille", el "Viejo" fundador, y su nieto "Lucho", hijo del asesinado "Pájaro"
Por: Leo Graciarena
Desde la madrugada del 18 de abril de 2003, cuando Juan Carlos "Mono Grande" Fernández se ahogó misteriosamente en las aguas de la desembocadura del arroyo Frías en el río Paraná, todo lo que rodeó la vida de la familia Cantero fue digno de un relato de realismo mágico. La muerte de ese hombre marcó la presentación ante el mundo del hampa rosarino de Ariel Máximo Cantero, reconocido por aquellos días como "El Ariel", quien pasó de ser un ciruja busca vidas a ser el capo de una banda temida en la zona sur de la ciudad: Los Monos. Una marca asociada al apellido Cantero que a lo largo de dos décadas se fue consolidando y pasó de controlar el barrio La Granada (hoy 17 de Agosto), donde tuvo su origen, a tener proyección nacional. En ese tiempo, el apellido trascendió tres generaciones y cada una de ellas fue construyendo un liderazgo propio que al presente se visualiza en una clara división al interior del clan.

En veinte años la banda pasó de vender protección a base de extorsiones a consolidarse como una sólida marca en la narcocriminalidad y otros rubros delictivos. En Rosario hasta los nenes de escuela primaria saben quiénes son Los Monos y los nombres o apodos de algunos de sus integrantes. A lo largo de la historia del crimen de la ciudad esa banda tuvo no más de tres líderes, todos ellos de la familia Cantero. A "El Ariel", con los años reconocido como "El Viejo", le siguió su hijo mayor, Claudio "Pájaro" Cantero. "Fue una persona de inteligencia suprema. Pese a ser inculto e iletrado, su capacidad analítica era enorme. Tenía un pensamiento estratégico notable aunque eso sea contradictorio con el modo en que se terminó exponiendo a que lo mataran", explicó a este diario una persona que supo tratarlo.

Pero la madrugada del 26 de mayo de 2013, a las puertas del boliche Infinity Night de Villa Gobernador Gálvez, el Pájaro fue emboscado y asesinado a balazos. Tenía 29 años y era padre de tres hijos muy pequeños. Uno de ellos Uriel Luciano "Lucho" Cantero, quien entonces tenía 9 años. Ese homicidio signó el futuro de una década que salpicó con sangre las calles de la ciudad haciendo estallar las estadísticas de crímenes en 2013 hasta la fría suma de 271 víctimas en el año más violento de la historia rosarina. Un hecho que modificó el orden establecido entre el hampa y que se tradujo en un verdadero caos en las calles de la ciudad: en lugar de acotar el número de transeros los multiplicó y el mercado de la droga estalló y se masificó. Un asesinato que puso entre la espada y la pared a una clase política que intentó gambetear un problema que la terminó absorbiendo.

El crimen del Pájaro catapultó al liderazgo a su hermano, Ariel Máximo "Guille" Cantero, "un tipo con pocos códigos hacia afuera de los suyos" y quien hasta hoy lleva las riendas del sello de Los Monos. Este muchacho de 34 años acumula más de 96 años de prisión en ocho condenas. Un dato anecdótico si se valora que el artículo 55 del Código Procesal Penal de la Nación sostiene que la unificación de todas las penas no podrá exceder los 50 años de encierro como precio final para cualquier recluso. Lo llamativo es que de las últimas seis penas recibidas, los delitos endilgados fueron cometidos mientras estaba tras las rejas.

Así las cosas, en los últimos cuatro años la marca fundada por los Cantero parece haberse descompuesto en al menos tres franquicias. La salida de la cárcel del Viejo en septiembre de 2020, tras pagar una condena a seis años de prisión como miembro de una organización ilícita destinada a cometer múltiples delitos comandada por Guille, marcó un distanciamiento de Los Monos. El padre fundador se instaló en Avellaneda al 4500 y marcó como su territorio la villa de la Vía Honda y los asentamientos linderos mientras el sello original quedó en poder de su hijo Guille. Pero el Viejo volvió a caer con su actual pareja y otras personas en una saga de allanamientos a fines de abril y todos fueron acusados de conformar una nueva asociación ilícita.

Y a partir de fines del año pasado, con su padre muerto y su tío y su abuelo presos, se hizo visible otro integrante de la familia, parte de la tercera generación Cantero: Lucho, hijo del Pájaro y preso de su leyenda.

El martes 18 de enero lo detuvieron en una casa de Caña de Ámbar al 1700 acusado por una feroz balacera contra un patrullero del Comando Radioeléctrico en los primeros minutos de la Navidad de 2021. Junto a Lucho fueron apresadas su mamá, Lorena Verdún, y su pareja, Érica Bullón, además de otras ocho personas. Le secuestraron 25 armas de guerra aptas para ser disparadas, 560 proyectiles calibre 9 milímetros, 182 balas calibre 22 y cuatro cartuchos calibre 380. Un arsenal valuado en 20 mil dólares por el entonces Ministerio de Seguridad de la provincia, Jorge Lagna.

Lo acusaron por los delitos de intimidación pública agravada por el uso de armas, portación de arma de fuego de guerra en carácter de autor agravado por la participación de menores de edad y tenencia de arma de fuego de guerra (en 20 hechos). Y además por ser el instigador del homicidio de Damián Gastón Gómez, uno de sus amigos de la infancia, ocurrido la noche del 21 de junio de 2021 cuando el auto de la víctima fue emboscado en las inmediaciones de Anchorena y Balcarce, en el barrio Las Delicias. Mientras agonizaba, Gómez envió siete audios por la red social WhatsApp contándole a su madre y a sus amigos quien había ordenado su incipiente asesinato. "Me pegaron una banda de tiros. Lucho me mandó a pegar. Hace algo. Denuncialo. No me quiero morir Ma!"

El lunes pasado Lucho ganó una vez más la luz pública cuando tras ochenta allanamientos ordenados por la fiscal Marisol Fabbro cayeron 14 integrantes de la banda que él comandaba desde la cárcel y que en la calle era operada por uno de sus principales alfiles: Dylan Tomás "Capocha" Baldón, de 18 años y apresado en esa redada.

Esos detenidos empezaron a ser imputados el jueves en una maratónica audiencia acusatoria que incluye a otras 12 personas que ya estaban en prisión. Lucho, su mamá y su pareja fueron acusados como jefes de una asociación ilícita dedicada al robo de vehículos, extorsiones, homicidios y venta de drogas. Entre los acusados como integrantes de la organización criminal están Macarena "Tía Maca" Cantero, hermana del Pájaro y de Guille; y su pareja, Martín Walter "Pariente" Medina; Gastón Ezequiel Schneider, uno de los tantos hijos del Viejo Cantero; Dylan Lautaro Cantero, tío de Lucho; y Lucas Alejandro Ponce, quien está en pareja con "Chuky", hermana de Guille y Dylan Cantero. Una gavilla que, según la acusación, no cuenta con efectivos policiales entre sus integrantes.

En el marco de la acusación, en varias escuchas judicializadas puede observarse el temperamento de Lucho al conducir su banda, marcar las pautas con su gente, enfrentarse con Vanesa Barrios, la esposa de su tío Guille de quien el pibe asegura que "ni pincha ni corta", y también a la hora de poner los tantos sobre la mesa: "Nosotros somos la nueva generación de los Cantero y somos la nueva generación de las de plástico (armas de fuego)" le dijo Lucho el 11 de agosto pasado a Capocha Baldón, su hombre en la calle, y al apodado "Pequeño bandido" (uno de sus pibes detenido en el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil, ex Irar).

Lucho Cantero no sólo hace público que quiere su lugar en el mundo del hampa sino que se lo pelea a la propia familia. Este lunes desde las 10 la audiencia imputativa contra la banda proseguirá con las defensas de los acusados.
Se dice de él
Su recuerdo y sus enseñanzas continuarán inspirando a quienes tuvieron el privilegio de trabajar con él y a las futuras generaciones de periodistas. Sus compañeros y compañeras así lo recuerdan: 

Nachi Saieg, periodista y colega, lo recordó con cariño y admiración: "Vasco, canalla, provocador, compañero, un periodista de la concha de la lora y sobre todo un gran amigo. Estoy esperando tu abrazo, tu reto porque tengo cara de orto, tu oferta de ser mi mánager para explotar mi potencial. Ya te extraño, 'el último paki'".

"Pura pasión por el periodismo. Obsesivo como nadie para lograr chequear cada dato. Te metiste en mil y un quilombos para escribir las notas que nadie podría conseguir. No medías consecuencias. Nunca mediste consecuencias. Y te la jugabas cada vez que te metías en lugares donde ni siquiera "los canas" querían entrar... Creo que sabés que "las columnas de La Capital", ya no van a ser lo mismo sin tu pluma incisiva e "irrespetuosa", como se debe a un periodista de raza", lo despidió la periodista Gabriela Zinna. 
Fotos: Sebastián Granata, Alfredo Celoria, Silvina Salinas, La Brújula 
Fuentes: La Capital, Radio Si, Archivo Señales

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