Ya son 25 años los que nos separan del terrible asesinato de José Luis Cabezas, el reportero gráfico de la Revista Noticias que mostró por primera vez el rostro de Alfredo Yabrán, empresario y socio privilegiado del menemismo. El 25 de enero de 1997 se hizo llegar un mensaje a toda la sociedad que pretendió ser aleccionador para cualquiera que osara incomodar a los dueños anónimos del poder, cuya deliberada invisibilidad les permitía operar cómoda e impunemente. Aquellas condiciones no podían ser jaqueadas de ningún modo. El No era tan determinante que a la fotografía de la playa que trascendió ese límite, se respondió con el horror: JLC fue brutalmente golpeado, recibió dos tiros en la cabeza y su cuerpo fue calcinado en una cava de General Madariaga, cerca de Pinamar.
Ese poder no ha parado de crecer. Hoy es un entramado robusto, hiperconcentrado, donde lo económico, lo financiero, lo judicial y lo mediático se conjugan mucho más orgánicamente. Su objetivo sigue siendo el mismo, pero sus estrategias están adaptadas a los tiempos que corren. Sus representantes tal vez no rechacen que se los haga visible como ocurrió con Yabrán. Además, el desarrollo tecnológico y de los dispositivos de la información universalizan algunos aspectos, pero sobre todo en tiempos de la enorme concentración comunicacional, con más o menos vuelo discursivo, se construye el relato único y las campañas de desinformación que disuelven al instante cualquier mirada que responsabilice al poder real por los derechos vulnerados a tantxs argentinxs. La expertise para sesgar información, manipular datos, difundirlos y espectacularizarlos a través de la voz de quienes se prestan a la mentira y a la deformación de los hechos, no tiene que ver con los conceptos de libertad de expresión y derecho a la comunicación que consagran los pactos internacionales. Tampoco con la responsabilidad social del trabajo periodístico que en buena parte perdió hasta la capacidad de utilizar sus herramientas básicas, como la de repreguntar sin complacencias.
José Luis Cabezas era unx de nosotrxs: un trabajador de prensa empeñado, tozudamente, en lograr la imagen que quería mostrar y por lo que ya había recibido advertencias para que no siguiera buscando. Recordarlo a 25 años de su muerte, con tantas generaciones nuevas de periodistas que poco o nada saben de él, creemos que es una tarea obligada que nos atañe y que desde la ARGRA y el Sindicato de Prensa Rosario asumimos desde aquel terrible día de 1997. Recordar a Cabezas es defender el valor indispensable del trabajo periodístico en una sociedad tan mediatizada como desinformada, es bregar por el compromiso y la responsabilidad profesional, es luchar por un sistema de medios plural, equilibrado y diverso que sólo podrá garantizar el Estado a través de políticas públicas que construyan democracia informativa. Es también defender el derecho impostergable de toda la ciudadanía a la información. Recordar a Cabezas es exigir justicia real, es gritar ¡Basta de impunidad!, una condición de la que gozan, entre tantos otros, los miembros del poder hegemónico que utilizaron las estructuras del Estado para especular, negociar, robar, espiar, e invocar sin medias tintas el deseo de una Gestapo sindical para perseguir, encarcelar y vulnerar los derechos más elementales de lxs trabajadorxs y de los distintos sectores de nuestro pueblo. Por eso ¡No nos olvidamos de Cabezas! ¡Cabezas Presente! La lucha sigue.