domingo, 5 de septiembre de 2021

El periodismo de análisis resiste a la crisis: el caso de The Economist

El semanario británico tiene 1.600.000 suscriptores (700.000 impresos y 900.000 digitales) y en los kioscos vende 40.000 ejemplares
Un hombre lee un ejemplar de The Economist Simon Dawson/Bloomberg
Por: Juan Antonio Giner

Acaba de anunciarse la compra de Político, grupo periodístico nacido en Washington DC que Axel Springer ha comprado por 1.000 millones de dólares (cerca de 842 millones de euros). Empresa que en 2015 rechazó una oferta del mismo grupo alemán que entonces ofreció sólo 250 millones de dólares (unos 210 millones de euros). Que su valor se haya triplicado en solo seis años explica que el “periodismo analítico” está en alza.

Eso lo saben muy bien en The Economist , el semanario británico fundado por el escocés James Wilson en 1843 que este viernes cumplió 178 años, y que el grupo Pearson vendió en 2015 por 469 millones de libras (unos 547 millones de euros) a inversores privados liderados por las familias Agnelli y Rothschild (que ahora controlan el 70% del capital). Axel Springer, que ya quiso comprar el Financial Times, reconoce que hoy The Economist no se vendería por menos de 1.000 millones de libras (más de 1.166 millones de euros).
James Wilson, fundador de The Economist 

The Economist fue una revista minoritaria: en 1843 empezó vendiendo 1.000 ejemplares y cuando murió en 1877 su más famoso director Walter Bagehot apenas subió a 3.700 ejemplares; tras la II Guerra Mundial llegó a 18.000, hasta que en 1970 superó los 100.000 ejemplares. Hoy The Economist tiene 1.600.000 suscriptores (700.000 impresos y 900.000 digitales). En los kioscos vende 40.000 ejemplares. Estados Unidos es ya su mayor mercado (58% de su circulación versus 17% en Gran Bretaña y otro 17% en el continente europeo). Pero no es la cantidad lo que distingue a su audiencia sino su poder adquisitivo ya que, como dice su departamento de marketing,“uno de cada tres lectores es millonario”.

The Economist nunca creyó en el “gratis total” y siempre cobró por el acceso a todos sus contenidos: 325 euros al año en España por ambas ediciones (impresa y digital). Su web tiene más de 17 millones de “visitantes únicos” al mes, y en Twitter suma casi 27 millones de “seguidores”, frente a los 19 millones del Wall Street Journal , siete millones del Financial Times y cuatro millones de Político .
Zanny Minton Beddoes, primera mujer directora de The Economist, en una redacción donde dos tercios de sus periodistas son hombres. Michael Nagle/Bloomberg

El grupo incluye además la revista digital 1843, un anuario, newsletters digitales, una unidad de Inteligencia con información privilegiada, libros, una empresa de conferencias y eventos, y diversas extensiones de marca y de pago como el acceso a sus archivos.

Ángel Arrese, profesor de empresa informativa en la Universidad de Navarra, hizo en 1994 su tesis doctoral sobre The Economist tras pasar varios meses en su sede londinense; le impresionó entonces una redacción muy joven de 90 periodistas (hoy 160 en Londres y otros 40 fuera), la mayoría graduados de Oxford y Cambridge y la insistencia del director en que The Economist fuera considerado un “periódico” y no una revista que se publicaba los viernes, con una “fridability” que consistía en competir con los diarios de ese día. Por eso se decía que era un “friday viewspaper”.
Las provocativas portadas de The Economist son posters que incitan a la lectura de la revista 

Esta frescura noticiosa, analítica y opinativa lo distingue de otras publicaciones mas sesudas e intemporales, aunque su fuerte siguen siendo editoriales y artículos analíticos más columnas de opinión, y todo ello sin la firma de sus autores, aunque con el tiempo se saben sus nombres, alguno tan sorprendente como el historiador marxista Isaac Deutscher que escribió sobre la Unión Soviética en un semanario que nació como un órgano partidista y militante en favor de liberalizar aranceles y reservas de mercado para favorecer el libre comercio del Imperio Británico. Y que Karl Marx definió como un órgano de la “aristocracia de las finanzas”.

Bill Emmott, antiguo director de la revista, la definió como una publicación “inteligente, irreverente, crítica, compasiva, independiente, sentido del humor y algo de arrogancia”.

Izquierdas y derechas critican su liberalismo a ultranza que The Economist califica como “centrismo radical” en una época en la que Putin declara que “el liberalismo es obsoleto”. Su actual directora, la primera mujer en el cargo, es la “keynesiana” Zanny Minton Beddoes, periodista británica graduada en Oxford y Harvard.

El “periodismo analítico” de The Economist trata de ser rigurosamente fáctico: el análisis es un género fáctico, no opinativo. Es un periodismo difícil y costoso porque, como decía Andrew Mango, antiguo director de la BBC, “los hechos son caros, las opiniones baratas”.

La rutina de sus consejos de redacción los lunes, donde todos sus periodistas pueden participar, queda ahora alterada por la versión digital 24/7, pero la edición impresa sigue siendo su buque insignia con textos cortos y atractivos gráficos minimalistas, para una audiencia con poco tiempo libre, en una tipografía muy legible.

Nada que ver con las 16 páginas del primer número de la revista donde el editorial de James Wilson ocupaba 13 páginas. Hoy con unas 70 páginas, el lector medio dedica a la versión impresa una media de dos horas y la versión sonora de un ejemplar completo dura entre siete y ocho horas. Algo que contradice el discutible aforismo de que la prensa económica “se consulta, pero no se lee”.
Fuente: La Vanguardia

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