miércoles, 11 de agosto de 2021

María Adela Lila Panelo de Forestello 1923 - 2021

María Adela Lila Panelo de Forestello, integrante de las Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario, falleció este miércoles a los 97 años. Lila fue la única Madre en declarar en un juicio de lesa humanidad, contó todo lo que vivió su hija en presencia de los responsables de su desaparición. Ella es última Madre de Rosario en irse.

Adela es la madre de Marta María Forestello (Lala), nacida un 22 de enero de 1953, era estudiante de Estadística de la Universidad Nacional de Rosario​ y militante de Montoneros. Fue secuestrada el 19 de agosto de 1977 en la calle Lavalle entre 9 de Julio y 3 de Febrero de Rosario. Estuvo secuestrada primero en el Servicio de Informaciones, y luego en Quinta de Funes, escuela Magnasco y La Intermedia. En el momento del secuestro estaba con su hija Victoria, de 1 año. Marta María estaba casada con Miguel Ángel Tosetti (nacido en Diamante, Entre Ríos, el 3 de marzo de 1947), escribano integrante de Montoneros. Desapareció en Rueda 5545 de Rosario en septiembre de 1977 y fue visto en la Quinta de Funes, continúa desaparecido. Lila llegó a declarar en los Juicios de la Verdad.

"Este es el pañuelo que adoptamos las Madres cuando formamos la Madres de Plaza de 25 Mayo. No teníamos una sede, nunca la tuvimos. La que nos recibió a nosotras fue la Plaza 25 de Mayo", recuerda Lila y agrega "al principio íbamos a pararnos frente a la jefatura de policía y allí nos encontrábamos muchas. Íbamos a hablar con militares a pedirles saber que pasó con nuestros hijos". 

"Nosotras sabíamos que en Buenos Aires daban la vuelta a la Plaza de Mayo y decidimos hacer lo mismo acá y la primera vuelta fue grande, porque no sabíamos cómo era el asunto, hasta que nos dimos cuenta que nos teníamos que reunir en la zona más chica para no cansarnos y ahí empezamos y nuestro nombre apareció en muchas partes", apunta la Madre. 

"Al principio éramos más jóvenes, nos manejábamos bastante bien, con toda la fuerza que da la juventud. Nos empezamos conociendo y teníamos la idea de no entrar en ningún partido político, dijimos que nadie se metiera en política porque íbamos a perder lo que habíamos logrado. Y decimos dar a conocer nuestra situación, como nos sacaron nuestros hijos, nuestros maridos, llegaron a matarlos en una palabra", afirma Lila.

"Esa es la verdad, todos nuestros hijos han desaparecido. En el juicio conté todo lo que me había pasado. Mientras yo hablaba les daba la espalda a los culpables y al resto de la gente que me conoce o no me conocía, pero estaban ahí. Hubo gente que nos ayudó y todo fue muy bien hecho, muy bien valorado, por eso fue resonante, prevaleció la verdad de lo ocurrido", contó la Madre de la Plaza 25 de Mayo.
"Destacamos la perseverante búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia que Lila, al igual las Madres de nuestra Plaza, se convirtieron en bandera de lucha y en eje temporal que mantiene vivo el pasado en el presente para la construcción de futuro. Por eso la vamos a recordar por su activa militancia, su coraje y valentía, pero también, por su inmensa ternura", Área de Derechos Humanos - Universidad Nacional de Rosario.
Una  marcha que ningún pacto de silencio consiguió detener
Las esquinas suelen guardar muchas historias. Fechas, nombres y olores se mezclan con las hojas caídas, y las voces todavía retumban, aunque las paredes a veces nieguen las cosas que han oído. Corría el mes de agosto de 1977 cuando Lila Forestello partía hacia España, dos veces habían allanado su casa en busca de su hija, Marta María, las llamadas Fuerzas Conjuntas, a punta de pistolas, rostros ocultos y prepotencia.

El exilio duró solo tres meses, hasta que el 2 de noviembre fallecía su marido, Lila emprendía el regreso cargando las cenizas y la incertidumbre de no saber cómo estaba su hija, y su nieta Victoria, en la clandestinidad.

Marta María estudiaba Ciencias Económicas y se había recibido en el Colegio de las Adoratrices, donde conocer la Doctrina Social de la Iglesia la movilizó a trabajar en las villas, porque el sol debía salir para todos.

Un año después, en 1978, ella es detenida, con su hija Victoria de apenas un año y medio.

Así empieza la búsqueda, Lila recorrió comisarías y comandos, calles y pasillos, preguntó a los vecinos de Lavalle, entre 3 de febrero y 9 de julio, que vieron cómo se las habían llevado, presentó recursos de Hábeas Córpus, en juzgados Federales y Provinciales, preguntó en la misma policía. Hasta que un día se le ocurrió presentarse en un Juzgado de Menores. Un secretario llamado Artigas, el mismo que hoy es Juez, le dijo que había encontrado a su nieta, que estaba en la policía de mujeres, así fue como Lila encontró a Victoria, quince días después, con signos de maltrato y abandono, en manos de la policía.

La búsqueda siguió, Lila conoció a las Madres en las primeras reuniones, en el local de Familiares. Un día le dijo a Darwinia Galichio que también ella encontraría a su nieta, y así fue.

Lila nos cuenta estas historias, y nos regala la poesía que Victoria, su nieta, escribió a los 14 años. Cada jueves Lila concurre a la Plaza, a la ceremonia del reencuentro de las Madres con sus hijos, a la marcha que ningún pacto de silencio consiguió detener.

La larga y ejemplar lucha de Lila
Su hija fue secuestrada en Rosario en 1977, a su nieta Victoria la recuperó al poco tiempo y con ella fue a escuchar las condenas perpetuas para los represores de Rosario. "Lo que dijeron los jueces fue aleccionador", explicó.
Por: Sonia Tessa
La madre de la plaza 25 de mayo, Adela Panello de Forestello, vuelve a llorar en la tardecita del viernes, cuando recuerda el momento de la lectura de la sentencia a los cinco genocidas que se produjo el jueves 15 de abril. Caen lágrimas por su rostro arrugado y todavía bello, a los 87 años, pero nunca pierde la compostura. A Lila -como le dicen todos le cuesta precisar cuándo dio por muerta a su hija, Marta María Forestello, Lala para sus compañeros de militancia, desaparecida a los 24 años. Pero sí recuerda que recién después de 1984 supo que no volvería a verla. La angustia que le provoca la sentencia tiene que ver con ese tremendo dolor, aún vigente para ella y Victoria, que tenía un año y medio cuando fue secuestrada junto a su madre. Su abuela la crió, vivieron juntas buena parte de su vida, y fueron juntas a escuchar el veredicto del Tribunal Federal Oral que preside Otmar Paulucci. Forestello fue la única Madre de Plaza de Mayo que querelló en esta causa por la desaparición de su hija, secuestrada primero en el Servicio de Informaciones, y luego en Quinta de Funes, escuela Magnasco y La Intermedia. "Era lo máximo a lo que se podía aspirar. Todo lo que pasó no tiene vuelta atrás. Una sentencia no te cambia nada. Sólo saber que esos tipos que son una porquería van a estar presos toda la vida. Creo que es un momento para estar contenta", dice Victoria, que no quiere ningún protagonismo en la nota, y aclara que no participa en política. Lila, en cambio, empezó a trabajar en Familiares en plena dictadura, dio vueltas a la plaza 25 de mayo durante aquellos años, cuando hombres amenazantes les sacaban fotos, y la vuelta no era alrededor del monumento central, sino en todo el perímetro de la plaza. Llevó la primera bandera que tuvieron las Madres en Rosario. Y durante muchos años creyó que su hija estaba viva.

"Ahora en retrospectiva te parece imposible que hayamos podido pensar que estaba viva", dice Victoria, mientras acuna a su hijo más pequeño, de 9 meses, y mira al más grande, de 6 años, jugar por el mismo departamento donde vivían sus abuelos en 1976, y donde "las fuerzas conjuntas del Ejército, la policía y la Prefectura" fueron a buscar a su mamá, en 1976. No la encontraron, pero robaron todo lo que había. El primer allanamiento que sufrió Lila Forestello fue el 1º de junio de 1976. La patota volvió un mes después. Entonces, junto a su marido y la otra hija, María Susana, decidieron irse a España. Un infarto masivo le quitó también a su compañero de vida, y Lila volvió a la Argentina a fines del 76. Una sola vez pudo volver a ver a Marta María y su nieta, en la Florida, en el verano de 1977. El 19 de agosto de ese año, secuestraron a la joven con su pequeña hija en Lavalle entre 9 de julio y 3 de febrero.

Lila se enteró casi a la medianoche, y salió en busca de ayuda. Fue a ver a un juez provincial amigo de su marido, pero recibió como respuesta que "no podía hacer nada". Desde entonces, comenzó a ir todas las mañana al Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, en Córdoba y Moreno, para preguntar sobre su hija. Nunca obtuvo respuestas. Durante los primeros quince días de la desaparición de Lala, además, buscó incansablemente a la niña. Un juez de menores le restituyó a la nieta. Pero a su hija no volvió a verla. Victoria vivió con su abuela desde entonces, y hasta que hizo su propia familia. Nunca militó en política ni organismos de derechos humanos. "Siempre lo viví como algo personal. Fue como un acuerdo tácito. La que se expuso fue mi abuela", dice ahora.

Lila fue querellante y testigo en el juicio que comenzó el 31 de agosto del año pasado. "Fue bastante esperado", dice con elegancia sobre la larga lucha que libró durante más de 30 años. Cuenta, al pasar, los pedidos de información, las presentaciones judiciales, las marcas que fueron dejando algunos relatos. Como el careo con Héctor "Pollo" Baravalle, en 1984 y los primeros relatos de Eduardo "Tucu" Costanzo, en los que él mencionó entre las personas asesinadas a "la hija de un dentista que jugaba al golf. Ese era mi marido". Relata que entonces, junto a otras dos querellantes de esta causa, Cecilia Nazabal y Alicia Gutiérrez, le pidieron a Costanzo que hiciera ese relato para ellas, pero él se negó.

Supo que Lala había estado en el Servicio de Informaciones de la jefatura provincial por el relato de una testigo de este juicio, Laura Ferrer Varela. "Me enteré ahora de que había estado en la policía", dice Lila. Para su abogada, Gabriela Durruty, la participación de Lila en el juicio tuvo una importancia especial. "Una característica del caso de Marta María es que nos permitió evidenciar la vinculación que existía no sólo entre las distintas fuerzas, entre el Ejército y la policía, sino también entre los distintos centros clandestinos. Dado que ella fue vista por Laura Ferrer Varela en el servicio de Informaciones que dependía de la policía de Feced y después estuvo al menos en tres centros clandestinos dependientes del Ejército, Quinta de Funes, Escuela Magnasco y la Intermedia", puntualiza Durruty, para quien "fue un orgullo representar a la familia". La profesional afirma: "Me impresiona la fuerza de Lila, que no sé de dónde la sacó, porque ella fue madre y abuela y a su vez nunca dejó de luchar para saber qué pasó con su hija Marta María".

Y eso que sufrió amenazas e intimidaciones. Durante la dictadura, los llamados telefónicos eran permanentes, sólo se paraban durante unos días, cuando Lila hacía la denuncia ante el único juez que se la tomaba, en los Tribunales provinciales. Ahora mismo, en 2009, un mes antes del juicio, dos hombres estuvieron averiguando en la puerta del edificio si ella vivía allí. Entonces se incorporó al Programa de Protección de Testigos, al que elogia porque "han tenido muchas atenciones" con ella.

Pero jamás dejó de buscar justicia para Lala. ¿Cómo era? "Muy linda, llamaba mucho la atención porque tenía unos ojos muy claros, y era morocha. Además, era muy inteligente, le faltaban una o dos materias para recibirse de licenciada en Estadística, en la UNR, era muy buena alumna y estaba muy bien considerada por su gran inteligencia", dice la Madre sobre la hija que le arrebataron.

Para Lila fue difícil el comienzo del juicio. "Tenía una gran angustia, era vivir todo de nuevo", dice. Pero está satisfecha con la condena, aunque las lágrimas sigan surcando su rostro cuando la recuerda. "Lo que dijeron estos jueces, para mí, fue aleccionador", dice ahora, y quiere subrayar también el alegato de la fiscal Mabel Colalongo. "Me satisfizo. Me pareció muy bien porque ahí demostró que no hubo tal guerra, que no había enfrentamientos con todos los apresados, sino que se los llevaban de sus casas, que los secuestraban en la calle". Por eso, Lila, siente que el juicio fue importante, más allá de la sentencia. "Cuando leí la nota del juez Otmar Paulucci, a mí me satisfizo, porque yo quiero que esto se sepa. Aunque también me pregunto cómo un juez podía ignorar lo que había pasado".

Adiós a Lila
La triste noticia nos conmueve y nos mueve a escribir estas líneas. Se apagó la vida de la última de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

Lila Forestello junto a Nelma Drake de Jalil, Darwinia Mónaco de Gallichio y Elena Belmont, entre otras, fueron militantes de la vida.


Estas mujeres valientes fueron la noble vanguardia de la resistencia a la dictadura genocida.

Recordamos cómo se enfrentaron a la estigmatización y el escarnio porque reclamaban la aparición con vida de las y los detenidas/detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado.

Aprendimos con las Madres y Abuelas coraje a desafiar el miedo en medio de los años de plomo, ellas nos enseñaron que las únicas luchas que se pierden son las que no se dan.

Las dignas resistentes, las mujeres de pañuelo blanco, no son solo historia. Cantaba Daniel Viglietti: "No son solo memoria son vida abierta".

Lila Forestello tu vida y tu lucha no fue en vano.

Una vez más decimos que No olvidamos, No perdonamos y No nos reconciliamos.
Carlos Solero

Su vida en vos (para mi abuela)
Ellos la llevaron.
Apagaron su vida
con torturas, con dolor

Pero ella, al igual que todos los otros,
sobrevivió.

Ellos la
llevaron.

Ellos la mataron.

Pero ella está viva.

Ella no murió,
no morirá para vos,
su imagen, su ser
permanecerá siempre en vos
porque ella, a pesar de no estar,
no murió,

No lo lograron,
no lo lograrán nunca,
nunca jamás la callarán.

Ellos tendrán su cuerpo
pero vos no la olvidaste
y ella, sigue con vida en vos.
Victoria 23-11-91
Fuentes: Alapalabra, PáginaI12, Señales

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