Se marcha el realizador de Los primos, El bello Sergio, El infierno, El carnicero, Madame Bovary y Gracias por el chocolate, autor de más de 80 películas y uno de los inspiradores de la famosa Nouvelle Vague (Nueva Ola) del cine francés.
Con 80 años y todavía en pleno ejercicio de la profesión, Chabrol estrenó su más reciente largometraje en 2009, Bellamy, interpretado por el renombrado actor Gérard Depardieu, se movía en las cuerdas de un estilo de suspenso.
Semejanzas con Alfred Hitchcock que, sin embargo, no lo alejaban de sus entrañables colegas y amigos Francois Truffaut y Jean Luc Godard, dos de los más emblemáticos "los filósofos esenciales" de la Nouvelle Vague.
Por las dudas y sacudiéndose de los encasillamientos, su verbo agudo lanzó un mensaje a los diletantes: No existe una Nueva Ola, sólo existe el mar.
"Cada vez que desaparece un director, se pierde para siempre una manera particular de mirar el mundo y una expresión de nuestra humanidad", dice el comunicado de la Asociación francesa de Directores de Cine a propósito del deceso de Chabrol.
Crítico de Cahiers du Cinema, parisino hijo de farmacéutico nacido el 24 de junio de 1930, se casó en 1952 con Agnés Goute, la esposa que gracias a una herencia ofreció a su compañero el financiamiento de El bello Sergio.
Matthieu, el segundo hijo con Goute, se convirtió luego en compositor de las bandas sonoras de las cintas de su padre. Era cuando tomaba a Hitchcock como referencia y su formación se aproximaba también a Fritz Lang y Ernst Lubitsch.
Si se busca un común denominador en su estilo quizá redundaríamos en su irreverencia y su elevada cultura. Mordaz en su lenguaje cinematográfico con la burguesía y ecléctico por naturaleza fue de todas formas, alma de la Nouvelle Vague.
Con El bello Sergio (1958), Los primos ese mismo año (Oso de Oro en el Festival de Berlín) y Una doble vida (1959), tejió los clásicos de esa ola de la que después ironizara, junto a Los 400 golpes de Truffaut, y Al final de la escapada, de Godard.
Lo mismo en sus retratos de las provincias de Francia que en su devoción por el cine negro y los temas espinosos, volvía una y otra vez con los detalles acabados al mínimo detalle de su narrativa.
Parecía repetirse en busca del preciosismo, como considerada en una ocasión del actor Jean Renoir de los grandes directores.
En una ocasión, para dar más pruebas de su rechazo absoluto a convenciones sociales, relató (o se inventó) una anécdota familiar:
"Mi madre decía que el cine estaba lleno de homosexuales. Por lo que a mí respecta, yo, o era homosexual o no lo era, así que rodar películas no iba a cambiar mucho las cosas".
Fuente: Prensa Latina