A la comisión directiva del Club Newell´s Old Boys, de Rosario, no le tembló el pulso llegado el momento de sancionar a sus antecesores, titulares de un mandato que se prolongó durante 14 años y dejó a la entidad con un pasivo de más de cien millones de pesos. La expulsión sin más trámites ha sido, cabe esperarlo, ejemplar: por una vez, al menos, nadie trató de encubrir el proceso, y la sanción recayó en quienes son responsables de haber malversado el patrimonio social y, por ende, de haber abusado de la confianza de sus consocios.
Los dirigentes rosarinos no se limitaron a tomar una aleccionadora y durísima sanción disciplinaria. Su valiente y franca actitud desnudó con absoluta crudeza dos de los males endémicos que destruyen la naturaleza solidaria de los clubes deportivos que practican fútbol profesional, muchos de ellos al borde del colapso financiero por causa de pésimas gestiones dirigenciales.
Si bien esas entidades pertenecen a todos sus socios por igual, la mayoría de los asociados suele exhibir, llegada la hora de elegir a sus autoridades, generalizada indiferencia por el quehacer político e institucional. Esa reprobable conducta pasiva deja esa actividad en manos de minúsculas fracciones partidarias que son factor creativo esencial del enquistamiento y eternización de dirigencias por lo general incompetentes, salvo contadísimas e históricas gestiones.
Y como si no bastase con esa situación francamente anómala, los malos dirigentes se relacionan por debajo de la mesa con las tristemente célebres barras bravas para utilizarlas como fuerzas de choque que, a cambio de sus acciones no pocas veces delictivas, intimidan a los escasos y osados postulantes a sustituir a las dirigencias adueñadas del poder en medida tal que hacen y deshacen a voluntad en el seno de cada club.
Acaso hasta sin darse cuenta, los directivos de Newell´s, al sancionar a una dirigencia incapaz, han retornado a la senda de la ética y han señalado un rumbo. Será cuestión de que las masas societarias de otras instituciones tomen nota del ejemplo y comprendan que la vida social les impone solidaria participación en sus alternativas. Si ese cambio de actitud cosechase imitadores, cabría alentar la esperanza de que los clubes de fútbol pudiesen ser rescatados de su incierto presente social y financiero.
Fuente: Diario La Nación