lunes, 24 de septiembre de 2007

La muerte del angelito

Me contaron que una niña está internada, muy grave, a consecuencia de la inhalación de distintas sustancias.
Una señora hablaba en el 122 acerca de otro caso pero esta vez el protagonista es un adolescente.
Comparto con ustedes este relato de una docente de la ciudad:

"Lo propio de la muerte es que puede siempre sorprender"
Jean Paul Sartre
Un niño muere. Se muere un niño. Se MATA un niño...
En estos días las noticias periodísticas dieron cuenta de varios hechos trágicos: La muerte de niños -apenas adolescentes-, por suicidio "premeditado", o por efecto de inhalación excesiva de drogas de la peor calidad.
Se muere un niño, se MATA un niño, y el impacto es por fuerza mayor.
Pero sucede que además, esos niños, algunos de esos niños, son conocidos nuestros, alumnos nuestros... Entonces su muerte nos golpea más personalmente: Nosotros conocimos de su voz, sus características, el color de su pelo, su risa...
Sucede que nosotros, entre el ulular incesante de las escuelas y su vértigo, "algo" supimos de sus vidas.
¿Cuánta soledad, cuánta angustia tiene que acumular una persona para tomar la decisión de matarse?
¿Cuánta soledad, cuánta angustia caben en la vida de un niño para que todo su horizonte de vida sea la muerte?
Supe una vez que entre las instrucciones que se le brindan a las personas que quieren trabajar en asistencia al suicida, está que la primera pregunta que se le debe hacer a quién llama es: "Usted sabe que si se suicida se va a morir"...
Si la pregunta es esa, entonces debemos de presuponer que la respuesta no es tan obvia como parecería a simple vista. El suicida busca centrar la atención sobre sí, cierto protagonismo, un lugar en la escena y se ubica en un punto a partir del cual paradójicamente, luego no habrá retorno.
Los mecanismos psíquicos son lo suficientemente complejos, personales, como para predecir sobre el supuesto de algún factor común, y no obstante, hay una pregunta que no se puede omitir: ¿Cuál es el grado de degradación al que como colectivo social llegamos para que los niños, los adolescentes, elijan morir?
¿Qué mundo estamos haciendo entre todos para que los niños, los adolescentes, no quieran seguir en él?
La escuela no es responsable "en sí", no puede serlo, de la muerte de un niño: La escuela es una institución más de las instituciones sociales del Estado. Pero se muere un niño, se mata un niño (y sí, también, a veces es el niño el matador, el que mata), y la escuela, lugar por donde en algún momento de sus vidas los niños transitan, no puede sustraerse del impacto. Tal vez sea precisamente en la escuela donde la muerte de un niño haga su mayor impacto, precisamente porque sea la escuela la institución más contradictoriamente atravesada por el Estado.
Los docentes somos "agentes" del Estado, y la función social de la escuela es repetir su mandato, y sin embargo, sin embargo...
La capacidad de trabajar, de transformar, es lo que nos da a los hombres como especie el carácter de tal. El trabajo que no brinda placer, es trabajo alienado, "ajenisado", que nos separa de nosotros mismos. El capitalismo como sistema económico cuenta con la enajenación de los trabajadores para su supervivencia...
... y sin embargo, se trata de sujetos MUY alienados, muy enajenados, aquellos que puedan sustraerse, ser indiferentes a la relación con un niño, con un adolescente.
En una sociedad donde los niños se matan, sin duda el responsable es el Estado.
Pero: ¿Qué responsabilidad tenemos los trabajadores en que los niños se maten y el Estado superviva?
¿Qué responsabilidad tenemos no ya en la muerte, sino, en la vida de los niños que recorren las aulas de la escuela pública?
Digo, como los chinos, "que la contradicción es interna a la cosa".
Digo, qué a cada rato me pregunto ¿para qué sirve la escuela?
Digo, que a veces me atrevo a contestar, que la respuesta pasa por:"para que sirve, esta escuela, la que nosotros hacemos...
Puntas de un debate para seguir.

Elena Rigatuso
Secretaria Nivel Inicial AMSAFE (Asociación del Magisterio de Santa Fe) delegación Rosario

Domingo de septiembre de tristeza sin fin.

Los sueños que inventa el "poxi" de y por Víctor Heredia:


Foto: El aire de los pobres de Limay Uribe Ruberti, http://www.flickr.com/photos/ibarak/

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