No mezclar. Aunque sea una oferta tentadora, hay que decir no a la doble función
Quienes ejercemos esta profesión tenemos un compromiso férreo con al menos dos objetivos: uno, subordinado a la misión de llevar a la mayor cantidad de seguidores la mayor cantidad y calidad de información que les permita acceder a la más limpia cercanía con la verdad; otro, íntimo, pero irrenunciable, es la vocación decidida por defender los principios éticos que deben regir en nuestro trabajo.
Uno de esos compromisos, el de la ética como parte central de nuestros objetivos como periodistas, nos plantea un dilema porque nos obliga a aceptar el no como respuesta a aquel interrogante. Cuando el periodista se acerca demasiado a quienes ejercen el poder –alguna forma de poder– entrega necesariamente parte de su independencia y somete su conducta a prácticas non sanctas.
Una periodista mexicana, Kathia Alejandra Torres, formuló un problema al Consultorio Ético de la Fundación Gabo (como se ha dicho en esta columna, organismo indispensable cuando se trata de dilemas ontológicos): “Junto a otra colega periodista vamos dándole vuelo a este proyecto de periodismo independiente ‘Periodismo del Desierto’ para ser un poco más libres en nuestros textos e investigaciones, pero recientemente invitaron a mi colega a trabajar para un diputado local de Coahuila, perteneciente a un partido político nacional: ella se encargaría de realizar investigaciones sobre el gobierno estatal. ¿Será correcto que ella acepte el trabajo y a la par continúe en el proyecto?”.
La respuesta estuvo a cargo de una de las codirectoras del Consultorio, la periodista Yolanda Ruiz, primera mujer en dirigir los servicios informativos en las dos cadenas más importantes de Colombia: Caracol y RCN Radio. “Como se plantea en la pregunta –responde Ruiz–, el ideal ético es que un periodista sea independiente de cualquier compromiso partidista y por eso siempre será un riesgo combinar de manera simultánea oficios en los cuales se tienen dos tareas distintas. Una de las dos se puede ver afectada y en el caso del periodismo se puede comprometer la calidad de la información y afectar el compromiso con la audiencia”. Y advierte: “La credibilidad de un proyecto independiente de periodismo se puede afectar si uno de los periodistas trabaja para un líder político. Por eso es mejor separar las tareas”. Con una mirada objetiva sobre las condiciones económicas en las que nos desenvolvemos buena parte de quienes ejercemos esta profesión, Ruiz concluye: “Muchos colegas se han visto enfrentados al dilema de tener dos, tres o más compromisos laborales por las condiciones precarias del trabajo de los reporteros y las dificultades para obtener ingresos. Eso no significa que no estemos obligados a tener comportamientos éticos, significa que todo dilema ético debe ser analizado en el contexto preciso para encontrar la mejor respuesta. Lo que nos debería mover en el fondo, en cualquier circunstancia, es buscar el camino para no afectar la información, evitar al máximo los sesgos y sostener la independencia que siempre da mejores herramientas para informar”.
En estas latitudes, hay una lamentable confusión (o no) en torno al tema. Así, vemos, escuchamos y leemos cada día las piruetas (a veces, ni eso) de ciertos comunicadores que entregaron su alma al diablo.
Fuente: Diario Perfil