sábado, 5 de febrero de 2022

Angélica Beatriz del Rosario Arcal de Gorodischer 1928 - 2022

"No quiero morir en terapia ni en un sanatorio. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano". Hoy a los 93 años, Angélica Gorodischer se fue de acuerdo casi a su deseo, sentada en su sillón favorito de la casa de Rosario donde escribió sus libros
"Nací cuando caía Yrigoyen. Crecí con aquella crisis, Entré a la secundaria con la Segunda Guerra. Fui a la facultad con Perón. Me casé cuando la quema de las iglesias. Bailé boleros con Pedro Vargas, fox-trots con Benny Goodman, y tuve a mi primer hijo cuando Lonardi decía "ni vencedores ni vencidos". Empecé a escribir profesionalmente con los hippies y el Di Tella. Seguí escribiendo con los milicos. Tuve mis nietos con la democracia. Tengo cuarto propio pero no quinientas libras al año. Sigo escribiendo", Angélica Gorodischer, 2008
Fue una de las voces femeninas más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica, responsable de introducir la distopía en sus obras para retratar a una sociedad desigual e injusta.

A los 93 años falleció en su casa de Rosario la escritora Angélica Gorodischer, una de las voces más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica que, a través de textos como "Kalpa Imperial" o "Trafalgar", introdujo la distopía para retratar a una sociedad desigual e injusta y construyó una obra monumental que aportó lucidez y originalidad a la cultura nacional.

"No quiero morir en terapia ni en un sanatorio. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano. Tampoco quiero un velorio, y sí ser enterrada en un cementerio jardín, con flores, en un cajón ordinario, que se pudra pronto", escribió en una carta que dejó y citó el diario La Capital de Rosario.

La escritora vivía desde su infancia en esa ciudad, en Tiro Suizo, barrio del sur, tuvo tres hijos y desde 1948 estuvo casada con el arquitecto Sujer Gorodischer. Su muerte fue confirmada a Télam por su familia.

Angélica Beatriz del Rosario Arcal de Gorodischer nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928 y durante una entrevista en 2012 contó que durante sus primeros años prefirió los libros a las muñecas y que admiraba a escritoras como Virginia Woolf y Silvina y Victoria Ocampo.
“Sigo leyendo todo lo que me cae en las manos. ¡Porque hay que leer de todo!”, exclama, poniendole epígrafe a esa imagen que la tiene rodeada de, avisa, “sólo algunos” de sus libros. Es que si hay una constante y una pasión de Angélica Gorodischer es “la letra impresa”.
Comenzó a publicar en 1960 y en 1964 ganó el III Concurso de Cuentos Policiales de la revista Vea y Lea, por decisión de un jurado integrado, entre otros, por Rodolfo Walsh, por su cuento "En Verano, a la siesta y con Martina".

En su extensa obra narrativa figuran las novelas "Opus dos", "Kalpa Imperial", "Floreros del alabastro", "Jugo de Mango" y "La noche del inocente" y los libros de cuentos y relatos "Cuentos con soldados", "Las pelucas", "Casta luna electrónica", "Trafalgar", Como triunfar en la vida", "Las Repúblicas", "Menta", "Querido amigo" y "Las nenas".

Su cuento "La cámara oscura", la historia de una joven integrante de una colonia judía de la provincia de Entre Ríos en el siglo XIX, fue llevado al cine por la directora María Victoria Menis en 2008.

Fue pionera de la ciencia ficción en la Argentina, pero abandonó hace tiempo el género. En 2003 su novela "Kalpa Imperial", una saga cuya primera parte fue publicada en 1983, y cuyos dos volúmenes se publicaron conjuntamente en 1984) le han ganado la admiración de los lectores, fue traducida al inglés por la máxima figura femenina de la ciencia ficción anglosajona, Ursula K. Le Guin (1929-2018).

Rosarina por adopción, Gorodischer fue nombrada en 2007 ciudadana ilustre de esa ciudad, y en 2012, personalidad destacada de la cultura de Buenos Aires. A su vez en 2017 fue homenajeada en la Biblioteca Nacional durante la visita de la canadiense Margaret Atwood.
"Hay que leer lo que te guste. A veces me piden que recomienden lectura. Pero yo no puedo elegir por otros. Te puedo recomendar algo y a lo mejor acierto o a lo mejor te parece una porquería. En la lectura nunca tenés idea, porque cada lector tiene un camino distinto. Sea cual sea tu interés, hay que seguir el camino que te marcan los libros"
En mayo del mismo año fue distinguida con el título de doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo) y al recibir su diploma aseguró que "el libro es la puerta del universo".

Gorodischer se dirigió a los estudiantes y lectores que la acompañaron, e invitó a todos a leer y a contar para poder "descubrir el universo".

"La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás", le explicó la escritora al vicerrector de la Uncuyo, Jorge Barón, quien junto al decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Adolfo Cueto, le entregaron el título en un encuentro en el que los libros, la literatura y el placer de leer para descubrir el mundo fueron los protagonistas.
"La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás"
Gorodischer también obtuvo el Premio Mundial de Fantasía por su trayectoria en 2011, un reconocimiento que se otorga anualmente desde 1975 en la Convención Mundial de Fantasía y se celebra cada año en una ciudad estadounidense distinta.

En 1988, la escritora ganó una beca Fulbright, gracias a la cual participó en el International Writing Program de la Universidad de Iowa y en 1991, también con una beca Fulbright, enseñó en la University of Northern Colorado.

Organizadora del Encuentro Internacional de Escritoras de 1998, 2000 y 2002, Gorodischer se definía como "feminista" y sus personajes femeninos los pensaba lejos de los estereotipos trágicos de las heroínas: "En general aquellas mujeres terminaban suicidadas o borrachas o en la cosa más siniestra. Caramba, no todas terminan así. Hay muchas mujeres que consiguen lo que querían sin hacer una revolución, sino naturalmente, como puede hacerlo un hombre. Eso se llama feminismo", dijo al ser homenajeada en la Feria del Libro de Rosario en 2018.

Los que la visitaban contaban que en una de las bibliotecas tenía un cartelito amarillo en que se podía leer "El futuro es mujer".
"Hay muchas mujeres que consiguen lo que querían sin hacer una revolución, sino naturalmente, como puede hacerlo un hombre. Eso se llama feminismo"
En 2016, de visita en Buenos Aires por la presentación de su libro de cuentos "Las nenas", donde las protagonistas son niñas que desafían las reglas, escapando de situaciones opresivas impuestas por la lógica masculina, decía a Télam que estaba "cansada de las mujeres vencidas en nuestra sociedad falogocéntrica, que terminan muertas, alcohólicas, suicidadas" y aseguraba que "quería cortar con eso literariamente hablando. Una nena también puede revelarse desde su lugar en la sociedad, que no es solamente obedecer a mamá".

Su picardía se transformaba en desparpajo al escribir sobre diversidad de temas con humor y originalidad. "El humor me sale solo, no lo salgo a buscar, es un anzuelo para atrapar lectores y otra cara de la realidad. De alguna manera termina de construir la parte siniestra, me parece una manera de enriquecer el texto. Cuando una escribe, tiene que estar lo más lejos posible del texto, en absoluta distancia y frialdad, a nadie le importa lo que yo siento o cuáles son mis ideas. Yo escribo las peripecias de los personajes que invento a medias porque también hay elementos de la realidad", decía en la misma entrevista con esta agencia.

En 2011, contó cómo atravesaba un cáncer en "Diario del tratamiento" y en 2012 volvió a publicar ficción con "Las señoras de la calle Brenner", novela a la que le siguió "Palito de naranjo" en 2014: después escribió la colección de relatos "Coro cuentos", en 2017.

En junio del 2020 Clara Obligado, Lola Robles, Martín Felipe Castagnet y Ximena González presentaron "Tumba de Jaguares", la reedición de su novela barroca (originalmente editada en 2005) junto a sus nouvelles "Variables ocultas", "La incertidumbre" y "Contar desde cero", que tematizaban la desaparición de una persona y la imposibilidad de recuperar el cuerpo.
"El humor me sale solo, no lo salgo a buscar, es un anzuelo para atrapar lectores y otra cara de la realidad"
La publicación fue parte de la Serie de los Dos Siglos de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), una colección de clásicos de la literatura y el pensamiento argentinos que la editorial lanzó con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

En el prólogo de ese libro, Castagnet recordaba que Gorodischer había confesado que descubrió el género que la apasionó y del que se apropió "gracias al temprano hallazgo de un ejemplar de 'Crónicas marcianas', que no casualmente también es un contario. El primer contacto con (el editor Francisco) Porrúa fue epistolar: ella le preguntó por qué no publicaba autores nacionales en la revista Minotauro".

A continuación, Porrúa le preguntó si escribía, ella le dijo que sí, y la convocó: "Si tiene un cuento de ciencia ficción, mándemelo". El cuento enviado fue el primero de "Opus dos". Entonces, el editor le preguntó si ese cuento formaba parte de un libro: "Le dije que sí, cosa que era una mentira atroz porque yo no tenía nada más que eso. Entonces le dije 'espéreme un poco porque tengo que...' y no sé qué excusa le di y escribí el libro a los santos piques, así volando y se lo mandé. Y me dijo 'sí, yo se lo voy a publicar'. Al final terminamos amiguísimos, por supuesto. Esa fue mi primera publicación de ciencia ficción", relataba sobre ese dato recuperado por Castagnet.
"La letra impresa es inevitable y te ayuda a crecer. Cualquier libro que leas lo que hace es alargar el horizonte, que cada vez va quedando más lejos, ves cada vez más cosas y ves sobre todo la profundidad de las cosas. Con cada libro, el horizonte retrocede. Muchos más libros te llevan a más sabiduría para seguir viviendo"
La autora, que solía usar aros y pelo cortísimo de colores que fueron pasando por una amplia gama de los naranjas, estudió en la Escuela Normal 2 de Profesoras y empezó a cursar una carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral pero abandonó. Además trabajó como bibliotecaria en una editorial médica hasta que en 1963 obtuvo el primer premio del Club del Orden y comenzó un camino de publicaciones a partir de su primer libro, "Cuentos con soldados" (1965).

En 2018 recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes (FNA) "por su aporte a la cultura argentina" y porque "en sus 55 años de carrera, se transformó en una de las voces femeninas más importantes de la ciencia ficción", ponderó la institución.

Ante el reconocimiento recordó sus primeras lecturas -"El Capullo Rojo" y "Los Colosos Antiguos y Modernos"- y la posibilidad que le daba la lectura de adueñarse del mundo:
"Sacaba un libro y leía. A veces no entendía, pero no me importaba nada; la cuestión casi de aventura era leer, descifrar lo que había en ese libro. La cuestión era adueñarse del mundo", resumía.
Hace tan solo unos días el diario La Capital se hizo eco de una carta de lectores que había publicado su hijo mayor, Sergio, quien contó que su mamá nunca se había adaptado al teléfono celular y reclamaba a Telecom el restablecimiento del servicio porque ella se encontraba "incomunicada desde hace cuatro meses". A las horas su teléfono de línea volvió a comunicarla con el mundo.

Desde esa casa escribió su obra en un espacio después de un jardín. "Hay gente que dice que tiene unas ideas maravillosas para los cuentos, entonces le digo tiralas a la basura y concentrate en el lenguaje: el cuento viene solo cuando uno tiene una frase para empezarlo que a veces se desecha... pero cuando una frase resuena hay que escribir y las ideas van a venir, y si no vienen no importa, porque lo que se escriba siempre va a tener alguna idea que se cuela para quien lee. Yo en el momento de escribir soy maravillosamente feliz", había declarado a esta agencia en 2017.
"Literatura y feminismo: el recorrido de Angélica Gorodischer" es el título de la Jornada que se inauguró con una conferencia de la escritora en la Universidad de Toulouse –Francia- en marzo 2006 y en la que se estudió su obra
La noticia de su muerte se conoció este sábado al mediodía junto con el párrafo de la carta en la que escribía que deseaba que su muerte fuese en su casa y así fue.
Esa plebeya mirada de reina
Por: Julián Gorodischer
Yo era un nene fóbico a los perros que solo podía entrar en razón en contacto con la piel engomada de tu querido salchicha Cristóbal. Me recuerdo embobado ante tu faceta de coleccionista: tus botellitas, tus llaves, tus libros. No me hablabas de autores ni de títulos, pero en esas visitas esporádicas pero trascendentales a tu estudio-hogar, dejabas hurgar con generosidad y sin temor a que alguien osara llevarse algún ejemplar.
Una vez estuve tan cerca de meterme en tus dominios: el tío Sujer te propuso que me dejaras dormir en tu estudio, esa vez que me quedé todo un fin de semana en el chalet; yo, un chico blancuzco de departamento, me regocijaba entre las flores de tu jardincito trasero que miraste cuando creaste cada una de tus obras. Escuché que le decías: "No", y te entiendo tanto: hoy temo por cualquier presencia en contacto con mis libros y mi computadora; son objetos tan íntimamente personales como un calzoncillo. 

Y era un derecho a la privacidad y a la intimidad que, ya mujer de avanzada en los ’70, defendías programáticamente bajo la premisa wolfiana de "un cuarto propio" para cada mujer con ambiciones artísticas. El tío era amable, bueno, abrazador y quería verme feliz; yo era el primer hijo de su hermano menor; yo era su debilidad; fue tan lindo sentir esa importancia, esa felicidad, ese favoritismo, que solo provoca uno siendo niño. Vos supiste poner un límite.

Pero a veces pelabas esa faceta de tía que marcó nuestras vidas; la mía y la de mi hermana, Violeta, que nos dedicamos a editar, a escribir y a leer: "Poné cosas tuyas", me dijiste solo una vez en la que peregriné a Rosario para alcanzarte algunos de mis libros, o de mis artículos. Yo ansiaba tu opinión, y esta no llegaba. Pero esa vez me dejaste una pista: "Aunque estés contando las aventuras de un señor en las islas Fidji, poné algo propio y eso lo volverá curativo. Los años de aprendizaje serán muchos, seguro, pero valen la pena porque vas a aprender a escribir solo mirando a tu alrededor".

Sujer y Angélica se nos fueron en el plazo de dos años y un poco más de un mes; pasaron toda una vida de matrimonio simbiótico, enlazado por esencias y hábitos devenidos rituales. En cada una de mis visitas, el tío estaba sentado a la mesa, muy cerca de los sillones; leía el diario; cada tanto levantaba la mirada y me preguntaba si quería un té, si estaba aburrido. Inducía otra vez a Angélica para que me mostrara un nuevo libro de su interminable biblioteca; estallaba en carcajadas generosas, que celebraban lo nimio, lo mínimo, que yo podía llegar a decir. En la casa de la avenida San Martín, a todas mis edades, me sentí tan pequeño, tan chiquito, al lado de la hacedora de mundos de ficción que trascendían los límites de mi imaginación tan realista.

Con su Goro, ellos se rebelaron a "los delirios aristocráticos" –decía ella- de los Arcal y los prejuicios endogámicos de mis abuelos provenientes de las cercanías de Odessa, y un día dijeron: "Jódanse", y se casaron.

Durante sus primeros años como pareja, mi tío se recibió de arquitecto, comenzó a dar clases en la universidad, y muy pronto –contratado por una gran empresa- a viajar por las provincias del Litoral, estando a cargo de proyectos importantes. En tanto, Angélica retomó el trabajo en la biblioteca de la Facultad de Filosofía, y redactaba trabajos científicos e hizo traducciones. Antes de que se mudaran a Rosario, mi padre tenía quince años; eso fue hace muchos años.
Foto: Norberto Puzzolo
Cada día, a las cinco de la tarde, mi padre se tomaba el tren en Chacarita y se bajaba en El Palomar -cuando mi tío viajaba- para acompañar a una joven Angélica de unos 25 años. Pasaba allí la noche, y cada mañana se volvía a la Capital. Esas jornadas compartidas con Angélica, que era doce años mayor que él, dieron un impulso fuerte de maduración a la adolescencia de mi padre, que sentía que ya podía cumplir la función de dar tranquilidad a su cuñada, una señora de 25 en las afueras pre-rurales de hace 67 años, en el Palomar, terribles para una dama, a pesar de todo lo vanguardista que se sintiera. Mi padre y Angélica se entendían solo con silencios y prescindencia, uno del otro.

"Era un barrio de casitas todas iguales -me dice mi padre, a sus 82- como las que se ven en las películas de los Estados Unidos"; es una imagen fija que hoy, cuando acaba de enterarse de la muerte de su cuñada, vuelve como una ensoñación. "Todos los días yo iba, me pasaba la noche y a la mañana volvía. Fueron mis primeros viajes en tren. Otras veces, tu tío se iba a trabajar al Litoral, y Angélica se quedaba en casa de la abuela Mania y el abuelo Ichiel, sobre la calle Avellaneda (en Caballito)".

Cuando mi padre, a sus 33, se casó con mi madre, de tan solo 25, Angélica irrumpió en el salón -año 1968- con "un vestido precioso -se iluminan los ojos de mi madre hoy-, medias blancas, un corte de pelo muy moderno. Ella venía de una casa casi aristocrática".

"Cuando, estando de novia, papi me la presentó -me revela mi madre- ella llamaba a la mucama con una campanita. Yo era una chica de 18, de La Paternal. Estaba la mesa muy bien puesta; en un momento yo agarré el pan; y ella me dijo: «Querida, te estás comiendo mi pan». A su manera me enseñó dónde iba el pan. Pero ni siquiera lo recuerdo ahora. ¿De qué lado va el pan?", me dice mi madre, con su ironía característica.

Angélica fue moderna y disruptiva dentro de un clan judío de la primera mitad del siglo XX, que habitaba un edificio de rentas al que se subía por la escalera -en el que pasé mis primeros siete años de vida-, y que aún persiste sobre la calle Avellaneda. Algunas otras veces en que mi tío Sujer partía a trabajar lejos, Angélica se quedaba en el 1ro A de la calle Avellaneda, y se comportaba de una manera "especial" -creían los habitantes permanentes de la morada-. Bajaba la persiana al mediodía; los abuelos Ichiel y Mania "se ponían medio locos -recuerda papá- pero la respetaban mucho y no se atrevían a decirle nada". A Angélica le tocaba convivir con unos inmigrantes ucranianos rígidos, antiguos, herederos del siglo XIX del Zar y los pogroms; allí era una adelantada; era una chica díscola que reivindicaba su derecho a beberse una copa de vino a pleno día, y la cortina seguía baja desde la mañana, para evitar el reflejo del sol, con luz prendida artificial, cuando ella se disponía a leer sus ficciones incomprendidas por el abuelo, empleado industrial, y la abuela, ama de casa.

Hoy que se fue, siento que mi prima Cecilia es otra de las obras maestras de Angélica; más allá de los libros, su sonrisa es mi dicha de la infancia de cuando iba a Rosario y de ahora. Es la persona que te abraza y te contiene cuando ella sufre una pérdida; arma nido; cuida el núcleo familiar aun a 300 km de distancia, tres horas de viaje que recorremos poco y nos prometemos hacerlo más; más allá de las distancias, celebro este reencuentro en la adultez. Nos faltaron historias de travesuras o aventuras de nenes; habitamos ciudades distintas, pero nos fuimos encontrando cuando hace muy poco, nos pusimos a recordar, a sostener y a mantener la memoria de los que se van yendo.

Sergio, Horacio, primos queridos: en este punto quiero decirles lo que no llegué a verbalizar en el velatorio del tío, ni nunca antes. También en ustedes vemos la huella del tío Sujer y de Angélica: son una gran sonrisa y una calidez hospitalaria que se nos vino encima como un almíbar sosegador cada vez que pisamos Rosario, y nos compartieron generosamente sus entornos, sus hábitos, sus hermosos lugares en el mundo, con una vista al Paraná que fascina.

Cada visita a Rosario, el broche de oro fue la visita a la casa de la avenida San Martín, allá lejos, en esa periferia pre-pueblerina del tío y Angélica -tan mundanos, tan cosmopolitas, tan nucleares y característicos de la sociedad baja, media y alta rosarina (¿quién no tiene en Rosario su anécdota con Sujer, mi querido tío Saúl, y con Angélica paseándose por todos los estratos de la Ciudad?)-.

Tengo la foto ante mí: allí están, Lidia Paulina -mi madre- y Angélica, una a cada lado de un todavía adolescente primo Sergio; mi madre y su corona de flores blancas, su mirada vidriosa perdida en el fuera de campo, soñadora, imaginadora; anhela. La bobe Mania tiene las manos entrecruzadas como agarrando la escena, y que no se esfumen en el tiempo y la desmemoria -como pasará- todas esas vidas y uniones y descendencia. Es el casamiento de su hijo menor, mi padre. Ahí está Angélica. Qué moderna: provoca a la lente; es la más consciente de "pose" con su mano izquierda toma su brazo derecho. La sonrisa en su punto perfecto seduce a la cámara. Representa la dicha de la fiesta y de la unión y el hartazgo ante todo ritual convencional, familiar y social. Eso es lo que transmite su plebeya mirada de reina.
Julián Gorodischer, es editor y escritor y uno de los sobrinos de Angélica Gorodischer.
Fuente: Agencia TelAm
Foto: Gustavo Goñi
Apenas una breve cronología
1948: Contrae matrimonio con el arquitecto urbanista Sujer Gorodischer. Decidirá usar su apellido.

1964: Gana el Concurso de Relatos Policiales organizado por la revista Vea y Lea, con el cuento "En verano, a la siesta y con Martina".

"Había ganado un concurso de cuentos policiales en una revista. Este cuento fue lo primero que publiqué en mi vida y me sentía Shakespeare. Por suerte después se me pasó. Entonces se abrió el concurso para un libro de cuentos, en el Club del Orden, que es un Club muy importante de la ciudad de Santa Fe. Yo no tenía un libro de cuentos y no sabía si me iba a animar a escribirlo. Además no tenía idea sobre qué escribir. Entonces empecé a recordar todas las cosas que mi papá y los hombres de su generación contaba sobre la Colimba, dije ‘bueno ahí hay algo’. Porque esos señores de esa edad lo único que hacían era acordarse como el Sargento Gómez les ordenó no sé qué y el teniente otro tanto. Siempre era lo mismo. Con esos temas diseñé unos cuentos y gané en el concurso un premio de 500 pesos, que en ese tiempo era muchísimo dinero y además la publicación del libro. Fue un lindo librito, claro que ahora no sirve para nada", de la entrevista de Marianella Collette, en: Conversación al Sur. Entrevistas con escritoras argentinas, editorial Simurg, Buenos Aires, 2003.
1965: Obtiene el Premio de la Editorial Club del Orden de Santa Fe por "Cuentos con soldados".

1967: La editorial Minotauro, de Barcelona, publica su novela "Opus dos".

1969: Se publica en Buenos Aires su libro de cuentos "Las pelucas" (Sudamericana).

1973: Ediciones De la Flor publica su libro de cuentos "Bajo las jubeas en flor".

1977: Aparece su libro de cuentos "Casta luna electrónica" (Andrómeda).

1979: La editorial El Cid Editor, de Buenos Aires, publica su libro de cuentos "Trafalgar".

1983: La editorial Minotauro publica, en Barcelona, su novela "Kalpa Imperial", se escribió durante la dictadura. Yo tenía la intención de escribir ‘Las mil y una noches de occidente’. En él elaboraba todos esos temas de los imperios. Sin embargo, cuando terminé el libro, me di cuenta de que había escrito un libro sobre el proceso, sobre los militares, los generales, los emperadores, los usurpadores y los corruptos. Escribir este libro me llevó mis buenos años. En ese tiempo lo hacía en una máquina de escribir portátil y utilizaba carbónicos", de la entrevista de Marianella Collette, en: Conversación al Sur. Entrevistas con escritoras argentinas, editorial Simurg, Buenos Aires, 2003. Aparece, también, su libro de cuentos "Mala noche y parir hembra" (La campana).

1984: Recibe los premios Konex Diploma al Mérito en la categoría "Letras: ciencia ficción", Emecé por "Floreros de alabastro, alfombras de Bokhara", Sigfrido Radaelli al Mejor Libro de Narrativa por "Mala noche y parir hembra" (otorgado por el Club de los XIII) y el Premio Poblet a la Mejor Novela por "Kalpa Imperial".

1985: La editorial Emecé publica, en Buenos Aires, su novela "Floreros del alabastro, alfombras de Bokhara".

1988: Se publica la novela "Jugo de Mango" (Emecé).  Obtiene la Beca Fulbright para concurrir al International Writting Program en la Universidad de Iowa (Estados Unidos).
1991: Ediciones De la Flor publica su libro de cuentos "Las Repúblicas". Recibe el Premio Gilgamesh al Mejor Cuento Fantástico por "Retrato de la Emperatriz" y al Mejor Libro de Narrativa Fantástica por "Kalpa Imperial". 

Se le otorga la beca Fullbright para dictar dos cursos en la University of Northen Colorado (Estados Unidos).

1993: Ediciones De la Flor publica su novela "Fábula de la virgen y el bombero".

1994: Aparecen su libro de cuentos "Técnicas de supervivencia", editado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario; y su novela "Prodigios" (Lumen, Barcelona). Recibe el Premio Konex de Platino en la categoría "Letras: ciencia ficción".

1996: La editorial Emecé publica "La noche del inocente". Recibe el Premio Dignidad, otorgado por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

1998: Se publican en Buenos Aires "Esas malditas mujeres" (Ameghino) y "Locas por la cocina" (Biblos), escrito en colaboración con Virginia Haurie, Elvira Ibarguen, Hilda Rais y Ana Sampaolesi. Recibe el Premio Bullrich, otorgado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), a la mejor novela del trienio escrita por una mujer. 

2000: Aparece su libro de cuentos "Cómo triunfar en la vida" (Emecé).

"Con una de las prosas más brillantes de la actualidad, Angélica Gorodischer plantea ocho cuentos definidos por su estilo y por un tratamiento pseudo detectivesco. En ellos, la identidad del criminal puede ocultarse en cualquier parte, por supuesto, en el narrador y acaso en el lector. La primera historia cuenta cómo, por ingenuidad o no, la vecina deja entrar en su departamento al enemigo. En otra, una desenfadada descripción parece presentar un retrato ideal de la mismísima Gorodischer: ‘Pensé que me hubiera gustado verla una noche, allá por los piringundines, vestida de largo con un gran sombrero de encaje que le dibujara sombras de flores en la cara, entrando a lugares peligrosos, enfrentando a los matones de aquel entonces...’ En ‘Una vez por semana’, una pasión de barrio concluye con una inevitable venganza, porque el amor tiene cara de hereje si es preciso. Quizás el buen relato que titula el tomo –‘Cómo triunfar en la vida’- podría dar paso a un final de mejor resolución según ocurre en ‘La noche vacía’. Este relato, tensionado por el juego entre lo dicho y lo sugerido, permite emocionar con cada detalle. En él, víctima, victimario y detective se confabulan para ocultar la verdad o señalar que lo visto no es sino producto de la imaginación. ¿Cómo? Contar el cómo y el cuándo es ilegítimo: será el libro mismo el que le diga al lector el secreto de cada hoja", escribe Inés Malinov, en La Nación, el 28 de octubre de 1998. Recibe el Premio Esteban Echeverría.

2001: Se publica, en Buenos Aires, su libro de cuentos "Menta" (Emecé).

2002: La Editorial Emecé publica la novela "Doquier" y reedita el libro de relatos "Kalpa imperial". "Señalar que las protagonistas de esta novela son mujeres dice poco si no se aclara que se trata de mujeres de armas tomar: mujeres que atraviesan mares y tierras para rodar mundos, que se baten a duelo, que pueden ser hombres; mujeres desfachatadas y fogosas, de gestos amplios y respuestas rápidas, maledicentes y calculadoras; mujeres que no se someten a su destino. No es extraño que esto ocurra en una novela de Angélica Gorodischer, siempre lista a plantear cuestiones de género en la ficción y de reconocida militancia en el terreno de los derechos de las féminas. No es extraño tampoco que la novela se titule ‘Doquier’, un modo de destacar el carácter imaginario del mundo construido. Ni que la pretensión de distanciarse de la novela histórica, ese objeto preciado por el mercado, se vea reforzada en la advertencia inicial: ‘Esto no es una novela histórica, todo lo que hay acá es imaginario’. La generalización incluye, sin embargo, una salvedad: ‘Todo es mentira -se dice- menos la constatación de que las vírgenes siguen escondidas en el cuerpo del Toro huyendo del violador celeste.’ Una salvedad que pone en escena a las mujeres y sus pasiones terrenales", escribió Patricia Somoza, en La Nación, el 24 de noviembre de 2002.

2003: Aparece en Buenos Aires su libro de memorias "Historia de mi madre" (Emecé). "Como no podía ser de otra manera, ‘Historia de mi madre’ es también la historia de la hija: cómo se construye la identidad de esa hija a partir y en contra de la figura materna. En este libro misceláneo, escrito en forma de diario, el relato del presente se entrama con el flujo de los recuerdos, la biografía personal con la biografía literaria, los nombres y lugares ‘reales’ con las otras realidades, no menos poderosas, de la imaginación creativa. No se trata, sin embargo, de un texto lúdico que ofrece varias versiones simultáneas de los acontecimientos, desplegándolas junto a teorizaciones de la literatura (…) ¿Quién era yo, quiénes eran los otros, a mi lado?, ¿quién era esa otra, mi madre, de quien me desprendí?, se pregunta una voz que no va a plegarse a las respuestas fáciles o a la nostálgica complacencia. (…) Este relato caleidoscópico es también la historia de varias familias, de varios tiempos y mundos, de la Argentina del siglo XX, con sus esplendores, fantasías y desdichas, y sabe explorar ese planeta del pasado desde tonos diversos: el humor, la tragedia, la visión poética, la ironía, el desenfado. Es, además, como ya señalamos, una biografía literaria donde los escritores/as podrán reconocer ciertas ‘marcas genéticas’ de una especie ensimismada: el ojo del vampiro que todo lo devora para transformarlo en objeto verbal, la fascinación por las palabras y por las casas desconocidas, el ‘libro original’, lectura fundadora de la infancia en la que se adivina la futura vocación de narrar los mundos extraordinarios que están dentro de éste, la pasión por trabajar con la lengua que se oye, requisito ineludible para devenir escritor/a", escribió María Rosa Lojo, en La Nación, el 9 de mayo de 2004. 

2004: En Rosario, aparece "Cien islas", una compilación de sus artículos y cuentos (Fundación Ross).

2005: La editorial Emecé publica su novela "Tumba de jaguares". "El cine ha prodigado imágenes de compositores componiendo y de pintores pintando, pero a la hora de representar la escena de la escritura se prefiere al escritor que quema sus páginas y que interrumpe o aniquila su obra. Lo que de verdad hay para contar de un escritor es el momento en que no consigue seguir; porque es entonces cuando se puede reflexionar sobre lo ya hecho. Esa interrupción es la obsesión que domina la última novela de Angélica Gorodischer. Desde un núcleo original concentrado en la literatura fantástica y la ciencia ficción, Angélica Gorodischer ha expandido su escritura en todas direcciones, como si por haber hablado de planetas y de estrellas, su obra se prestase a cumplir similares procesos cósmicos. Hace años que ha dejado de ser sólo la autora de ‘Trafalgar’ y de ‘Kalpa imperial’, sus libros más conocidos; en los últimos años su obra no cesó de crecer con novelas en las que la imaginación ya no necesita de naves espaciales o de mundos paralelos. En uno de sus últimos libros, ‘Historia de mi madre’, el registro fue absolutamente autobiográfico y algo de eso se filtra también en ‘Tumba de jaguares’. Aunque sus personajes son de ficción, los tres protagonistas y narradores son escritores y hablan de su oficio no en tono de jactancia o de justificación; hablan en el instante en que las palabras los abandonan", escribió Pablo De Santis, en La Nación, el 9 de octubre de 2005
2007: Recibe el Premio ILCH, California, por su obra completa

2007: Es declarada Ciudadana Ilustre de Rosario

2011: Recibe el Premio Mundial de Fantasía a la Trayectoria

2012: Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

2014: Premio Konex - Mención Especial por Trayectoria

2017: Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo

2018: Prix Imaginales - catégorie nouvelle por Kalpa Impérial

2018: Le otorgan el Premio Fondo Nacional de las Artes

2019: El Centro Cultural Roberto Fontanarrosa pasó a llamarse Angélica Gorodischer durante todo marzo, fue en el marco de la muestra #Revolucionistas, Rebeliones y Feminismos, ideada por el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CELChe) de la Municipalidad de Rosario

"Pocos libros son capaces de llevarnos a otros lugares del universo viajando a las profundidades del ser humano como los dos tomos de "Kalpa Imperial" y los cuentos de Trafalgar Medrano, el gran peregrino del tiempo y espacio creado por Angélica Gorodischer. Ahora ella inició el último periplo, la aventura cósmica enigmática y seguramente se detendrá junto a Trafalgar a tomar el te con ese personaje extraño, como lo anticipaba en uno de sus relatos, que suele sintetizarse en en alias de Dios. Era maravillosa leerla y mucho más hablar con ella. Gracias, Angélica. Tu pasión por contar será eterna", Carlos Del Frade, periodista, diputado
Fotos: Silvio Moriconi, Marcelo Manera, Archivo TelAm
Fuentes: Agencia TelAm, Señales

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