domingo, 19 de abril de 2015

Horacio Vertbisky: “Es un fracaso colectivo que la Ley de Medios no se aplique para desconcentrar grupos”

El reconocido periodista y escritor Horacio Vertbisky, dio una charla este sábado por la noche, en el marco de los festejos por los 25 años de la Revista Análisis. Frente al auditorio repleto del Teatro Multimedia del Círculo Médico, el titular del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), contó la historia de una fracasada investigación periodística de la revista Rolling Stones de Estados Unidos (ver abajo)
Partió de ese acontecimiento para contrastarlo con los pasos básicos que debe dar un periodista, al desarrollar un buen trabajo de indagación y exploración. Dijo que al ser público el fracaso de la investigación de Rolling Stone, los editores de ese medio norteamericano pusieron a disposición de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, todas las fuentes y los archivos elaborados para la investigación, de modo que la casa de altos estudios demostrara la veracidad o no del trabajo.

En ese sentido, se preguntó si varios periodistas argentinos “estuvieran dispuestos a poner a favor de las universidades todos los datos y fuentes” respecto de algunas investigaciones, e hizo hincapié en la reciente publicación de Clarín sobre las supuestas cuentas de Nilda Garré en Estados Unidos.

Además, se refirió a la concentración de medios en el país y criticó que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no haya podido revertir esa condición. “Es un fracaso colectivo que la Ley de Medios no se aplique para desconcentrar”, acotó, y apuntó a la Justicia que frena mediante cautelares la plena aplicación de la norma.

Vertbisky entró con el auditorio lleno. Pasadas las 20 bajó las escaleras del Teatro Multimedia del Círculo Médico de Paraná y se sentó frente al público. Lo presentó el periodista Jorge Riani, quien destacó el rol docente que tiene Vertbisky en el oficio.

El Perro, como comúnmente lo llaman, volvió a Paraná por los 25 años de la Revista Análisis. Además, este sábado encabezó una charla en la Facultad de Ciencias de la Educación, donde presentó su libro La mano izquierda de Dios, el IV tomo de una serie de investigaciones periodísticas acerca de la Historia política de la Iglesia Católica.

“Para hablar del periodismo argentino”
Cuando comenzó su exposición, Vertbisky reveló que se le había pedido hablar sobre el oficio en Argentina. “Para hablar de periodismo argentino, voy a partir de un hecho que ocurrió en Estados Unidos”, introdujo, y contó la historia de una investigación que realizó una periodista de la revista Rolling Stone, que provocó sensación en el país norteamericano, pero resultó un fracaso.

“La revista Rolling Stones, en noviembre de 2014, publicó una tapa muy particular que se llamaba ‘Una violación en el campus’. Se refería al abuso de una chica de primer año universitario por parte de una patota que conformaba una fraternidad. La revista cuenta que una noche, en septiembre de 2012, esta chica que estudiaba y trabajaba en la pileta de natación de la universidad, fue invitada por un guardavidas del natatorio a participar de una fiesta. Cuando llegó, estaba todo oscuro pero había voces. Este amigo la fue guiando y de golpe, alguien la tomó por los hombros. Otro le tapó la boca. Ella lo mordió. Le pegaron un puñetazo y escuchó que decían: agárrenle las piernas. Entonces vino la violación en serie. Fueron siete hombres”, relató.

“El tema de las violaciones en los campus universitarios está en boga en Estados Unidos. Hay debates en todo el país, y la revista tenía interés por tratarlo. Entonces enviaron a una periodista muy seria a buscar datos, ella habló con una víctima que después de ser abusada pasó a trabajar en una oficina de atención a esos casos en la universidad. La empleada le contó que había un caso de una chica que había atravesado esta historia. Entonces la periodista pidió una entrevista con la supuesta víctima, investigó y publicó una nota con una tapa que provocó una repercusión enorme y fue el máximo éxito. Inmediatamente que se publicó, se levantaron dudas sobre la veracidad del caso. Un portal muy conocido puso en dudas la veracidad del hecho y el Washington Post envió un reportero al campus para comenzar investigación. Cuando Rolling Stones supo, entraron en duda y trataron de adelantarse. Publicaron una aclaración por la que decían que habían dejado de confiar en la fuente de la nota, luego retiraron la aclaración y ante las críticas que se sucedieron por la publicación, decidieron pedirle a la Facultad de Periodismo de Columbia, que hiciera investigación independiente sobre el episodio”, narró Vertbisky.

Contó que para eso, Rolling Stone le facilitó a la casa de altos estudios las fuentes y datos. “Columbia la hizo en cinco meses. La investigación estuvo realizada por gente de muy alto nivel: el director de investigación fue el decano de la Facultad, con la colaboración de dos personas muy importantes. En la edición electrónica del 5 de abril de 2015, el director a cargo de Rolling Stone, introdujo la presentación del informe y dijo que el documento que presentaban era fascinante: una pieza de periodismo sobre un fracaso del periodismo. El director dijo que al publicar eso se retractaban, y se comprometían a seguir reglas de periodismo”.

“Pero la periodista de Rolling Stone que investigó, cuenta cómo ella hablaba con la empleada de la oficina de asistencia de la universidad. La empleada le dijo que muchos ataques ocurren en fiestas. Le contó que una chica con la que trabajó fue violada en patota, y que los hombres todavía no eran miembros de la fraternidad pero abusar de una chica era un rito de iniciación. La empleada puso a la periodista en contacto con la víctima del episodio. La periodista entregó a los investigadores de Columbia, 405 fojas de notas y grabaciones de entrevistas”, detalló.

“Pero cuando los investigadores de Columbia quisieron hablar con la víctima, esta no quiso hablar. Según el relato de la periodista de Rolling Stone, una especialista en historias de crímenes, la entrevistó siete veces a la víctima. Pero era una fuente difícil, a veces no contestaba llamados, y nunca quiso dar el nombre del supuesto guardavidas que la llevó a la fiesta. Finalmente, los editores del medio decidieron seguir adelante. Una vez que la revista aceptó esa condición de la fuente, la supuesta víctima se mostró cooperativa, no hubo más problemas y la investigación se publicó con una tapa resonante”.

Antes de continuar con la historia, Vertbisky aclaró que en las revistas de Estados Unidos hay un cargo que no existe en Argentina, “un periodista que chequea todos los datos”. “En general, no son veteranos ni grandes profesionales y tienen la tarea de tomar lo que entregó el periodista y llamar a todas las fuentes para chequear todo”. “Eventualmente, se habla con periodistas y editores. Ellos dicen que les cuesta menos tener periodistas haciendo eso y no pagar abogados. La persona encargada del chequeo de Rolling Stone dijo que la víctima contaba una historia muy vívida y era creíble”, acotó y continuó: “Entonces, la periodista pidió el nombre del agresor. Pero la víctima no estaba segura de cómo se escribía el apellido. Ahí sonó la campana de alarma en la cabeza de la encargada del trabajo. Luego de la publicación y preocupada por la integridad de su historia, la periodista se puso a investigar sobre ese hombre y no lo pudo confirmar. Habló con sus editores, les dijo que estaba preocupada y empezaron los rumores. Entonces, tuvo una nueva conversación con la fuente y se incentivaron sus dudas. Perdió la confianza en la publicación y se lo dijo a sus editores”.

Según los investigadores de la universidad, “el fracaso de Rolling Stone era evitable”. “La revista dejó de lado prácticas del reporteo que son esenciales y que si se hubieran seguido, hubieran hecho repensar la publicación de la historia, o al menos la tapa. La historia publicada, saltaba los agujeros negros, usando pseudónimos y no informando de dónde provenían los datos más importantes: se ocultaba el origen de la información, y no sólo eso, sino que se mintió sobre esos orígenes”. Sobre el caso, “la Policía también investigó y dijo que luego de seguir todas las pistas y no avalaba el artículo de la revista”.

Entonces, “la Universidad de Columbia hizo una reflexión sobre el momento del periodismo”. “Habló de la falta credibilidad, que los equipos de investigación se han reducido mucho, que la cantidad de avisos disminuyó, que se puso más énfasis en las ediciones on line que en papel, que el equipo periodístico de la revista se redujo un 25 por ciento desde 2008. A pesar de eso, la revista invierte en chequeadores de datos y en investigaciones de largo tiempo. Es así que el problema no fue de falta de recursos, sino la metodología equivocada”, marcó.

“La revista esperaba que la nota fuera una campana de alarma sobre ataques sexuales en los campus universitarios, y que fuera un desafío para que las universidades mejoraran sus procedimientos para impedirlos. Los científicos sociales que analizan archivos, dicen que la tasa de denuncias de violaciones va del 2 al 18 por ciento. Pero ahora, hay un preconcepto de que las mujeres mienten sobre ataques sexuales”, advirtió. Además, “se mencionan daños colaterales: el presidente de la fraternidad acusada, dijo que esto manchó la reputación de ellos”.

Pero “cada persona que intervino en el trabajo tuvo la oportunidad de apretar más las clavijas y no lo hizo”. “Los editores tomaron decisiones a cada momento de la investigación y esas decisiones incrementaron los riesgos de error”, acotó Vertbisky. No obstante, la supuesta víctima había facilitado datos y evidencias sobre la historia. “Pero los investigadores dicen que había muchas formas para que la periodista pudiera profundizar la investigación. Además, la práctica periodística indica que si se va a publicar algo negativo sobre alguien, hay que pedirle su versión de los hechos y en este caso no se hizo”.

“El episodio reafirma un axioma del periodismo: el chequeo es cuestión de feir play, pero también produce datos novedosos”. “La persona que más cerca estuvo de conocer la verdad, fue la pasante que chequeaba datos. Sin embargo, el editor de Rolling Stone no le hizo caso a una observación sensata que le hizo cuando dijo que no tenía testimonio directo de los amigos de la fuente, pero que sin embargo aparecían sus relatos en la investigación”.

“A la periodista no la echaron de la revista, porque ahí se fueron de mambo todos juntos. A la chequeadora de datos no la nombran, y lo que dicen los chequeadores es que el problema es cuando hay un preconcepto de parte del periodista. Cuando el periodista va al caso con la idea preconcebida y tiende a tomar todo lo que confirma su sesgo, y dejar de lado todo lo que lo contradice. Pero ¿por qué digo esto en una charla sobre periodismo argentino? No hace falta una explicación ¿no?”, inquirió Vertbisky y cerró la primera parte de la exposición: “Me pregunto si varios periodistas argentinos estuvieran dispuestos a poner a favor de las universidades todos los datos y fuentes sobre la supuesta cuenta de Nilda Garré en Estados Unidos. Sería interesante ver cuál sería la reacción del periodista Daniel Santoro, del editor de Clarín y de todo el grupo”.

La concentración que no se revirtió
El titular del CELS dividió en dos su exposición. En un segundo tramo, se refirió a la concentración que aún ostentan grandes grupos mediáticos como Clarín. “El verdadero objetivo de la lay de medios era este: revertir la concentración. Sin embargo, la norma sólo ha servido para dar impulso a nuevas radios, canales y productoras de contenido”, marcó.

“Recordarán aquel episodio de Los Simpsons donde Homero se cuelga del cable porque quiere ver el partido. Advertirán entonces que en Estados Unidos la mayoría de las personas no tiene cable. La operación conjunta de Cablevisión y Multicanal, permitió que un mismo grupo se quedara también con un porcentaje superior al 65 por ciento de las TV por cable. Hay pocos centros urbanos en el país donde haya redes superpuestas y los usuarios puedan elegir. Pero donde hay más de una, los niveles de concentración, oscilan entre el 77 y 95 por ciento”, precisó. “En Paraná, hay una concentración del 80 por ciento: 43 por ciento es de Multicanal y 37 por ciento de Cablevisión. Los datos son de 2006”, detalló. En cuanto a Internet, “Clarín tiene el 32 por ciento de la distribución, Speedy el 19 por ciento y Arnet el 15 por ciento”, añadió.

“Todos sabemos que la ley de medios, que se trabajó durante tantos años, está bloqueada por decisiones judiciales, que la norma sólo se aplica para estímulo de nuevas radios, canales y productoras de contenidos. Pero no se aplica para la desconcentración, que era el objetivo principal. Entonces, es un fracaso colectivo, una frustración colectiva que tiene que ver con baja calidad de periodismo que se aprecia en medios más importantes, con honrosas y escasas excepciones”, describió.

Sobre su “perspectiva respecto de cumplimiento de la ley”, el periodista recalcó sobre el fracaso. “Me parece difícil que en los meses que quedan de gobierno se consiga la desconcentración, y no aparece entre los temas que se plantean candidatos. Tampoco veo que la gente que impulsó la ley esté organizada reclamando”, advirtió.

Marcó que “el grupo Clarín tuvo éxito en frustrar la aplicación de la norma, pero pagó un alto costo con su medio emblemático que es el diario impreso, porque tiene muy baja credibilidad en las investigaciones periodísticas. Ese es uno de los logros de la ley: que haya una lectura más reflexiva y crítica por parte de los lectores y expectadores, pero queda sabor a poco. Entonces, habrá que retomar esta discusión”, propuso.

Asimismo, recordó cuando el ex presidente Néstor Kirchner prorrogó las licencias en 2005. “Kirchner dijo en aquel momento que lo hizo porque tenía, entonces, un gobierno muy débil. Eso es creíble, pero no encuentro explicación para la autorización del funcionamiento conjunto de los cables. Por eso, destaco como más fuerte decisión de presidenta para promover la ley. Creo que en ese sentido, de Kirchner a Cristina el cambio ha sido muy positivo”, evaluó.

Por último, sostuvo que “el problema de la democratización de la justicia es muy serio, y que es una batalla que no fue bien dada. Pero al igual que la ley de medios, es un problema que fue transparentado y queda inscripto como pendiente en la reforma. Estos problemas de la democracia se pueden solucionar con más democracia, más militancia y participación”, completó.

El fracaso y el éxito periodístico
Por: Horacio Verbitsky
La revista Rolling Stone reconoció que el estremecedor relato de violación en patota durante una fiesta en el campus de la Universidad de Virginia era falso. Su única fuente fue la presunta víctima, a la que sólo mencionó como Jackie.

La inusual retractación no provino de la propia revista sino de una investigación que Rolling Stone encargó a la Facultad de Periodismo de la Universidad neoyorquina de Columbia. Sus autores, encabezados por Steve Coll (decano de la Facultad y ganador del premio Pulitzer), la titularon “Anatomía de un fracaso periodístico”. El director a cargo de Rolling Stone, Will Dana, dijo que publicarla equivalía a una retractación y un pedido de disculpas.

Rolling Stone entregó a Columbia un archivo de 405 páginas, con las entrevistas de la autora del artículo, Sabrina Rubin Erdely, durante cuatro meses. Jackie le fue presentada por otra sobreviviente de una violación, que trabaja en la Universidad de Virginia sobre los ataques sexuales y que testimonió ante una comisión del Senado. Jackie le contó a Sabrina que un compañero que trabajaba con ella como salvavida en la pileta de la universidad la invitó a una fiesta. La condujo a un salón oscuro donde un tipo la tomó por los hombros y otro le tapó la boca. “Lo mordí y me golpeó en la cara. Cuando uno dijo ‘agárrenle la pierna’ me di cuenta de que iban a violarme.” Lo hicieron siete en fila, dirigidos por el salvavida, como rito de iniciación. Pese a que Jackie sólo identificó al salvavida con el seudónimo Drew, los directivos de Rolling Stone decidieron seguir adelante, sin ninguna verificación independiente. Recién después de la aparición de la revista, Jackie accedió a dar su apellido, que no coincidía con nadie que hubiera trabajado en la pileta. Cuando otros medios expusieron dudas y un periodista del Washington Post apareció por el campus haciendo preguntas, Sabrina habló con su editor Sean Woods, quien se anticipó e informó que habían perdido la confianza en la exactitud de la fuente.

Jackie entregó mails de un supervisor de la pileta, como evidencia de que ella trabajó allí, y presentó a una compañera de habitación, quien confirmó que le contó haber sido víctima de una violación colectiva. Jackie también le ofreció a la periodista el vestido rojo que llevaba aquella noche, pero después le dijo que su madre lo había tirado. Erdely tampoco verificó la existencia de un grupo de discusión de antropología, del que según Jackie formaba parte uno de los violadores, ni trató de entrevistar a otros empleados en la pileta o asistentes a la fiesta. Jackie le dio los nombres de pila de dos chicos y una chica a quienes pidió ayuda aquella noche, pero le dijo que no querían hablar con Rolling Stone. La periodista no insistió, por temor a perder su historia, y sus editores la respaldaron. Cuando Columbia los contactó, dijeron que Jackie nunca les dijo que Rolling Stone quería entrevistarlos y sólo les contó que la obligaron a practicar sexo oral a muchos hombres. También dijeron que Jackie no identificó a su entregador como salvavida sino como un compañero de química. Su nombre no figura en ningún registro. “Chequear la información negativa sobre alguien es una cuestión de justicia, pero también puede producir hechos nuevos sorprendentes”, dicen los investigadores. Si la periodista hubiera hecho una consulta completa con los acusados de organizar la fiesta, hubiera podido verificar que la noche indicada por Jackie no hubo ninguna fiesta y que en ese grupo no hay ningún salvavida. No siempre es posible contactar con todas las fuentes. La solución es “ser transparente con los lectores sobre aquello que se sabe y que se ignora”, dice el decano de Columbia. Por el contrario, Rolling Stone no dejó claro a los lectores que ni siquiera había verificado que Drew existiera. En un borrador, la periodista escribió que Jackie no le reveló el verdadero nombre de Drew porque estaba aterrada, pero su editor lo cortó. La empleada a cargo de chequear la exactitud de los hechos es la persona de menor nivel que intervino y la única en señalar sus dudas, porque una de las fuentes que se mencionaban no había sido entrevistada y la frase que se le atribuía había sido narrada por Jackie. Pero el editor desdeñó esa observación. Tampoco el estudio jurídico que leyó el original antes de publicarlo objetó algo. Entre sus conclusiones, Columbia desaconseja el uso de seudónimos porque “introducen ficción” y sirven como muleta para “pasar por alto los agujeros negros en la información”. El informe atribuye el fracaso a la conocida “tendencia de la gente a quedar entrampada por sus presunciones previas y a seleccionar los hechos que avalan sus puntos de vista y pasar por alto aquellos que los contradicen”.

Se aprende más de algunos fracasos que de ciertos éxitos. En su libro de 2005 Técnicas de investigación, el editor de Clarín Daniel Santoro explica cómo lograr para las investigaciones periodísticas el aparente respaldo judicial que piden las empresas de medios: “Se puede recurrir a un abogado a quien conozcamos; le facilitamos parte de la información y le pedimos extraoficialmente que haga una denuncia de modo tal que la justicia comience a investigar”. También “podemos pedirle o sugerirle –en forma extrajudicial y sin aparecer– a un juez o un fiscal que active los mecanismos para levantar el secreto bancario o financiero. (...) Muchas veces se usa el viejo truco en que el periodista manda documentación de un caso en forma anónima a un juzgado o una fiscalía para que se abra una causa judicial”. ¿Estarían dispuestos Santoro y sus editores en Clarín a colaborar con una investigación universitaria sobre sus recientes afirmaciones acerca de una presunta cuenta en un banco estadounidense de la ex ministra Nilda Garré, que ella y el banco desmintieron, y se comprometerían a publicar sin cortes sus conclusiones? Sería el camino más corto y transparente hacia la verdad.
Fuentes: Análisis Digital, PáginaI12

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