El grito herido que no cesa
Al principio uno quiere volar a través de los años, meterse en esos días con olor a
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Élida tiene una certeza. Nos cuenta que su hijo estuvo detenido en la Base Naval.
Las Madres no tenían miedo y se reconocían entre ellas, sin haber hablado, con sólo mirarse. Los verdugos, que también las intuían, no se atrevían a enfrentarlas, ni siquiera para recibir una carta de sus manos. Ellos olían a los pañuelos y se escondían. Élida tiene una memoria infinita y muchas cosas para contarnos, imágenes guardadas para mostrarnos. El día se termina, y todavía falta tanto...! Su amistad con Don Jaime De Nevares, sus queridas Madres marplatenses. De momento Élida nos regala unas imágenes, un pedacito de historia guardada en la poesía de Dora, la poesía que nos habla de ese grito que es espejo, de esa voz que regresa a nosotros desde el fondo de los tiempos.
El Grito
Una tristeza larga y un dolor infinito
embarga hoy mi espíritu
lejano el pensamiento donde están nuestros hijos
pronunciando nombres, despacio, despacito.
Pidiendo que en bandadas regresen nuestros hijos.
Pidiendo, despacio, despacito, que vuelvan días felices.
Porque si no volvieran...
el grito de las madres será al viento lanzado.
¡Será un grito largo!
que cruce la montaña,
que recorra el mundo, para que no se pierda,
que se estremezca el cóndor y que lloren las piedras
que llegue a los oídos de todos los culpables
y que lloren de espanto, de noche los cobardes.
Porque ese grito largo, de madre que han herido
jamás serácallado.
A buscarnos un día el mejor juez vendrá, la conciencia.
Acallada, al culpable hablará...
de la tristeza larga, del dolor infinito
de ese grito largo de madre que han herido.
Ella les hablará.
¡Entonces! por ellos pediremos porque no tendrán paz.
Dora Felisa
Madre de Plaza de Mayo de Mar del Plata