El Negro fue un gran colaborador de Aire Libre, Radio Comunitaria. Gracias a él, la casa del Centro de Educación, Comunicación y Biblioteca Popular, dónde está la radio y la Biblioteca Cachilo, se construyó con los aportes de Misión Central Franciscana. Años atrás se lo designó Socio Honorario.
En el año 1986, el padre Joaquín Núñez se instala en Bella Vista Oeste y levanta la capilla Caacupé, desde donde comienza a realizar un trabajo social de asistencia a la comunidad. En 1988 levanta el comedor comunitario y en 1990 se finaliza la totalidad de la institución que fue construida con mano de obra de los pobladores del barrio y financiado por la propia comunidad, ONGs europeas.
En su barrio, su presencia en el barrio fue una piedra angular. Desde sus inicios colaboró por el bienestar de vecinos y vecinas y contribuyó con obras a la evolución de Bella Vista Oeste. Creó el centro San José Obrero, donde funcionan un comedor comunitario, una escuela de alfabetización de adultos, un centro de apoyo escolar y asistencia profesional sobre cuestiones legales y también en la creación de distintos emprendimientos.
A partir de allí, se instrumentan distintas iniciativas de emprendimientos productivos: una bloquera, una cooperativa de cartoneros, la confección de pelotas de fútbol y una panadería que en su momento colaboró con los comedores de Cáritas.
"Fue Monseñor Guillermo Bolatti quien me habilitó para hacer un trabajo pastoral con los niños. Confesar a niños. Allí descubrí que dos catequistas del lugar trabajaban en la villa con los pibes del lugar y ahí también fui yo", nos contó en Señales el Negro Joaquín. "Era un territorio, muy poblado y abandonado por el Estado". "Eran terrenos cercanos a las vías que estaban destinados al supuesto progreso y posterior negocio inmobiliario", describió. En ese barrio que ayudó a crecer instaló su ranchito.
A partir de allí, se instrumentan distintas iniciativas de emprendimientos productivos: una bloquera, una cooperativa de cartoneros, la confección de pelotas de fútbol y una panadería que en su momento colaboró con los comedores de Cáritas.
"Fue Monseñor Guillermo Bolatti quien me habilitó para hacer un trabajo pastoral con los niños. Confesar a niños. Allí descubrí que dos catequistas del lugar trabajaban en la villa con los pibes del lugar y ahí también fui yo", nos contó en Señales el Negro Joaquín. "Era un territorio, muy poblado y abandonado por el Estado". "Eran terrenos cercanos a las vías que estaban destinados al supuesto progreso y posterior negocio inmobiliario", describió. En ese barrio que ayudó a crecer instaló su ranchito.
"La experiencia de mi propia detención me hizo meter en el trabajo carcelario. Ahí hicimos un trabajo con la gente de la villa. El que me dio una mano fuerte fue el Dr. Rios, que era camarista. Él se jugó por nosotros. Él nos cubrió, nos ayudó. Los guardias ya sabían que íbamos. Había un patio. Entonces cada preso que quería pasar un rato, cantar, charlar o tratar algunos temas venía. El tema que comenzó a surgir fue ¿cómo se instrumenta uno para la libertad? ¿Qué hace cuando sale? No tienen nada y los traga la muchachada. Es decir, el que sale de la cárcel sale... Cuando buscas trabajo, al empleador le sale en la computadora, que estuviste preso. Le decían y aún sucede, que no tienen trabajo, y entonces había que buscarte trabajo al muchacho que salía, y algo pudimos hacer. Por eso el trabajo en el Centro Comunitario Jesús Obrero, el trabajo en la panadería. Con Aire Libre, Radio Comunitaria, entraron con nosotros a la cárcel. Se grababan reportajes, que luego pasaban por la radio y después lo escuchaban en sus radiecitas", mencionó.
"Había un capellán, que nos autorizaba a los laicos y a mí, trabajar en el lugar. El capellán de la cárcel, hoy es obispo de San Nicolás", recordó Joaquín y sumó "Cuando me metí de fondo en la villa... Ahí habremos estado diez años aproximadamente, después me puteaba a mí mismo. ¡Cómo me dejé atrapar por el barrio! Pero era lo mismo. En la cárcel están los pobres -afirmó como axioma- en la cárcel están los villeros, los más humildes".
"Estábamos en el patio. A veces nos íbamos a una habitación que hacía las veces de capilla y hablábamos ahí. No daba misa. Los que están detenidos ahí no están para misa. Hablaban de que no pueden salir de esto, que no tienen un buen abogado, que hay que hablar o hacer trámite con tal o cual. Daba misa para fechas como pascuas o Navidad. Hicimos por eso el grupo de cartoneros, la bloquera, la panadería. Pero era tal el aluvión de problemas que quedamos en un puntito", explicó.
La mayoría de estas iniciativas -en medio de la crisis económica de 2001-, tuvieron que bajar sus puertas. "A los que lo conocemos desde hace años, sabemos que él siempre trabaja para la ciudad que no se vende, la que no tiene marketing, él está ahí, con su gente", nos dijo en una oportunidad el exintendente de Rosario, Héctor "Tigre" Cavallero. Núñez fue funcionario en la gestión del exgobernador Jorge Obeid, condujo la Dirección de Asuntos Indígenas.
Su trabajo con niños, niñas y adolescentes fue destacado siempre: "A los pibes les falta plata, les falta laburo, les falta de todo, pero les sobran armas ¿y quién se las da?, gran parte la policía", agregó. "Nosotros teníamos 11 pibes, qué se drogaban, estaban ahí en la vereda. De esos 11 no queda ninguno, están todos muertos", nos contó un sábado en las Señales.
Cuando Mauricio Macri hizo sus primeros pasos en la presidencia Núñez subrayó: "es muy preocupante lo que está ocurriendo con el nuevo gobierno nacional. Necesitamos un Estado más cerca del pueblo, más presente, acompañando todos estos proyectos que tenemos en los barrios, y no retirándose como en los años noventa. Este gobierno está totalmente fuera de lugar, el presidente se mueve en su espacio, el sector del capital, trabaja para ellos, mientras que los que no movemos capitales somos las mayorías. Acá, desde el barrio, vemos como cada vez más se agudiza la crisis. Uno ve que él hace sus discursos, que dice esto o aquello, pero en la práctica para los pobres nunca hay nada", marcó y se indignó ante "los miles de despidos. ¿Qué hace esa gente ahora? A ellos ¿no les importa?, claramente ¡No!", algo que podría suscribir sobre el gobierno actual.
"Había un capellán, que nos autorizaba a los laicos y a mí, trabajar en el lugar. El capellán de la cárcel, hoy es obispo de San Nicolás", recordó Joaquín y sumó "Cuando me metí de fondo en la villa... Ahí habremos estado diez años aproximadamente, después me puteaba a mí mismo. ¡Cómo me dejé atrapar por el barrio! Pero era lo mismo. En la cárcel están los pobres -afirmó como axioma- en la cárcel están los villeros, los más humildes".
"Estábamos en el patio. A veces nos íbamos a una habitación que hacía las veces de capilla y hablábamos ahí. No daba misa. Los que están detenidos ahí no están para misa. Hablaban de que no pueden salir de esto, que no tienen un buen abogado, que hay que hablar o hacer trámite con tal o cual. Daba misa para fechas como pascuas o Navidad. Hicimos por eso el grupo de cartoneros, la bloquera, la panadería. Pero era tal el aluvión de problemas que quedamos en un puntito", explicó.
La mayoría de estas iniciativas -en medio de la crisis económica de 2001-, tuvieron que bajar sus puertas. "A los que lo conocemos desde hace años, sabemos que él siempre trabaja para la ciudad que no se vende, la que no tiene marketing, él está ahí, con su gente", nos dijo en una oportunidad el exintendente de Rosario, Héctor "Tigre" Cavallero. Núñez fue funcionario en la gestión del exgobernador Jorge Obeid, condujo la Dirección de Asuntos Indígenas.
Su trabajo con niños, niñas y adolescentes fue destacado siempre: "A los pibes les falta plata, les falta laburo, les falta de todo, pero les sobran armas ¿y quién se las da?, gran parte la policía", agregó. "Nosotros teníamos 11 pibes, qué se drogaban, estaban ahí en la vereda. De esos 11 no queda ninguno, están todos muertos", nos contó un sábado en las Señales.
En 2014 Joaquín Núñez, viajó al Vaticano, invitado por el Papa Francisco. Ambos son franciscanos. "Fui directo y él también", contó y agregó: "Él es un hombre muy abierto, pero muy consumido por su intensa actividad. En esa oportunidad hablaron sobre situación social y la violencia que se vive en Rosario: "Noté que él está al tanto de todo y le llega muy de cerca. Me dijo que siguiera con mi trabajo con los más necesitados, eso es lo que tenemos que hacer y profundizar".
Y también se refirió a las denuncias que aparecín en medios: "Soy testigo de las atrocidades delictivas en flagrancia en el estado nacional como decretos suplantando leyes, evasión impositiva, activos financieros en el extranjero, procesados designados y asumiendo en altos cargos, practicando la denuncia judicial como herramienta política de destitución. El "linchamiento mediático", se define como "difusión de información que sea producida de forma concertada y publicada reiterativamente con el propósito de desprestigiar a una persona natural o reducir su credibilidad pública y si en estos procedimientos mediáticos participan funcionarios públicos y autoridades con declaraciones aventuradas, también concertadas, que afectan la reputación y la credibilidad de las personas que son blanco de esta coordinación entre medios, las actuaciones de esos funcionarios pueden ir en contravía de su obligación de ser "garantes de los derechos fundamentales de las personas".
Corría 1992. Nos habíamos encontrado con la historia de los sacerdotes renunciantes de fines de los años sesenta en el arzobispado de Rosario.
En una mañana casi mágica, la entonces muy escuchada FM Latina, a través de nuestro programa 'Sobre la Hora', ponía al aire una emisión especial de dos horas hablando de "La Iglesia rosarina que no fue".
Las voces lúcidas, tranquilas y contundentes de Santiago Mac Guire y Juan Carlos Arroyo, por primera vez en años, eran escuchadas por la ex ciudad obrera, portuaria, industrial y ferroviaria.
Y surgía el testimonio de un sobreviviente de las mazmorras del genocidio, Juan José Vitiello, que relataba la experiencia de un cura gaucho que les enseñaba a hacer vino adentro del penal de Coronda y les daba fuerzas cada vez que hablaba en las misas.
Admiraba a ese curita que a pesar de sus propios tormentos inventaba esperanzas en los demás. No lo conocía, pero me emocionaba el relato, la vigencia en la memoria de uno de los sobrevivientes.
En esa mañana de abril, ese curita se presentó en el octavo piso del Maipú al 1000, en pleno microcentro rosarino, donde funcionaba la radio.
Se llamaba Joaquín Nuñez.
Un cuarto de siglo después sigue siendo imprescindible descubrir la existencia y los pliegues de la vida comprometida de Joaquín.
No deja de emocionar cada una de sus peleas a favor de la construcción de un paraíso aquí en la tierra, porque aquí se sufre, se ama, se sueña, porque es acá donde es necesaria la justicia social para que la vida sea el derecho de las mayorías y no la propiedad privada de unos pocos.
Con los años, Joaquín terminó siendo el que bautizó a mis dos hijas, Victoria y Lucia. Pero antes, mucho antes, estuvo su proyecto de juntar a lodos los que vivían del cirujeo para que impulsaran una cooperativa y dejaran de ser explotados.
En esos años noventa, los días del saqueo institucionalizado, Joaquín venía con los obreros despedidos, organizaba ollas populares para gambetear el hambre inventado en un país hecho de pan, carne y leche; y, al mismo tiempo, cuestionaba los silencios de un arzobispado más cerca del ponciopilatismo que del cristianismo.
Fue uno de los primeros que denunció como el narcotráfico se tragaba la vida de las chicas y los chicos que con edad de escuela primaria se mataban entre si para vender cocaína en las esquinas de la zona oeste rosarina. No habla terminado el siglo veinte y ya Joaquín clamaba atención por ese fenomenal negocio paraestatal que convierte a las pibas y los pibes en consumidores consumidos y soldaditos que son inmolados en el altar del dios dinero, único dios que rige esta lógica perversa.
Joaquín Núñez es la síntesis de un cristianismo que busca cumplir con aquel mandato fundacional: echar a los mercaderes del templo para que se terminen con los crucificados cotidianos.
Por eso su vida es una apasionada demostración de amor concreto para y por los demás. El más alto nivel de la política, como dijo otro de aquellos sacerdotes perseguidos de los años sesenta, Armando Amiratti, el cura párroco echado de Cañada de Gómez y que terminó siendo el último confesor de Enrique Angelelli, obispo riojano asesinado el 4 de agosto de 1976.
"Cómo en todos los casos, el inicio de una vida remite a mucho más atrás de la fecha de nacimiento de quién se va a hablar. Joaquín Nuñez, sacerdote franciscano, posee una ascendencia paraguaya. Decir esto, es enunciar que posee, en su propia esencia, el orgullo de la bravura guaraní que, pese a la traición blanca, aún permanece en posición de lucha por un Paraguay mejor y, en el caso de Joaquín, podremos ir viendo el deseo de que el hombre latinoamericano deje de ser oprimido, explotado y usado", comienza el trabajo de investigación de Marcelo Ciani: "Fray Joaquín Núñez. Un pastor de almas libres".
Hay una esmerada búsqueda de datos que recorre gran parte de la historia de la Patria Grande a partir de aquella guerra de la triple infamia que pareció condenar definitivamente al Paraguay soberano de los López.
Ciani escribe con soltura y le agrega a las entrevistas que fue realizando durante mucho tiempo, un estilo periodístico que atrapa al lector.
Acierta, además, en no caer en la tentación de sumar datos que diluyan la historia familiar y social que va colándose en el desarrollo de Joaquín.
"Ya en Resistencia, la tortura física había cesado. Estaban compartiendo la estancia con los presos comunes. El régimen carcelario aunque no es grato, a ellos le otorgaba una visibilidad protectora y un mal trato mínimo, que pasaba por lo psíquico. Las comidas del día eran compartidas con los presos comunes. Ellos, los denominados presos políticos, tenían el mismo régimen carcelario y sólo eran trasladados cuando el Juez resolvía alguna declaratoria. Una mañana sacaron a los tres frailes y a otros detenidos politices para ir al juzgado. Joaquín como se acostumbraba salió al pasillo y cuando avanzaba lentamente, lo empujaron de atrás, y le pegaron una patada en los talones. Seguido de esta actitud física, le gritaron ¡Dale curita... dale carajo!. Movete que si no te va a pasar lo mismo que ese curita de la Villa 31. Esa fue la primera información acerca del destino de Mujica, el cura que aquella noche habla hablado con él. Horas después, por la radio que tenían dieron algunas confusas noticias acerca del hecho. Cuando estaban esperando el móvil que lo llevarían a él y los otros a declarar, se miraron y con los ojos, daban claras muestras de lo que sentían por los sucesos con el padre Mujica. Testa, con su sangre gringa, entre dientes, seguía insultando, despotricando, contra todos y todo lo que ahí sucedía. El invierno de 1974 los encontró en la Unidad Carcelaria 7 de la ciudad de Resistencia. El frío y la seguida llovizna, empeoraba la situación. Había muchachos que se enfermaban de las vías respiratorias y necesitaban de enfermería", relata Ciani con precisión, dándole una respiración particular al texto. Era el prólogo de la noche carnívora que se desataba el 24 de marzo de 1976. Joaquín ya estaba en la mira por su militancia en las Ligas Agrarias.
Ciani hace muy bien en ocuparse de los años previos al golpe encabezado por Jorge Videla. Porque hay una preparación que viene desde los años sesenta, una persecución que tiene su origen en los dueños de casi todas las cosas en estos arrabales del mundo.
El autor de esta notable investigación continúa con el calvario del terrorismo de estado, muestra no solamente la increíble valentía de Joaquín sino también sus momentos de profundo miedo y angustia, al mismo tiempo que revela hechos muy interesantes sobre dirigentes sociales y políticos que también sufrieron el cautiverio.
Habla retorno de la democracia y la apasionada encarnación en las necesidades de los más humildes de Joaquín cuando se instala en la villa del barrio Bella Vista, en el oeste rosario, donde fundara la capilla 'Cae Cupé'.
Con un ritmo sostenido y mixturando los géneros de la entrevista, la crónica y las descripciones, Ciani llega hasta el presente porque la lucha del sacerdote también forma parte de los que días que transitamos.
"Por suerte la vida para él continúa, pero también para todos aquellos que siguen gritando con dolor ¡padrecito, padrecito! Esperando la ayuda que el Pastor de almas libres siempre le ofrece. "El grito de dolor, se levanta de la faz de la tierra, y solo podrá ser callado si el propio pueblo lo silencia", escribe Marcelo Ciani en esta obra fundamental para entender una parte de la historia regional y nacional.
Joaquín Núñez es uno de esos sacerdotes que al conocerlo dan ganas de creer no solamente en Dios sino también en una iglesia que deje de ser un factor de poder al servicio de las minorías y que sea, como sostuviera el protagonista del sermón de la montaña, una herramienta para construir una realidad donde el amor le gane a la muerte y al poder.
Por eso, este libro debe ser doblemente bienvenido. Por el trabajo de Marcelo Ciani y, además, por la lucha permanente de un imprescindible como el padre Joaquín. Bienvenidos a estas páginas.
Carlos del Frade
Rosario. julio de 2015.
Una jueza federal citó a un policía para que aporte datos sobre torturas a sacerdotes
La indagatoria busca profundizar información sobre dos crímenes de lesa humanidad: privación ilegal de la libertad y tormentos agravados.
Días atrás, la jueza federal 1 Zunilda Niremperger de Chaco citó a indagatoria para este martes 6 de agosto al suboficial de la Dirección de Investigaciones de la Policía del Chaco Gabino Manader. El policía integró el personal que estuvo en un centro de detención donde los sacerdotes Joaquín Nuñez y Gianfranco Testa denunciaron haber sido torturados en 1974. Los hechos que se investigan son por delitos de privación ilegal de la libertad y tormentos agravados, considerados crímenes de lesa humanidad.
En los inicios de los años 70, los sacerdotes Núñez y Testa, originalmente pertenecientes al movimiento Rural y Católico, acompañan a la conformación de Las Ligas Agrarias, integrada por pequeños productores, en el intento de conformar el gremio Sindicato Único de Obreros Rurales (Sudor posteriormente UATRE) y la incipiente Federación de Aborígenes del Chaco.
Los sacerdotes Joaquín Núñez de la parroquia de Quitilipi y Gianfranco Testa de la parroquia de Machagai, son detenidos por la Policia del Chaco, el 14 y el 15 de abril de 1.974 y trasladados a la alcaidía de Sáenz Peña, donde son torturados por una comisión de la Dirección de Investigaciones de la Policial del Chaco, encabezada por el jefe y sub jefe comisarios Carlos Alcides Thomas y Wenceslao Ceniquel; el sub oficial Gabino Manader y el agente José María Cardozo. Los policías Thomas, Ceniquel y Cardozo se encuentran fallecidos.
La reconstrucción de los hechos realizada por la Fiscalía Federal se asienta en los relatos de las víctimas, declaraciones de otros detenidos, testimonios de las monjas Nuria Puiggros Sampere, Ruth Ligia María Rodríguez y Epifanía Ceferina Neira, además de actuaciones judiciales e informes médicos de la época.
Despedida
Como despedirte Padre Joaquín sin recordar los hermosos momentos que compartimos juntos y especialmente con la familia Ciani.
Fuiste parte de toda la familia, comenzando desde la amistad con Cacho Ciani y llevándola hasta su hijo, Marcelo, actor fundamental para brindarte un homenaje, a través de la escritura del libro Fray Joaquín Núñez, un pastor de almas libres y por eso voy a citar sus palabras:
"Agradezco al fraile Joaquín Núñez Ledesma, el padre Joaquín, cómo todos los conocemos, el pensar y darme la posibilidad de plasmar en un escrito, dando pinceladas de su extensa y rica vida e intentar interpretar el espíritu de sus acciones y de su gran obra.
Nada más difícil me ha resultado que escribir parte de la vida de Joaquín, que ha luchado y lo seguirá haciéndolo con 76 años ahora y hasta el final. En ocasiones la lucha es un hecho en el existir de una persona, en este caso la ecuación se invierte y la lucha ha sido su propia vida. El dolor del otro, del prójimo, como suele sostener desde su honroso sacerdocio, ha hecho mella en su alma guaraní.
Su oscura piel da claras muestras de su origen ancestral, como el mismo Paraná, que de alguna manera siempre lo acompañó. La bravura guaraní lo transformo en un duro rival para los sectores de poder, que nunca lo pudieron ver flaquear en sus objetivos. La claridad que la identificación con él despojada brinda, ha sido una lanza llena de Amor y entrega. Para mí ha sido una inolvidable experiencia, que llevaré por siempre en mi interior. Sentir su intimidad tan cerca, poder entendernos con pocas palabras, es uno de los valiosos legados que a quienes me continúan les dejaré".
Cuando se acercó ese día en que estaba por escribir el final Había exaltación y tristeza y me dijo: esta noche me voy a tomar un whisky si escribo el final.
Y fue así esa noche con lágrimas en los ojos, su copa de whisky en la mano y la magia de la vida me abrazo fuerte y me dijo: "Llegué al final"
Nos mantuvimos por un rato abrazados y llorando.
Y luego preguntó: "¿Ahora cómo me despido de esta maravillosa historia?"
Después de muchos años me di cuenta que él nunca lo hizo. Marcelo copió tu hazaña por la vida hasta su final, en febrero de 2022. Psicólogo y escritor, él expresó: "Quien ama la vida, en el fondo: Debe amar la muerte. Porque no se logra la muerte sin vida, ni se llega a comprender la vida sin muerte".
Por haber elegido a Marcelo para escribir tu historia, quiero agradecerte y decirte que tu despedida de la vida es sólo material. Al reencontrarse, porque sé que van andar juntos, seguirán charlando del bien cómo solían hacerlo, jugando, riendo y volando alto como almas libres.
Viviana María Flores de Ciani
Fotos: Juane Basso, Flor Vizzi, Archivo Señales