Por: Gustavo González, Presidente y CEO de Editorial Perfil. En Twitter: @gonzalezenzona
Los reportajes autorizados son un clásico de todos los presidentes. Es la forma que tienen de opinar y hacer anuncios sin correr riesgos. Como si estuvieran hablando frente a un periodista que pregunta con independencia, pero sin un periodista que pregunta con independencia.
Una puesta en escena que pretende imitar lo que son las entrevistas profesionales en las que los periodistas preguntan, escuchan y repreguntan, más allá de las molestias que eso pueda generar en el entrevistado.
De ahí que, en general, los gobernantes sean muy cuidadosos en la elección de las personas autorizadas para dialogar con ellos: no quieren sorpresas ni responder preguntas que no deben ser preguntadas.
Javier Milei no es la excepción. Quienes están autorizados a dialogar con él son apenas un puñado de comunicadores que conocen bien el código de conversación a la que pueden aspirar para garantizarse una nueva entrevista y mantener una relación amigable con el poder de turno.
Hoy somos ‘ensobrados’. Éramos ‘la corpo’ para los K, ‘idiotas útiles’ para Menem y ‘subversivos’ para la dictadura
Hasta ahora todos parecen conformes. El Presidente, creyendo que transmite la impresión de haberse expuesto a distintas requisitorias periodísticas. Y los comunicadores, suponiendo que convencieron a la audiencia de que cumplieron con su rol de preguntar con independencia y libertad.
Es la misma sensación que tuvieron otros mandatarios y comunicadores antes. La sensación de que nadie nota el truco.
Pero la historia prueba que ese tipo de relaciones impropias termina quedando al descubierto. Son los Gómez Fuentes de la dictadura, los Neustadt del menemismo, los "6,7,8" del kirchnerismo. Ellos también estaban convencidos de que el truco no se notaba.
Reportajes autorizados. Esta semana volvió a suceder por partida doble.
Una primera entrevista en la que Milei pasó revista a los logros del Gobierno, mostró su ruptura con Victoria Villarruel como si hubiera sido una opinión surgida espontáneamente de la charla, trató de "cucarachas, con perdón de las cucarachas" a los opositores, llamó "comunista" a la presidenta de México y celebró que "el mundo nos tiene admiración".
Más una segunda entrevista con el influencer ruso-estadounidense Lex Fridman, en la que el primer mandatario volvió a atacar, sin contraparte alguna, a los "periodistas ensobrados".
Los "ensobrados" de hoy son los de la "corpo" del kirchnerismo, los "idiotas útiles" del menemismo y los "subversivos" de la dictadura. Los calificativos cambian, pero el significado es el mismo. El poder político repele a aquellos que lo cuestionan.
Frente al amistoso influencer, Milei acusó a los periodistas de ser "mentirosos, calumniadores, injuriadores, extorsionadores, ladrones, corruptos, violentos y torturadores". Así, de corrido.
Y se quejó porque "a pesar de que nosotros generamos noticias maravillosas todas las semanas en gran cantidad, los medios hablan pestes".
La primera de las entrevistas había tenido lugar en el canal del grupo La Nación, uno de cuyos accionistas, Julio Saguier, ya había sido agredido por el Presidente. Es un ejemplo de lo que Milei parece pretender de la prensa: no alcanza con poseer la señal de noticias que más acompaña al oficialismo para no ser atacado por el jefe del oficialismo.
De hecho, se podría decir que la mayoría de los medios hace esfuerzos por bajar su tono crítico y resaltar las noticias positivas del Gobierno. Ya sea por convicción, para acompañar las expectativas de una parte de la población, por temor a las represalias o por simple oportunismo.
Pero eso no es suficiente. La pretensión presidencial sería que sólo aparezcan en los medios sus "noticias maravillosas". De lo contrario, serán considerados ensobrados, extorsionadores, etc., etc.
Más presiones. Semanas atrás, el dueño de un importante grupo de radios se quejó ante un alto funcionario porque lo discriminaban con la publicidad oficial y no le pagaban la que le debían. El empresario no podía creer que, teniendo una radio líder, ampliamente oficialista, le infringieran el mismo castigo que a una editorial crítica como Perfil.
La respuesta lo paralizó: le explicaron que mientras mantuviera a uno de sus conductores no alineados con el Gobierno al frente de un programa diario, para Milei él era "igual que Fontevecchia y vas a recibir el mismo tratamiento".
En los próximos días se sabrá si este empresario será capaz de resistir la presión oficial o si su medio perderá a uno de los conductores más reconocidos de la radio.
El ideal del poder es un mundo sin periodistas ni entrevistas molestas. Aunque, en el mientas tanto, acepta un mundo con periodistas y entrevistas autorizadas.
Cuando Milei sostiene que, gracias a la red X de su amigo Elon Musk, las sociedades ya no necesitan del periodismo profesional, no aclara que en su utopía de un mundo sin periodistas el mayor problema lo tendrían los críticos del poder de turno. Sin aquella intermediación, serían los ciudadanos comunes los que deberían exponerse a dar sus opiniones y a pedir explicaciones, a falta ya de aquellos que eligieron por profesión la de analizar, informar e investigar al poder. Asumiendo los peligros que eso significa.
Incluso correrán riesgos aquellos que circunstancialmente apoyen al Gobierno. Como queda claro ahora con Milei y antes con otros, el poder autoritario suele castigar hasta las menores disidencias.
Al dueño de una radio oficialista le dijeron que si no echaba al periodista recibiría el mismo tratamiento que Perfil
Además, la utopía mileista de un mundo sin intermediación periodística esconde la distopía de que esa intermediación representada por miles de fuentes periodísticas, sería reemplazada por la intermediación de sólo unos pocos.
Un monopolio como el de la red X, en donde una persona (Musk) tiene el dominio sobre algoritmos capaces de promocionar determinadas ideas y esconder otras.
Preguntas no autorizadas. Pero mientras los periodistas sigamos existiendo, nos queda la esperanza de que algún día el Presidente conceda un reportaje no autorizado en el que se le puedan hacer preguntas. Como por ejemplo estas diez:
Ojalá algún día eso sea posible.
Los reportajes autorizados son un clásico de todos los presidentes. Es la forma que tienen de opinar y hacer anuncios sin correr riesgos. Como si estuvieran hablando frente a un periodista que pregunta con independencia, pero sin un periodista que pregunta con independencia.
Una puesta en escena que pretende imitar lo que son las entrevistas profesionales en las que los periodistas preguntan, escuchan y repreguntan, más allá de las molestias que eso pueda generar en el entrevistado.
De ahí que, en general, los gobernantes sean muy cuidadosos en la elección de las personas autorizadas para dialogar con ellos: no quieren sorpresas ni responder preguntas que no deben ser preguntadas.
Javier Milei no es la excepción. Quienes están autorizados a dialogar con él son apenas un puñado de comunicadores que conocen bien el código de conversación a la que pueden aspirar para garantizarse una nueva entrevista y mantener una relación amigable con el poder de turno.
Hoy somos ‘ensobrados’. Éramos ‘la corpo’ para los K, ‘idiotas útiles’ para Menem y ‘subversivos’ para la dictadura
Hasta ahora todos parecen conformes. El Presidente, creyendo que transmite la impresión de haberse expuesto a distintas requisitorias periodísticas. Y los comunicadores, suponiendo que convencieron a la audiencia de que cumplieron con su rol de preguntar con independencia y libertad.
Es la misma sensación que tuvieron otros mandatarios y comunicadores antes. La sensación de que nadie nota el truco.
Pero la historia prueba que ese tipo de relaciones impropias termina quedando al descubierto. Son los Gómez Fuentes de la dictadura, los Neustadt del menemismo, los "6,7,8" del kirchnerismo. Ellos también estaban convencidos de que el truco no se notaba.
Reportajes autorizados. Esta semana volvió a suceder por partida doble.
Una primera entrevista en la que Milei pasó revista a los logros del Gobierno, mostró su ruptura con Victoria Villarruel como si hubiera sido una opinión surgida espontáneamente de la charla, trató de "cucarachas, con perdón de las cucarachas" a los opositores, llamó "comunista" a la presidenta de México y celebró que "el mundo nos tiene admiración".
Más una segunda entrevista con el influencer ruso-estadounidense Lex Fridman, en la que el primer mandatario volvió a atacar, sin contraparte alguna, a los "periodistas ensobrados".
Los "ensobrados" de hoy son los de la "corpo" del kirchnerismo, los "idiotas útiles" del menemismo y los "subversivos" de la dictadura. Los calificativos cambian, pero el significado es el mismo. El poder político repele a aquellos que lo cuestionan.
Frente al amistoso influencer, Milei acusó a los periodistas de ser "mentirosos, calumniadores, injuriadores, extorsionadores, ladrones, corruptos, violentos y torturadores". Así, de corrido.
Y se quejó porque "a pesar de que nosotros generamos noticias maravillosas todas las semanas en gran cantidad, los medios hablan pestes".
La primera de las entrevistas había tenido lugar en el canal del grupo La Nación, uno de cuyos accionistas, Julio Saguier, ya había sido agredido por el Presidente. Es un ejemplo de lo que Milei parece pretender de la prensa: no alcanza con poseer la señal de noticias que más acompaña al oficialismo para no ser atacado por el jefe del oficialismo.
De hecho, se podría decir que la mayoría de los medios hace esfuerzos por bajar su tono crítico y resaltar las noticias positivas del Gobierno. Ya sea por convicción, para acompañar las expectativas de una parte de la población, por temor a las represalias o por simple oportunismo.
Pero eso no es suficiente. La pretensión presidencial sería que sólo aparezcan en los medios sus "noticias maravillosas". De lo contrario, serán considerados ensobrados, extorsionadores, etc., etc.
Más presiones. Semanas atrás, el dueño de un importante grupo de radios se quejó ante un alto funcionario porque lo discriminaban con la publicidad oficial y no le pagaban la que le debían. El empresario no podía creer que, teniendo una radio líder, ampliamente oficialista, le infringieran el mismo castigo que a una editorial crítica como Perfil.
La respuesta lo paralizó: le explicaron que mientras mantuviera a uno de sus conductores no alineados con el Gobierno al frente de un programa diario, para Milei él era "igual que Fontevecchia y vas a recibir el mismo tratamiento".
En los próximos días se sabrá si este empresario será capaz de resistir la presión oficial o si su medio perderá a uno de los conductores más reconocidos de la radio.
El ideal del poder es un mundo sin periodistas ni entrevistas molestas. Aunque, en el mientas tanto, acepta un mundo con periodistas y entrevistas autorizadas.
Cuando Milei sostiene que, gracias a la red X de su amigo Elon Musk, las sociedades ya no necesitan del periodismo profesional, no aclara que en su utopía de un mundo sin periodistas el mayor problema lo tendrían los críticos del poder de turno. Sin aquella intermediación, serían los ciudadanos comunes los que deberían exponerse a dar sus opiniones y a pedir explicaciones, a falta ya de aquellos que eligieron por profesión la de analizar, informar e investigar al poder. Asumiendo los peligros que eso significa.
Incluso correrán riesgos aquellos que circunstancialmente apoyen al Gobierno. Como queda claro ahora con Milei y antes con otros, el poder autoritario suele castigar hasta las menores disidencias.
Al dueño de una radio oficialista le dijeron que si no echaba al periodista recibiría el mismo tratamiento que Perfil
Además, la utopía mileista de un mundo sin intermediación periodística esconde la distopía de que esa intermediación representada por miles de fuentes periodísticas, sería reemplazada por la intermediación de sólo unos pocos.
Un monopolio como el de la red X, en donde una persona (Musk) tiene el dominio sobre algoritmos capaces de promocionar determinadas ideas y esconder otras.
Preguntas no autorizadas. Pero mientras los periodistas sigamos existiendo, nos queda la esperanza de que algún día el Presidente conceda un reportaje no autorizado en el que se le puedan hacer preguntas. Como por ejemplo estas diez:
—En apenas un año, avanzó mucho en su promesa de destruir al Estado. ¿Cuánto tiempo más duraría esta transición hacia el anarcocapitalismo que siempre pregona?Cada periodista tiene el derecho de preguntar lo que le parezca más interesante, siempre que lo haga con respeto y con el genuino deseo de entender. Con independencia del poder de turno y sin censura ni autocensura.
—¿Sigue creyendo que el Papa es el enviado del Maligno y que Xi Jinping es un comunista asesino?
—Según su razonamiento habitual, ¿Trump no sería comunista, con su defensa del Estado y su proteccionismo económico contrario al libre mercado total que usted pregona?
—¿Le parece democrático llamar "Nido de Ratas" a un Congreso donde conviven los representantes que la sociedad eligió?
—¿Por qué insulta a las personas que no piensan igual? ¿No teme que la violencia verbal que emana derrame en violencia social?
—¿Cómo cree que marcó su personalidad la crueldad que usted cuenta que recibió de niño?
—¿Considera que plagiar en sus libros a otros autores está mal, o cree que en realidad, no deberían existir los derechos de autor?
—¿Por qué dice que tiene cinco perros cuando los demás sólo ven cuatro? ¿Por qué oculta un tema aparentemente menor como que su perro Conan dejó de existir hace años?
—Según sus viejos amigos, usted cree ser capaz de comunicarse con seres fallecidos. ¿Podría contar cómo adquirió esa capacidad, qué rol juega en ello su hermana Karina y cómo funciona el procedimiento?
—¿Por qué después de haber asegurado que no habría publicidad oficial para nadie, el Estado distribuye miles de millones a través de empresas como YPF, Aerolíneas y un banco oficial como el Nación?
Ojalá algún día eso sea posible.
Fuente: Diario Perfil