Estamos velando los años ochenta
Por: Osvaldo Bazán
Primavera democrática. Paro de la CGT. Revista Humor. Wadu Wadu. Qué cosa fuera la maza sin cantera. Pantalones nevados. Simon. Les hablé con el corazón, respondieron con el bolsillo. Regreso sin gloria. Los Schocklender. Paro de la CGT. La mano de Dios. Vida interior y el Romancero del Eustaquio. La Patota cultural. El manochanta. El diario del Juicio a las Juntas. Los redonditos en Bambalinas. Bukowsky. Paro de la CGT. Yo hago puchero, ella hace puchero. Nosotros y los miedos. Los videoclubs. Psicobolche. El chico de la moto de Rumble Fish. Gracias, León. Esta es la gente del futuro. Debajo de la cama asoman sus zapatos, Mirta gracias por todo. Prince. Fiscal Strassera. Paro de la CGT. Grondona White. Hombres de ley. Revista Libre. Arteche y la puta madre. Bonanno con dos enes. Like a Virgin. God bless you. Las nubes de Úbeda. Paro de la CGT. Darío Fo. A vos no te va tan mal, gordito. Ley sindical. Página 12. El video de Thriller. Las madres de la plaza. Super Snooper. Camila Perissé. Cortázar. Spolverino negro. Paro de la CGT. Viedma Carmen de Patagones. Otra historia de amor. Nina Hagen y New York, New York. La república perdida. Alejandro Romay. Do do do, da da da. Olguín es triste. Todavía cantamos. Aída Bortnik. La historia sin fin. Paro de la CGT. Cordialmente. La Tablada. El gordito de gafas. Afganistán. Las brigadas de café a Nicaragua. Otro hierro caliente. Tom Lupo. Housemartins. Ruggero. ¿Por qué no puedo ser del jet set? Siddartha. Érase una vez el hombre. Cerdos & Peces. Paro de la CGT. El Turco Asís. Himno de mi corazón. Los contras. Jorge Lanata. Sueño de una noche de Belgrano. Compromiso. Crece desde el pie, musiquita. La bonita página. Prix D’Ami. Nunca más. Talking Heads. Clics Modernos. Anillos de oro. Paro de la CGT. Osvaldo Soriano. Hugo Paredero. Quiero morir tocando ska. Got my mind set on you. Volver al futuro. Se come, se cura, se educa. Te quiero pero estás tan gorda, presiento que no sos moderna. All that jazz. Matías Rust. Pra frente, Brasil. Irán Irak. Paro de la CGT. Uno, dos, ultraviolento. Sólo se trata de vivir. Ladislao, estás ahí? SIDA. Lalo Mir. Alerta que camina el changuicacerismo por América Latina. Asesinato en el senado de la Nación. Me vuelvo cada día más loca. El exilio de Gardel. Respiración Artificial. Revista El Porteño. De qué estás hablando Willis? El cubo mágico. El MTP como Movimiento Todos por la Patria y no como Media Transfer Protocol. Paro de la CGT. Patricia Sarán en el ascensor. Alende no se vende. Florencia Canale. Las tardes del sábado con Badía & Cía. Teem. La sobrecarga. Parado sobre la muralla que divide todo lo que fue de lo que será. Sólo quiero Rock & Pop. Paro de la CGT. We didn’t start the fire. Rosario, FM 97, Después de hora. Punto G. La luna. Identikit. Patricia Dibert. Risario. Los sándwichs de milanesa de La Buena Medida. Ruta 0. Boys don’t cry. Serpaj. La deuda externa. La casa está en orden. La casa está en orden. La casa está en orden. Paro de la CGT. Lo que creímos. La pérdida de la inocencia. Raúl Alfonsín. Están velando a los años ’80. Oficialmente, ha muerto nuestra juventud.
Una expresión de los valores que faltan
Entre el llanto y el respeto, una multitud homenajeó en Alfonsín dos virtudes: la honestidad y la tolerancia. Parece poco para convocar a tantos.
Por: Susana Viau
A Raúl Alfonsín la vida le dio la oportunidad de expresar a los argentinos dos veces. La primera sucedió en diciembre de 1983, cuando una nación empobrecida, salpicada por una lluvia de sangre y vejada ante el mundo por la aventura de Malvinas llevó a la presidencia a un político tradicional convencido de la necesidad de progreso, a un cristiano practicante que le prometía el divorcio vincular, a un abogado de clase media que había defendido presos políticos, a un ex cadete del Liceo Militar que denunciaba las salvajadas de sus antiguos camaradas y se había opuesto a la Guerra del Atlántico Sur.
Alfonsín se ofrecía como la salida de aquella noche oscura que había hundido en la abyección a unos y en el sufrimiento a otros. Entonces, buena parte de la ciudadanía advirtió que la existencia de la CONADEP podía redimirla de haber sido “derecha y humana”; que la opción del Grupo Contadora la rehabilitaba del alineamiento servil –y para colmo inútil– con Washington; que esa democracia extraña, de la que nadie sabía decir si había venido, si había llegado o si había aparecido por casualidad, un buen día, se legitimaba ex post facto con el juicio a las juntas militares.
La campaña electoral había estado impregnada por esa tensión: los que sabían que el patoteo sindical había estado en el corazón de la discordia se toparon con un paro lanzado por la UTA para boicotear el acto de la UCR en Ferrocarril Oeste: quienes buscaban arrancar de cuajo la simiente de la Triple A se dieron de bruces con la quema de un cajón y un eslogan, acuñado por Guardia de Hierro: “Somos la rabia”. A esa frase desdichada el abogado de Chascomús le opuso otra de efecto balsámico : “Somos la vida”. El último acto radical, el de cierre, fue por pedido de Alfonsín en la 9 de Julio. “¿Y si no llenamos?”, le plantearon. “Si no lleno la 9 de Julio no puedo ser presidente”, contestó. Llenó, habló del “imperialismo que hoy puso su mano en (la isla de) Granada” y concluyó, según su costumbre, con el préambulo de la Constitución.
Es verdad que el mismo gobierno del juicio a las juntas iba a imponer las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final; es verdad que el proceso de movilización se amesetaba; es verdad que se resignó al fracaso de la ley sindical; es verdad que hubo una Semana Santa y un Felices Pascuas. Pero Raúl Alfonsín era hijo de las revoluciones del siglo XVIII, no de las revoluciones del siglo XX.
El lunes, la noticia de su muerte propició a su gente la segunda oportunidad. Entre el llanto y el respeto, una multitud incalculable homenajeó en él dos virtudes: la honestidad y la tolerancia. Parece poco para convocar a tantos. A menos que lo que esto señale sea una aspiración, y al pesar se sume una enorme dosis de hartazgo, un malestar que no suelen registrar las agendas políticas. Parafraseando el manifiesto de la Reforma de 1918, quizá los dolores que quedan sean expresión de los valores que faltan.
Papá no podía volar
No sé si al hablar de Alfonsín, hablamos de él o de lo que fuimos, del '83, cuando soñábamos que podíamos ser. ¿Habrá estado él a la altura de aquella Argentina? ¿Habrá estado la Argentina a la altura de él?
Por: Jorge Lanata
La muerte mejora, ennoblece, agranda, tranquiliza. El 30 de octubre de 1983 Alfonsín llegó a la presidencia repitiendo el preámbulo de una Constitución sancionada 130 años antes. Tan atrás estábamos. Nos acostumbramos, después, a que no nos mataran por pensar distinto. Y luego entendimos que había que pagar impuestos, presupuestar el presupuesto. De allí veníamos. A Alfonsín le encantaba aquella –esta- imagen de salvador: Superalfonsín con su capa roja y blanca,
salvándonos de los peligros que nos acechaban.
Escuché ayer, muchas veces, que le debíamos la democracia. Alfonsín debe estar allá, en el cielo, sonriendo “Por fin se dieron cuenta”. Yo sentía, entonces, que cada vez que nos “salvaba”, más nos hundía: nos salvó con las Felices Pascuas y nos salvó con el Pacto de Olivos; ya éramos grandes para salvarnos solos. La democracia, por su lado, había llegado a los empujones gracias a los chicos de Malvinas.
No sé si ahora, al hablar de Alfonsín, hablamos de él o de lo que fuimos; no sé si hablamos del ochenta y tres, cuando soñábamos que podíamos ser. ¿Habrá estado Alfonsín a la altura de aquella Argentina? ¿Habrá estado la Argentina a la altura de Alfonsín?
Asistí cada día al juicio a las Juntas, y estuve en un móvil de Radio Belgrano cuando Alfonsín nos deseó Felices Pascuas. Pertenezco a la generación que escuchó por primera vez el invento argentino de la obediencia debida, aquellas palabras que en otro idioma ni siquiera existen: due obedience, en inglés, obeissence due en francés no se traducen como impunidad en español. Viví los trece paros de la CGT, y el sueño de la capital a Viedma, donde los terrenos triplicaron en vano su precio y las putas se frotaban las manos. Leí entre lágrimas el Nunca Más y vi las fotos de los cuerpos torturados y desechos en La Tablada. Desayuné con Alfonsín en la Quinta de Olivos, y el desayuno cayó por un precipicio cuando se me ocurrió criticar la incorporación de los militares al gabinete, consecuencia de aquel 23 de enero; Alfonsín enrojeció, levantó la voz y todos apuramos el café. Asistí, claro, al Pacto de Olivos cuando Alfonsín combatió al oso abrazándose con él. Y después llegó el vendaval: criticábamos a Terragno por su propuesta para privatizar una parte de Aerolíneas asociándose con SAS; Menem la malvendió en cinco minutos.
¿Le pedimos demasiado a Alfonsín? ¿Alfonsín nos ofreció demasiado? ¿Por qué nunca pudo pedirnos, sinceramente, ayuda? ¿Por qué nunca nos dijo quiénes fueron los responsables del “golpe de mercado” que lo obligó a entregar el poder seis meses antes? ¿No nos habrá tenido confianza? ¿Por qué dijo entonces que el problema de su gobierno fue la comunicación? ¿No estaba él para entendernos a nosotros, o somos nosotros los que debimos entenderlo a él?
En aquellos tiempos los jóvenes de su entorno lo llamaban “Bapu”, que en hindi significa “padre”. Así llamaban al Mahatma Ghandi, padre de la Nación. Hace un rato Luis Brandoni, en el Congreso, decía que Alfonsín fue un padre:
-Se murió papá -recordó Brandoni que se encontró diciendo esta mañana.
Papá no podía volar. ¿Él nos habrá hecho creer que sí, o todo fue sólo parte de nuestro entusiasmo? ¿Y si podíamos volar, y nunca lo hicimos?
Fuente: Crítica de la Argentina
Fotos: TelAm, DyN, AP