Por: Osvaldo Bazán
Primavera democrática. Paro de la CGT. Revista Humor. Wadu Wadu. Qué cosa fuera la maza sin cantera. Pantalones nevados. Simon. Les hablé con el corazón, respondieron con el bolsillo. Regreso sin gloria. Los Schocklender. Paro de la CGT.
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Una expresión de los valores que faltan
Entre el llanto y el respeto, una multitud homenajeó en Alfonsín dos virtudes: la honestidad y la tolerancia. Parece poco para convocar a tantos.
Por: Susana Viau
A Raúl Alfonsín la vida le dio la oportunidad de expresar a los argentinos dos veces. La primera
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Alfonsín se ofrecía como la salida de aquella noche oscura que había hundido en la abyección a unos y en el sufrimiento a otros. Entonces, buena parte de la ciudadanía advirtió que la existencia de la CONADEP podía redimirla de haber sido “derecha y humana”; que la opción del Grupo Contadora la rehabilitaba del alineamiento servil –y para colmo inútil– con Washington; que esa democracia extraña, de la que nadie sabía decir si había venido, si había llegado o si había aparecido por casualidad, un buen día, se legitimaba ex post facto con el juicio a las juntas militares.
La campaña electoral había estado impregnada por esa tensión: los que sabían que el patoteo sindical había estado en el corazón de la discordia se toparon con un paro lanzado por la UTA para boicotear el acto de la UCR en Ferrocarril Oeste: quienes buscaban arrancar de cuajo la simiente de la Triple A se dieron de bruces con la quema de un cajón y un eslogan, acuñado por Guardia de Hierro: “Somos la rabia”. A esa frase desdichada el abogado de Chascomús le opuso otra de efecto balsámico : “Somos la vida”. El último acto radical, el de cierre, fue por pedido de Alfonsín en la 9 de Julio. “¿Y si no llenamos?”, le plantearon. “Si no lleno la 9 de Julio no puedo ser presidente”, contestó. Llenó, habló del “imperialismo que hoy puso su mano en (la isla de) Granada” y concluyó, según su costumbre, con el préambulo de la Constitución.
Es verdad que el mismo gobierno del juicio a las juntas iba a imponer las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final; es verdad que el proceso de movilización se amesetaba; es verdad que se resignó al fracaso de la ley sindical; es verdad que hubo una Semana Santa y un Felices Pascuas. Pero Raúl Alfonsín era hijo de las revoluciones del siglo XVIII, no de las revoluciones del siglo XX.
El lunes, la noticia de su muerte propició a su gente la segunda oportunidad. Entre el llanto y el respeto, una multitud incalculable homenajeó en él dos virtudes: la honestidad y la tolerancia. Parece poco para convocar a tantos. A menos que lo que esto señale sea una aspiración, y al pesar se sume una enorme dosis de hartazgo, un malestar que no suelen registrar las agendas políticas. Parafraseando el manifiesto de la Reforma de 1918, quizá los dolores que quedan sean expresión de los valores que faltan.
Papá no podía volar
No sé si al hablar de Alfonsín, hablamos de él o de lo que fuimos, del '83, cuando soñábamos que podíamos ser. ¿Habrá estado él a la altura de aquella Argentina? ¿Habrá estado la Argentina a la altura de él?
Por: Jorge Lanata
La muerte mejora, ennoblece, agranda, tranquiliza. El 30 de octubre de 1983 Alfonsín llegó a la presidencia repitiendo el preámbulo de una Constitución sancionada 130 años antes. Tan atrás estábamos. Nos acostumbramos, después, a que no nos mataran por pensar distinto. Y luego
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salvándonos de los peligros que nos acechaban.
Escuché ayer, muchas veces, que le debíamos la democracia. Alfonsín debe estar allá, en el cielo, sonriendo “Por fin se dieron cuenta”. Yo sentía, entonces, que cada vez que nos “salvaba”, más nos hundía: nos salvó con las Felices Pascuas y nos salvó con el Pacto de Olivos; ya éramos grandes para salvarnos solos. La democracia, por su lado, había llegado a los empujones gracias a los chicos de Malvinas.
No sé si ahora, al hablar de Alfonsín, hablamos de él o de lo que fuimos; no sé si hablamos del ochenta y tres, cuando soñábamos que podíamos ser. ¿Habrá estado Alfonsín a la altura de aquella Argentina? ¿Habrá estado la Argentina a la altura de Alfonsín?
Asistí cada día al juicio a las Juntas, y estuve en un móvil de Radio Belgrano cuando Alfonsín nos deseó Felices Pascuas. Pertenezco a la generación que escuchó por primera vez el invento argentino de la obediencia debida, aquellas palabras que en otro idioma ni siquiera existen: due obedience, en inglés, obeissence due en francés no se traducen como impunidad en español. Viví los trece paros de la CGT, y el sueño de la capital a Viedma, donde los terrenos triplicaron en vano su precio y las putas se frotaban las manos. Leí entre lágrimas el Nunca Más y vi las fotos de los cuerpos torturados y desechos en La Tablada. Desayuné con Alfonsín en la Quinta de Olivos, y el desayuno cayó por un precipicio cuando se me ocurrió criticar la incorporación de los militares al gabinete, consecuencia de aquel 23 de enero; Alfonsín enrojeció, levantó la voz y todos apuramos el café. Asistí, claro, al Pacto de Olivos cuando Alfonsín combatió al oso abrazándose con él. Y después llegó el vendaval: criticábamos a Terragno por su propuesta para privatizar una parte de Aerolíneas asociándose con SAS; Menem la malvendió en cinco minutos.
¿Le pedimos demasiado a Alfonsín? ¿Alfonsín nos ofreció demasiado? ¿Por qué nunca pudo pedirnos, sinceramente, ayuda? ¿Por qué nunca nos dijo quiénes fueron los responsables del “golpe de mercado” que lo obligó a entregar el poder seis meses antes? ¿No nos habrá tenido confianza? ¿Por qué dijo entonces que el problema de su gobierno fue la comunicación? ¿No estaba él para entendernos a nosotros, o somos nosotros los que debimos entenderlo a él?
En aquellos tiempos los jóvenes de su entorno lo llamaban “Bapu”, que en hindi significa “padre”. Así llamaban al Mahatma Ghandi, padre de la Nación. Hace un rato Luis Brandoni, en el Congreso, decía que Alfonsín fue un padre:
-Se murió papá -recordó Brandoni que se encontró diciendo esta mañana.
Papá no podía volar. ¿Él nos habrá hecho creer que sí, o todo fue sólo parte de nuestro entusiasmo? ¿Y si podíamos volar, y nunca lo hicimos?
Fuente: Crítica de la Argentina
Fotos: TelAm, DyN, AP