El ex presidente argentino se ha rodeado de barones y sindicalistas incondicionales.
Juan Ignacio Irigaray
Sólo ha pasado medio año desde que Néstor Kirchner le traspasó a su esposa la presidencia de Argentina y este miércoles ha asumido importantes responsabilidades públicas: La jefatura del gobernante partido Justicialista (PJ, peronista), en una jugada que garantiza al matrimonio la hegemonía política en el país suramericano.
En la tarde del miércoles (por la noche en España), la Presidenta Cristina Fernández y su marido encabezaron el mítin de la asunción de Kirchner como mandamás del partido oficial, realizado en el campo de fútbol del club Almagro, donde muchos empleados públicos eran transportados en autobuses desde los ministerios y secretarías de Estado.
Aunque Kirchner era la figura estelar del acto, optó por ceder la palabra a su esposa. "Por favor, los de la corneta que dejen hablar", empezó diciendo, enfadada, la Presidenta ante un grupo de animados manifestantes.
"Los convoco a seguir cambiando la Historia tendiendo la mano al que más lo necesita porque con la solidaridad vamos a tener un país mucho mejor", proclamó Fernández de Kirchner en un discurso desprovisto de novedades.
La fórmula de poder bicéfalo -Cristina Fernández en la Casa Rosada y Kirchner, cacique mayor del PJ- asegura a la pareja el control del partido que domina desde hace medio siglo la política en Argentina y se asemeja al modelo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aplicó en México durante décadas.
Pese a que en 2003, cuando asumió la presidencia argentina, denostaba a los barones del PJ acusándolos de mafiosos y amagó con fundar un partido de centroizquierda, ahora Kirchner ha volcado, pragmático, con el partido populista que en 1946 fundaran el coronel Juan Domingo Perón y su mujer, Eva Duarte.
El llamado 'matrimonio presidencial' exhibe su llegada triunfante al partido peronista como un relanzamiento del Gobierno de Cristina Fernández, que según los sondeos privados atraviesa una bajada de popularidad por la galopante inflación -al menos 25% anual- y la persistente huelga de productores agropecuarios, que ya lleva seis dìas en esta segunda etapa.
Sin la realización de elecciones internas, o primarias, Kirchner se ha encaramado a la presidencia del PJ y ha obligado a cerrar filas en torno suyo a los barones peronistas, muchos de ellos gobernadores de provincias y alcaldes del estratégico conurbano bonaerense, donde vive un tercio del electorado nacional.
Y ha colocado de segundos suyos en la cúpula partidaria a varios aliados incondicionales: Hugo Moyano, secretario general de la central sindical única y peronista CGT; Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires; y Jorge Capitanich, gobernador de la provincia de Chaco (norte).
En cambio, han quedado virtualmente fuera del PJ otros personajes que en su momento eran figuras estelares del peronismo: Los ex presidentes Carlos Menem (1989/1989), Adolfo Rodriguez Saa (2001) y Eduardo Duhalde (2001/2003); el gobernador de Córdoba (noroeste) Juan Schiaretti, y los ex gobernadores Carlos Reutemann y Jorge Busti.
Fuente: Diario El Mundo