Jon Lee Anderson* no es un cínico; es un periodista. Kapuscinski, uno de sus maestros, decía que para este oficio, el periodismo, no sirven los cínicos, y Anderson es un periodista comprometido con la gente y con la realidad, compasivo. Sus reportajes en la revista New Yorker cubren las más diversas zonas del sufrimiento humano; ha informado de guerras abiertas o subterráneas, y ha compartido experiencias con los revolucionarios de
Pregunta. En España se está produciendo un juicio, el del 11-M, ambientado por una teoría de la conspiración. No pasó con la tragedia de las Torres Gemelas.
Respuesta. Hay en medio un grupo que ha perdido el poder, que creía que tenía amarrado. Los que fabricaron, sin éxito, una teoría de la conspiración en Estados Unidos fueron gente del extremismo musulmán, y hallaron eco en extremismos similares en otros países. Pero no prosperó. Es gente profundamente antidemocrática. Ésta es una analogía, y ésta es una conclusión: los que promueven esas teorías buscan el poder. Es una maniobra de poder, cínica y burda.
P. ¿En qué momento está viviendo el mundo?
R. Va a venir una hemorragia mundial. No veo nada que nos desvíe de un camino de mayor enfrentamiento y mayor sangre, y una mayor polarización, a corto y mediano plazo. Mira Irak: la inclinación siempre es a peor, y ha sido así desde que cayó Bagdad. No sé, a lo mejor se produce la suerte; en todas las guerras se produce un momento en que la sangre deja de derramarse, pero éste es un tiempo muy crispado y muy peligroso. No hay un fin previsible para los conflictos que están en curso.
P. En esta situación, ¿qué se espera de un periodista?
R. Para mí, un periodista hoy es lo que fue siempre. Somos los que informamos al público, de la verdad, del acontecer cotidiano. Mi misión no ha cambiado; me he sentido atraído, impulsado, obligado a participar como observador y narrador de estos hechos, y pienso que ése es un deber. Al fin y al cabo, soy un ser humano, mi país está muy implicado... En términos generales, el periodismo tradicional está en una crisis, la circulación de los diarios disminuye. Yo mismo compro periódicos más por romanticismo que por otra cosa; me sé la mayoría de los titulares, por la radio, por las webs, por los cartelones electrónicos en las grandes ciudades. De momento, la tecnología no es muy atractiva para leer textos de largo aliento, como los que ustedes publican los domingos, así que por eso leo con interés lo que publica EL PAÍS los fines de semana, la revista del viernes de The Guardian o el weekend del Financial Times. Con la prensa pasará como lo que ocurrió en la época de los dinosaurios: desaparecerán los dinosaurios, pero quedarán los cocodrilos y los tiburones, que sobrevivieron de aquellos tiempos.
P. Será siempre verdad lo que decía Kapuscinski, que los cínicos no sirven para este oficio...
R. Aunque hay mucha gente cínica en el oficio. Es, de todos modos, una expresión un poco tópica del querido Kapuscinski. ¿Cínicos en el sentido de la mentira o del escepticismo?
P. A la falta de interés por los dramas que cuentan...
R. El periodismo como tal tiende a crear personas que llegan a ser un poco cansinas, que terminan no creyendo en nada... Pero por fortuna vienen nuevas generaciones de gente curiosa, que rompen moldes y que intentan no ser cínicos... Y ahora está llena la profesión de bloggers: se democratiza el acceso a la información, pero observo que por esa blogosfera circula mucha teoría de la conspiración. Tenemos una avalancha de información, pero se mezcla con los rumores. El mayor problema es que la gente pueda distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo certero y lo falso.
P. Dice usted, hablando de su libro sobre el Che, que es sobre América Latina. Y afirma que si el Che viviera hoy, sería un moderado. ¿Es la evolución de América Latina?
R. Creo que sí. Todavía hay una izquierda residual, potenciada y encarnada ahora en Hugo Chávez, Evo Morales... Lo vemos en las universidades, en las reivindicaciones campesinas. Las luchas de hoy son adecuadas al nuevo tiempo; quizá la inocencia de noción de la utopía, que llevaba a toda una generación a empuñar armas y a morir por una causa, se ha menguado, en parte por el resquebrajamiento de uno de los polos del mundo,
P. ¿Le cae bien el Che?
R. El joven Guevara me cayó muy bien; en términos abstractos, el Che es muy atractivo. A veces me hago esta pregunta: si me hubiera presentado ante el Che, ¿cómo me habría tratado? Depende de la etapa en que le hubiera pillado, porque hubo diferentes épocas en él, y unas me desilusionaron. Recuerdo que me sentí muy atraído por el joven que iba en busca de filosofías de toda índole, y buscando matices... Tuvo una etapa, como digo, muy atractiva, pero luego se hizo un inquisidor, pasó a ser un verdugo, que veía a su alrededor, siempre, desertores y traidores. Cuando dejó el Congo y se fue a Bolivia, ya no era tan severo; no fusilaba gente por deserción.
P. De los mitos queda Fidel. ¿Cuando muera será el final de una época?
R. Así es. Ya la sucesión está amarrada. Es muy posible ahora que Fidel vuelva a ejercer un rol más público. Para la revolución cubana, eso es un ojalá.
P. Usted es muy aficionado a hacer diccionarios. ¿Qué palabra define este tiempo?
R. Odio. Es lo que lo mueve todo. Es lo que nos tiene agarrados a todos hoy día; es lo que alienta el terrorismo. ¡Ya no hay guerrillas, todos son terroristas! Los guerrilleros como el Che tenían un determinado código ético. ¡Comparado con los terroristas de ahora, es una especie de Robin Hood! Hemos llegado a un punto en que a la gente no le importa inmolarse entre muchedumbres cada día. Eso es el odio, y la reacción también es odio.
*Jon Lee Anderson nació en California en 1957. Se llama "Jon" y no "John", porque su madre prefirió esa versión oriental. Pasa más tiempo trabajando entre las bombas de Bagdad que en su casa. Llama a sus hijos todos los días desde Irak, pero no les dice que los extraña, para no hacerlos sufrir. Escribió una precisa biografía del Che Guevara, y perfiles del dictador Augusto Pinochet, de Hugo Chávez, de Juan Carlos de Borbón, de Fidel Castro y de Saddam Hussein entre muchos otros.
Fuente: El País / Foto: Clarín