El periodista y dramaturgo, Mario Diament, reflexiona sobre el conflicto entre la Casa Rosada y la prensa. Advierte que la Ley de Medios busca crear un monopolio periodístico funcional a los Kirchner
Por: Fernando González
El 17 de marzo de 1992, minutos antes de las tres de la tarde, una explosión tremenda en la embajada de Israel depositó a la Argentina en el infierno del terrorismo global. Mario Diament, por entonces director periodístico de El Cronista Comercial, se fue a caminar entre los escombros para escribir luego una de las crónicas más impactantes de la historia del diario. “Todos somos judíos” se publicó al día siguiente como editorial en la tapa del diario y la frase del título, además de recorrer el mundo, comenzó a utilizarse como emblema de las tragedias que fue sufriendo el país.
Aunque ya hace tiempo que vive en Miami, Diament es uno de los exponentes más lúcidos del periodismo argentino. Integró la conducción del diario La Opinión junto a Jacobo Timerman en los años setenta; fue editor de Clarín, de The Miami Herald y columnista semanal de La Nación. Además se ha convertido en un dramaturgo premiado y sus obras se representan en Nueva York, Londres y Buenos Aires. La semana pasada estuvo en Buenos Aires y habló con El Cronista. Sentado en la tradicional confitería La Richmond, saboreó un capuccino bien porteño y respondió sobre uno de los temas más sensibles del momento institucional del país. La relación tensa entre el Gobierno actual y la prensa independiente.
¿Cómo ves la pelea entre el Gobierno y la prensa independiente?
Como una confrontación que pone al Gobierno no sólo frente a la prensa independiente, sino que pone a los periodistas unos contra otros por iniciativa del Gobierno y sus ataques a la prensa. Y hablo de la prensa y no de las empresas periodísticas. Se ha creado una suerte de dicotomía donde no hay términos medios, no hay grises ni espacio donde uno pueda pararse a reflexionar. Francamente no recuerdo otra época así y a esta altura he pasado por muchas... No recuerdo un fenómeno de esta naturaleza ni siquiera en los años setenta, donde había muchos periodistas militantes. Pero una cosa es el periodismo militante y otra es este periodismo que defiende determinados valores políticos y lo hace abiertamente. Es un fenómeno nuevo con un ataque de un sector contra otro dentro del mundo mediático donde se trata de desvalorizar al periodismo que no está de acuerdo con el Gobierno. Hay una línea de periodistas cuya única función es desautorizar lo que dicen los otros, desentendiéndose de las causas que originan las críticas y golpeando sobre la supuesta dependencia de los otros periodistas con los propietarios de sus medios.
¿Qué tendríamos que hacer los periodistas en este escenario?, ¿qué consejos nos darías?
Creo oportuno asumir que la prensa no es pura, ni transparente. Que hay intereses, hay ideologías. Lo que me niego a aceptar es que un medio periodístico es el resultado de una línea que aplica cada uno de los integrantes de la redacción. Nunca, ni en las peores épocas de este país, en la dictadura, nadie me obligó a mí a escribir nada que yo no quisiera escribir. Ni en La Nación ni en Clarín, y he pasado por ambos. Nadie nunca bajó a decirme “hay que escribir sobre este tema”. Así, toda esta noción de que los integrantes de la redacción de Clarín, La Nación o de cualquier otro medio son soldados que responden a una sola orden y que escriben lo que se les dice, me parece una patraña y el esfuerzo sostenido del otro sector de tratar de demostrar que todo es una conspiración y que cada uno de los redactores de un medio forma parte de ella. Y eso también me parece una maldad. No es así como funcionan los periodistas. Por otra parte, en una democracia, uno tiene que bancarse hasta la mala prensa. Forma parte del libre juego de la democracia y si uno tiene que bancarse a un mal político, ¿por qué no se puede bancar a un mal periodista? De hecho, el Gobierno tiene más poder que la prensa; lo ha tenido siempre. Y si uno tiene que soportar los males de muchos gobiernos, habrá que soportar a muchos malos periodistas con la diferencia de que uno se puede sacar de encima al Gobierno, pero no puede dejar de leer diarios, ver o escuchar programas periodísticos. Ése es el juego libre de la democracia, y el rol de la prensa en la democracia.
¿Qué proyectan, Kirchner o Cristina, con esta estrategia?
Todo intento de controlar a la prensa expone un propósito mental. Pone un temor a que la prensa exponga cosas que uno no quiere que se expongan. No hay otra lectura posible. Si el Gobierno quiere silenciar las críticas es porque no quiere que haya críticas. Quiere transitar lo más fácil donde lo puede hacer libremente y que haya impunidad. Es muy peligroso. Uno no tiene por qué acusar al Gobierno de que todo lo que hace es un acto de mala voluntad, pero desde el momento en que empiezan a desarrollar un ataque sistemático con la prensa uno se pone a pensar que es lo que están tratando de tapar. Aún cuando ellos objetivamente piensen que no están tratando de tapar nada, pero si alguien se molesta tanto por lo que dicen los diarios, la televisión, me pregunto qué es lo que están tratando de que no se diga.
¿Creés que era necesaria una Ley de Medios como la que impulsó el Gobierno?
Tratar del limitar el poder de las empresas periodísticas no me parece mal, porque las empresas periodísticas son ambiciosas y pueden ejercer manipulaciones. En general, las grandes empresas periodísticas son peligrosas, pero lo que me preocupa de esta ley es que no se bandee para el otro lado. Que sea un pretexto, y creo que en el fondo ésta fue la gran intención, de traspasar ese poder de los grandes grupos periodísticos a un monopolio periodístico funcional al Gobierno.
¿Hay antecedentes en EE.UU. o en el mundo de confrontación entre un Gobierno y la prensa con la violencia que se da acá?
No. Hubo acusaciones durante el caso Watergate del gobierno de Richard Nixon al rol que estaba cumpliendo The Washington Post, porque el gobierno republicano estaba diciendo que el diario tenía su corazón del lado demócrata. Pero la realidad demostró que el Post estaba en lo cierto. Los ataques a Obama son feroces, particularmente los de la Cadena Fox. La Cadena Fox no es una cadena de televisión, es parte de un grupo empresario que tiene un poder extraordinario. Que yo recuerde, Obama reaccionó en una o dos oportunidades, pero de manera muy delicada indicando que había ciertas prácticas tendenciosas. No fue más allá. La noción de gobernar es entender que uno gobierna en un sistema donde existe una prensa libre que tiene el derecho a decir lo que quiere, puesto que no es una prensa que se impone a nadie. Nadie está obligado a ver ni a leer ni a creer nada de lo que le dicen. ¿Qué la gente es influenciable?, por supuesto, pero es influenciable a ambas partes. También lo es a la enorme acción de la propaganda del Gobierno.
¿Barack Obama no acusa de destituyente a la Cadena Fox?
No recuerdo que lo haya hecho. La prensa no tiene una historia siempre digna y honesta. Puede ser muy brutal, ¿y qué? Creo que un Gobierno honesto, ocupado de hacer las cosas que se propone hacer, sobrevive a cualquiera de esos ataques.
¿Cómo ves a la prensa argentina más allá del conflicto, en términos de calidad y de veracidad?
Yo creo que no hay más allá del conflicto. El conflicto con el Gobierno está afectando la calidad de toda la prensa. Me parece que es un conflicto que contamina, primero las relaciones de los periodistas entre sí, y de la prensa con el Gobierno. A veces no veo el pudor de ambas partes. Pero la emergencia de medios periodísticos creados para defender al Gobierno, me parece la inconsistencia mayor.
¿Y la utilización hasta de los medios públicos para atacar al resto de la prensa?
Me parece peor aún. Me podrán acusar de ingenuo, pero no entiendo por qué el Gobierno tiene que tener un canal de TV. No veo que esto sea una función del Gobierno, dedicarse a controlar medios. Es la desnaturalización de lo que un medio de prensa es. El gobierno estadounidense no tiene medios de prensa. El gobierno inglés tendrá la BBC que no maneja. La controla el Parlamento y es autónoma. El único valor que tiene la prensa es su credibilidad y desde el momento en que un Gobierno maneja medios, yo dejo de creerle porque no puedo imaginar que alguno de ellos se atreva a hacer una crítica o a defender una posición que sea contraria a la del Gobierno. Entonces, ¿cuál es su arma? Es rigurosamente un medio de propaganda. He visto a muchos respetables periodistas que se convierten en voceros, en agentes de relaciones públicas, en lobbystas del Gobierno, disfrazados de periodistas y eso crea una confusión total. Lo peor que nos está pasando a los periodistas es que la gente ya no nos cree. Ni de un lado ni de otro, nadie cree nada.
¿Qué opinas de la situación de El Cronista, donde hoy el accionista del diario es un grupo que integra el empresario y diputado Francisco De Narváez?
Depende de lo que haga el accionista con su diario. Yo me imagino que si un dirigente político se sienta en un medio es porque cree que tener un diario como El Cronista puede ser un gran negocio. Pero frecuentemente asocio el rol de la prensa con el rol de un sanatorio. Es un negocio que tiene límites éticos que uno no puede transgredir. A mí no me parece que un dirigente político accionista de un diario sea ni más ni menos peligroso que un empresario corriente. Representan la misma naturaleza y se confrontan los mismos peligros. La pregunta es la condición en que se maneja ese medio; cuáles son las reglas que respeta y la independencia del medio periodístico. La clave es que aquellos que creen que pueden manipular a la opinión pública a través de un medio se equivocan. Creo que la gente es más inteligente que ellos y es más fuerte que la manipulación.
¿Cómo está la Argentina en términos políticos, después de 7 años de los Kirchner y de 27 de democracia?
Veo un Gobierno que gobierna en medio de un vacío enorme, no porque la función no exista, o porque no tenga potencialmente la capacidad de funcionar. Básicamente se desarticula en sus propias rencillas internas. Y veo una oposición que, después de ganar las elecciones intermedias, no ha mostrado capacidad de hacer. Veo un Gobierno cuya política central es tratar de mantenerse en el Gobierno. Una suerte de perpetuarse, por momentos por medios legales, y preocupado por hacer política y no por gobernar.
¿Por qué crees que causó tanto impacto en el ‘92 tu columna de “Todos somos judíos”?
Primero porque fue una respuesta a un hecho que conmocionó a la sociedad. Y segundo porque debe haber tocado algún pensamiento que estaba flotando en la conciencia pública y la gente se identificó. Hubo gente a la que no le gustó que yo pusiera que frente a esa circunstancia todos éramos judíos, pero me parece que cuando uno encuentra esto ha tocado elementos que están flotando en la sociedad argentina. A veces es un acto en el cual uno tiene suerte y toca este mecanismo que es la explicación de lo que está sucediendo a la gente.
Fuente: Diario El Cronista