El levantamiento del canal RCTV vuelve a mostrar las dificultades del presidente venezolano para tolerar voces adversas.
Oscar Raúl Cardoso ocardoso@clarin.com
Cuando uno ve el canal noticioso venezolano Telesur es imposible no pensar "ojalá Hugo Chávez no haya eliminado a RCTV para reemplazarla con el estilo de Telesur".
Esta reflexión puede producirse más allá de la posición política que uno asuma en el controvertido tema de la anulación de la licencia de la cadena televisiva más antigua del país que hoy se debate entre los grandilocuentes opuestos de libertad de expresión versus arbitrariedad dictatorial.
Esto sirve para explicar porqué en una cuestión tan importante como la de RCTV, que encarna un problema que se presenta mucho más allá de las fronteras nacionales de Venezuela, el de la convivencia de los sistemas democráticos con la concentración de la propiedad en los medios de comunicación masiva y también con el de la posible arbitrariedad autocrática, puede desviarse hacia argumentos anecdóticos.
Hasta cierta ternura es inevitable cuando uno ve a los periodistas de Telesur abordar la realidad siempre desde la consigna ideológica dura o desde el adjetivo rabioso y a la vez pensar que este es el resultado de un intento por oponer una voz diferente a las de cadenas globales como CNN.
No se trata de que CNN, o aun más la impenitente Fox, no hagan tráfico de ideología. Lo hacen; defienden —como todo medio— intereses que algunas veces son "no santos" o al menos inconfesables a viva voz.
La diferencia es la calidad con que lo hacen, la forma en que se las ingenian para ofrecer siquiera una visión de la realidad y dejar cierto margen para argumentar en su contra. Lo de Telesur se parece más a un discurso bobo que era viejo hace ya varias décadas y que hoy hiede a un tiempo ido.
Hasta
la TV cubana —que no suele ser considerada como ejemplo de libertad por sus críticos— ha aprendido a presentar una visión un tanto más equilibrada que en el pasado.
Pero la calidad es un problema de los que decidan ver, o no ver, las emisiones de cualquier emisora o leer, o no hacerlo, una determinada publicación; lo crítico es cuando las audiencias no tienen esa opción.
Lo que lleva a pensar si Fidel Castro, de haber producido hoy su revolución de más de medio siglo, habría hecho lo mismo que Hugo Chávez con RCTV. Y este interrogante, aunque imposible de responder con certeza, sí nos lleva al fondo del problema: que es aquella relación entre medios de comunicación y democracia y sobre las preguntas que hay que formular para saber si un determinado sistema democrático ha sido vaciado de contenido y solo conserva el nombre como carcasa hueca.
Un empresario argentino que hace negocios en
la Venezuela de Chávez y es un ex marino apeló a una metáfora de su juventud para explicar lo que veía como debilidad en el accionar del controvertido presidente de Venezuela: "Insiste en navegar demasiado cerca de la costa", dijo hace poco en un seminario.
Es bueno preguntarse si con la decisión de sacar a RCTV no lo hace tan cerca que le será imposible no encallar la nave de su revolución bolivariana.
La oposición doméstica y la andanada de críticas a esa determinación —el Senado estadounidense,
la Unión Europea, organizaciones como Human Rights Watch etcétera— que descendió sobre Chávez es tan intensa como no lo era desde la huelga petrolera del 2002/2003 o aun como la que preparó el clima internacional para la torpe chirinada que, en el primero de esos años, intentó desalojarlo del poder con un golpe de estado al estilo rancio de los del siglo XX.
Consideremos algunos de los datos de la cuestión. Chávez había anunciado ya en diciembre pasado —después de ganar su más reciente elección con el 63% del voto popular— que no renovaría la licencia de RCTV y, aunque impregnada de política, la decisión podría haber sido formalmente administrativa y judicial como demanda la ley vigente.
Después que Chávez se movió en dirección de disciplinar la justicia a sus dictados e inscribió a la entidad regulatoria televisiva en el organigrama de uno de sus ministerios —efectivamente privándola de toda autonomía— aquel sayo ya no le cabe al vencimiento sin renovación de la licencia.
No hay duda de que RCTV fue en su momento cómplice en la conspiración contra el orden constitucional que implicó el golpe que intentó colocar al frente, más como muñeco de torta que como potencial estadista, al empresario Pedro Carmona Estanga.
Pero lo mismo puede decirse de la otra cadena privada, Venevisión a pesar de lo cual obtuvo en estos mismos días la renovación de su propia licencia. Debe haberlo ayudado, por cierto, que desde el 2004, el fuego opositor de Venevisión se apagó y limpió su programación de todo vestigio antichavista.
Es interesante notar que el mismo calificativo de "golpista" que Chávez le aplica a RCTV podría caberle a él que en 1992 se alzó en armas contra el gobierno constitucional de entonces.
Este parece ser uno de los problemas de Chávez: cómo integrar a toda la sociedad que gobierna en un proyecto que tolere la diversidad aceptando que, a diferencia de la cubana, su "revolución" lo es solo en nombre porque la que intentó por las armas hace más de una década, fracasó.
Su legitimidad proviene del mandato popular y este supone limitaciones, si provee legitimidad de origen —y en el caso de Chávez es incuestionable— no da inmunidad contra la deslegitimación por ejercicio. Cuando Chávez llegó al gobierno por primera vez tenía el 80% de los medios de su país en manos privadas, la mayoría de ellas hostiles.
Y era difícil no pensar que querría alterar esa relación desfavorable, algo que no disimulan los gritos a favor de la libertad que muchos emiten ahora y que escudan una visión tramposa de la democracia: la que debe consolidar todas las asimetrías existentes so pena de dejar de ser "democrática".
No es verdad; la democracia está asociada a la idea de cambio y transformación que construye una vida mejor. Pero hacer de ese cambio algo maniqueo donde lo que no está de acuerdo con el poder siempre es malo, no es la forma en que este presente funciona mejor.
Fuente: weblog de Oscar Raúl Cardozo