domingo, 6 de julio de 2008

¿Qué festejan?

NdE: Ayer a las 12:13 cunado culminó la elección les dije a mis compañeros en la radio ¿Qué festejan? indignado por lo que la tele mostraba recordé la sesión donde se privatizó YPF (que Néstor Carlos Kirchner festejó por que esto prometía otro futuro para su provincia) y luego Gas del Estado, todas en 1992, más tarde llegó la de la reforma previsional 1993, todas estas festejadas con algarabía por los diputados oficialistas de la época menemista. Hoy quieren volver atrás con muchas de esas cosas. Miguel Bonasso sostuvo "para existir el Estado nacional necesita parte de la renta agraria, minera o petrolera". Resultó gracioso escuchar el cantito "Patria si, colonia no" mientras las multinacionales siguen llevándose riquezas de este país sin dejar nada a cambio. Corearon también "Si este no el pueblo, el pueblo dónde está"... Patricia Bulrrich dijo "Sepan los diputados del interior lo que están votando" y el Diputado Edgardo Depetri le respondió "Sí sabemos qué votar: a favor del pueblo argentino". Anoche un grupo de militantes Kirchneristas, en Tucumán, increparon a agricultores que se habían congregado para escrachar a diputados que regresaban de Buenos Aires. Los punteros políticos golpearon al menos a un hombre y a dos mujeres que portaban pancartas con la palabra “traidores”. ¿Hay motivos para "festejos"?, el Día de Gualeguaychú y el Diario El Argentino también opinan sobre el tema:

Exultantes, los diputados oficialistas festejaban ayer haber logrado aprobar, tras una votación reñida en el Congreso, el proyecto oficial de retenciones. Aunque un sentimiento de desencanto pareció recorrer el campo y el interior del país.
Quizá ese contraste fue el resultado más evidente de la jornada legislativa de ayer. La sensación de que alguien había ganado –el gobierno- y otros habían perdido –los productores agropecuarios.
Aunque nada es tan lineal en la vida y las apariencias engañan. Para ser francos, desde que este conflicto se desató, hace más de cien días, el que viene perdiendo es el país. Y por goleada.
El saldo de tanta absurda puja ha dejado a los argentinos divididos como nunca, la economía paralizada, el gobierno debilitado, las instituciones dañadas, y un descrédito internacional mayúsculo.
¿Hay motivos para festejar en realidad? No es la primera vez que en Argentina se repite lo del Titanic. Esto de celebrar a bordo de un barco que se hunde, es una imagen recurrente en nuestra historia más reciente.
Al margen de la votación en sí, hay que convenir que ver al Congreso sesionando es todo un hallazgo. Ya que hasta ahora ese poder del Estado estaba, como se dice, pintado. Tenía una existencia virtual.
Es decir, congratula ver a los legisladores debatiendo sobre temas impositivos. Lo lamentable es que se haya acudido a ellos ahora y no antes. Y encima no por convicción republicana sino por presión popular (cacerolazo y reclamo del campo).
Pero en la Argentina de la anormalidad institucional –pese al eslogan oficial que nos prometía un “país normal”- la jornada legislativa de ayer merece destacarse como un hecho positivo.
Aunque parece que era mucho pedir, pese a que ese era en el fondo el clamor ciudadano, que el caliente proyecto de las retenciones móviles saliera por consenso. Porque había una esperanza de que el Congreso lograra lo que el gobierno no pudo: acordar con el campo.
Eso hubiera sido un triunfo en toda la línea. Los argentinos, así, nos hubiéramos enterado de que los conflictos no son insolubles, de que el órgano legislativo por excelencia está en condiciones de desactivarlos.
Pero no, lo que prevaleció fue la voluntad del Ejecutivo, avalado por la mayoría numérica en Diputados, sobre los reclamos del campo, que quedó con regusto amargo.
Con lo cual, podría decirse que la intervención parlamentaria no ha resuelto el conflicto real. ¿Cómo ha quedado el ánimo del sector productivo que mueve la economía del interior del país?
¿Acaso cree el oficialismo que aplicando su hegemonía parlamentaria desactivará la bronca campera? ¿Qué rédito saca en tener al sector productivo más dinámico de la economía de rodillas?
Esto de tener humillado al adversario –“es el enemigo”,dijo Hebe de Bonafini- podrá satisfacer la vanidad del jefe que cree que la política es la continuación de la guerra y cuyo poder fue desafiado.
Pero es insano para el país. Bien mirado, es una locura que un gobierno en la Argentina no tenga como aliado estratégico al campo, en un momento internacional excepcional para la producción agroindustrial.
Hay un segundo tiempo en esta historia. El proyecto de las retenciones irá esta semana al Senado, cuyos miembros representan a las provincias. Allí están puestas las esperanzas para que por fin se logre una salida consensuada a la crisis.
Porque de este embrollo se debe salir con el gobierno y el campo juntos; no uno venciendo al otro.
Para que festejemos todos.
¿Acaso es mucho pedir?

Editorial de El Día Gualeguaychú

Celebrando la muerte de las convicciones
Apenas el tablero del recinto confirmó la magra victoria del FPV y de sus últimos y escasos aliados, un vendaval de vítores y abrazos de los legisladores del oficialismo celebraron lo que ya nadie duda fue una victoria a lo pirro, lo cual, seguramente, confirmarán los días venideros.
Algunos más, los de siempre, deben haber celebrado en los sótanos de la decadencia política, el haber puesto presuntamente de rodillas al campo (¿ o definitivamente de pie?).
Nuestra sensación es totalmente contraria a los diputados oficialistas: la República asistió en silencio, agobiada de vergüenza cívica, a la muerte y a las exequias de las convicciones. Es que nadie duda que no se votó por lo que se pensaba o se creía: obraron bajo el peso de una presión insoportable: fue el resultado de la obediencia debida a un señor que, desde las sombras, obligó a los legisladores a ser leales con su esposa, sin importar demasiado que en el camino quedaran hechas trizas los valores esenciales de la democracia.
Seguramente, con el correr de los días se sabrá que no fue necesario apelar a la Banelco, tampoco a la “billetera”, para que las convicciones fueran soterradas en las bancas. Cuando la verdad asome sobre el país, es posible que asome una tempestad y una nueva crisis nos arrase a todos.
Lo peor que temíamos sucedió: la muerte de las convicciones enluta a la moral política nacional, sobre todo cuando se sepa que muchas de ellas se resignaron al oprobio por miedo también a que sus intimidades fueran vulneradas…
Fue una lastimosa la celebración, lo reiteramos, mientras desde lo exterior el mundo se sobrecoge a medida que van viendo la luz algunos entretelones que obligaron a algunos diputados a renegar de sus acendradas convicciones para no caer en desgracia política.
El desdoro político ha sido evidente y lo único que puede reinvidicar a la democracia representativa es que, desde el Senado, comience a corporizarse una nueva, pujante y poderosa Argentina, de modo que nadie se sienta forzado a votar para responder a las veleidades de alguien que presume ser todopoderoso.

Editorial del Diario El Argentino

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