miércoles, 25 de abril de 2007

Del rumor al encierro. IRAR el instituto modelo que se volvió cárcel

Hace años, los vecinos del barrio Triángulo escucharon que en las canchitas del club Loma Negra levantarían una cárcel de menores. Las autoridades lo negaron y hablaron de un "instituto de recuperación". Hoy, el Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario (IRAR) es escenario de abandono, denuncias de torturas y una muerte que encendió la alarma.

El rumor que se volvió realidad
En 1998, corría el rumor en el barrio: levantarían una cárcel de menores. Una mañana de sábado, una oyente de Señales nos alertaba: "Ayer vino el ministro Rosúa con ingenieros, tomaron medidas del lugar y muchos escuchamos que volaban las canchitas… ahí va una cárcel", aseguraba.

Desde el gobierno provincial desmintieron: "solo se trata de un instituto de recuperación de adolescentes".

Sin embargo, cuando visitamos el barrio, la construcción ya estaba en marcha. Nadie había consultado a las vecinas. Aquella visita despertó el reclamo y la exigencia de explicaciones al Ministerio de Gobierno. La respuesta oficial fue categórica: "no habrá cárcel de menores".

El tiempo pasó, se inauguró el flamante "instituto modelo", y nosotros —los molestos de siempre— seguimos llamándolo como lo que parecía ser: una cárcel de menores.

El Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario
El IRAR se levanta en el corazón del barrio Triángulo. Fue inaugurado a fines de 1999, en lo que antes era la canchita de fútbol del club Loma Negra.

Con los años, las promesas de modernidad se desvanecieron. Pocas inversiones, escaso mantenimiento y un deterioro visible marcan hoy la fisonomía del edificio que alguna vez quiso ser "modelo".

El caso Chanchín
El miércoles 18 de abril, Néstor —"Chanchín", de 17 años— llegó al IRAR. Estaba detenido por orden del juez de Menores Juan Leandro Artigas, sospechado de haber participado en el homicidio de Luciano Drovandi, asesinado para robarle la moto. En su casa, la policía halló el rodado, aunque su participación en el hecho no estaba acreditada.

Pocas horas después, Chanchín era trasladado al hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Tenía quemaduras de primer y segundo grado en casi el 80% del cuerpo. Según el parte, se había prendido fuego envuelto en colchones dentro de su habitación. Murió horas más tarde.

Los diputados entran en escena
La muerte de Chanchín forzó una reacción política. Diputados de la Comisión de Derechos y Garantías de la Legislatura visitaron el IRAR. Antes del caso, ni siquiera los dejaban pasar.

"La realidad es otra —dijo la diputada Mónica Peralta—: el IRAR no es un instituto de recuperación; se ha transformado en una cárcel."

Junto a Raúl Lamberto (PS) y Alicia Gutiérrez (ARI), comprobó el estado del lugar tras múltiples denuncias por condiciones de inhabitabilidad.

La Corte toma cartas
La Corte Suprema de Justicia de Santa Fe ordenó a la Cámara de Apelación en lo Penal de Rosario inspeccionar todos los institutos donde haya menores alojados, incluido el IRAR.

Fijó un plazo de tres días para recibir informes sobre las condiciones de alojamiento y dispuso recursos materiales y humanos: médicos, ingenieros, asistentes sociales. La medida surgió a partir de una presentación de la Coordinadora de Trabajo Carcelario y de notas periodísticas que circularon en esos días.

Un sábado de encierro
La mañana en Saavedra y Cullen amaneció sitiada. Policías dentro y fuera del recinto impedían el paso de empleados y administrativos. Ni siquiera el proveedor que llevaba la carne para los internos pudo entrar.

Los familiares también quedaron afuera. Desde los pabellones, los chicos protestaban a los gritos.

La respuesta del ministro
El ministro de Gobierno, Roberto Rosúa, confirmó que —aunque "no es la figura jurídica"— el IRAR "está intervenido". Dijo que se lo transfirió temporalmente al Servicio Penitenciario, desplazó a la directora y aseguró que "hay que garantizar la seguridad, el alojamiento, la asistencia y fundamentalmente la vida de los menores alojados allí". (¿Tuvo que pasar esto para darse cuenta?)

El ministro y el edificio que nació roto
Meses atrás, Rosúa, nos decía: "En el año 1999 se construyó un edificio especialmente diseñado para ser un instituto cerrado que ha sufrido dos grandes embates: uno, el del origen de la construcción, que tuvo graves defectos y derivó en fallas edilicias; y otro, la acción depredadora ejercida desde adentro mismo del IRAR.

Se trata de un instituto con capacidad para 70 personas, construido a un alto costo y diseñado por especialistas en materia de seguridad, pero que presenta gravísimas fallas constructivas y sufre los efectos devastadores de la acción vandálica, sobre todo de los propios alojados. Todo eso terminó generando problemas muy serios.

Por esa razón, nos reunimos con el decano de la Facultad de Arquitectura, quien se comprometió a realizar una pericia técnica para determinar la viabilidad del edificio y establecer sistemas antivandálicos que eviten que se destruya desde adentro.

¿Por qué recurrimos a la Facultad? Porque no puedo acudir a los organismos provinciales: fueron ellos quienes controlaron la construcción, y son ellos los responsables de los resultados que hoy tenemos".

Las voces del personal
Dentro del instituto, los trabajadores respondieron con crudeza: "Lo que sucedió con el chico quemado no amerita esta intervención. No hay falta de seguridad, lo que falta es personal. Somos solo seis trabajadores por turno y hace más de cuatro meses que no cobramos los salarios."

La cucha
Poca luz. Olores pestilentes. Agua y orina en los pisos. Así viven los adolescentes del IRAR.

Una celda —su "habitación"— aloja a chicos con problemas de convivencia. El hedor es insoportable. Orinan y defecan en bidones o bandejas de plástico. A la hora de comer, el piso húmedo es su mesa.

La luz es mortecina; no hay ventanas. Los baños están siempre taponados. Pocos están escolarizados, no existen talleres ni actividades físicas o recreativas. La mayoría ni siquiera accede a los patios.

"Es peor que la cárcel de Coronda", dijo una diputada tras recorrer el lugar. Un delegado de ATE lo llamó "el preescolar de Coronda".

La denuncia internacional
La Coordinadora de Trabajo Carcelario llevó el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Denunció violaciones sistemáticas de los derechos de los niños alojados en el IRAR.

Casi todos son menores pobres, que conocieron el alcohol, la droga y la exclusión antes que la contención del Estado. Niños vulnerados a los que un sistema judicial y penitenciario terminó de quebrar.

El pedido final
Al cierre de esta nota, los diputados que inspeccionaron el instituto emitieron un comunicado: "Se debe desafectar el uso del actual edificio del IRAR, por no reunir las condiciones que requiere un instituto de menores. El eventual traslado debe realizarse a un ámbito que permita cumplir con los objetivos prefijados."

Reclamaron además "la imperiosa necesidad de instrumentar una política de Estado coherente con los Derechos Humanos, destinada a los menores en situación de riesgo y exclusión social", una política que —afirman— hoy la provincia no tiene.
Fotos: Diario La Capital, El Eslabón

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