jueves, 5 de diciembre de 2002

Sobre La Cazadora

Por: Sonia Tessa
Me convocaron para hablar de periodismo y género, y supongo que la invitación se debe al suplemento La Cazadora, que edité en El Ciudadano entre julio y noviembre de 1999. Aún hoy, mirando aquellas ediciones, siento una mezcla de orgullo por el fruto de nuestro esfuerzo con una dosis de autocrítica. Uno de los factores determinantes en ese sentido fue que el suplemento lo hacíamos en los ratos libres del trabajo cotidiano como periodistas de la sección Ciudad, y no le podíamos dedicar el tiempo que necesitábamos.

¿Por qué nació La Cazadora? En principio, fue la inquietud de un grupo de periodistas que sentíamos la necesidad de encontrar nuestro lugar en la redacción. Trabajar en El Ciudadano era apasionante. Estábamos convencidos de que queríamos hacer buen periodismo, nos habíamos apropiado de ese proyecto hasta que la realidad nos dio un masazo en la cabeza, cuando fue fusionado con el diario La Capital.

Lo cierto es que esa redacción, como todas, era muy sexista, machista. Eramos varias mujeres, pero los viernes a la noche los varones de la sección Ciudad se juntaban para comer, como una secta. Escribíamos todos los días, armábamos la sección a la par, pero la palabra de los hombres tenía otro valor, no siempre en el papel escrito, pero sí en las relaciones internas de la redacción.

Les sorprenderá que cuente cómo a partir de una sensación interna de discriminación se armó el proyecto de La Cazadora. No sería justa si negara que las cuatro periodistas que soñamos con ese proyecto siempre encontrábamos la mirada de género para abordar las notas, y no sólo las notas sobre mujeres. Eso fue antes, o más bien el sustrato, para impulsar el suplemento.

A partir de la convicción de que teníamos algo para decir, como mujeres, sobre los temas que todos los días nos convocaban para escribir sobre mujeres, empezamos a concebir aquel proyecto. Queríamos un espacio para poner el foco en temas que habitualmente no eran noticia, y que los jefes desechaban porque la mirada de género no siempre significaba un aporte periodístico para el cuerpo del diario. Queríamos hablar sobre temas que afectaban a la sociedad, pero sobre todo a las mujeres, y hacerlo desde la perspectiva de género que en algunas era intuitiva, y en otras respondía a una mayor formación. Quisimos tomar nuestra palabra y presentamos la idea del suplemento, en un momento en que el diario se planteó la expansión a partir de diversificar su oferta. Como muchas otras cosas, El Ciudadano no sostuvo esa política más que algunos meses, y por eso la salida independiente del suplemento tuvo tan corta vida.

La primera idea era llamar La Ciudadana al suplemento, pero el entonces jefe de redacción respondió que era imposible, que él no podía sectorizar así el nombre del diario, porque "El Ciudadano es para todos". Sin saberlo entonces, mucho más consciente después, Raúl Rey hacía gala de su visión sexista. Ahí empezamos la búsqueda de un nombre, y llegamos a la figura de Diana, la Cazadora, la diosa grecolatina de la luna, los bosques y la caza. Pese a la decepción inicial, creo que el nuevo nombre hizo honor a la búsqueda que emprendíamos. Estaba fundamentado en el editorial que escribí en el primer número del suplemento. Ahora puedo verlo marcado por inquietudes personales, pero les confieso que todavía me parece válido, aunque hoy, seguro, lo escribiría distinto.

En aquel editorial hablaba de Diana Cazadora como la mujer en busca, de aquella que no sólo debe, y quiere, procurar su sustento, sino que también se lanza en la búsqueda de su deseo, con todas las armas a su alcance.

Y además, planteaba como declaración de principios que "La Cazadora es la inteligencia transformadora al servicio de aquella intención que no por muy formulada está vaciada de contenido: hacer que el mundo sea más vivible, exigir la justicia cuando algo nos parece injusto, poner la flecha en el corazón de aquello que nos importa y hacerlo siempre, como mujeres, sin dejar de lado ­como podríamos-- el amor y el deseo, la pasión y los miedos".

Hablar de género es hablar sobre todo de la asimetría de oportunidades. Y acá se imbrica el compromiso de mi práctica profesional, el único que siempre asumí, con los desprotegidos, las víctimas del sistema, las personas que no tuvieron oportunidad de crecer, de desarrollarse. Ese compromiso me llevó de cabeza a cuestiones de género. Porque siempre las mujeres somos más pobres, más explotadas, menos escuchadas. Porque somos más discriminadas en el mercado laboral, porque cumplimos una doble jornada laboral invisible, que no reconocen el Estado ni la familia. Porque el Estado nos condena si decidimos sobre nuestros cuerpos, con su máxima expresión de la penalización del aborto. Porque las reivindicaciones de género se licuan en otros discursos sociales.

Pero para mí, las preocupaciones de género siempre fueron más intuitivas, y ahora, cuando leo sobre el tema encuentro por lo general expresiones que confirman esas intuiciones. Diría que, pese a haber escrito muchísimas notas abordadas desde el género antes de La Cazadora, la reflexión sobre el tema comenzó para mí con este suplemento.

El proceso de elaboración fue complejo, con el invalorable aporte del entonces editor general del diario, Pedro Cantini. Definimos las secciones, con una nota central sobre un tema de género, o la mirada femenina sobre un tema de actualidad. Había también una entrevista a alguna mujer que nos interesara. Queríamos restringirla a temas de género, pero sobre todo hizo gala de diversidad en la elección de las entrevistadas. Además teníamos una sección sobre el bienestar corporal, llamada "La Forma Propia", que escribía Gabriela Morales, y otra de moda, "La Armadura", ideada y escrita por Silvia Querede. Esto es algo que luego quisiera retomar, porque justamente la idea fue hacer una relectura de la factura habitual de las publicaciones mal llamadas femeninas.

También estaba "Esa mujer", una invitación a algunos hombres para que hablaran de una mujer que los hubiera impactado (el título era trillado, porque yo también admiro, como tantos otros, el hermoso cuento de Rodolfo Walsh sobre Eva Perón). Al poco tiempo, Pablo Makovsky empezó a escribir los Feminarios, donde ponía en juego su enorme cultura y sensiblidad para preguntarse sobre el alma femenina. Creo que muchos números de La Cazadora todavía se justifican por esos pequeños textos de Makovsky. No quería hacerles una enumeración sobre el contenido del suplemento, aunque sí contarles que no excluíamos la palabra de los hombres, como una comunicación todavía pendiente. Y que queríamos atraer la mirada de las mujeres que leían el diario, pero sin supeditarla a los prejuicios y estereotipos corrientes.

La columna vertebral del suplemento era su nota central. La revisión de los 18 números que duró La Cazadora en su forma original desnuda que era un producto desparejo, aunque la búsqueda era siempre la misma. Entre las notas específicas sobre género, vale nombrar "Políticas que pelean por su palabra" (de Cecilia Vallina), "Contra el mito del instinto maternal" (de Carolina Monje), "Aborto en Rosario, las cifras del silencio" (de Mariela Mulhall), "Violaciones en casa, un muro de silencio" (de Luciano Couso) y "Ciudadanas, un espacio por conquistar (de Sonia Tessa).

En la intención de dar una mirada femenina a las notas de actualidad, el ejemplo más válido es "A la sombra de los despidos en el puerto" (de Fernanda Blasco), un reportaje sobre las mujeres de los estibadores portuarios que sostuvieron una lucha gremial de meses. Otra nota que quisiera destacar, porque muestra la intención reflexiva del suplemento, fue "Hijas por el nombre del padre" (de Cecilia Vallina y Carolina Monje), que aprovechó las visitas de Adelaida Guevara March (la hija del Che) y Patricia Walsh (hija del escritor argentino desaparecido) para releer la lucha de esas mujeres tras las banderas de sus padres.

Con respecto a las otras secciones: La Forma Propia era fiel a la vastísima trayectoria de Gabriela Morales, cuyo trabajo de reflexión sobre el cuerpo daba cuenta de la complejidad del tema, y no lo reducía a 10 ejercicios pautados. En principio, Gabriela había pensado el nombre "Genoveva, elige tu propia forma", como una invitación que mantuvo su idea original en un nombre más sintético.

La Armadura era una sección con información, que no dejaba de lado la reflexión sobre los usos y costumbres sociales que supone la moda. Silvia Querede retomaba a Oscar Wilde, con su frase: "La gente dice a veces que la belleza es solamente superficial. Puede ser. Pero al menos no es tan superficial como el pensamiento. Unicamente la gente limitada juzga por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es el visible, no el invisible". Y por eso, ella postulaba que "las apariencias no engañan. Sólo plantean un misterio a develar". En cada número de La Cazadora puso un toque reflexivo sobre aquello que para muchas mujeres es "un dictado", y fue siempre más allá de las "tendencias de esta temporada".

Pero las dificultades recién empezaban, y nosotros tuvimos que combinar nuestro trabajo de todos los días con el suplemento, que era visto algo así como un hobby, en el mejor de los casos, o un curro para ampliar nuestros ingresos. También hubo cuestionamientos de otras mujeres de la redacción, que se sentían marginadas del proyecto. Trabajar fuera de horario, durante el fin de semana, garantizar el cierre pese a las dificultades que nuestra tarea nos ponían día a día, hicieron que el suplemento fuera desparejo, que muchas veces no pudiéramos dedicarle el tiempo que se merecía.

Y además, empezaron las críticas. Desde la dirección del diario, porque no era un producto típicamente femenino, porque sus secciones más comerciales, como deberían ser la de gimnasia y la de moda, no estaban concebidas para vender, porque no era vendible. A partir de mi trabajo de más de diez años como periodista de medios masivos, sé que una de las reglas de esta profesión es generar productos atractivos, porque es necesario convocar a los lectores, pero nuestra lectora modelo no era la que se proponía el diario para este segmento. No había dietas, no había ejercicios abdominales, no había lista de prendas imprescindibles en todo guardarropa, o por lo menos no siempre.

Fue por eso que en noviembre, el suplemento quedó subsumido en un nuevo intento del diario, que era una especie de revista dominical llamada Temas y Manías. La Cazadora siguió siendo una sección de esa revista, pero yo consideré que eso no era el espacio por el que yo había peleado y si bien escribí un par de notas, dejé de hacerme cargo de la edición.

Aunque las mencioné como autoras de las notas que creo más valiosas de la existencia de La Cazadora como suplemento, quiero subrayar que yo fui impulsora y editora de un intento que fue posible por los aportes de Carolina Monje, Cecilia Vallina y Fernanda Blasco. La diagramadora, Mariana López, mantuvo un compromiso con el producto que fue determinante, y Pedro Cantini no dejó jamás de ser el maestro con la palabra precisa para zanjar una duda, o repensar un enfoque.

Ahora que pasó un tiempo y puedo verlo sin pasión, creo que La Cazadora fue un buen intento, al que le faltó tiempo pero no esfuerzo. Fue la única vez que me plantee trabajar en forma exclusiva la mirada de género, y creo que las huellas que dejó La Cazadora en muchas mujeres feministas, o interesadas en temas de género, --y ojalá también en algunas otras lectoras más desprevenidas-- valieron el esfuerzo.
Fuente: Agencia Rima

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