miércoles, 21 de mayo de 2008

Medios y fines

Por Natalia Calcagno*
La propiedad de los medios de comunicación (TV, radio y publicaciones periódicas) en la Argentina actual se encuentra fuertemente centralizada. Esta concentración es identificable según tres direcciones: horizontal (adquisición de varios medios de comunicación del mismo tipo), vertical (adquisición de empresas de otras áreas que conforman la cadena de valor, por ejemplo, una licenciataria de TV se convierte en productora de contenidos) y conglomeral (diversificación de la presencia corporativa en distintas esferas de los medios de comunicación y en sus auxiliares, nuevas tecnologías de la información y la comunicación). Estos tres tipos de concentración se profundizaron, con extraordinaria fuerza, desde la década del noventa. Hoy, los seis grandes grupos multimedios (Clarín-Artear, Admira-Telefónica, América Multimedios, HMT&F, Grupo Hadad y La Nación) controlan o tienen participación accionaria en alrededor de 200 medios de comunicación.
Esto genera que las estrategias masivas de comunicación de la radio, la TV, los diarios y las revistas estén definidas por pocas manos. Por ejemplo, en el caso de la TV abierta, los tres principales grupos multimedios (Clarín, Admira-Telefónica y América Multimedios) poseen el 60 por ciento de las televisoras abiertas de gestión privada. Esta concentración genera un impacto no sólo económico sino también cultural.
En efecto, los medios de comunicación son distribuidores masivos de contenidos, en los más diversos formatos y géneros. Programas, films, ideas, músicas, voces, texturas; símbolos, en suma, de todo tipo: políticos, deportivos, sociales. Entre otras cosas, esto quiere decir que ponen en circulación algunas películas y otras no, algunos libros y otros no, algunos discos y otro no. Es decir, definen la oferta cultural por antonomasia, los alcances y las variaciones de los consumos culturales masivos, controlan la cocina y el menú. De modo que la problemática de los medios de comunicación es un asunto cultural de primer orden y, por lo tanto, compromete a los hacedores de la cultura: a los gestores, a los funcionarios y a las amplias franjas de consumidores culturales, que bien podrían ser redefinidos, antes que como clientes, como ciudadanos con derechos culturales.
Los medios de comunicación establecen agendas, definen prioridades, configuran la opinión pública y la cultura contemporánea, es decir, los supuestos y las preferencias, a una escala diaria e inmediata, implacablemente decisiva. La mercancía que “venden” los medios es una mercancía que debería llevar en alguna parte la etiqueta de “frágil”, como un juego de cristalería. Y, a la vez, su contenido es de alto voltaje. Su espesura impacta directamente en los valores de la sociedad, la identidad colectiva, la formación ciudadana, es decir, en la cultura argentina. Los contenidos mediáticos no son sólo un tema periodístico editorial sino que involucran el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo cultural.
Los medios de comunicación hoy son básicamente grandes holdings empresariales -nacionales y extranjeros- que definen sus estrategias de comunicación, en última instancia, con fines comerciales, con una lógica de mercado que responde a sus intereses particulares. Sin embargo, el derecho a la información y el fortalecimiento de la cultura nacional son cuestiones que exceden en mucho a la lógica de mercado y, como su desarrollo es una cuestión de interés común, es imprescindible que el Estado observe y resguarde se plena vigencia.
En este sentido, es preciso que toda la sociedad, y en especial los tomadores de decisión, tomen conciencia de que los medios de comunicación, como el resto de las industrias culturales son, además de un sector económico importante con una gran potencialidad de crecimiento, vehículos poderosos y estratégicos para la defensa de valores, el desarrollo humano integral, la defensa de las identidades comunitarias, nacionales y regionales, el ejercicio de la cultura como una dimensión central de la ciudadanía, una cultura que no oculte ni naturalice la desigualdad social, que promueva a autores y artistas nacionales, que fomente la creatividad y la imaginación.
Desde esta perspectiva, el debate actual sobre el accionar de los grandes grupos multimedios es una apuesta por la democracia, la inclusión social y la diversidad cultural en la Argentina.

* Coordinadora del Laboratorio de Industrias Culturales y del SInCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina), Secretaría de Cultura de la Nación.


Fuente: Página/12

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