Hace un tiempo atrás, los alcahuetes del Gobierno salieron a exigir que los periodistas de los medios que ellos denominan “hegemónicos” renunciaran a sus trabajos. El llamado no hacía referencia a la manipulación informativa propia, la censura y la creciente regimentación que ofrecen los medios estatales y para estatales. El canciller Héctor Timerman fue uno de los abanderados de esta propuesta, lanzada en el contexto de uno de los momentos más álgidos del enfrentamiento por los bienes gananciales del otrora matrimonio de los K con el monopolio Clarín, luego de un idilio que duró todo el mandato del ex presidente. Al ex periodista le siguió un coro de vociferantes de esa perspectiva, entre los que se contaron varios del bien remunerado panel de 6,7,8 y hasta dirigentes de la Federación de Trabajadores de Prensa (FATPren) y el denominado grupo del Foro de la Comunicación y otras organizaciones kirchneristas, quienes lo plasmaron en una solicitada
Ahora, a la luz de lo sucedido en los últimos hechos de represión y violencia contra el campo popular, se puede observar con mayor nitidez todavía la perfidia de esa posición. Tanto en las jornadas en las que una patota de la Unión Ferroviaria acabó con la vida de Mariano Ferreyra, como en el ataque fascista de la Federal, la Metropolitana y los punteros macristas contra los ocupantes del Parque Indoamericano en Villa Soldati, hemos visto que reporteros gráficos y cronistas, en momentos terribles de crisis y tensión, incluso arriesgando sus vidas, relatan los hechos en forma objetiva e incluso sacan conclusiones que juegan un papel clave en la difusión de las luchas y también en el terreno judicial.
Lo hacen, incluso, violentando la línea editorial de los medios a los que pertenecen, como fue el caso de la periodista de C5N que refutaba sistemáticamente los intentos de la conducción del noticiero para hacer aparecer la emboscada de Barracas como un “enfrentamiento”. Las imágenes eran dramáticas: la periodista, aún sumida en una crisis por lo que había tenido que ver (“Ví morir a Mariano al lado mío”, relató días después en un encuentro casual con trabajadores de La Naranja) enfrentó palmo a palmo, casi obstinadamente, la versión que le querían imponer desde el canal de Daniel Hadad sobre una presunta “pelea entre gremialistas y piqueteros”.
-Pero del otro lado les tiraban piedras, (a los patoteros de la Unión Ferroviaria)-, la azuzaban desde el “piso”.
-No, no hubo enfrentamiento. Los tercerizados se estaban retirando pacíficamente y los persiguieron desde atrás y los emboscaron. Las piedras que vos ves son las que los tercerizados devolvieron para defenderse de la patota que se las tiró primero-, contraatacó la joven cronista.
La propia periodista y las imágenes tomadas por el camarógrafo están jugando un rol clave en la causa para dar con los culpables del asesinato de nuestro compañero.
En Villa Soldati ocurrió algo similar. “Yo ví como se cayó solo, yo ví como se cayó”, se escucha al cronista del canal TN, mientras un policía lo amenaza para que se retire y deje de filmar, mientras otro policía intentaba vender la versión de que el joven ensangrentado que aparecía en el piso estaba así tras sufrir una caída sin intervención policial. El camarógrafo resiste y sigue filmando, aún cuando se escucha, en referencia a él o a otra de las víctimas, “ponelo al guacho, ponelo al guacho”. Estremecedor.
Existe una versión que indica que TN no publicó estas imágenes en un primer momento, las que sólo habrían visto la luz por la presión del camarógrafo. Ahora, por supuesto, utiliza demagógicamente la valentía del camarógrafo para publicitar su “Periodismo Independiente”. Si esto es así no sería una novedad: en 2002, las fotos que mostraban a Franchiotti como asesino de Kosteki y Santillán tardaron 24 horas en conocerse y también vieron la luz por la presión del autor de las imágenes.
Si los compañeros hubieran seguido los consejos K de renunciar como salida a la manipulación y la censura que ejercen las patronales sobre su tarea periodística nunca hubiéramos conocido esos impresionantes testimonios informativos. Y tendríamos algunos compañeros menos con los cuales contar para desarrollar una organización de trabajadores de prensa que, además de la lucha por sus reivindicaciones salariales y de condiciones de trabajo, ponga límites a la manipulación informativa. La expulsión de la burocracia sindical de la UTPBA y de FATPren es fundamental para la lucha contra la manipulación de los medios capitalistas, sean privados o estatales.
La organización independiente de los periodistas es la única salida progresiva y efectiva para desarrollar esa tendencia a veces espontánea, inorgánica y, la mayoría de las veces individual y arriesgada de tantos compañeros, la mayoría, por defender una información veraz y objetiva aún contra los cerrojos del monopolio capitalista de los medios. Esta salida se opone por el vértice a la propuesta derrotista y claudicante, sin perspectiva, de la “renuncia” o de la fuga hacia la constitución de “medios alternativos”, cuya existencia y papel no menospreciamos en la lucha por una comunicación al servicio del pueblo pero que de ninguna manera deben ser un obstáculo o una alternativa a la organización de los trabajadores de los medios concentrados o monopólicos, tanto privados como estatales – y más a estos últimos, que pueden imponer su política con los recursos que da el poder del estado.
Tampoco hay salida en la estatización de contenidos que nos proponen los voceros mediáticos de los K. Coberturas como la del asesinato de Mariano son concluyentes: si sólo ellos hubieran estado en la cobertura estaríamos perdidos en los meandros de la conspiración duhaldista o del “enfrentamiento” gremial sin saber nada de Favale, excepto su costumbre de sacarse fotos con funcionarios y periodistas K. Ni siquiera sabríamos que Mariano era “militante” porque Radio Nacional dispuso que sólo se lo mencionara como “manifestante” y también pensaríamos que nuestro joven compañero actuaba como un outsider, ya que la radio oficial también prohibió que se mencionara a nuestra organización.
La porosidad de los medios hegemónicos no es el resultado de un ‘permeabilidad’ de sus patronales sino que expresa la constante tensión entre los trabajadores de prensa y los capitalistas de los medios que los emplean, en el marco de la tensión objetiva, aguda y creciente, de las contradicciones de la sociedad capitalista. En estas condiciones, los medios estatales tienen más aceitados sus mecanismos de control y censura, incluso la imponen por decreto a medios privados, para unificar la versión de la historia del capital. Cuando el cerrojo se fisura incluso en los medios estatizados – seguramente la situación política ha devenido en revolucionaria. En todo caso, la lucha contra la manipulación informativa e ideológica por parte del capital, requiere una prensa obrera propia – de partidos, sindicatos y organizaciones populares, y una organización independiente y anti burocrática de los trabajadores de las redacciones, las radios y los canales, estatales y privados, en definitiva un sindicato clasista que funcione como escuela socialista de los trabajadores.
Fuente: La Naranja de Prensa