Por: Jorge Orduna*
Enemistados en otros terrenos, el Grupo Clarín, el Estado y las internacionales ecologistas, sí aparecen relacionados en la extranjerización de la Patagonia.
Es bastante conocido que el Grupo Clarín controla en todo o en parte los diarios La Razón de Buenos Aires; Los Andes, provincia de Mendoza; La Voz del Interior, provincia de Córdoba; las revistas Elle, Rumbos, Viva, Genios, Olé; los canales 13, Todo Noticias, Volver, Canal Rural, Magazine y Metro, en Buenos Aires.
También el canal 12 de Córdoba, 7 de Bahía Blanca, 6 de Bariloche, 10 de Necochea, 11 de Miramar; las proveedoras de televisión por cable Cablevisión y Multicanal; las productoras de contenidos para televisión Pol-Ka e Ideas del Sur.
Igualmente domina la productora de contenidos para cine Patagonik Film Group; las radios Mitre (y sus repetidoras), La 100 y Mía FM, también la Agencia de Noticias DYN, la papelera Papel Prensa, el correo privado Unir y muchas otras empresas.
Difícilmente alguno de los 40 millones de argentinos pueda pasar un día sin verse informado, emocionado, disgustado o maravillado por alguno de los productos del Grupo Clarín.
Esos productos forman parte de las conversaciones del ama de casa, del ingeniero, de la doctora y el barrendero; sirven de fuente en la que abreva por necesidad la mayoría de los otros diarios, radios y canales; son citados para argumentar de política o de fútbol.
Clarín comunica, entretiene, informa y educa. Con razón se ha dicho que su influencia en la cultura nacional es mayor que la del ministerio del ramo.
Si se exceptúa al sector que posee un pensamiento crítico ante estos productos, francamente minoritario, se comprenderá en qué gran medida Clarín "hace" la cultura de los argentinos incluso en materia ecológica.
Hay cosas menos conocidas
Una parte del Grupo Clarín es de propiedad norteamericana; en efecto, el gigante financiero Goldman Sachs posee entre el 10 por ciento (según el propio Clarín) y el 18 por ciento (según revistas estadounidenses especializadas en economía) del grupo de medios local.
Por eso, entre los ocho directores del Grupo (donde están Héctor Magnetto, Ernestina Herrera de Noble y José Aranda), uno representa los intereses y el capital de Goldman Sachs.
Ese hombre se llama Muneer Satter, y en esa, la cuarta empresa financiera del planeta, no es un ejecutivo de segunda línea, sino Director Ejecutivo en el Área de Inversiones Principales.
Hace algunos años, Goldman Sachs comenzó a interesarse por la ecología, más precisamente por los negocios vinculados a la ecología; asesora en inversiones para la protección ambiental o el mercado de bonos de carbono, por ejemplo.
Pero, como lo sabe cualquiera que posea una cuenta bancaria, las empresas financieras suelen ser contradictorias.
Tal vez por eso no sorprende mucho enterarse de que con una mano promueve la ecología y con la otra es el principal financista de 34 nuevas plantas energéticas en base a carbón de Estados Unidos.
Sea como fuere, en su página web, la gran proveedora de servicios financieros cuenta que un buen día encontró que en su cartera (seguramente como garantía de un crédito impago) poseía 300 mil hectáreas en un lugar llamado Tierra del Fuego.
Almas sensibles a pesar de todo, estos banqueros norteamericanos decidieron privarse de otras posibilidades y dedicar esas tierras a la conservación.
Y es que Muneer Satter, el directivo de Goldman Sachs y de Clarín, es también miembro del directorio de The Nature Conservancy, la principal, más grande y rica de las ONG ecologistas norteamericanas.
Para trabajar en conservación ecológica en Argentina, Goldman Sachs tomó como socio a Wildlife Conservation Society (WCS), una institución que antiguamente se llamaba The New York Zoological Society.
Esta controlaba el zoológico del Bronx, famoso por haber exhibido, en los años 30, un pigmeo en la jaula de los gorilas, generando buenas ganancias con un récord de visitas.
Claro que no sólo WCS, como muchos otros ecologistas famosos, tiene malos antecedentes en materia de sensibilidad social, también Goldman Sachs: el año pasado se la acusó de tener parte, por sus maniobras financieras, en el desencadenamiento de la crisis económica internacional más reciente.
Más aún, durante los debates periodísticos salió a la luz un intercambio de mails entre altos ejecutivos de la financiera en los cuales se felicitaban por las altas ganancias que estaban obteniendo gracias a la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, causante de desalojos y tragedias para cientos de miles de norteamericanos, quienes no pudieron pagarlas.
Por esas, y otras actividades, la prestigiosa revista norteamericana Rolling Stone escribe que Goldman Sachs es "un vampiro en el cuello de la humanidad, succionando sangre sin pausa de cualquier cosa que huela a dinero".
Pero volvamos a la Argentina. Goldman también necesitaba un asociado local para sus proyectos ecológicos y lo encontró en Fundación Patagonia Natural, cuyo director, Guillermo Harris es, casualmente, el director para América Latina de WCS.
Cuando una financiera internacional inescrupulosa se asocia a una ONG ecologista y juntas negocian un pedazo del mundo (Âí300 mil hectáreas!) con otra ONG ecologista cuyo directivo lo es a la vez de aquella, alguien, en Argentina, debiera observar las cosas con espíritu crítico y, eventualmente, investigar.
Sobre todo cuando esa superficie viene a sumarse a los cientos de miles de hectáreas patagónicas adquiridas por otros ecologistas como Ted Turner, Douglas Tompkins, Benetton o Chouinard, creando una situación que ha generado justificada inquietud en la opinión pública nacional.
La Federación Agraria Argentina estima que 540 mil kilómetros cuadrados, o sea, 20 por ciento del territorio continental, está ya en manos de extranjeros.
¿Y quién más indicado para mostrar preocupación que los grandes grupos mediáticos, poseedores de la mayor capacidad investigativa; el autodenominado "periodismo independiente"?
Pero, claro, se nos olvida que Goldman Sachs es uno de los dueños de Clarín, y que Muneer Satter tiene sillón en las tres mesas: la de Clarín, la de Goldman y la de The Nature Conservancy.
Y aquí, guste o no, es necesario coincidir con el propietario del segundo grupo mediático de la Argentina, Daniel Vila, al menos cuando afirma que las empresas periodísticas "tienen dueños, y los dueños, bajan líneas editoriales."
No es este el lugar para explicar en qué consisten las variadas posibilidades jurídicas de las donaciones de tierra para la conservación ecológica y los beneficios económicos que de ellas obtienen las partes, es decir, el negocio en sí.
Pues el lector ya sospechará que las transnacionales de las finanzas no son instituciones de beneficencia y nadie "dona" 300 mil hectáreas así como así.
Las relaciones entre los grandes medios de comunicación argentinos y las ecologistas de Estados Unidos y Europa tal vez sirvan para explicar la aparente apatía con que la sociedad argentina observa desde hace años la extranjerización y el bloqueo para toda forma de desarrollo de cientos y cientos de miles de hectáreas bajo bandera conservacionista.
Apatía que contrasta con la incipiente firmeza de Brasil y Ecuador ante el avance de las ecologistas millonarias. Y mientras Brasil, Perú y Ecuador comienzan a pedir cuentas a las ONG en general (Aíen Quito descubrieron que tenían 50 mil!), Argentina sigue observando.
Llama la atención la participación de las direcciones de Parques Nacionales en todo este proceso.
Los directivos de Parques Nacionales figuran en permanente y antigua relación con los personeros de las ONG ecologistas internacionales, financiadas desde el Norte, mientras las instituciones estatales aparecen siempre como asistidas.
Ellas, sus proyectos y sus miembros. En toda Suramérica, las Direcciones de Parques Nacionales son cooptadas por las grandes y millonarias ONG ecologistas del Norte.
En Galápagos, no hay turista que no comprenda que la institución más importante allí es la Fundación Darwin, una ONG regida por legislación Belga, la cual financia, educa y coopta a los funcionarios de Parques Nacionales ecuatorianos.
En Brasil, la Funai, organismo que reemplazó en 1967 al Servicio de Protección al Indio, fundado en 1910, ha sido penetrada por la "ayuda" de ONG internacionales hasta tal punto que hoy tienen el poder de influir en cuestiones relacionadas con la política indígena nacional en función de la ecología.
En Ecuador, la fundación Charles Darwin y Parques Nacionales intercambian directivos como camisetas; en Chile, el Estado ha debido negociar con un ecologista extranjero, Douglas Tompkins, quien había comprado y "donado" las tierras del hoy Parque Pumalin, el paso por esas tierras de la carretera más importante de la nación.
En toda América Latina, años de relaciones privilegiadas, "conferencias internacionales" sobre ecología, asuntos indígenas, viajes, subvenciones, ayuda técnica, asesoramiento, han convertido a los funcionarios de parques y, de paso, a muchos dirigentes indígenas, en sumisos seguidores de las políticas ecológicas financiadas desde el Norte para nuestros países.
Todos esos beneficios y regalos generan disparidad entre quienes los reciben y quienes los otorgan. Y si se tiene en cuenta que la mano que da está siempre encima de la que recibe, se comprenderá que también engendran disparidad entre quienes negocian. Los unos son "asistidos"; los otros, generosos donantes. Los unos están agradecidos, los otros exigen que su ayuda sea bien empleada. Esta disparidad en las condiciones de partida para toda negociación nos es fuertemente desfavorable.
Sobre todo si se tiene en cuenta que lo que se negocia es la creación de un parque que será bloqueado a todo otro tipo de desarrollo, la utilización de sectores de aguas nacionales, la formulación de políticas mineras, pesqueras, forestales, es decir, recursos naturales, el factor más codiciado de la política internacional contemporánea.
La influencia de esas ecologistas en los medios de comunicación (a través de vínculos como el señalado), sus relaciones internacionales y con el stablishment las colocan en situación de "asesorar" a los organismos nacionales en materia ecológica. Materia que siempre tiene que ver con los recursos.
Los organismos nacionales se permiten y hasta solicitan esta relación a la cual consideran una muestra de "apertura", pareciendo olvidar que una ONG, a pesar de sus constantes referencias a la "sociedad civil", no es más que una organización privada conformada, muchas veces, por muy pocos individuos y mucho dinero.
En su sitio web, Parques Nacionales se alegra: "En la reserva Uruguay, el equipo de trabajo se pudo ampliar a dos guarda parques principales y dos ayudantes gracias al apoyo del Citibank". "En la Reserva de Vida Silvestre de San Pablo de Valdés, el banco HSBC hizo posible que se pudiera contar con dos guarda parques principales"...
¿Es que acaso el Estado argentino no puede definir una política de conservación sin la ayuda de bancos y ONG internacionales que, en un tema tan delicado, podrían tener intereses o puntos de vista contrarios a las estrategias nacionales de largo plazo?
¿Posee acaso la Argentina una estrategia y una política de Estado en materia de conservación que contemple la codicia externa sobre el control de sus recursos y la utilización de la "ecología" como instrumento para obtenerlo?
¿Es consciente el Estado (y Parques Nacionales) de que ecología e industrialización son conceptos conflictivos y que entre un gran parque improductivo y una economía súper industrial está el punto al que independientemente debiéramos decidir dirigirnos?
¿Entiende el Estado (y Parques Nacionales) que ese juicio, esa estrategia independiente, es más difícil de forjar si se mueve en permanente dependencia de la ayuda de bancos y ONG internacionales cuyos nombres no figuran en el santoral y cuyas agendas no coinciden necesariamente con los intereses generales de la nación?
En toda esta inmensa extranjerización de tierras patagónicas que tiene asombrados e impotentes a los argentinos desde hace al menos una década, ¿qué papel cumplen Parques Nacionales y otros actores locales?
Aparentemente, esta función de mediadores ingenuos entre las decisiones del aparato ecologista del Norte y la aprobación de esas decisiones por los Estados nacionales latinoamericanos resulta del hecho, hasta no hace mucho bastante comprensible, de que los organismos de Parques Nacionales no incluyen la protección de la soberanía en su política conservacionista.
No forma parte de la misión que les ha adjudicado el Estado; sin duda pareciera tratarse de cuestiones ajenas, fuera de la incumbencia específica de un instituto de Parques Nacionales.
Sin embargo, dada la evolución del tema conservación/soberanía en las últimas décadas a nivel internacional, la reacción a que se han visto obligados los países vecinos y el constante crecimiento de la extranjerización de tierras, tal vez sea ya hora de que los Estados adjudiquen formalmente y controlen que, tanto las Secretarías de Ambiente y Desarrollo Sustentable, como los organismos de Parques Nacionales, tengan como eje central de referencia la protección de la soberanía sobre los recursos.
*El autor es escritor e investigador argentino, autor de "ONG, las mentiras de la ayuda" y "Ecofascismo, las internacionales ecologistas y las soberanías nacionales". Colabora con Prensa Latina.
Fuente: Agencia Prensa Latina