Habla sepultando silencios. Con calma, pero sin pausa. Sus ideas brotan de una manera exacta. Y no sobra una palabra. Después de más de una década como ciberactivista, Marcelo Branco escupe verdades, casi teoremas. Branco, que comenzó fundando el influyente movimiento de software libre [aquél que puede ser libremente copiado y distribuido] de Brasil, es considerado uno de los grandes gurús de la contracultura digital. Fue consultor del Gobierno de Lula y trabajó para la Generalitat de Catalunya como asesor en la estrategia del software libre.
Además, es profesor honorífico del Instituto Superior Tecnológico de Lima y miembro del Consejo Asesor de Software Libre de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En particular, cuando habla de Brasil, donde recientemente se ha celebrado la primera edición internacional de la Campus Party, Branco saca pecho: “Somos líderes en casi todos los aspectos de Internet”.
¿Por qué esta habilidad?
Es una característica histórica de un pueblo muy mezclado genéticamente. Somos un pueblo social, generoso, autodidacta por excelencia… E Internet potencia todo esto. Si en la vida real compartimos, en Internet, imagínese. Brasil, además de ser el país del fútbol y el carnaval, es el país de Internet. Aquí no hay ningún programa de inclusión digital que tenga que estimular el uso de la Red.
En otros lugares, ¿es diferente?
En Europa, como por ejemplo en Catalunya, donde trabajé, la tecnología es puntera pero el Gobierno tiene que estimular el uso de Internet. En Brasil es al contrario. No hay tecnología, pero las personas aprenden a usarla hasta sin tenerla. Le doy un ejemplo. Estuve en Porto Alegre, en una feria tecnológica. Había un chico de 16 años, que vive en la calle desde hace seis. Yo le autoricé a entrar, y él me preguntó, “¿dónde están los ordenadores?”. Navegó sin dificultades. Y hace seis años que vive en la calle.
Entonces el estímulo se junta con la problemática social. ¿Por eso los internautas brasileños son tan activos?
Tienen un perfil muy politizado. Los internautas que vinieron a la Campus eran activistas sociales, ecológicos, blogueros... Siempre reivindicando.
¿Es Internet más eficiente como herramienta de protesta que las formas habituales, las manifestaciones en la calle, por ejemplo?
Internet es un espacio de reivindicación, de negocios, de política, de todo. La Campus fue el mayor ejemplo. Estaban las grandes empresas y las comunidades, el pueblo. Pero lo importante es que los contenidos fueron elaborados por los usuarios.
Tengo la impresión de que la Campus Brasil fue un ensayo de un mundo futuro, es decir, grandes corporaciones conviviendo con gente que las critica. Las dos partes se necesitan, en un equilibrio de intereses…
Sí, son intereses contradictorios. Pero nuestra misión no es resolver los problemas, sino darles visibilidad. La sociedad en red no va a traer un mundo mejor necesariamente. La revolución industrial ya lo demostró.
¿Por qué?
En Europa, las potencias industriales del Este y algunas como la España de Franco desembocaron en dictaduras. En EEUU triunfó el modelo individualista, egoísta. Ahora todos los países quieren llegar antes a la revolución digital, pero la tecnología no es la única condición.
¿Cuáles son?
Hay tres regiones del mundo que hicieron bien el tránsito de la sociedad industrial a la digital. Una es Finlandia, que sí es una sociedad en red. La segunda es Silicon Valley, un modelo exitoso desde el punto de vista de la transmisión, los hogares conectados y la banda ancha. Pero las libertades de creación son casi nulas porque los intereses de mercado están por encima. La tercera región es Singapur, donde casi el 100% de la población tiene ordenador en casa. ¡Pero es una dictadura!
¿De qué depende entonces el desarrollo de la democracia digital?
De decisiones. Por ejemplo, si el software va a ser libre o si va a depender de monopolios privados. O si compartir música desde el ordenador va a ser legal o no. Porque si es un crimen, hemos perdido un derecho que teníamos en la era industrial: comprar un vinilo y dejárselo a tu tía, a tu madre…Es inadmisible que, después de años de revolución tecnológica, se pierda ese derecho.
Arguméntelo, para los que piensan que el intercambio de obras es piratería.
El P2P no es piratería. La piratería es la compra de música ilegal. Si legislaciones como la estadounidense [donde el P2P es ilegal] son replicadas en el resto del planeta, éste no va a ser un mundo democrático. Si el software fuese todo patentado, no estaríamos construyendo un proyecto democrático. Si los formatos de archivos no son estándares internacionales, si para abrir un archivo público hay que usar un sistema de una empresa monopolista, ese país no es democrático. No pueden ir primero las leyes de mercado y después los derechos humanos. Y eso está pasando, los lobbies están imponiendo sus intereses. Como la SGAE en España. Es una organización medieval, anacrónica. Creo que ha influido más en el Parlamento español que los intereses de los ciudadanos.
¿Qué opina del canon digital?
Es un absurdo. Debería avergonzar a los españoles. El canon es lo que está sosteniendo las sedes millonarias de la SGAE en toda España. La recaudación ya no depende tanto de los derechos sino del canon. La SGAE ha invertido su papel. Ya no es una entidad de protección de los autores, sólo de recaudación. No tiene nada que ver con los creadores.
¿Cómo valora los avances digitales de la era Lula?
Ha habido mucho avance, no hay duda. El papel de Brasil ha sido fundamental. Hemos creado un bloque de países en desarrollo, y discutido la flexibilización de la propiedad intelectual. En la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, Brasil y Argentina lideran un frente llamado agenda del desarrollo. Y el papel de Gilberto Gil [ministro de Cultura] como propagandista ha sido bueno. El ministerio de Asuntos Exteriores, además, tiene una postura general muy parecida a la del movimiento del software libre. En el escenario interno hemos avanzado, aunque hay dificultades técnicas. Cuando Lula llegó, un 8% de la población tenía acceso a Internet. Después de seis años, tenemos un 25% de la población, un avance significativo. Y lo más importante, todos los programas del gobierno digital del Gobierno de Lula están hechos con software libre, a pesar de que ha recibido grandes presiones.
¿Por qué Brasil resiste estás presiones?
Porque no hay ni un solo ministerio que no tenga este espíritu de software libre. Hasta las fuerzas armadas están emocionadas. Es una voluntad política impresionante. Te da independencia como país y ahorras dinero.
¿Qué falta para completar el ciclo del software libre?
No existe una estrategia clara en la política industrial. Todavía se concibe la economía con una lógica antigua, la lógica de la exportación, cuando los productos, la tecnología, debería quedarse en el país. Hay que usar el software libre como motor de la innovación, y que genere empleo y riqueza.
Fuente: Público