martes, 9 de agosto de 2016

Robinson Sosa. Una saga rosarina

El jueves 11 de agosto, a las 19.30 horas, se presenta en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín 1080), la emblemática historieta rosarina de El Tomi y Manuel Aranda
Como parte de las actividades que durante cuatro días concretarán la séptima edición de la Convención Internacional de Historietas Crack Bang Boom, se presentará Robinson Sosa; edición integral en formato de libro de la saga publicada en la década del ochenta por dos grandes guionistas e ilustradores de la ciudad.

Robinson Sosa nace a principio de 1981, publicada en el segundo número de la revista Risario. “Manuel (Aranda) cuenta el momento, casi mágico, del nacimiento de Robinson Sosa, cuyo guión inicial fue escrito en una modesta servilleta (...) para que El Tomi lo convirtiera, con su formidable talento de dibujante, en el primer episodio de una saga delirante, creativa y original: la de las aventuras, desventuras, filosofía y locura del hombrecito que había elegido como hábitat insólito la pequeña ínsula del laguito del Parque Independencia”; con estas palabras sintetiza Rafael Ielpi – Director del CCRF – la historia que da origen a la singular creación local. “Nos propusimos – señala Manuel Aranda– hacer cuadrito a cuadrito una historieta intransferiblemente rosarina y acaso pionera en esa intención”. “Visto en perspectiva, Robinson Sosa aparece en la riquísima secuencia de la historieta y el humor argentino de los fecundos ’80, como una obra original y muy representativa”; escribe Juan Sasturain en su prólogo.

Treinta y cinco años después, el Centro Cultural Fontanarrosa publica a modo de rescate y homenaje un libro en el que se edita la saga completa, desde su primer aparición en Risario, en 1981, hasta la última entrega impresa en la revista Vasto Mundo entre septiembre y octubre de 1987.

Su presentación contará con la presencia de Manuel Aranda – uno de sus creadores – Juan Sasturaín – guionista de historietas, escritor y conductor de TV– y autoridades del CCRF y el CBB7. La misma estará acompañada por una muestra con parte del material publicado. La entrada es libre y gratuita.

Es infinitamente más confiable un mensaje flotando en una botella que un mensaje navegando en Internet / Jueves Vive
La vuelta de Robinson
Volver es un clásico, un argentinismo más, diría que hasta un tango / el Tomi Müller
Poesía de estocada
Revoluciones urgentes

Rosarino en Barcelona te agradece
Los recuerdos y de lejos te adivina
Argentina
¿No me habré ido demasiado lejos
Con ésta nacionalidad a cuestas?
Algunos días, no muchos, soy sincero
El corazón extrañado me pregunta
Si tengo alguna patria... todavía
Nunca sé que contestarle
E incluso si intento una respuesta
No sé si usar el tú o usar el vos.
Si tenés un reloj en tu muñeca
Contestame lo más rápido que puedas
Argentina
¿Será que existen las horas de volver?
¿O eso es un tango también y no es la vida?
Mucho Gardel en las entrañas
Y algunos aviones
Demasiado tal vez para estos barrios
Que se escaparon como pudieron
De aquella herencia ingrata
Y el alma llena de gorriones
A recorrer naciones y naciones
Yo brindo en la sal de los que lloran
Por el regreso
(No me refiero al regreso a la Argentina)
Por el regreso del alma al cuerpo
Que no hay revoluciones más urgentes
(Ni mas altivas)
Que conquistarnos nuestra propia mente
Para enseñarle a volar (sin los aviones)
Y pueda regresar solita un día
el Tomi Müller

El personaje que volvió de la isla y se hizo libro
Surgido en Rosario, Robinson Sosa vuelve en un libro integral. La historieta, con guión de Manuel Aranda y dibujos de El Tomi, devuelve un clima de época en una obra emblema
Por: Leandro Arteaga
Si de navegar en tinta china se trata, hay una tríada: Langostino, Corto Maltés, Robinson Sosa. El último con el horizonte de aventura puesto por acá nomás, en el laguito del Parque Independencia. Pero con una imaginería abierta a maneras sorprendentes. Tanto como para querer volver a esas páginas que ahora el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa recupera en un libro integral, con motivo de la convención Crack Bang Boom. Robinson Sosa, la inolvidable historieta rosarina que Manuel Aranda y El Tomi publicaran en Risario, vuelve a navegar, con presentación el jueves próximo en el CCRF, a las 19.30, junto a las presencias de Aranda y Juan Sasturain.

"En realidad, se trata de una iniciativa de Rafael Ielpi --director del CCRF--, una persona que se preocupa por los valores culturales de la ciudad", comenta Aranda a Rosario/12. "Creo que esta historieta cumple con algo fundacional, porque es estrictamente rosarina, es una historia que transcurre en Rosario, en la isla del Parque Independencia, con un montón de íconos importantes de la ciudad. Así como durante la década del '70 La cebra a lunares pretendió ser una publicación que rastreara el humor de Rosario, Robinson Sosa es también emblemático; así lo entendió Ielpi y me propuso que juntemos todas las entregas para hacer un libro".

Tanto La cebra a lunares como Risario fueron dirigidas por Aranda, quien venía de participar en revistas como Tía Vicenta y Hortensia. La cebra... apareció en 1973, duró trece números y reunió humoristas como Héctor Beas, Napoleón, Maquiaveli, Sergio Kern, David Leiva, Pablo Colazo. Risario fue la de mayor trayectoria: 45 números, de 1980 a 1987. Bajo la dirección de Aranda, Jorge Santa María, David Leiva y Tomás D'Espósito Müller (El Tomi), la revista dio cabida a un grupo variopinto, entre quienes ya se colaban luminarias jóvenes como Max Cachimba y El Niño Rodríguez. Las historietas no faltaron: Un pobre gato en el país del Norte (Madrid), Irene y Roque (Javier Armentano), Marquimán! (Sergio Kern), Historias que degradan (Raúl Gómez), Rosario Año 2000 (El Tomi), Poxi Ran (Maus), Ofidio Lagunas (Manuel y David Leiva), Doña Rosa Río (Aranda y El Tomi).

Entre todas ellas, la que persiste en el recuerdo es Robinson Sosa, publicada a partir del número 2. Los avatares harán que la historieta conozca cambios de época y de ánimos. Entre sus episodios se sienten los estertores de la última dictadura, la melancolía gris del laguito, la rutina hogareña, las marcas de época (con nombres de comercios, políticos, artistas, periodistas), la música, la vuelta de la democracia, la partida de El Tomi a España. Ello no impidió que el dibujante prosiguiera las peripecias de Robinson y Jueves, su fiel compañero. Pero desde una lejanía que se siente triste, en tierras extrañas. Según ha señalado El Tomi: "La trama se basaba en un oficinista que quería abandonar el hastío de su laburo y viajar a Europa, pero no le alcanzó la guita más que para comprar un botecito de goma y cruzar el laguito artificial del parque Independencia".

Es increíble, por eso, cómo la vida de Robinson espejaba en la del propio dibujante, hoy vuelto un artista de prestigio internacional.

Por otra parte, una de las referencias editoriales que hicieran posible a Risario ha sido la revista Humor, "que era muy especial, sobre todo respecto de la época de la dictadura militar, donde Humor se transforma en una especie de tribuna", recuerda Aranda. "Tenía un correo del lector que iba modelando a la revista, le daba pautas. Humor las va tomando y conforma una publicación con tipos de muchísima calidad, llega a vender 300 mil ejemplares. Risario aparece en el '80, dentro de la dictadura, y también toma una postura política, de oposición, pero acá en Rosario, y sabemos que es muy difícil imponer un producto acá, creo que pasa en todos los rubros. Cuando hace unos años se generó con la música un boom rosarino, los que se fueron a Buenos Aires lo pudieron apuntalar y hacer una carrera importante, los que se quedaron acá no tanto. Así es la cosa".

Robinson Sosa parece casi una metáfora del derrotero de los dibujantes rosarinos, necesitados de irse, de trabajar en otra parte.
La decisión de Robinson de irse a la isla tiene mucho que ver con esto de que hay que emigrar de Rosario para poder trabajar. Yo decía una vez que hasta la corriente del río nos lleva para Buenos Aires; si estás en La Florida y te descuidás haciendo la plancha, podés aparecer frente a la cancha de River. Es como un anticipo el de Robinson, yéndose. Pero bueno, algunos capos como el Negro Fontanarrosa no se fueron nunca de Rosario y pudieron hacer su obra desde acá.

Pero tenía que publicar en Clarín. Los medios gráficos de la ciudad suelen ser ingratos
En la ciudad, los dibujantes tenemos muy pocos espacios para trabajar. Por eso, este hecho de que el Fontanarrosa, con la dirección del Negro Ielpi, haya decidido hacer un libro dedicado a Robinson Sosa es todo un acontecimiento.

¿Y qué es lo que daba vueltas por su cabeza al momento de hacer Robinson Sosa?
Con El Tomi nos conocimos en una agencia de publicidad y yo vi que en él había un dibujante muy importante. La historieta a mí me daba un poco de temor, siempre trabajé más en el dibujo unitario o en la tira, y le propuse hacer algunas cosas. Con El Tomi tenemos un buen entendimiento, aunque soy diez años más grande que él y que la mayoría de los chicos que estaban en Risario. Lo que pasa es que él me corre para el lado que disparo y yo lo corro para el lado que dispara él. Además, sé las cosas que le gusta dibujar y trato de llevar los guiones por ahí.

Si bien Robinson Sosa será testigo del derrotero plástico y de vida de sus autores, la relación creativa no dejó de proliferar. El propio Manuel Aranda recuerda un trabajo reciente y premiado, sin repercusión en la ciudad: "Con El Tomi ganamos un concurso muy importante en 2015, y acá nadie le dio bola". El trabajo al que alude Aranda es El gringo, basado en el cuento "Con Gringo", de Haroldo Conti, ganador del VI Premio Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. "Iba a publicarse en un libro, junto a las otras dos historietas ganadoras, pero con el cambio de gobierno el tema desapareció. Luego (Juan) Sasturain decidió publicarlo en Fierro (en el #112). No tuvo ningún eco en Rosario, si bien una revista hizo una nota. Por eso dije una vez que ser rosarino es un chiste del destino y se me armó un lío bárbaro, pero luego algunos reconocieron que pasan algunas cosas muy raras acá".

Es curioso cómo a través de los capítulos, Robinson Sosa adquiere un rumbo imprevisto, desde el argumento y el dibujo
Lo que pasa es que El Tomi va haciendo también su proceso como dibujante, va cambiando entre entrega y entrega, y cuando empieza a mandar las páginas desde Europa, las comienza a guionar él. Ahí aparece esta cosa del realismo mágico con la que a él le gusta jugar, sobre todo en el episodio del mate y la bombilla que vuela (de alusión a las Madres de Plaza de Mayo y los combatientes de Malvinas). Yo soy mucho más terrenal en las cosas que hago, y hasta por ahí más político, pero él tiene un vuelo poético que lo ubica muy cerca de García Márquez, a quien admira mucho.

¿Hubo alguna devolución de parte de los lectores hacia la historieta?
Sí, de algún modo. Teníamos un correo del lector que reflejaba el interés de mucha gente por estas cosas locales, pero no fue mayoritario. A veces me encuentro con gente que me dice por qué dejamos de sacar Risario. Yo les pregunto: ¿vos la comprabas? No. Y bueno, la dejamos de sacar por eso. Es muy complicado hacer a pulmón una revista en Rosario y más complicado una revista de humor. Porque vas chocando con mucho problema, sobre todo económico, y vas perdiendo el humor. Y vas cambiando el staff porque la gente aguanta dos o tres números y cuando no hay un mango se cansa.

De todas maneras, los mangos no serán demasiados si de lo que se trata es de tener completa una de las historietas emblema de la producción local. Auténticamente rosarina. No hay ejemplos fáciles de emparejar. Robinson Sosa y Jueves siguen todavía en el laguito, escuchando el tintinear de la lluvia. A veces, se escapan a tomar un café, una cerveza, en ese bar que todos conocen, pero que el dibujo de El Tomi radiografía como si se tratara de un viaje en el tiempo, todavía posible.
Una saga rosarina de opinión y humor
Por: Rafael Ielpi
La aparición de La cebra a lunares, que se publicó desde fines de 1973 a julio/agosto de 1975, y la posterior de Risario, ya en los '80, fueron sin duda acontecimientos culturales que movilizaron no sólo a una nutrida y heterogénea cofradía de dibujantes, humoristas gráficos, guionistas, periodistas, escritores, etc., sino a la ciudad misma, carente hasta ese momento de publicaciones en las que el humor estuviera acompañado por el ejercicio de la opinión de sus integrantes sobre temas que excedían el chiste puntual o el chascarrillo ingenioso y se vinculara con la realidad de la ciudad de esos años a través del prisma de la cultura popular.

La condición de pionera de La cebra a lunares la ubicará para siempre en ese rol, pero fue sin duda Risario la que mejor representaría el proyecto inicial de Manuel Aranda: generar (y sostener en el tiempo) una publicación que hiciera recuperar a los rosarinos una autoestima que por entonces estaba poco menos que en el suelo; que les recordara que esta ciudad también tenía sus módicas pero entrañables leyendas urbanas, sus personajes y sus íconos propios; que los obligara a reírse finalmente de sí mismos, de sus prejuicios y su persistente dependencia cultural de Buenos Aires.

Manuel cuenta el momento, casi mágico, del nacimiento de Robinson Sosa, cuyo guión inicial fue escrito en una modesta servilleta en la mesa de uno de los tantos bares rosarinos, para que El Tomi lo convirtiera, con su formidable talento de dibujante, en el primer episodio de una saga delirante, creativa y original: la de las aventuras, desventuras, filosofía y locura del hombrecito que había elegido como hábitat insólito pero innegociable (a falta de islas más famosas y promocionadas), la pequeña ínsula del laguito del centenario Parque Independencia, con un cófrade tan surrealista como él, cuyo nombre Jueves se adelantaría al Viernes de Daniel Defoe...

Las sucesivas entregas de Robinson Sosa (incluidas en la revista desde principios de 1981 hasta abril de 1983, con una esporádica reaparición en 1985) fueron dejando evidencias de los avatares que atravesaría la historieta: la permanente búsqueda de El Tomi en el tratamiento de un dibujo que se modificaría y superaría incesantemente; su decisión, ya instalado en España, de ser también el guionista de la misma y el empeño de ambos en mantenerla viva, a pesar de la distancia geográfica que los separaba --en un tiempo sin Internet ni celulares--, hasta la mutua decisión de darla por extinguida.

Resumir las peripecias de Robinson durante el transcurrir de la historieta sería privar al lector actual del placer de ser partícipe de los trabajos y los días de quien, rompiendo las cadenas de la agobiante cotidianeidad, se lanzó a navegar en busca de una soñada libertad. No es un dato menor detenerse en el momento en que aparece Robinson Sosa, en los años finales pero no por ello menos trágicos de la dictadura militar. Así como La cebra a lunares se vinculaba a su contemporánea Hortensia en la generación de un humor de honda raíz popular, sin un compromiso excesivo con la crítica a la realidad política de esa época, Risario se ubicaría en la línea de publicaciones que, como Satiricón (1972), Chaupinela y Mengano (ambas de 1974), ejercieron con valentía una crítica permanente hacia la dictadura de Onganía, sus sucesores Levingston y Lanusse, y luego hacia el gobierno peronista de Isabel Martínez y López Rega, en los años oscuros de las Tres A.

En 1981, Risario heredaba legados como los de El Ratón de Occidente (1979), Bang (1981) y la notable Humo(r), aparecida tres años antes. Las páginas de la revista fundada por Manuel Aranda fueron entonces posibilidad para el humor gráfico pero también para la crítica a la realidad local y nacional, para reportajes e investigaciones. En ellas, también encontró albergue y espacio un estrafalario y casi indescriptible rosarino llamado Robinson Sosa, nacido del dibujo de El Tomi, hijo de su talento y de su permanente búsqueda, y de los guiones de Manuel; una dupla que bien puede compararse con algunas de las que hicieron historia en la cronología de la historieta en la Argentina.

Recuperar 35 años después, completa y en libro, aquella historieta pionera, es sin duda un acto de justicia hacia esa generación de rosarinos (y de varios que no lo eran) que entre 1970 y mediados de los '80 generaron en Rosario una eclosión cultural de proporciones, sacándola de la abulia creativa y la resignación colectiva.
Del naufragio como vocación
Por: Juan Sasturain*
Pongamos, de salida, una fecha que acaso no sea precisa pero sí emblemática. En la Argentina del otoño del 82 --guerra de Malvinas con Mundial de España en grotesco, patético simultáneo, sordos ruidos de protesta y postrimerías de la Dictadura-- el sueño eterno oficinesco de la huida liberadora a una isla desierta --que Arlt, como tantas otras cosas, anticipó en casi en medio siglo-- seguía siendo una alternativa, al menos en la imaginación del alienado burócrata. Del mismo modo que eran una alternativa, en el kiosco y en la opresiva cotidianeidad, las revistas de humor que dieron lugar y espacio vital a esas fantasías. Ése es el contexto del Robinson Sosa y de la inexcusable Risario que lo hizo posible.

El medio
Un breve desvío para situar al medio. Risario fue sin duda ni exceso el acontecimiento periodístico del primer largo tramo de los ochenta en el ámbito rosarino. Como en su momento, desde otros ámbitos y desde la década anterior marcaron rumbos Hortensia y Satiricón con su cría --hasta llegar a Humo(r), modelo perdurable y largamente terminado--, en aquel momento Risario, con el antecedente próximo y más puramente jodón de La cebra a lunares, hizo periodismo en serio a partir del humor pero con rasgos propios, ya que trabajó siempre con material/personal local. Aparte y además, en el humor gráfico y la historieta, Risario fue escuela de campeones. Ahí debutaron entre otros los precocísimos Max Cachimba y El Niño Rodríguez; y ahí alcanzaron su madurez de autores integrales Manuel Aranda y El Tomi, que de ellos se trata, si vamos a hablar de Robinson Sosa y su extraña bitácora de viaje.

En síntesis, Risario, vista en perspectiva, fue una apuesta audaz y laboriosa, siempre en el límite de la supervivencia a contrapelo de la estupidez y la intransigencia institucionalizada. Fue bueno (y muy bueno) mientras duró. El último número, el del Monumento a la Bandera con forro, en la tapa, no se lo bancaron. "Y mirá si no se lo hubieran puesto", dijo uno.

Variaciones en raje
Volviendo a aquel otoño del 82 de islas irredentas y redundantes, cabe recordar que desde hacía un tiempo ya, El Señor López de Trillo y Altuna abría la puertita y se rajaba del laburo y de la gorda de entrecasa a imaginar al baño en las páginas de Humo(r). Y uno de esos primeros pires compensatorios había sido a la consabida isla, con mina incorporada. Es curioso y sintomático (habrá que ver de qué) cómo algunos de esos mismos elementos reaparecen transfigurados en la originalísima creación de Manuel y El Tomi un par de años después con un tratamiento absolutamente diferente; y resignificados.

En principio --y el dato es fundamental-- El Señor Sosa se raja en serio y recién después --creado ese ámbito/permiso que lo hace posible-- se deja y se permite imaginar. Porque si bien hay un baño inicial como espacio privado de reclusión y fantaseo que deja a la bruja atrás y detrás de la puerta, lo que sigue es el sueño realizado. Berreta, pero realizado. Y no es casual que gestos tan disímiles como los que encarnan, con la mítica isla como eje, Gauguin, el Corto Maltés o el famoso personaje de De Foe converjan --desde distintos domicilios de la fantasía-- en la fabulación de Sosa como modelos a seguir o emular. Y la alternativa que Manuel y El Tomi proponen a Sosa es sincrética: combina elementos de las tres fuentes. Veamos cómo.

En realidad, el único que elige conscientemente la isla como alternativa es el autoexiliado pintor de los cuerpos dorados; porque el marino maltés no elige, está desde ya en su propio hábitat (en última instancia, el Corto es la fantasía de vagabundeo de Pratt), y el pobre Crusoe tampoco, es otra cosa: un náufrago, El Náufrago por antonomasia. Así, lo que hace Sosa es una especie de gesto a lo Gauguin, pero de cabotaje; para vivir "como un náufrago" a lo Robinson no en el Pacífico infinito sino en la acotadísima isla del lago del Parque Independencia y desde allí --desde la carencia-- poder imaginar sin techo las aventuras de un héroe de historieta a lo Corto Maltés. Así, el eje de la historieta va derivando junto con el personaje y con los "permisos" narrativos que la libérrima narración (anclada, por otro lado, en una historia argentina concreta) se permite.
*Fragmento del texto escrito en febrero de este año e incluido en la reedición
Fuente: RosarioI12

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