Semanario dice gracias y adiós. Nuestra querida revista acaba de llegar a los kioscos por última vez. Por eso no puedo más que agradecer a aquellos que, en estos 37 años, nos acompañaron
Por: Marcela Tarrio, editora jefa de Semanario
Siempre llego a esta página en primera persona. Cuento mis sensaciones sobre un hecho del espectáculo, la sociedad o la política, un programa, una obra de teatro, o vivencias que en algo se relacionan con el hecho más importante de la semana. Y no voy a dejar de hacerlo hoy, cuando la revista que estamos cerrando es la última. No voy a entrar en temas editoriales, financieros y mucho menos en discutir los porqué, los cómo o los cuándo. Voy a hacer lo que hice siempre. Y hoy, les aseguro que mi corazón libra una batalla entre la pena, la nostalgia y la incertidumbre, porque se terminan veinte años de mi vida. La revista Semanario tiene 37 años, y el que menos tiempo hace que está aquí del reducido equipo actual, lleva nueve, como es el caso de mi subeditor, Diego Iljutko. El resto, somos añejos…
Yo llegué en 1996, como redactora; venía de una revista femenina y en ese mismo instante entré al mundo del espectáculo, las celebrities y la farándula, mundo que hasta ese entonces sólo me pertenecía como público. Y lo abracé, y aprendí, y me fui haciendo carne con todos y cada uno de los famosos a punto tal de conocerlos más que a algunos de mis familiares. Pero Semanario siempre tuvo algo más, y así pude moverme entre el show y las notas de salud, belleza y de interés general que tanto me gustaron siempre. Pasan por mi cabeza mi primera nota, mi primera tapa, mi primera entrevista, mi última guardia… Aquí pasé los mejores y peores momentos de mi vida, porque a otro con ese cuento de que el trabajo no es tu vida y de que veinte años son nada. Aquí llegué casada, aquí supe que estaba embarazada, aquí fui madre, aquí me separé, aquí fui tía; aquí lloré la muerte de los seres más queridos de mi vida, aquí encontré grandes amigos, jefes, maestros y, sobre todo, personas con los mismos códigos de trabajo y la misma manera de entender esta difícil profesión que es el periodismo. Pero por sobre todo, aquí aprendí a hacer milagros, generando grandes cosas con poco, especialmente en la última década. Y muchas veces, haciendo maravillas con nada. Aquí descubrí mis fortalezas y mis debilidades, y aquí entendí que no siempre lo deseable es lo posible y viceversa. Hoy, lo que deseamos todos los que queremos a Semanario es que siga, pero no es posible. Y ante los números, poco se puede hacer.
Todos los que hacemos Semanario tenemos ya nuevos rumbos dentro de la editorial, y estaremos mañana mismo trabajando como siempre, pero cada cosa que hicimos esta semana, lo hicimos por última vez. El último horóscopo, la última doble central, la última moda, la última tapa… Y ¡cómo lo vamos a extrañar! Personalmente, me preparo para el síndrome de abstinencia del día después, cuando no tenga que armar la pauta, ubicar los avisos, las secciones fijas y empezar a darle forma a esta señora de 37 años que hoy pasa a retiro.
Quizás un día regrese, algo difícil con el diario de hoy, pero no imposible. Por eso, por ahora, mi equipo y yo les decimos hasta siempre. Y sepan que hemos dejado aquí mucho más que la fuerza de trabajo: hemos dejado el corazón, la pasión y la indestructible voluntad de hacer un buen producto, contra viento, marea, gobiernos, economías y tempestades. Gracias por acompañarnos hasta esta edición, la numero 1940. Mil novecientas cuarenta veces gracias, de todo corazón.