jueves, 20 de julio de 2017

Debate: El drama de El Polaquito no fue la televisión

La entrevista a un menor en el conurbano generó críticas desde muchos sectores. ¿Preocupación real o sólo corrección política?
Por: Gonzalo Abascal
Todos parecemos estar hablando de El Polaquito. Pero, ¿qué discutimos, qué nos enoja tanto y qué intención disimulamos? El primer paso ineludible es descartar por falsa la versión de que El Polaquito fue secuestrado y obligado a decir lo que dijo en su charla con el periodista de PPT. Es una mentira armada desde la bronca de una interna política y una disputa personal, y así quedará demostrado en la Justicia, según se estima.

Entonces, ¿nos indigna que se haya entrevistado y mostrado en televisión a un menor en situación de vulnerabilidad?

Es un buen punto, y merece análisis. Ahora, vale preguntarse, ¿por qué no nos enfurece del mismo modo cuando otros ciclos reproducen situaciones similares? Desde el recordado programa “Kaos en la ciudad”, al menos, pasando por decenas de entrevistas de Martín Ciccioli en América TV, por dar sólo dos ejemplos, la televisión recurrió a formatos similares. Testimonios crudos con rostros pixelados, la mayoría de las veces sostenidos en la idea de mostrar el submundo de la delincuencia y la droga, invisible para la mayoría. ¿Discutimos entonces géneros periodísticos? Interesante sí, pero tal vez no lo más relevante.

¿Debatimos, acaso, sobre la evidente insuficiencia en la tarea de los movimientos sociales? El dirigente Juan Grabois lo admitió en su enfrentamiento verbal con Jorge Lanata. Trabajan duro, pero muchas veces no alcanza. En los sectores más desplazados del Conurbano la droga sigue ahí, los pibes chorros también y la violencia no cede. No se puede culpar a todos los dirigentes sociales, claro, pero ¿está prohibido replantearse algunos de los mecanismos de su tarea? ¿Uno se convierte en un insensible absoluto, en un desalmado, en un enemigo de los desprotegidos si reclama que hay cosas para revisar?

¿O nuestro auténtico enojo es por la ineficacia del Estado en contener a un chico de 11 años que necesita ayuda? No está mal recordar que la nota periodística que derivó en el testimonio de El Polaquito tenía que ver con el robo a un Jardín de Infantes en Villa Caraza. Un jardín que representa el intento del Estado de intervenir en una zona ganada por la marginalidad, el narco y la delincuencia. Esa escuela saqueada es una derrota, y El Polaquito en la puerta, lejos de cualquier institución que pueda contenerlo, también. ¿Hablamos lo suficiente de eso? ¿Somos capaces de mirar con honestidad y crudeza la ineficacia de este Estado -no del Estado- para mejorar las condiciones de vida de la gente?

¿O en realidad nada de esto nos importa, y sólo nos tranquilizamos recurriendo a nuestra clásica indignación de sofá?

No es la última alternativa, claro. Hay una quizá más oscura, ¿no será que El Polaquito es apenas el instrumento que muchos esperaban con ansias para pegarle a Lanata por ser un crítico feroz de un gobierno que pretendió adueñarse de la moral? La reacción parece apuntar más al periodista que a defender al menor. Muchos de los impugnadores son los mismos que impedían hablar de la pobreza por ser estigmatizante.

Una cosa es segura. El drama profundo de El Polaquito ocurrió mucho antes de aparecer unos minutos en televisión. Lleva los 9, 11 o 12 años que tiene de vida. Lo ratificó su madre en la declaración judicial. Esa es la verdad que nos debería ocupar, antes de empujarnos entre nosotros, inflados de esa corrección política que clausura cualquier debate, con la pretensión mezquina de adueñarse de la verdad. Y al final es pura hipocresía.
Fuente: Diario Clarín


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