De cómo el kirchnerismo convirtió al Grupo Clarín en el ‘significante’ de muchas de sus críticas y cambió su influencia
Por: Jorge Fontevecchia
La interpretación de Víctor Hugo Morales acusando a Clarín de ser el autor intelectual de las marchas en Tucumán revela tanto una herramienta que le fue muy útil durante doce años al kirchnerismo como, en su efervescencia, que tanto Víctor Hugo Morales como Elisa Carrió, cada uno en su dirección, por exageración, no pocas veces consiguen el efecto opuesto al buscado.
Después del resentimiento que dejó en la mayoría de la sociedad el colapso de 2002, la identidad política del kirchnerismo se construyó en torno a un antagonismo con un “otro” que permitiera generar un vínculo por compartir la condición de oprimido. Néstor Kirchner corporizó ese “otro” siniestro y maléfico en los enemigos externos encarnados en el FMI como significante de los acreedores internacionales en su conjunto, los fondos de inversión, los bancos y las compañías extranjeras que se habían apropiado de las empresas públicas argentinas canjeando bonos de la anterior refinanciación de deuda externa a comienzos de los años 90.
Cuando se resolvió el problema de la deuda con sus dos reestructuraciones, y también se disciplinó a todos los representantes de las empresas de servicios públicos que habían sido privatizadas congelando sus tarifas, y también se habían estatizado las empresas de jubilación privada, y hasta la propia Repsol aceptó entregar casi gratis parte de las acciones de YPF a argentinos, pasando además el gerenciamiento a sus manos, sumado a la cancelación anticipada de la deuda con el simbolizante FMI, para el kirchnerismo fue preciso crear otro cuco. Ese cuco fue Clarín, que, como el FMI en los primeros años, vertebró y es el significante de múltiples actores, en su caso: el periodismo crítico, los jueces independientes, el gran empresariado y hasta “la pata local” de los fondos buitre.
Una vez logrado identificar ante la sociedad el papel de villano siniestro de ese “otro”, todos los ataques de ese “otro” no sólo no producen daño sino, como si se tratara de un agujero al que cuanto más se saca más se agranda, estos ataques benefician al agredido. Cuanto más feroces sean su crítica y su arremetida, más claramente confirman su intencionalidad malévola, vacunándolo frente a futuras críticas.
Cuando se decía que nadie resistía cuatro tapas de Clarín en contra, era otra época. Pero con la microsegmentación actual, sería equivalente a decir que nadie aguanta cuatro días de campaña negativa de la propaladora de Clarín a pleno con el diario, TN, Canal 13 y radio Mitre. Pero a pesar de que Clarín tiene más poder de fuego hoy que hace diez o veinte años, su poder de daño se redujo notablemente. El último ejemplo fueron las relativas consecuencias electorales que tuvo la gravísima acusación de Lanata sobre Aníbal Fernández. En un país normal, donde los candidatos renuncian hasta porque se les descubre que les mintieron a sus parejas, que el principal canal de televisión acuse de asesino al jefe de Gabinete y candidato al segundo mayor puesto electivo de gobierno del país, no sólo lo hubiera hecho perder la elección, sino también tener que renunciar a su candidatura. Aquí perdió apenas algunos puntos, que igual no le impidieron ganar la elección.
Si el condenado por el triple crimen hubiera realizado la misma acusación ante un juez en lugar de un programa de televisión del Grupo Clarín, y la noticia hubiera llegado a la opinión pública simultáneamente por todos los medios de comunicación a través de la vía judicial, probablemente habría producido un efecto en la sociedad más contundente, porque ni Lanata, ni Carrió, ni Clarín son percibidos hoy como imparciales. Un buen ejemplo de cuando Marshall Mcluhan, el primer gran especialista en medios masivos de comunicación, ya decía en los años 60, y se lo entiende simplificadamente, “el medio es el mensaje”.
Consciente o inconsciente, en algún momento el kichnerismo descubrió que Clarín le resultaba un cuco electoralmente rentable, que no le venía mal tenerlo de continuo contendiente, y comenzó a provocar a su audiencia cebando el odio neogorila para dejarlos en ridículo por sus propios excesos, como le sucedió a Carrió, que a lo largo de los años pasó de ser la candidata más votada de la oposición a perder nueve de cada diez votos que tuvo. Tanto funcionó la resurrección del término “gorila” por parte del kirchnerismo que hoy hay hasta gorilas peronistas.
Quizá Néstor Kirchner quiso realmente destruir a Clarín y fracasó en su tarea. Y no sea el kirchnerismo tan sofisticado como para haber creado a un “otro” ideal, aprovechando su enorme y continua visibilidad, como es la mayor corporación de medios del país, con el único fin de mantenerlo siempre en su posición dominante para usarlo como “opresor aglutinante”, engrandeciendo al Gobierno en una lucha ficticia. Pero aun si hubiera sucedido que buscando ese camino a las Indias el Gobierno encontró América, sorprende que el kirchnerismo no haya aplicado, al comenzar su enfrentamiento, la Ley de Defensa de la Competencia, obligando a deshacer la fusión de Multicanal de Clarín con Cablevisión de David Martínez en lugar de pasarse tantos años primero en el Congreso y después en los tribunales con la Ley de Medios.
Es más, hay quienes fundadamente piensan que David Martínez compró Telecom para que en el próximo gobierno, ya con el triple play vigente, haya una fusión entre Telecom y Cablevisión y el Grupo Clarín pase a cocontrolar también Telecom.
Hace tres domingos en Río Gallegos, tras votar, la Presidenta se quejó de Clarín por un dato equivocado sobre el nacimiento de su futura nieta y dijo que era el “diario de Yrigoyen al revés¨. Pero quizá crear un “diario de Yrigoyen al revés” pueda ser la más genial invención política, una construcción mucho más rentable y eficaz que un verdadero “diario de Yrigoyen a favor”, como lo demostró el propio Yrigoyen, y el kirchnerismo con sus intrascendentes diarios militantes.
Tras las PASO, el programa de la Televisión Pública 6,7,8 se reía de que Clarín sostenía que Máximo Kirchner había perdido la elección en Santa Cruz con el 44% de los votos a pesar de haber sido el candidato más votado, remarcando que la suma de todos los demás candidatos aliados en una coalición opositora lo había superado. Y al mismo tiempo Clarín calificaba de gran triunfo el de Eugenia Vidal por ser la candidata más votada en la provincia de Buenos Aires, con el 30% de los votos, a pesar y sin mencionar que la suma de los candidatos del Frente para la Victoria en la provincia la había superado por un tercio más de votos. La repetición en esa posición desequilibrada no le hace ganar votos a la oposición entre quienes ya son antikirchneristas, porque sería como pescar en su propio estanque, pero le hace ganar votos al kirchnerismo entre los independientes y moderados que terminan, como en la fábula del pastor y el lobo, descreyendo de todo lo que diga el mensajero.
Con la llegada de Scioli o de Macri, el gran cambio no va a ser el económico porque ya ambos fueron explicitando que confluirán al centro, lo mismo que hubieran intentado hacer Cristina Kirchner y Kicillof en 2014 tras el arreglo con el Club de París si el fallo de los holdouts hubiese sido favorable a Argentina, como ellos esperaban. El giro al centro no es ideológico, es práctico, es el único posible y hasta lo habría implementado la propia Cristina Kirchner si hubiera sido re-reelecta para 2015-2019. El gran cambio será que tanto Scioli como Macri abandonarán la práctica del “aglutinante opresor” y el relato pasará a una fase positivista. Los grandes medios dejarán de ser el “diario de Yrigoyen al revés” para pasar a serlo al derecho. En distintas proporciones, más Scioli que Macri, pasarían a utilizar el soft power que, como Obama ya demostró con la ejecución de Bin Laden, sólo es parcialmente soft. Por ejemplo, quienes conocen en privado a Scioli sostienen que en la intimidad no es menos autoritario que Cristina Kirchner.
Dejar de fomentar que se edite un “diario de Yrigoyen al revés” cambiará por completo la política, haciendo más compleja la conformación de las identidades políticas, que ya no se verán contenidas dentro de los límites de K y anti K, lo que ayudará a que nuestra mirada de la política sea un poco más elevada.
Parte de este texto integró la conferencia brindada por Fontevecchia el lunes en el Círculo Político Argentino y el martes en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas
Fuente: Diario Perfil