Las redes sociales son una herramienta que hoy tienen un valor incalculable para la ciudadanía, por la transmisión de datos en tiempo real, la comunicación entre personas, de forma privada o masiva, sin importar la distancia en que se encuentren, ni la diferencia horaria, ni lo que cada quien esté haciendo.
Ya ha quedado demostrado su poder en 2008 cuando Barack Obama llegó a la Casa Blanca ayudado por campañas que organizó el partido Demócrata en las redes sociales. A partir de allí, los fenómenos políticos de gran escala surgidos desde las redes sociales se cuentan por decenas en el mundo: la Primavera Árabe en 2010 y 2011, las numerosas y masivas manifestaciones en Venezuela en contra del chavismo, o las protestas en España como el 15 M, Indignados o Spanish Revolution, por sólo citar algunas.
En Argentina ya se produjeron varios movimientos de envergadura generados 100% a través de las redes. El último importante fue la marcha “Ni una menos”, en contra de la violencia de género, ocurrida el 3 de junio pasado.
En Tucumán, las últimas dos masivas manifestaciones en contra del “fraude electoral”, del lunes y del martes pasado, también se originaron en WhatsApp, Facebook, Twitter, cadenas de mails y demás redes.
Está claro que el poder viral de las redes sociales es fenomenal y así como pueden ser muy útiles, como por ejemplo en numerosas campañas solidarias, niños extraviados, donación de órganos o sangre, asistencia a damnificados, entre tantas otras cruzadas de enorme nobleza, también pueden ocasionar daños tremendos a personas, instituciones o colectivos sociales.
Su uso, no muy comprendido aún por vastos sectores de la sociedad que recién debutan en estas tecnologías, acarrea gravísimos riesgos y a veces pueden ser más perjudiciales que benéficas.
No sólo en la invasión a la privacidad, con difusiones de imágenes íntimas que han destruido reputaciones, parejas y familias enteras, sino en la transmisión de información falsa, que lamentablemente abunda en los distintos canales de comunicación tecnológicos, como internet o la telefonía.
Un estudio reciente realizado por la organización civil Asociación Internautas entre miles de usuarios, reveló que el 70% de las personas no puede distinguir un bulo (mentira en internet) de una noticia confiable.
Por ello es fundamental y extremadamente importante que tengamos suma prudencia y responsabilidad a la hora de reproducir todo lo que recibimos a través de las redes sociales.
Estos últimos días, a raíz de los hechos conocidos, se han viralizado en Tucumán, y desde aquí al resto del país, numerosas informaciones falsas sobre las elecciones y el escrutinio. Un video con urnas que iban camino a ser destruidas (de otras elecciones), audios de candidatos organizando el fraude (inventados), un texto que indicaba que una jueza había sido retenida en el Correo y que decenas de abogados estaban presos (falso), o una foto de una puerta con balazos de grueso calibre (tomada en México, en 2010), son algunas de las mentiras que han circulado impunemente por la atmósfera virtual. Esto sólo ha contribuido a generar más indignación entre los incautos que las reciben y las retransmiten sin más y a fomentar una escalada de violencia en la sociedad.
No se puede exigir honestidad y transparencia a la clase dirigente haciendo exactamente lo contrario.
Es muy importante que cuando recibamos imágenes o datos, éstos no se repliquen hasta que se esté absolutamente seguro si se trata de una noticia debidamente chequeada y confirmada. Sólo así vamos a construir una democracia de mayor calidad y vamos a colaborar a que nuestra sociedad no involucione hacia la autodestrucción.
Fuente: La Gaceta, Tucumán