Las diferentes visiones de Magnetto y Aranda, y una figura en ascenso en la redacción
No podía ser de otra manera, por el tamaño del conglomerado, por el poder que se juega allí y por la enorme exposición que ha sufrido en el último lustro. Las internas en el Grupo Clarín están a la orden del día.
La principal diferencia de visiones se da ahora, según fuentes del propio grupo, entre los accionistas Héctor Magnetto y José Aranda. Detrás del primero se alinea la hija de Ernestina Herrera de Noble, hoy la única activa de ese sector; y entre los empleados jerarquizados, el secretario general del diario, Ricardo Kirchsbaum. Según la opinión generalizada, Magnetto tiene una mirada “tradicional” del negocio, nunca terminó de entender las nuevas tecnologías. Aranda, de su lado, tiene dentro de la redacción a Ricardo Roa como interlocutor y cree que tiene más claro el futuro de la convergencia tecnológica entre medios y telecomunicaciones.
La caída en las ventas del matutino (no supera los 150.000 ejemplares en promedio de lunes a viernes) y en anticipo de una solución cruenta al problema de la falta de sinergia entre la redacción del diario y los medios digitales, aumentaron el mal humor institucional.
Roa y Kirchsbaum se llevan razonablemente bien, pero terminan chocando cuando de discutir la línea del diario, la que se refleja en todos lados pero particularmente en las tapas. Allí quien más de una vez debe mediar es Julio Blanck, el jefe de Politica, una figura en alza por su claro ascendente sobre la redacción, la mayoría de cuyos integrantes lo ven como un moderado que trata de conducir el barco hacia las costas del profesionalismo, algo que la guerra con el kirchnerismo –para otros, un pretexto- obligó a abandonar hace mucho.
Las facciones atraviesan todas las áreas del multimedios, y las peleas de cúpula le han abierto paso a los reclamos sindicales, acallados desde siempre en un grupo afecto a suprimir comisiones internas. Los representantes de los trabajadores expresan un reclamo sordo: “Cómo es posible que en la tapa aseguren que la inflación fue del 40 por ciento, para pegarle al Gobierno, y a nosotros nos quieran arreglar con mucho menos”, se preguntan.
Otra historia: Diego Levy y la foto de Magnetto y Aranda
"Yo laburaba para New York Times, había algo en Buenos Aires me llamaban, cada tres, cuatro meses, para hacer una nota. Lo mismo que hago todavía para Bloomberg. Mando las fotos, me mandan el cheque. Hacía fotos para ellos hasta este episodio.
En el 2012 me llaman para hacerle fotos a Magnetto. Yo le había hecho fotos antes, había laburado en Clarín, pero me echaron por indisciplina, porque era miembro de la Junta Electoral. Echaron a toda la Comisión Interna. Los despidos fueron en el 2000, fueron despidos grandes, 130 personas, 20 de la Comisión Interna. Después en el 2008, trabajando en el diario Crítica de la Argentina, me mandan de guardia a una reunión de Papel Prensa. Voy, estoy esperando en la puerta, y veo que salen Héctor Magnetto y José Antonio Aranda, los dueños de Clarín. Los conocía, los sigo hasta el garaje donde tenían el auto y empiezo a sacarles fotos. Me preguntan “¿De dónde sos?”; “De Crítica”; “No me saques fotos ¡Pará!”, hasta que Aranda empieza a pegarme; con una mano lo paraba y con la otra apretaba el disparador.
Llego a la editorial y no había nadie. Se las muestro al Jefe de Redacción y me dice “Ahora vienen Jorge Lanata y Gabriel Cavallo”. Llegan y me llaman a la oficina el tipo; estaban re excitados con las fotos, “¡Va a ir en tapa! ¡Vamos a hacerle juicio, cómo te pegaron!”.
Después Cavallo termina siendo abogado de Ernestina Noble en la causa de los hijos, y el gordo Lanata termina siendo lo que es. Esto fue 2008, hace nada, mirá ahora, la clase de mierda de gente que son. Pero bueno, las fotos salieron publicadas.
Unos años después, entonces, el New York Times está haciendo una nota sobre la pelea Clarín-Gobierno; me llaman. Había dos notas para hacer: una por un tema de la AMIA, unos retratos, y la otra la pelea Clarín-Gobierno. Consiguen que Magnetto acceda a sacarse las fotos, me dicen “Te esperan en Piedras a la una para hacer la foto”. Yo voy; entro cagado en las patas. No había vuelto al diario. Cuando me echaron mi jefe tuvo que pedirme la llave de mi armario para sacar y bajar él mi cámara y mis cosas porque no me dejaban entrar. Pensaba “Voy a entrar después de doce años; a Magnetto ya le hice fotos hace dos años, me puteó, me vio la cara”. Me recibe la secretaria, “Ahora te atiende el señor”. Entro: Magnetto y yo solos.
Me dice, “Te veo cara conocida”, le respondo “Sí, trabajé acá hasta el 2000”. No le dije que en el 2008 le había sacado fotos y él me había puteado, y ahí se queda, así que yo sigo con mi trabajo: “Bueno, póngase en el escritorio, míreme. Vamos afuera”. Hice como diez opciones de foto. Hablamos un poco, me preguntó qué hacía ahora de mi vida y le respondí que estaba haciendo un poco de cine.
Volví a mi casa y mandé las fotos; las de la AMIA y las de Clarín. A los dos días sale publicada la nota de AMIA, a los cuatro días sale la nota de Clarín con una foto de archivo. Las fotos estaban perfectas, totalmente publicables, pero metieron una foto malísima de una conferencia de prensa. Yo lo tenía en el despacho, retratado. Le mando un mail al Editor preguntando si había algún problema con las fotos, qué había pasado; nunca me contestaron. Me pagaron las fotos pero nunca más me dieron laburo. Esa es la historia".
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Foto: Diego Levy
Fuentes: La Gaceta Mercantil, elmensajerodiario.com.ar