Por: Juan Felipe Suescún (@jfsuescun)
¡Papa hijueputa! estoy insultando a su mamá, de quien no me consta que sea o que haya sido una puta, pero que tiene su pecado encima al haber parido a alguien capaz de subir al poder eclesial por la escalera manchada de sangre que ha construido a lo largo de muchos siglos la religión católica que tanto daño le ha hecho a la humanidad.
Lo insulto para probar si es capaz de venir a pegarme un puñetazo como amenazó en un discurso en un avión, contradiciendo ese precepto que me enseñaron en los colegios católicos donde estudié, el cual reza que ante una bofetada hay que poner la otra mejilla al agresor; o para ver si, al menos, es capaz de excomulgarme y me libra de facto de ese daño que me hicieron mis padres al educarme bajo los cánones de la religión católica.
Este superstar que estaba conmocionando al mundo con sus declaraciones, menos retrogradas que las de sus antecesores, pero aun así, retrogradas, como él, como la religión que representa, le dio ahora por hablar sobre la libertad de expresión y la libertad de culto y por fin “peló el cobre”.
Primero dijo: “si el señor Gasparri, mi gran amigo, [quien estaba en ese momento a su lado], dice una mala palabra contra mi madre, puede esperarse un puñetazo… ¡Es normal!”
Pero eso no es todo, a continuación dijo: “matar en nombre de Dios es una aberración” refiriéndose a los asesinatos cometidos en la sede el semanario francés Charlie Hebdo.
Libertad de expresión y de culto, dos libertades que por la fuerza de la circunstancias hoy en día parecen antagónicas, pero que antes de los hechos sucedidos en París trataban de coexistir, negociando sus límites, claro está, de acuerdo a las normas de cada país y de cada institución, como lo expliqué en mi columna anterior.
Pero ¿qué hace el papa, el máximo jerarca de la iglesia católica, hablando sobre la libertad de expresión y sobre la libertad de culto?
Ante las caricaturas publicadas en Charlie Hebdo, habla de libertad de expresión el líder de la religión que creó en el siglo XVI el Index librorum prohibitorum (Índice de libros prohibidos), el cual estuvo vigente hasta el siglo XX. En este índice se incluyó en principio el Tratado teológico político de Martín Lutero, entre otros libros de Zola, Balzac, Víctor Hugo, Montaigne, Descartes, Pascal, Montesquieu, Spinoza, Hume, Kant, Bentham, etc. Se prohibía la impresión y lectura de estos libros bajo pena de excomunión.
Asimismo, ante la masacre cometida en la sede de Charlie Hebdo “en nombre de Dios”, habla de libertad de culto el líder de la religión que se inventó la “Guerra Santa” antes de la yihad islámica, ¡las Cruzadas! con la misma promesa de “el reino de los cielos” para los que murieran en ella.
La primera cruzada, la más sangrienta de todas, o “aberrante” como diría el papa, fue lanzada por otro hijueputa como este, el papa Urbano II en el siglo XI, paradójicamente desde Clermont-Ferrand en el centro de Francia, congregando una turba de fieles de toda Europa que perseguían indulgencias. En el camino a “Tierra Santa” pasaban arrasando con campos y ciudades matando judíos primero, y luego decapitando a cualquiera que se les atravesara, principalmente cristianos. Y cuando llegaron a su destino fue peor, en Jerusalén torturaron a los sarracenos durante días y a los judíos los quemaron vivos en la sinagoga, con la crueldad que habían aprendido en el camino.
Vuelvo y pregunto entonces ¿con qué derecho viene este papa hijueputa a predicarnos la libertad de expresión y de culto cuando la religión católica se ha encargado de reducirlas a su mínima expresión?
Ahora que lo pienso bien, no sólo le digo hijueputa al papa para provocarlo, porque vuelvo y repito no me consta que su mamá sea o haya sido una meretriz como María Magdalena, también es un hijueputa porque culturalmente se usa esta expresión para referirse a personas que como él no tienen vergüenza.
Papa hijueputa y sinvergüenza.
Fotomontaje Diario 26Fuente: bajolamanga.co