Nicolás Castro fue detenido por crear un grupo en el que supuestamente se incitaba a matar a los hijos del presidente. Una amenaza que duró 15 minutos en Facebook fue tomada como acto terrorista y no como una expresión de descontento con el gobierno. Ahora se pretende castigar a un estudiante de artes como si se tratara del peor delincuente del planeta. Esto llama mucho la atención en un país donde las amenazas son el pan nuestro de cada día y jamás se investigan y mucho menos se castigan. La Revista colombiana Semana publicó esta nota al respecto:
Durante varios meses el Grupo de Delitos Informáticos adelantó una rigurosa investigación que terminó con la captura de Nicolás Castro
El país está sorprendido con el caso de un joven estudiante que amenazó por Facebook a los hijos del Presidente y enfrenta ocho años de cárcel.
Joel Tenenbaum, un joven de 25 años y candidato a un doctorado de física de la universidad de Boston, se despertó una mañana cualquiera de julio de este año con una noticia terrible: una Corte de Estados Unidos lo condenó a pagar 4,5 millones de dólares (9.000 millones de pesos) por bajar de manera ilegal 30 canciones en Internet y distribuirlas entre sus amigos en la red.
Su caso le dio la vuelta al mundo. Nadie podía entender cómo un procedimiento que millones de jóvenes en todo el planeta aplican todos los días –copiar música– se podía convertir en una sentencia de estas dimensiones. El proceso se convirtió en una suerte de paradigma en el que la poderosa industria de la música, que fue la que demandó a Joel, dio un mensaje contundente contra la piratería.
Algo parecido ocurrió la semana pasada en Colombia. Dos investigadores de la Dijín llegaron hasta la casa de Nicolás Castro, un estudiante destacado de Bellas Artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y lo arrestaron. A Nicolás, de 23 años, nunca se le ocurrió que un grupo que creó en Facebook podía ponerlo, literalmente, en La Picota, la cárcel más famosa del país.
La pesadilla de Nicolás comenzó el 9 de julio pasado, cuando en los medios se armó un escándalo con el grupo de Facebook que tenía como título ‘Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Álvaro Uribe’. El grupo había sido creado por él desde marzo y no tuvo mayor movimiento –apenas se unieron a él 16 miembros– hasta ese día de julio en que los medios delataron su existencia. El joven fue detenido el pasado miércoles, ya compareció ante el juez y éste consideró que los elementos probatorios eran suficientes para mantenerlo detenido por “instigación a delinquir”.
En el país muchos no han tomado el caso muy en serio. Pero la verdad es que es la primera vez que un ‘acto de rebeldía’ en la era de la Internet le podría costar a un muchacho de clase media o media alta, como cualquier otro, de cinco a 10 años de prisión.
Hay dos malas noticias para él: la primera es que éste se puede convertir en un caso ejemplarizante de sanciones para este tipo de conductas en Internet. Y la segunda es que las autoridades no han dejado margen para pensar que Nicolás pueda librarse pronto de este asunto. “Aquí no estamos hablando de una broma, sino de un delito”, dijo el director de la Dijin, general Gilberto Ramírez, en rueda de prensa.
En el juicio a Joel en Boston, el abogado defensor, un profesor de leyes de Harvard experto en casos de Internet, le dijo a la Corte del estado: “Joel sólo estaba haciendo lo que un chico hace cuando está en Internet”. Pero la Corte no sólo no le hizo caso, sino que le aumentó el monto de la multa que inicialmente estaba previsto.
En el caso de Nicolás Castro, por lo pronto, ha pasado algo similar. Los abogados argumentaron que se trataba de “una chanza” y que no se podía coartar la libertad de expresión. Pero el juez, en la audiencia de imputación de cargos, no estuvo de acuerdo. “Una cosa es no querer a Jerónimo Uribe –dijo– y otra cosa es instigar para que se cause un delito”. Y tal vez lo más significativo es que el juez no le dio detención domiciliaria, sino que lo mandó directo a la cárcel la Picota.
¿Qué encontró la Policía?
Gran parte de la polémica y el escepticismo que el caso ha generado tiene ver con la personalidad de Castro. Ni su familia, ni sus compañeros y profesores pueden creer que esté hoy en el ojo del huracán. “Es un alumno modelo. A lo largo de la carrera siempre ha tenido las notas más altas. Tiene 4,3 en promedio. Es disciplinado, inteligente y muy creativo. Jamás tuvo un comportamiento que hiciera pensar que, siquiera, podía estar en problemas”, dijo a SEMANA uno de sus profesores.
“Es vegetariano y un apasionado contra el maltrato de los animales. De hecho, tiene un grupo en Facebook para protegerlos. No mataría ni una mosca, y mucho menos a otra persona”, afirmó uno de sus compañeros de octavo semestre. “Es muy familiar, no pertenece a ningún tipo de grupos raros. Es inteligente y muy respetuoso, tanto que por eso lo elegimos representante de los estudiantes ante la facultad”, cuenta otra amiga suya. Y su papá, un proveedor de repuestos para aviones, visiblemente abatido dijo: “A mí se me acabó la vida con ese acontecimiento”.
Sin embargo, Nicolás Castro se dio cuenta de que se había metido en un grave problema ese 9 de julio cuando vio el gran despliegue que los medios le dieron al grupo que creó en Facebook. En un primer momento tal vez confió en que podía despistar a las autoridades. A las 10 de la noche decidió borrar cualquier rastro que lo vinculara al grupo y por eso desactivó su perfil de Facebook en el cual se podía consultar su nombre, fotos y otros datos personales.
Con lo que no contó fue con que para esa hora el Grupo de delitos informáticos de la Dijín, con un fiscal de la Unidad de terrorismo, ya llevaba adelante las pesquisas. Muy temprano hicieron un análisis detallado de los perfiles de los miembros del grupo y luego comenzaron a hacer cruces en todo Facebook con una serie de variables. Así descubrieron que ciertos datos del perfil de quien creó el grupo –que usaba el seudónimo ‘Cuervo de El Salado’– coincidían con los del perfil de Nicolás Castro en esta misma red social.
En un primer momento los oficiales pensaron que se podía tratar de una simple coincidencia. Sin embargo, el hecho de que justo esa misma noche Castro borrara intempestivamente su perfil de Facebook los llevó a sospechar que las dos cuentas eran manejadas por el mismo Nicolás. Y se sumó a las coincidencias el que al hacer una nueva y minuciosa revisión de los comentarios que aparecían en el grupo, encontraron uno del 21 de marzo de 2009 firmado por un usuario que se identificó como ‘Nicolás’, que decía: “Este tipo con sus ‘artesanías de Colombia’ no hace más que explotar indígenas y gente de bajos recursos (...)”.
Los investigadores de la Dijín se reunieron con un fiscal de terrorismo y cuatro días después allanaron la casa de Castro. Dar con la ubicación de la vivienda en Chía no fue muy difícil con los datos del perfil real del joven universitario. El allanamiento ocurrió el 13 de julio, lo cual, de paso, deja sin piso la afirmación del abogado defensor, Wilson Rivera, según la cual Castro era quien había llevado los computadores a la Dijín.
Lo único que hicieron los investigadores fue bajar los datos de dos computadores portátiles que hallaron. En ellos, entre otras cosas, encontraron 1.418 documentos con referencias a Álvaro Uribe y a su familia y registros de 35 búsquedas de información en Internet sobre Jerónimo Uribe. Pero tal vez lo más relevante es que recuperaron 305 conversaciones o chats que habían sido borrados.
Una de estas charlas, en la que Nicolás habla con una amiga, es del mismo 9 de julio, día en que se conoció públicamente el tema de las amenazas (ver recuadro). En el chat no sólo reitera su odio (y su amenaza) contra los Uribe, sino que explica que el grupo lo creó como venganza de la masacre de El Salado, una de las matanzas con detalles más macabros que haya conocido el país. Ocurrió en ese pueblo de Bolívar en febrero de 2000 y tuvo cierto protagonismo en el primer semestre de este año.
En el chat la amiga le dice a Nicolás: “Es que si ves que te metes en problemas sin necesidad”. Y él le responde: “No me arrepiento del todo. Es que debí tener más cuidado”. Más adelante insiste: “De hecho, sí odio a esos hp. Por lo de El Salado nada más sí merecen que lo maten a él, a Uribe y a todo el que ayude a esos paracos hp. Lo que hicieron en El Salado fue una barbaridad sin límites, una monstruosidad descomunal”.
“Pero Nico, ellos no merecen tu odio, nada. Te contaminas y ellos siguen haciendo de las suyas”. Y Nicolás le responde: “Pero el objetivo sí se logró. Hacerle llegar al hijito de Uribe un poco del miedo que sienten los demás”.
Al final da cuenta de estar muy asustado: “Agh, tengo paranoia (...) miedo, y del miedo pasé a la rabia. Ahora quiero cumplir la amenaza. Maldita mierda de país”.
El grupo de investigadores le pidió apoyo al FBI para solicitar a Facebook los datos del titular de las cuentas en esa red y el IP (o número de identificación) de los computadores desde los cuales se había enviado mensajes al grupo. El 30 de julio de 2009, el agregado jurídico del FBI, Jeffey J, Peláez, les entregó la respuesta de Facebook a los hombres de la Dijín. Básicamente les confirmaba que los mensajes y las amenazas habían sido hechos desde los dos computadores de la casa de Castro, el de él y el de su hermana, y desde la oficina del papá. El 13 de agosto, la Policía allanó el lugar y descubrió que Castro creó la cuenta ‘Cuervo del Salado’ en esas oficinas y desde allí enviaba mensajes con ese seudónimo.
Algo va de Nicolás a Osama
En teoría, el joven Nicolás Castro incurrió en un delito de invitar al delito, que podría darle entre cinco y 10 años de cárcel. Y todo indica que tanto la Fiscalía como el juez de imputación de cargos estiman que debe ser sancionado drásticamente.
Sin embargo, el debate es más complejo. En primer lugar, nadie que va a matar a alguien o que tenga intenciones de que otra persona lo mate por él lo anuncia por Internet. Y menos a un personaje público como el hijo del Presidente de la República, posiblemente uno de los hombres más custodiados del mundo después de Obama.
El problema para este universitario es que en sus palabras hay un elemento de instigación que está consignado como delito en el Código Penal –algo que tal vez él no sabía–. Y en esta era digital en que los sicópatas navegan a sus anchas, este tipo de invitaciones puede terminar muy mal –algo que tal vez él tampoco calculaba–.
Pero el desconocimiento de la ley o la falta de cálculo no son atenuantes. El juez lo descargó como un sablazo en la audiencia, al frente de Nicolás y de su padre: “Aquí no estamos juzgando por homicidio ni por terrorismo, sino por incitar, por invitar, por instigar a delinquir. La primera parte del artículo 348 (del Código Penal) nos dice que el que pública y directamente incita a otro o a otros a delinquir incurre en este delito. En ese mensaje extraído del computador (de Nicolás Castro) existe esa provocación”. Y va más allá al decir: “Como decía el señor fiscal, esa incitación o convocatoria tuvo resultados y ya algunos miembros de las Farc se habían unido al grupo”.
En segundo lugar, se ha abierto otro gran debate y es si se trata de un caso de libertad de expresión o no. El tema es muy complejo no sólo por lo nuevo, sino porque transita en el filo de la navaja entre la posibilidad de expresar libremente sus convicciones, aunque sean radicales y no gusten, y el terreno pantanoso de la apología al crimen y la promoción del odio.
Por eso constitucionalistas como Juan Manuel Charry y penalistas como el ex fiscal Alfonso Gómez Méndez en principio no creen que este tipo de conductas esté cobijado por la libertad de expresión, pero, dada la complejidad del tema, dicen que es necesario investigar el caso más a fondo. Mientras que el representante David Luna fue directo: “Una cosa es la libertad de expresión y otra invitar a cometer un delito”.
El asunto es que en Internet ha hecho carrera el principio de libertad absoluta. Y, como lo ha dicho un filósofo especialista en lo digital, Paul Virilio, cada tecnología trae nuevos accidentes. Si Internet es la nueva plaza pública, lo que hizo Nicolás es como si se hubiera parado en la mitad de la Plaza de Bolívar a gritar: “Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe, el hijo de Álvaro Uribe”. ¿Lo detendrían por eso? ¿Le darían cinco o 10 años de cárcel? ¿O simplemente lo callarían y lo mandarían para la casa?
Internet es un arma muy poderosa. Y Facebook es hoy por hoy su vitrina más privilegiada. Es la comunidad virtual más grande hoy en el mundo, hace pocos días completó 350 millones de asociados. La demostración más clara de su fuerza se dio en Colombia, cuando Facebook canalizó el odio del país contra el secuestro y contra las Farc y logró volcar a millones de personas a las calles en una marcha. Y hace menos de un mes se dio otro caso en Estados Unidos, que ilustra, en una escala menor, la potencia de esta red. Un adolescente, inspirado en la serie de dibujos animados South Park, creó un grupo que señalaba el 20 de noviembre como ‘El día de patear a los pelirrojos’. En esa fecha, se registraron cerca de 14 casos de acoso a niños con ese color de pelo en distintos estados de Estados Unidos e incluso en Canadá (ver recuadro de casos del mundo).
El peligro de todo esto es que ahora algunos traten de mezclar todos los ingredientes y terminen por catalogar a Nicolás Castro como terrorista. Que no lo es. Los hijos del Presidente en su comunicado de prensa prácticamente lo etiquetan como tal. “Repudiamos cualquier acto de terrorismo, tal como es la instigación al homicidio”, dicen haciendo referencia al caso. Y el general Gilberto Ramírez fue más allá: “(Nicolás Castro) es miembro de redes que instigan al terrorismo a nivel internacional, lo tenemos comprobado... accedía a páginas que tienen que ver con la organización terrorista Farc, Al qaeda y otros grupos terroristas del mundo”.
Es cierto que la descripción de la página de Nicolás Castro, en la que se “compromete” a matar a Jerónimo Uribe e invita a otros a seguirlo, era toda una arenga plagada de odio. Decía: este es “un grupo para aquellos que quieren vengarse del bellaco tirano, gobernante ilegítimo, masacrador, genocida” para “hacerle sentir a esta familia (...) lo que es perder a alguien que comparte lazos de sangre con uno mismo, para que les llegue hasta el alma el horror de la guerra (...) porque, cuando matemos a Jerónimo Alberto Uribe, sólo faltará el padre de ese explotador y miserable”.
Pero no hay que perder de vista las proporciones. Algo va de un muchacho que muestra tener cierta contradicción en su manera de ver el mundo –al mismo tiempo que crea páginas para defender a los animales con su nombre verdadero, crea otras en la que habla de matar gente con su seudónimo–, a un terrorista.
En el peor de los casos, se puede decir que se trata de un joven desubicado, que es radical, que puede tener problemas sicosociales o que puede haber traspasado la línea del Código Penal –asunto que definirá la justicia–, pero de ahí a verlo como terrorista o como una amenaza para la sociedad, es absurdo.
“Lo más grave que podemos atribuirle, basado en los elementos que refieren los medios, es apenas un trastorno sicosocial de personalidad –explica el siquiatra Álvaro Montoya–. Es decir, podemos estar frente a un paciente que sufre de inmadurez y recurre a conductas de ese tipo. El ejemplo más sencillo para explicar el caso es como cuando un adolescente llama a molestar a una línea de emergencia”.
Para algunos será un acto de rebeldía si no un grito de odio y de rabia en el desierto. Para otros puede ser un exceso y una responsabilidad en un país de gatillo fácil que debe ser condenado pero no castigado. Y algunos pueden pensar que este es el momento de sentar un precedente ejemplarizante ante la instigación el odio y la apología al delito a través de un instrumento tan poderoso como Internet, un terreno donde hay un mar de impunidad.
La pregunta es si esto amerita un tiempo de cárcel o no.
Por lo pronto, no hay muchos antecedentes en el mundo. El grupo que creó Nicolás Castro no es el único en Internet que invita a matar a alguien. En un país tan polarizado como este, y bajo la protección del anonimato de Internet, amenazan desde al Presidente de la República y a los senadores Piedad Córdoba y Gustavo Petro, hasta a la cantante Shakira y a los miembros de tribus urbanas como los emos.
Curiosamente, ninguno de esos casos ha llegado siquiera a ser investigado. Pero eso no le garantiza nada a Nicolás Castro. Porque, como en el caso de Joel Tenenbaum, él puede llegar también a ser el primer castigado por una práctica como estas en Internet.
El efecto en Facebook del caso de Nicolás y Jerónimo
A diario se crean grupos apoyando al estudiante que hoy está tras las rejas por amenazar al hijo del presidente Uribe. Otros, con humor, se burlan de la eficacia de la justicia colombiana.
Desde que se conoció la captura de Nicolás Castro por haber creado un grupo en Facebook donde afirmaba querer matar a Jerónimo Uribe, hijo del presidente Álvaro Uribe, a diario se crean grupos y foros de discusión en defensa del estudiante y otros cuestionan con humor la eficacia de la justicia colombiana.
El más representativo de esos grupos, que hoy alcanza los 24.500 miembros, es "Libertad inmediata para Nicolás Castro", donde llueven mensajes de apoyo y propuestas de movilización popular para exigir su libertad. Aunque hay algunos mensajes que cuestionan el actuar del estudiante de Bellas Artes, la gran mayoría coincide en que este caso demuestra cómo la justicia privilegia a unos pocos.
Algunos miembros de ese grupo optaron por poner en su perfil una foto de Nicolás como una forma de "unir esfuerzos para manifestarle su apoyo".
Otros usuarios acudieron a la ironía para manifestar su descontento con el caso. "Me comprometo a matar a Daniel Pacheco", es un grupo creado por el mismo Daniel Pacheco.
"Los incito a que me maten. Me quiero sentir igual de importante a Tomás y Jerónimo Uribe y quiero hacerle compañía a Nicolás Castro. Si me encanan, al menos Nicolás va a tener a alguien con sentido del humor para reírse de su mal chiste en la guandoca", es la descripción de su perfil.
Así mismo Andrés Sayago anuncia que quiere matarse: "por escribir esto me tienen que meter preso a mí también. Literalmente y explícitamente amenzo con cometer un delito, en este caso un suicidio".
"Consintamos a Jero y Tomasito"
Quizás este es el grupo con más carga de ironía, que acude al humor para manifestar su rechazo al proceso que hoy tiene tras las rejas a Nicolás.
Los creadores de este grupo, que hoy tiene 1220 seguidores, proponen mimar a los hijos del presidente Álvaro Uribe.
"Grupo creado en esencia para acuchicharlos, mimarlos, rascarles la panzita, y hacerles cosquillitas en sus delicados cuellitos. Esperando que así estén más relajados y puedan ayudar a su loable padre a sacar el país adelante", es la descripción de su perfil.
Entre chistes, sus miembros se burlan de los hijos del mandatario, declarando ese grupo como una "zona franca" y ofreciendo un subsidio de Agro Ingreso Seguro.
Por ese estilo, existe otro grupo que invita a no comprar productos de Salvarte, la empresa de artesanías de Tomás y Jerónimo Uribe, como también hay otro que invita a "No matar a a Jerónimo, sino patearle las bolas en repetidas ocasiones".
Mientras el proceso judicial de este polémico caso continúa, los usuarios de las redes sociales siguen manifestando sus opiniones, pero ahora con el temor de una persecución porque, según uno de ellos, la Seguridad Democrática se inventó el Miedo 2.0.
Fuente: Revista Semana