Es director y fundador del Diario El País de España. Referente del mejor periodismo, apuesta al futuro de los diarios pero advierte que hay mucha incertidumbre y cambios de paradigmas
Por: Miguel Wiñazki
Juan Luis Cebrián ama la comida japonesa. Ha fundado el diario El País, y hoy es presidente de la Comisión Ejecutiva del Grupo Prisa. Se desvive por el sushi y es capaz de despreciar al mejor cocido hispánico frente a una bandeja escueta de bocados orientales. "Mi mujer vivió en Japón y así aprendí a valorar el sushi y todo lo demás que viene de allí", confiesa, y toma con maestría los palitos y come tranquilamente en uno de los salones del Palacio Duhau, donde se desarrolla el X Foro Iberoamérica, la cumbre que todos los años reúne a una pléyade de hombres de letras, políticos, empresarios y periodistas iberoamericanos decididos a reflexionar sobre los desafíos de la región.
Pero más allá de su amor por el sushi, es tan profundamente español como para recordar con gracejo lo que le enseñaron en la escuela católica a la que asistió: "La muerte es la definitiva separación del cuerpo del alma". Y con aquella definición absoluta y tranquilizante creció hasta que la vida y esa otra España que despuntó tras el franquismo le complicaron la tranquilidad metafísica de la que supo disfrutar en su juventud.
Por cierto, Juan Luis Cebrián es un referente que no puede eludirse cuando se habla de la crisis del periodismo. "No estamos ante una crisis coyuntural sino estructural", diagnostica, "estamos ante un cambio de paradigma, ante un cambio del sistema de estructuración de la opinión pública".
¿Cuáles son los rasgos más profundos de ese cambio estructural?
Los periódicos tradicionales ya no son el centro de generación de la opinión pública. Los periodistas tenemos en general mucho menos poder que el que nos adjudican los gobiernos, y más del que queremos reconocer nosotros. Pero ahora todo está cambiando porque ingresamos a una sociedad sin mediaciones ni intermediaciones. La sociedad digital se maneja fuera de las intermediaciones, la información se genera y se emite de manera directa. Y los diarios median la información, la procesan, la editan, la ponen a disposición de los demás. Eso cambia, ya ha cambiado.
¿ Y qué sucede con la función periodística de criticar al poder?
Los periodistas formamos parte del poder, estamos dentro del palacio, tal vez no en los salones centrales del palacio, pero sí en las escaleras o los corredores. Somos también parte de la casta. Las peleas con los gobiernos suelen ser visualizadas por la gente como conspiraciones de palacio.
¿Si la sociedad refuta las mediaciones adviene la democracia directa, la democracia callejera, la de las asambleas sin parlamentos? ¿O no es así?
Hay formas de democracia directa que no son más que movilizaciones hechas desde el poder político. Hay que distinguir eso de las reales crisis de las mediaciones. Hay millones de trabajadores que ya no están dentro de los sindicatos y de los partidos, que están fuera de ellos, y sin embargo existen y tienen enorme dinamismo. Por lo demás, esas formas de democracia directa son muy vulnerables, entre otras cosas para defender los derechos de la minoría. Hasta la democracia en un sentido tradicional ha perdido prestigio. China, un inmenso poder del que todos hablan, no es un país democrático. Sí capitalista, pero no democrático. Y allí la censura es parte del sistema político. Pero en nuestros países la función tradicional de los diarios como vector organizador del debate público también está cambiando radicalmente. Y por eso la crisis económica en la que están por ejemplo The Washington Post o The New York Times no son anécdotas, sino síntomas de un cambio de época. La victoria de Obama tiene más que ver con las redes virtuales y con Internet que con lo que decían de él los diarios tradicionales. Hay políticos que ya prestan menos atención a los medios tradicionales.
En Argentina, y no sólo en Argentina, el poder político está muy enojado y es beligerante respecto de los medios tradicionales.
Sobre lo que ocurre en su país, yo digo que toda ley especial para la prensa, es una ley contra la prensa. La prensa, naturalmente, debe regirse según la ley, pero según la ley por la que nos regimos todos. Desde ese punto de vista, la mejor ley de prensa es la que no existe como tal. De todos modos, se ha dicho en Inglaterra, el mayor nivel de confrontación entre los gobiernos y los medios funciona también como un índice de libertad de prensa.
Es decir que en el contexto de la confrontación, la libertad de prensa crece y se dinamiza...
Algo así, según ese apotegma. Pero lo cierto es que sabemos bien que va a ocurrir con los medios, y conocemos los problemas aunque no las respuestas. No sabemos, por ejemplo, si hay que cobrar o no por los contenidos en Internet. Sabemos que tenemos enfrente a Google, que difunde noticias pero en donde no trabajan periodistas, es sólo una máquina que distribuye noticias. Los problemas están, pero seguimos sin tener la solución frente a ellos.
¿Cuál es la situación de Prisa?
Ganamos dinero, y nos va muy bien, pero tenemos una deuda muy grande. Debemos trabajar sobre esa deuda. Pero hemos resuelto muchos problemas, y la gente nos sigue eligiendo.
¿No tiene ganas de arriesgar alguna profecía? ¿Qué cree que va a suceder con los diarios en papel?
Creo que los diarios en papel van a continuar existiendo durante años, durante muchos años, a pesar de estos cambios estructurales. Pero la pregunta no es cuánto van a durar, sino cómo van a ser los diarios bajo un paradigma tan diferente como el que estamos viviendo.
Fuente: Diario Clarín