La agrupación La Cámpora volanteará contra el control de la TV paga. El fin de semana se había movilizado por el fin del fútbol codificado
El Gobierno profundizará en los próximos días su pelea contra el Grupo Clarín, que tuvo el domingo pasado uno de sus momentos más álgidos, cuando las hinchadas de Boca y River, impulsadas por dirigentes K, desplegaron banderas con críticas a los derechos de la televisación del fútbol, controlados por el multimedios: la nueva embestida oficial se ocupará de golpear sobre la fusión de Multicanal y Cablevisión, otro de los negocios de Clarín que la Casa Rosada pretende modificar a través de la nueva Ley de Radiodifusión, confirmaron fuentes oficiales.
La Presidencia pondrá en marcha una serie de “actividades” para instalar la idea de que en la Argentina los abonos por la televisión por cable son demasiado costosos debido a que Clarín tiene el “monopolio” de la televisión paga. Esos informes no aclaran, por supuesto, que la fusión de Cablevisión y Multicanal fue aprobada por el propio gobierno de Néstor Kirchner, en los tiempos en que tenía buena relación con Clarín.
Igual que en el tema “fútbol libre y gratuito”, la Casa Rosada pedirá ayuda territorial para su nuevo plan a la agrupación juvenil La Cámpora. La estrategia oficial consiste, entre otras cosas, en repartir casa por casa folletos informativos sobre el negocio de la televisión por cable, donde se remarcará que los costos de ese servicio son más elevados y deficientes en la Argentina que en los países vecinos como Brasil y Chile. La Secretaría de Medios, de Enrique Albistur, ya había pautado avisos en medios gráficos con el mismo sentido. Ahora redoblará la apuesta.
Ayer, en la Casa Rosada festejaron el impacto mediático que había tenido el despliegue de banderas anti Clarín llevado adelante por las hinchadas de Boca y de River, enfrentadas el domingo en el Superclásico, un esquema revelado en su edición del lunes por Crítica de la Argentina. A pesar de que los medios remarcaron que hubo negociaciones entre dirigentes kirchneristas con barras bravas, y que incluso éstas habrían recibido un pago “por izquierda” por sus gestiones a favor del Gobierno, los funcionarios celebraron: “Lo que nos importa es que la discusión de que el fútbol tiene que verse de manera gratuita por tevé esté instalada”.
Ningún miembro del Gobierno desmintió ayer la existencia de esos contactos “non sanctos” entre el oficialismo y las barras bravas de Boca y River.
Cualquier cosa
Por: Martín Caparrós
No he visto en ninguna parte –y la busqué casi con esperanza– una explicación o desmentida del Gobierno, o incluso de la así llamada Agrupación Cámpora o la así llamada Juventud Peronista, sobre su noble ejercicio político del domingo pasado, cuando las barras ¿bravas? de River y de Boca llevaron banderas contra el grupo Clarín porque, según todos los datos disponibles, esos grupos oficialistas y alguna dependencia del Gobierno les pagaron para que lo hicieran.
Se suele pensar en las barras como una banda de bárbaros desenfrenados. Cada vez está más claro que son lo contrario: un cuerpo de control, un organismo parapolicial, una orga que impone su ley en la tribuna. Hace unos años, cuando escribí Boquita, Rafael Di Zeo me dijo que ellos eran los que hacían que las canchas no fueran tan inseguras:
–Si no estuviéramos nosotros yo quisiera saber cuánto dura que no haya quilombo en la tribuna de Boca. Y si no, fijate lo que pasaba cuando nosotros no estuvimos: se robaban todo, desastre, quilombo, peleas a cada rato.
–O sea que ustedes sirven para mantener el orden.
–Obviamente.
Las barras bravas son grupos mafiosos –en sentido estricto– que trabajan de extorsionar al mundo del fútbol vendiéndoles la clásica protección a la Corleone: te cuidan de la amenaza de ellos mismos. Y, para complementar, tienen cantidad de negocios secundarios –animación de fiestas y kermeses, distribución de mercas varias, guardia de choque, venganzas y amenazas, carne de manifestación, RRPP y propaganda. Que fue la que usó el domingo el Gobierno para seguir su pelea con su aliado de todos estos años.
–Pero, Caparrós, no es nada, son un par de banderas.
Eso es justamente lo que me impresiona y me parece un límite. Que un grupo político traicione sus supuestas convicciones y se alíe –digamos– con un tipo como el ex militar torturador golpista Rico para conseguir votos me suena lamentable pero, por lo menos, se supone que lo hacen porque necesitan esos votos como el agua. O que decidan mentir a todo el mundo y simular que no existe la inflación que existe y no difundir las cifras indispensables para pensar y proyectar el país es un desastre pero, por lo menos, se supone que lo hacen porque creen que la verdad los hundiría. O que se les ocurra frenar una ley para combatir el dengue es levemente criminal pero, por lo menos, se supone que lo hacen porque reconocer la epidemia les puede costar las elecciones.
Pero, en este caso, bandera o no bandera no cambiaba nada. Digo: que contrataron a la mafia por una tontería perfectamente innecesaria. Por eso digo que es un límite: muestra que han llegado a un punto en que parece que todo les da igual, en que son capaces de hacer –algo así como– cualquier cosa. Y me da, de verdad, un poquito de miedo y mucha lástima.
Fuente: Crítica de la Argentina