Para hacer visible la situación de las 50 detenidas, se realiza Mujeres tras las rejas. "Esto no es un instituto de rehabilitación, es una cárcel", contó una de ellas, entre quejas. El jueves pasado hicieron el programa en vivo por primera vez.
Por Paula Kearney
"Instituto de Rehabilitación de Mujeres U5", reza un gran cartel sobre la puerta de la mejor llamada "cárcel de mujeres" de Rosario. "Esto no es un instituto de rehabilitación, esto es una cárcel", dice enojada Pamela, una de las internas de la planta alta, y argumenta: "en las granjas de rehabilitación están todo el tiempo haciendo algo, te dan cosas para hacer para que no te aburras, para distraerte, no como acá que trabajás un rato y después no se puede hacer nada. Además en un instituto no te medican. Acá te dan lo que quieras, pastillas para dormir... Tendrían que sacar ese cartel".
Pamela tiene 25 años, está sentada en un banco del comedor de la planta alta adonde el sol brilla por su ausencia y el olor a encierro y humedad predominan. El comedor, más un patio de no más de 50 metros cuadrados -donde el sol también es esquivo- y su pabellón son los tres lugares por donde puede circular todos los días. "También hay un campito adonde hay sol", comenta Débora, una de las internas de la planta baja, pero aclara que "ahí se puede ir sólo con la profesora de gimnasia, que viene todas las semanas pero nos lleva cada quince días. No sé por qué, porque nos gustaría ver más el sol. Acá no sabés lo que es una tarde de sol".
Al comedor de la planta baja, adonde Débora pasa la mayor parte del día, tampoco llega el sol, pero sí las ratas, las cucarachas y los alacranes, que se pasean del patio al comedor, y de allí al pabellón, tan naturalmente como lo hacen las internas y sus hijos -menores de 4 años- que viven con sus mamás en el pabellón de la planta baja.
La cárcel de mujeres aloja a unas cincuenta internas, entre procesadas y condenadas. El objetivo teórico es que durante su estadía se recuperen para insertarse nuevamente en la sociedad. Pero la realidad allí adentro dista bastante: las internas que quieren pueden trabajar para ganarse 130 pesos que les permiten comprar jabón, shampoo, elementos básicos para la higiene que no les provee el Servicio Penitenciario, más yerba para el mate, galletitas o cigarrillos. El trabajo lo realizan en el "taller", un galpón con paredes descascaradas por la humedad, adonde elaboran moldes para pan dulce que una empresa privada exporta.
La comida -desayuno, una sopa a media mañana, almuerzo, cena y una fruta, cuando hay- es lo que el Servicio Penitenciario cubre. El resto corre por cuenta propia. Además hay que limpiar los baños, las celdas, el comedor, el patio, pero eso no tiene remuneración.
Entre estas tareas y mucho tiempo ocioso transcurre la vida de las mujeres detenidas, que "están invisibilizadas", considera Gabriela, una voluntaria que graba -junto con otras mujeres- los testimonios de las internas sobre su vida y los lleva a Aire Libre, Radio Comunitaria una vez por semana para "sacar esas voces silenciadas a la calle".
El micro de 20 minutos, en el que se escucha a las internas contar sus experiencias y pensamientos, parece ser un oasis en medio del desierto, la posibilidad de "hacer algo, salir del encierro de alguna manera", explican las protagonistas, que el jueves pasado tuvieron la posibilidad de hacerlo en vivo, a través de un programa especial transmitido directamente desde la U5.
"Todos te preguntan que vas a hacer cuando salgas", dice Pamela, y aclara que no es una pregunta válida, porque "te puedo decir que voy a trabajar, que voy a hacer esto y lo otro, pero hay que ver cuál es el aire de calle cuando salís. La calle está dura también, entonces no se puede decir qué vas a hacer".
Frente a esta respuesta, esta cronista cambió la pregunta: "¿Qué aire te gustaría encontrar en la calle cuando salgas?", y la respuesta cambió: "me gustaría encontrar una pareja que no sea del ambiente, para que me ayude a salir del ambiente. También tener hijos. Yo creo que la única forma de salir de esto es tener a alguien que dependa de mí. Saber que si no le doy de comer no come, que me necesita. Entonces tendría que estar bien yo para que mi hijo pueda estar bien".
-¿Te gustaría trabajar?
-Sí.
-¿De qué?
-Moza o niñera. A mi lo único que me da ternura son los chicos. De lo otro no me importa nada.
El "no me importa nada" se nota en sus ojos y quizás sea la expresión más acabada de la falta de visión de un futuro mejor que marca la mirada de este medio centenar de mujeres, en su mayoría de entre 20 y 30 años, que en 20 minutos de radio a la semana reclaman ver el sol, vivir en condiciones dignas y cuentan su historia mientras sueñan con otro futuro para ellas y para sus hijos. En la mayoría de los casos, viven con las abuelas, si no están institucionalizados porque nadie los puede tener.
Una tarde en aire libre
En medio del hastío de una vida monótona, las internas de la Unidad 5 encontraron un espacio. Se trata de Mujeres tras las rejas, el micro radial de 20 minutos que elabora un grupo de voluntarias mediante grabaciones semanales de las internas. Los relatos se transmiten los martes a las 21 por Aire Libre, Radio Comunitaria pero el jueves pasado la cosa cambió: la transmisión en vivo desde la cárcel en un programa especial permitió a las internas contar sus vivencias y opiniones, para que la ciudadanía conozca "cómo es acá adentro", según dijo María del Carmen, una de las internas, quien destacó el buen trato del personal penitenciario, pero se quejó de las condiciones edilicias y aseguró que están "abandonadas". Sobre el espacio de radio, afirmó: "Es una forma de que nos escuchen y que vean que existimos".
Fuente: RosarioI12