Por: Gustavo Noriega
Rara consecuencia la de la derrota del Gobierno en la batalla por la 125: en vez de irse el casi universalmente resistido secretario de Comercio Guillermo Moreno una de las que renunció fue Rosario Lufrano al frente de Canal 7. En una encuesta realizada por el sitio television.com.ar, el balance de la gestión de Lufrano fue evaluado como bueno o muy bueno por más del 60% de los participantes. No hace falta imaginar los niveles de (no) aceptación que tendría el secretario de Comercio en una encuesta semejante.
Rosario Lufrano cayó como consecuencia de la renuncia del jefe de Gabinete Alberto Fernández, con quien estaba ligada políticamente. Más allá de eso, la directora ejecutiva del canal estatal estaba en la mira de los sectores más belicosos del kirchnerismo por su desempeño durante la contienda contra los productores rurales. En la nota de Página 12 en que Verbitsky reseñaba un encuentro de Néstor Kirchner con intelectuales, el periodista contaba: “Una de las preguntas (…) fue sobre canal 7, que en lo más caliente del conflicto transmitía el campeonato de básquet en Chañar Ladeado. Kirchner dijo que sobre esos temas debían preguntarle a Alberto Fernández, porque él no formaba parte del Gobierno. Fernández respondió que Canal 7 se ve en todo el país. Desde la audiencia lo interrumpieron: ‘Por eso mismo’”. El entonces jefe de Gabinete tuvo que explicarles a los intelectuales la existencia de un país que existía más allá de sus intereses inmediatos.
Es de notar el desdén olímpico de la intelligentzia K por nada que no sea el centro del poder político y sus luchas. A los ojos de los intelectuales (o al menos de Verbitsky) la locación del campeonato de básquet era lo suficientemente graciosa como para ser descalificatoria. ¡Se estaba jugando la continuidad del sistema democrático y nuestra herramienta de comunicación estaba en Chañar Ladeado! Sin embargo, al fin de cuentas, no era la democracia lo que estaba en juego y sí, la vida continuaba en algún otro lado, por ejemplo, un pueblo de la provincia de Santa Fe, donde se jugaba al básquet para descanso y solaz esparcimiento de miles de argentinos del país que por un momento no querían escuchar discursos crispados invocando a la patria o a la Virgen ni a movileros desbordados. En Canal 7 se siguió la guerra gaucha pero se respetó la programación, se escucharon algunas voces opositoras, aunque también se las maltrató un poco. No fue la BBC pero la cobertura fue relativamente digna.
Rosario Lufrano se va de la gestión pública, quizá, por haber sabido diferenciar mínimamente las responsabilidades de un organismo que responde a una política estatal y no gubernamental. Deja una gestión prolija y discreta, con muchos programas invisibles y algunos aciertos: desde el indiscutido Peter Capusotto y sus videos hasta los ciclos de cine Ficciones de lo real y Filmoteca (que amerita un horario estable), pasando por la simpatía federal del programa de Juan Alberto Badía, la continuidad de Vida y obra y la insólita novedad de un noticiero oficial moderado.
Fuente: Crítica de la Argentina