Falleció en Buenos Aires el periodista y escritor Carlos O. Suárez, especializado en política nacional y latinoamericana.
En su vasta trayectoria militante trabajó junto a Rodolfo Walsh y fue uno de los directores de la mítica Radio Noticias del Continente*, emisora ubicada en Costa Rica que transmitía en onda corta a fines de los '70 para la resistencia a las dictaduras latinoamericanas e información para la Revolución Nicaraguense, entre muchos hitos de su actividad. Con Beba Carmen Balvé y Luis Brunati, publicó "La estrategia neocolonial del Imperio (Los documentos de Santa Fe)". En los 90 denunció la entrega y privatización de los medios de comunicación. Recientemente había publicado su libro "Gemelas-Pentágono y CIA. El pacto oscuro detrás del 11-S Autoatentados" con prólogos de Stella Calloni y Norberto Galasso.
Sus restos son velados en en Córdoba 3677, Capital Federal, de 8 a 11 hs. y el entierro se realizará en el Cementerio Parque de Bella Vista a las 12.30 hs.
*Radio Noticias del Continente, Hacia 1979 el Movimiento Peronista Montonero (MPM) instaló legalmente en Costa Rica una emisora de radio de onda corta, Radio Noticias del Continente. Dirigida por el periodista y escritor Carlos O. Suárez, su función era denunciar las crecientes violaciones a los derechos humanos y las consecuencias de la política económica en toda América Latina, y era parte de una ofensiva propagandística de la organización contra el régimen argentino. Las presiones del gobierno militar, respaldo en la tarea por las dictaduras de Guatemala y El Salvador, hicieron que la experiencia fuera obligada al silencio, a principios de 1981.
"El otro lado del cerco: la historia de Radio Noticias del Continente", Argentina, realizado por Javier Armando Zaffora, mencion especial en la Bienal de Radio Mexico 2008:
Reivindicación del subsuelo de la Patria sublevado
Por: Carlos O. Suárez
Y a su líder y fundador, Juan Domingo Perón, a partir de las investigaciones judiciales acerca de la Triple A. De no ser tan reiterada la estrategia de enlodar al Peronismo basándose en aspectos minuciosamente fragmentados de la historia nacional, hasta algún desprevenido podría creer en un repentino intento de jueces preocupados por develar el trasfondo de acontecimientos sucedidos hace tres o cuatro décadas. Sin embargo, quienes conocemos la lógica mafiosa de magistrados solo atentos a su permanencia en el cargo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que aquí se ha montado otro de los tantos escenarios del colonialismo “democrático” que desde 1945 viene estrellándose contra la inconmovible adhesión de las mayorías populares al Movimiento Peronista.
La violencia reaccionaria se acrecienta cualitativamente en el siglo XX tras el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. La inauguración de la Década Infame trajo aparejado para el país el despliegue de un proyecto político oligárquico-imperial dirigido a garantizar el funcionamiento de la factoría agroexportadora. Las transformaciones políticas operada entre 1916 y 1930 por el yrigoyenismo gobernante, habían sido desvirtuadas desde adentro por el sector radical conducido por Marcelo T. de Alvear, dirigente que coincide con las viejas elites conservadoras en aquello de cambiar algo para que todo quede como está. La complicidad de la mayor parte de las dirigencias de la UCR con el “régimen falaz y descreído” , corrió paralela a la lucha insurgente del criollaje que en Paso de los Libres, Santo Tomé y otras patriadas dio testimonio de su decisión de no arriar las banderas enarboladas en 1890 por Leandro Alem, Aristóbulo del Valle y otros nacionales consecuentes.
De la entraña popular de “la chusma” surgió la expresión del nacionalismo latinoamericano que expresó FORJA, encontrando en Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Homero Manzi y un conjunto de fieles intérpretes del pensamiento creativo, de la autonomía conceptual de raíz autóctona, esa línea conductora que se encarnaría en las masas de los desheredados del 17 de octubre de 1945. Allí emerge el subsuelo de la Patria sublevado, o sea la legítima continuidad de los pueblos originarios, negros y mestizos que con San Martín, Bolívar y Artigas abrieron la senda de un mundo nuevo. Compenetrados del axioma de los precursores: “En América inventamos o erramos” , entroncaron sus propuestas y su acción con los combates de la Revolución Mexicana y los ecos unificadores latinoamericanistas de José Martí, Manuel Ugarte y José Carlos Mariátegui.
El País Real, enfrentado al País Formal, habrá de ser desde 1945 el epicentro de una lucha que todavía está vigente. Esa confrontación de proyectos hunde sus raíces en la pretensión de los hombres de la Generación del Ochenta de estructurar una nación al servicio de los intereses estratégicos de Gran Bretaña, asumido por las dirigencias partidocráticas de “izquierda” y derecha, en tanto unos aceptaban acríticamente los lineamientos del eurocentrismo y los otros eran las correas de trasmisión del colonialismo económico y cultural. Como contrafigura de ese esquema dependiente el Movimiento Peronista plantea la concreción de una Patria Justa, Libre y Soberana, plasmando en la reforma constitucional de 1949 y en los cursos de acción gubernamentales entre 1946 y 1955 la más profunda transformación en las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales de la historia nacional.
Derrocado el peronismo en 1955 por un golpe respaldado por todos los partidos del espectro político argentino, se inauguran las décadas del democratismo formal y la realidad de las mayorías populares marginadas y proscriptas. En ese largo período de “décadas infames” fue el Pueblo Peronista el que aportó la abrumadora mayoría de víctimas y mártires. Mientras las dirigencias discutían acerca de la lista completa o la representación proporcional, mientras las elites polemizaban sobre el último libro venido de Francia o los devaneos estéticos del surrealismo cinematográfico italiano o el erotismo sueco, “los negros” poblaban las cárceles, enfrentaban los pelotones de fusilamiento o vegetaban en la desocupación planificada por los doctores a sueldo del FMI y el Banco Mundial. Esa era la incontrastable realidad, aunque ya había algunos sectores que especulaban con la posibilidad de negociar con el “tirano prófugo”, máxime cuando en el territorio muchos pulcros colaboracionistas del sector partidario o sindical planteaban la necesidad de “estar contra Perón para salvar a Perón”. En tal contexto nacional y latinoamericano, cuando las insurgencias hervían desde México a la Patagonia, se producen “las operaciones retorno”, manipuladas y negociadas por los que ya prefiguraban el fracaso del líder en tanto las conducciones acordaban bajo cuerda con los gobiernos de turno.
Es indudable que Perón enfrenta la década del 70 en condiciones desfavorables para cualquier conducción política que a la distancia pueda controlar la insoluble contradicción entre las mayorías populares peronistas y el poder en manos de los agentes de la oligarquía y el imperio. Nadie puede desconocer que los dirigentes leales en el plano sindical y partidario se hallaban en total desventaja frente a los aparatos que a lo largo de dos décadas se habían integrado a los poderes del Estado, sin que la irrupción combativa y aun heroica de la Juventud Peronista pudiera revertir la desfavorable relación de fuerzas. La utilización de la violencia armada por parte de esas organizaciones juveniles no significó otra cosa que la continuidad de la Resistencia posterior a 1955, adicionándole una impronta ideológica vinculada con los nuevos vientos insurgentes que sacudían al Tercer Mundo. Perón comprendió, mucho más allá que la mayor parte de los anquilosados equipos dirigentes del Justicialismo, la justicia y proyecciones de “los muchachos” que conformaban las”formaciones especiales”, pero también lo entendieron, en sentido contrario, los aferrados a los privilegios del usufructo burocrático. En el frágil e inestable equilibrio de 1972-1973, cuando la mafia de López Rega, muchos dirigentes partidarios y sindicales y sus asociados de las Fuerzas Armadas (Massera, Suárez Mason, etc.,etc.), cerraban filas en torno a las directivas de la estrategia contrainsurgente de Estados Unidos para América Latina, la declinación física y política del propio líder hizo el resto.
Perón es el conductor político de mayor trascendencia en la Argentina del siglo XX. Su talento se agiganta con el tiempo, precisamente cuando evaluamos que fue el precursor del No Alineamiento en el mundo y que en temas tan decisivos como el de la ecología y la preservación del medio ambiente sentó posiciones que hoy tienen más vigencia que nunca. Es por ello que resulta sumamente difícil realizar un análisis crítico de su rol dirigente, no solo por las proyecciones ideológico-políticas de su liderazgo sino porque es imposible deslindar al jefe de las rebeldías en las que participamos, junto a cientos de miles de compañeros que dieron la vida y la libertad por una causa, sin asumir los sentimientos entrañables del pueblo. Porque es cierto aquello de que "El Peronismo no se aprende ni se entiende; se comprende y se siente”, máxime cuando está asociado con los que cayeron sin pedir nada a cambio. No es una reflexión aséptica ni la fría sistematización de datos y de allí que, seguramente los compañeros lo comprenderán, se torna muy complejo entrar en polémicas con los cientificistas del coloniaje.
San Martín recordó alguna vez “que las grandes empresas están hechas para los hombres de coraje”. Y como en esa materia los peronistas siempre hemos dado el ejemplo, no podemos hoy perdernos en los vericuetos ideados por las agencias desinformadoras del sistema. Perón tuvo una responsabilidad política indudable al elegir a Isabel para que lo acompañara en la fórmula presidencial de 1973, lo que visto a la distancia acarreó grandes males al país. Conociendo su singular modalidad conductiva es seguro que consideró la posibilidad de controlar a esos sectores reaccionarios, equilibrando la balanza ante una juventud “desbordada”. Sin embargo, los hechos mostraron que su apuesta fue equivocada, máxime cuando los protagonistas del Pacto Social nada tenían que ver con las bases sobre las que se apoyó en el frente popular de 1945-1946. Hasta allí es dable asignar culpas o errores al líder, ya que las infalibilidades deben quedar reservada para los pontífices y los creyentes que aceptan a libro cerrado las encíclicas, pero lo que resulta inaceptable es señalarlo como encabezando un proceso represivo. Toda su trayectoria demuestra lo contrario y los cargos endilgados por la partidocracia gorila carecen de credibilidad y se diluyen ante la pequeñez moral y política de sus autores.
Los hechos posteriores al fallecimiento de Perón se inscriben en el reaccionarismo del equipo gobernante presidido nominalmente por María Estela Martínez y su mentor López Rega, aunque en la práctica bajo la conducción de las Fuerzas Armadas y los grupos más concentrados del capital transnacional. Es así que el accionar de la Triple A, cuyas víctimas fueron en su inmensa mayoría peronistas, hay que adscribirlo al proyecto que el Estado Mayor Conjunto de las tres Armas había elaborado desde fines de la década del 60 para impedir que “la subversión” tomara el poder. Y yendo a los aspectos operativos, muy bien descritos por diversos trabajos periodísticos de la época, es indudable que respondieron a la línea genocida desarrollada en el Cono Sur latinoamericano a través de la “Operación Cóndor”. Además, la complicidad de los partidos del sistema resultó indispensable para consolidar las estructuras institucionales que enmarcaron a la represión.
Un capítulo aparte merecen las pretensiones actuales de la dirigencia de la UCR en el sentido de asumir el papel de víctimas ante la Triple A y el golpe de 1976, precisamente cuando - salvo las excepciones de Solari Yrigoyen, Mario Abel Amaya, Sergio Karakachoff, Angel Pisarello y algunos militantes de base - los equipos de conducción de su comité Nacional negociaron, antes y después del 24 de marzo, políticas conjuntas. Las fluidas relaciones de Ricardo Balbín, Raúl Alfonsín, Eduardo Angeloz. Fernando de la Rúa y otros, con los generales Suárez Mason, Menéndez, Harguindeguy y mandos inferiores, determinó que dirigentes radicales ocuparan funciones de gobierno a nivel nacional, de las provincias y municipios. Por consiguiente, el partido de los inveterados golpistas que desde 1955 en adelante apoyaron a todas las dictaduras tendría que abstenerse de cualquier comentario o acusación, especialmente cuando se refieren al Movimiento al que pertenecieron la inmensa mayoría de los 30 mil detenidos-desaparecidos.
Reivindicamos al Movimiento representativo del subsuelo de la Patria sublevado. No es que haya que negar errores o mitigar las culpas ilevantables de muchos dirigentes que ocuparon cargos entre el 1° de julio de 1974 y el 24 de marzo de 1976, sino que se trata de señalar su carácter marginal frente a una heroica historia de luchas y sacrificios. El proyecto que Perón, Evita y millones de compañeros sostuvieron desde el gobierno y desde el llano se sintetiza en la construcción de una Patria Justa, Libre y Soberana en el contexto de una América Latina unida, razón por la que pasarán al olvido los intentos oligárquicos e imperiales de agraviar a las mayorías populares peronistas.
Fuente: Agencia ACTA