Gustav dejó heridas desgarradoras en lo humano, lo material y en el corazón de la naturaleza de la más occidental de las provincias cubanas
No hay actualmente pueblo en el mundo que le tenga mayor aprensión a las lluvias que los pinareños. No se trata de que no las necesiten para la agricultura, para llenar las presas o cualquier otro menester. Pero hoy muchas familias quisieran que no lloviera para no ver mojarse más lo poco que les dejó el huracán Gustav.
Según datos preliminares del Consejo de Defensa Provincial, el más mortífero meteoro que recuerda este territorio dejó sin techo o con graves afectaciones en estos a unos 120 000 hogares.
Esta cifra representa —para que se tenga una idea de la magnitud del desastre— muchas más viviendas dañadas que las 102 000 que en su conjunto dejaron los cuatro huracanes que azotaron en los últimos años el territorio pinareño.
Y resguardarse de las lluvias, el viento o el sereno es apenas uno de los múltiples problemas que tienen por delante los damnificados.
En muchos lugares se avizora que la electricidad demorará en llegar largo tiempo, por lo cual apenas hay con qué cocinar, e incluso qué hacer, pues no escasean quienes perdieron sus víveres en el infierno que significó Gustav.
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Imágenes de los estragos de Gustav a su paso por territorio cubano acá