Adriana Amado*
La política local encontró una curiosa forma para comunicarse. El debate político solía darse en los foros, los salones, los despachos, porque se asumía que los participantes tenían que estar ahí, presentes, justamente para debatir.Es más, hasta no hace mucho, cuando había un conflicto entre miembros del gabinete, uno levantaba el teléfono y resolvían sus cuestiones en línea privada. Y si había una cuestión que dirimir con otros países, se elegían las vías diplomáticas para resolverlo. Pero el funcionario argentino se ha habituado demasiado a contestar en página 3, con una declaración explosiva, preferentemente off the record (que en estos pagos quiere decir “publicame esto, que sepan que lo dije, pero no des mi nombre”).
Siguiendo esa costumbre, cuando un mandatario tiene que contestarle a la perra oligarquía, al imperialismo invasor, o a los intereses corporativos, no los convoca para hacerle saber, en la cara, qué piensa. Antes bien, elige un contexto contrastante, como un jardín de infantes en Carapachay o la cena de camaradería de los bomberos de Echenagucía, ámbitos que considera propicios para despacharse fervorosamente contra los enemigos de la democracia. Eso sí, siempre y cuando no estén presentes en el acto.
Es una variante de lo que Fabián Gianola supo popularizar, cuando miraba la cámara y decía: “A vos… Sí, a vos te estoy hablando…”. Solo que ahora se termina la frase diciendo “les queremos decir que no les tenemos miedo”.
Claro que esto sería un despropósito si no fuera por ese detalle: la diatriba tiene sentido en la medida en que haya una camarita encendida. Un micrófono conectado a la última radio de los confines es suficiente para echar a rodar la versión entrecomillada, pero por si no alcanzara, la comitiva presidencial viaja con cámaras, iluminadores y exegetas contratados para colgar rápidamente de la agencia de noticias presidencial hasta el más ínfimo mohín de los funcionarios.
Todos los días arrojan un titular a los medios, que esperan la presa con la boca abierta, prontos a repetir cada gracia atribuible a “fuentes oficiales”.
El sistema vernáculo está tan consolidado que en los últimos tiempos el poder decidió ir por más y dirigir sus invectivas desde el conurbano directamente a los especuladores internacionales, a los poderes fácticos transcontinentales, y por qué no, al periodismo cipayo de Wall Street. Porque para qué sirven todas las nuevas tecnologías si no prestan el servicio de despachar al mundo las novedades de la política patria. Acorde con las tendencias, la web presidencial se ha desarrollado como un fotolog donde se exhibe a la red global el día a día de la funcionaria y se muestran sus adherentes.
Es que los operadores bursátiles y los formadores de opinión mundial deben de estar colgados, mirando el avatar de un país como el nuestro que siempre ha sido vanguardia social y económica. Y si no lo vieran en la red, tienen Telesur, cadena panlatinoamericana nacida para contrarrestar el aluvión de noticias imperialistas. Por estas vías, por ejemplo, se avisó al Club de París que la Argentina está preparando el pago. Hay gente que sigue creyendo que había que llamarlos antes o mandarles una carta membretada, pero eso ya fue. La cosa ahora pasa por YouTube.
Técnicamente el sistema de comunicación de la política local es difícil de describir. Sería algo así como si A, para hablarle a B, utilizara el medio que lee XYZ. B se entera de lo que dijo A porque lo llama la radio que llega a OPQ y le pide una declaración al respecto.
Que será levantada en el programa de cable que ve, pongamos X, que convoca a J (porque al programa nunca va ningún funcionario) para que se explaye de la polémica. Así, sigue la rueda que puede girar días enteros, movida al impulso de “sabe que A dijo…”.
Difícilmente haya un ciudadano expuesto a todos los medios por los que circula esta conversación (siempre in absentia de sus participantes principales) como para entenderla cabalmente. Ni qué hablar de alguien que ni siquiera vive en el país, porque no hay quien cuente con el servicio de recortes de prensa y desgrabaciones necesario para armar el rompecabezas de citas, declaraciones y desmentidas (excepto, claro, el propio gobierno).
Pero habiendo medios de comunicación para exhibir el gesto patriótico, la oficialidad se resiste a reservar la política a la discreción diplomática. Se dice lo que se tiene que decir, y se espera que la CNN levante el cable de Télam. Después, solo es cuestión de esperar que Bush, Sarkozy o Zapatero estén viendo la televisión.
*Analista de medios, autora del libro La mujer del medio.
Fuente: Crítica de la Argentina