jueves, 18 de septiembre de 2008

Intrusos en el periodismo

En Crítica las cosas están idem y en plural. Cuentan que Osvaldo Bazán se enojó con Gabriela Esquivada* y lo hizo saber en un correo que circuló por la redacción, Esquivada se tomó su tiempo y respondió en el correo que esta mañana llegó vía comentario a las Señales.

"Iba a enviar este texto a menos gente y el miércoles, cuando Jorge regresara, pero el lunes, cuando me presenté a trabajar, me encontré convertida en objeto de chisme en la redacción, lapidada con susurros por un presunto maltrato al editor de Cultura, que había enviado un mail limitado a Lanata, Guillermo Alfieri, Andrea Rodríguez, Daniel Capalbo y yo, pero que por alguna curiosa vía salía de la impresora de la redacción hacia ávidos lectores.

No vine a eso a este diario. No podría someterme a esa injusticia.

En consecuencia lamento tener que aclarar las falsedades e insultos del mail de Osvaldo Bazán, pero debo hacerlo para que mi silencio no implique aceptación. Me hubiera gustado poder esperar un apoyo de la dirección pero la incomodidad que me provocó la circulación de rumores de hoy me lleva a defenderme.

Evito detallar por qué la sección Cultura merecía una reconversión en una segunda etapa de mejora de calidad, ya que lo hizo el director de dos maneras: 1) al explicarlo en la reunión en la que me presentó; 2) al nombrarme para que lo hiciera, junto con acciones similares en Espectáculos, la doble central y, en diferente medida, la revista.

Que la sección es mala, pobre en información, abundante en textos de doble página (un recurso para dar menos notas y editar menos), carente de agenda u otra forma de servicio, desorientada en su línea, poco competitiva por decir lo menos (excepto en Plástica), demasiado inclinada a privilegiar la difusión de un puñado de editoriales e incapaz de producir parrilla o siquiera comenzar a cerrar a las 2 de la tarde y diagramar materiales a las 4, cuando llega la gente de diseño, es algo que las autoridades editoriales saben: lo que no había notado como lectora me fue informado cuando me convocaron para colaborar en la reformulación.

Ahorro los detalles del sarcasmo y otras actitudes pasivo-agresivas que recibí sin cesar de Bazán en los pocos días que intenté observar, recoger opiniones y pensar en cambios. Los hallazgos que saltaron a la menor mirada sobre la sección, que irán en mi informe y propuesta para Jorge. No soy policía y, a partir de este mail, acaso tampoco ya prosecretaria de Cultura y Espectáculos, con lo cual no sería más asunto de mi incumbencia.

Respondo a continuación, consciente de que es humillante hacerlo pero también necesario por eso de que quien calla, otorga. Verán a continuación citas del mail de Bazán y mis refutaciones.

Enumera Bazán sus logros al frente de la sección. Comienza: “Haber hecho con mínimos medios una buena cobertura de la Feria del Libro”.

Es una afirmación sin otro sostén que el deseo de creerla y que no tolera la menor puesta a prueba en la comparación con otros medios, incluido Página/12, que no tiene tantos intereses en la Feria como La Nación o Clarín.

Dice Bazán: “Haberle ganado habitualmente en noticias culturales a los diarios de la competencia, haber conseguido no comernos ninguna noticia importante y haber generado debates que no aparecieron en otros lados”.

Otra afirmación hueca, que revela falta de autocrítica y exceso de fantasía, según se puede advertir en una lectura superficial de los suplementos de La Nación y Página/12 y la revista de Clarín, más las secciones de esos medios. El suplemento de Perfil ha planteado debates, por ejemplo. Un mérito visible de la sección es la generosidad con que difunde las novedades de tres editoriales, lástima que la mala gente lo llama chivo.

Bazán se enorgullece “de haber podido formar un grupo que llegó a trabajar cada día con alegría y mística. Nadie de cultura se queja por cargas horarias, por trabajar un franco o escribir notas a desgano.
Saber que puedo dirigir un grupo y motivarlo es algo que no sabía antes de que me dieras la confianza para hacerlo. Gracias por eso.”

Conmovedor pero, convocada por Lanata para hacer una evaluación, hallé que la gente se queja porque carece de rumbo, porque las cargas horarias dependen del programa de televisión del jefe de sección y no de la naturaleza fría de la sección (algo que contribuye a que el diario entre a imprenta una hora después de su límite y pierda dinero), porque no pueden generar parrilla. No hay reuniones de sumario donde puedan listar propuestas o intercambiar ideas: todo se centraliza en el editor, que baja las indicaciones

Dice Bazán: “La situación cambió radicalmente y por eso prefiero renunciar al cargo de editor de cultura de Crítica de la Argentina antes de profundizar un camino que comenzó hace una semana y que ya consiguió amargarme lo suficiente como para que no sea negocio continuar.”

En efecto, el director del diario manifestó que quiere cambiar la sección. La renuncia de Bazán, motivada presuntamente por los conflictos que conlleva todo cambio, sería una muestra de responsabilidad que merecería aceptación y agradecido reconocimiento si no fuera porque, como se desprende del mail, no es tal renuncia –de esas honorables, indeclinables– sino un berrinche para obtener apoyo, para que le pidan que por favor se quede y que las cosas sigan como hasta ahora.

Dice Bazán: “En nueve meses nunca fui consultado sobre el funcionamiento de la sección y todo se redujo a críticas constructivas de parte de Guillermo Alfieri o Andrea Rodríguez. A veces estuve de acuerdo, a veces no, pero siempre pude discutirlo y agachar la cabeza cuando me equivoqué –como una nota de moda y celulares en la que Alfieri tenía razón–.”

Es falso. Pueden explicarlo Alfieri o Rodríguez, si no les molesta: supongo que no pasaron nueve meses desentendidos de lo que salía bajo su responsabilidad editorial.

Dice Bazán: “No estoy para nada en desacuerdo, no tendría por qué, en la creación de un cargo de Prosecretario de Culturas y Espectáculos.
Lo considero necesario, sé que tengo mucho para aprender. Lo que no tengo ganas (sic) es de soportar a Gabriela Esquivada. Apenas la conocía hace diez días.”

Todos tenemos mucho para aprender, todos vamos a morir. Al margen la obviedad y el tema de las ganas, siempre personal, digo: es mentira que Bazán apenas me conociera hace diez días.

En el año 2003 lo invité a escribir un libro para una colección que dirigía en Aguilar (Santillana). Tuvimos una reunión, hizo una propuesta, logré que la aprobaran, le hicieron una oferta de anticipo, se encontró con la editora a cargo. Ignoro qué sucedió, excepto que su libro nunca se hizo.

En enero de 2008 le envié un mail, como a los demás jefes de sección de Crítica para cuyas secciones podía escribir como redactora especial (por favor consultar a Andrea Rodríguez, Alfredo Grieco y Bavio, Eduardo Blaustein, el ex Marcelo Panozzo y Paula Rodríguez) y fue el único que jamás me respondió.

En marzo, cuando estuve por primera vez en Buenos Aires, tres veces lo invité a tomar un café para hablar sobre qué podía hacer para su sección. Siempre me dijo que sí, que ya me buscaba y salíamos. Supongo que el café se enfrió. Las únicas veces que publiqué en la sección Cultura fue por pedido de Andrea.

Dice Bazán: “No quiero pasar por alto nada de lo que hizo en sólo una semana para destruir la relación que tenía con la sección Cultura del diario. Primero fue una reunión insidiosa con el subeditor, Hernán Brienza, en donde intentó profundizar una supuesta (ridícula) mala relación entre Brienza y yo.”

Lamento ser tan pobre de emociones, pero no le hice nada porque nada personal me une a él, o me aleja. Me reuní con todos los editores y subeditores y hasta algunos redactores de las áreas sobre las que tenía que trabajar. Ningún editor se sintió molesto por eso, ni imaginó una conspiración en su contra. Por ejemplo, vi primero a un subeditor de Espectáculos y luego a la editora, y no por eso Mariana Mactas se sintió molesta: comprendió que como Marcelo Fernández Bitar venía el sábado y ella el domingo, y yo todo el fin de semana, había hablado con él primero y al día siguiente con ella.

Me propuse la misma secuencia en Cultura: hablé con Brienza el mismo sábado que con Fernández Bitar y traté de hablar con Bazán el lunes; como no pudo atenderme, hablamos el martes luego de que le insistiera dos veces en que saliéramos. Ignoro por qué afirma que quise arruinar su relación con Brienza; el subeditor, al contrario, me habló de su lealtad (textual) a su jefe y me comentó qué propuestas se le ocurrían para una etapa de cambios en la sección.

Dice Bazán: “Cuando pido una reunión para tratar el tema Roka, primero hablo con Andrea quien me da algunas razones atendibles sobre el tono de las crónicas y quedamos en volver a hablarlo. Cuando al día siguiente intento volver a hablarlo, por primera vez con Andrea y Gabriela Esquivada juntas se me trata como un energúmeno que no entiende un no. Y cuando digo que me parece poco profesional no conseguir un ámbito de discusión me responde Gabriela Esquivada con un “Tengo un currículum y no me van las sicopateadas”. La discusión terminó cuando me envió al sicólogo. Suponía que los nueve meses de trabajo dedicados al diario merecían una respuesta mejor.”

Demasiadas falsedades para un solo párrafo.

Bazán omite, además, muchos detalles importantes para la crónica más elemental.

En una primera conversación a solas, al lado del escritorio de Bazán, le anuncié que El Detective Cultural dejaba de salir. Había hablado con Lanata sobre el tema y la explicación que le di fue que nadie quería crónicas fijas en la sección Cultura, que Lanata quería información y que si alguna vez una información ameritaba una crónica, podía tomar esa forma, pero la crónica como sección fija no tenía ya lugar allí. Le hablé de la revista y la contratapa como ámbitos posibles. Se quejó ante Lanata, quien lo remitió a Andrea y a mí.

Al día siguiente él habló a solas con Andrea.

Un día más tarde pidió otra reunión con las dos. Yo hubiera preferido que, dado su tono, no sucediera en medio de la redacción, pero me urgió a que fuera en el mismo momento en que él decía (”Ya”). La obtuvo. Volví a decir que crónicas fijas no. Volvió a decir que la sección era buena y quería defenderla. Repetí que el director quería información, no crónicas fijas, y que ya bastante pobre le parecía que cualquier cosa mereciera doble página, opinión que yo compartía. Se dio el siguiente diálogo:

–Esta actitud me parece poco profesional –dijo Bazán.

–Tengo un currículum que me permite pasar de esa clase de psicopateadas –respondí, con la certeza de que el periodismo no es una profesión, como se dice en la tele, sino un oficio–.

Fin del tema del curriculum: él ni siquiera sabe cuál es mi formación universitaria; no volví a decir ni CV ni resumé ni nada por el estilo.
Todo lo demás está inflado por su imaginación.

En ese momento su actitud cambió.

–Claro, entonces sí –dijo–. No quieren crónicas fijas. Pero crónicas sí. Sólo que fijas no.

–Es la cuarta vez que te doy la misma explicación con la misma palabra.

–Antes no había oído la palabra –dijo con sorna.

–Los asuntos de escucha son materia de terapia, no de edición.

Eso dije. Eso no es mandarlo al psicólogo. Decir que lo mandé al psicólogo es, simplemente, una tergiversación. Otra falsedad.

No lo mandé al psicólogo ni a ningún otro lado. No me corresponde aconsejarlo sobre su vida.

Dice Bazán: “Las razones profesionales que hacen que no pueda respetar el currículum de Gabriela son:”

Antes de entrar en los detalles, creo que conviene revelar que su falta de respeto se notó desde el primer momento, cuando en enero de 2008 no me respondió siquiera el mail; cuando me postergó indefinidamente encuentros para contar con mis notas en su sección; cuando mezquinó libros (que no quise pedir a la editorial porque ya había enviado dos juegos) para que hiciera una nota sobre Oscar Masotta; cuando me trató con sarcasmo y agresiones verbales pasivas toda esta semana.

Me disculpo por responder a cada punto sin precisiones de día y hora; no soy tan retentiva.

Dice Bazán: “1. El viernes 12, a las 14.30 me pide que hagamos una nota sobre el juicio que María Kodama ganó en Francia. Le tengo que explicar que en el diario de ese día había una nota –la única dada a un medio argentino- al periodista Pierre Assouline del Nouvel Observateur, a quien habíamos contactado el día anterior apenas nos enteramos del caso. “Ah, sí, sí, se ve que estaba un poco dormida cuando lo leí”, contestó.”

No contesté eso. Bazán miente (o calumnia, ya que lo hizo público). No leo dormida, hasta ahora no aprendí, ni totalmente ni medio. La nota que le comenté, además, no era esa sino una de una biógrafa de Borges que deberá indemnizar a María Kodama. Me enteré por otro diario, claro.

Dice Bazán: “2. El jueves 11, con la edición ya hecha, decidió que era más importante un libro de un escritor/ilustrador desconocido de una tirada menor a mil ejemplares que una nota –exclusiva, que ningún medio aún dio- que explicaba cómo se van a usar los 21 millones de pesos que recibe por decreto publicado en el boletín oficial, el Archivo General de la Nación. Tuve que cambiar la página y atrasar la edición y comerme información del archivo que aún sigue sin darse.”

¿El Boletín Oficial como fuente de primicias? En general todo se publica allí a días de sucedido. La nota incluía un crédito que el BID dará, pero que aún no ha dado, es decir que por ahora no es noticia y ojalá lo sea alguna vez.

Más importante: la decisión no la tomé sola sino en conjunto con Andrea y delante de Bazán, que la borra convenientemente en esta acusación. En un momento le dije que si creía que merecía ese despliegue por razones editoriales, pensáramos en una edición que las mostrara claramente; me respondió, otra vez sarcástico, que el motivo de la discusión no era tanto lo editorial como que él era “bastante terco”.

La entrevista con el escritor/ilustrador era una propuesta de la sección Cultura, no mía: si al editor no le gustaba el autor, ¿para qué darle siquiera un centímetro cuadrado? ¿Por qué había enviado a su mejor cronista a entrevistarlo? Tan desconocido era el joven que, en efecto, lo conocí por Crítica.

Dice Bazán: “3. El sábado 13 tuve que cubrir al subeditor por enfermedad. Me había enterado el viernes a última hora que no podía usar ninguna colaboración. En la edición estaba solo con el pasante. A las 17.30 decidió que la doble de anticipo que tenía ya para ser plantada, con foto, título y demás no podía ir. Se lo comentó por chat desde su casa a Andrea –no a mí- porque “es un libro de Anagrama y hoy ya hay un libro de Anagrama”. Ahí tuve que decir que no, que el de “hoy” era un libro de Seix Barral, no de Anagrama. Entonces Andrea me pidió que la llamara para ver qué hacíamos. El libro que había propuesto yo era el nuevo de Enrique Vila-Matas, libro recién lanzado en España y México del que hablaron todos los medios latinoamericanos esta semana. El adelanto exclusivo que teníamos ya negociado era para darlo 15 días antes que estuviera en las librerías. Prefirió cambiarlo por Ucronías, libro que ya está en librerías hace más de diez días. Me pareció que era un papelón “adelantar” un libro que hace diez días que está en las librerías. Nunca en el tiempo del diario “adelantamos” un libro que ya pudiera ser conseguido. La razón por la cual no quería publicar Vila Matas (delicioso texto sobre Bioy, Borges y Piglia) era porque dos escritores españoles en días seguidos le parecía “muy pobre”. No tuvo en cuenta que el sábado dimos una entrevista exclusiva a Eduardo Mendoza (best seller absoluto en España) y que el domingo dábamos Vila Matas. Pensó en “dos españoles” en lugar de “dos grandes escritores”. Como no quería otra vez recibir su currículum por la cabeza ni ser enviado al psicólogo, opté por ver qué proponía. Siempre teniendo en cuenta que eran las 17.30, que estaba sólo con el pasante y que no tenía todavía una sola página plantada. Y ninguna seguridad con respecto a las otras dos páginas. Por eso por chat le recuerdo que estoy solo con el pasante, que no puedo poner nada de lo que tenía previsto por el tema de los colaboradores y que es tarde, me anuncia que me va a mandar links para pirulaje como toda solución. Recibo un mail con varias propuestas para adelanto encabezadas con un “Ignoro si esto salió en algún lugar. Son todos de septiembre excepto el último.” Lo cual me obligaba a conseguir los derechos de publicación a esa hora de un sábado, tipear los diez mil caracteres y mandarlo a que fuera ilustrado, todo en un horario en que esas páginas habitualmente están cerradas. Finalmente ofrecí lo que sale hoy, unas clases de Oscar Terán que son interesantes y conocidas entre sus alumnos. No contamos con el permiso de publicación, sólo pude dejar mensajes en los teléfonos de prensa de la Editorial XXI y rogar que no le hayan dado derechos de publicación a otro diario. Decidí hacerlo para no entorpecer aún más la edición. Recién a las 18.54 le envié al ilustrador el texto para que pudiera hacer su trabajo. Desde el primer número del 2 de marzo de este año, nunca cultura cerró sus páginas tan tarde. La última fue entregada pasada las 23.30.”

En primer lugar, respondo a Andrea y no a Bazán porque respondo a mi superior, como sucede normalmente.

Es mentira que me haya comunicado a las 5.30. Me comuniqué con ella a las 3 de la tarde.

Tampoco es cierto que Bazán no pueda contar con colaboradores: no puede contar con los colaboradores que ha convertido o está por convertir en permanentes, agregando a la planta del diario a gente que no fue convocada con tal fin. Este es un punto importante doblemente: primero porque es parte de la responsabilidad de un editor no generar cargas de colaboradores permanentes; en segundo lugar porque tener cuatro personas fijas restringe la diversidad de voces en un diario que en otras secciones es bastante plural.

Hasta el momento, mucha gente ha tenido la culpa de eso, según Bazán: primero Martín Caparrós, que le autorizó la publicación semanal de esos autores, como si el ex subdirector ignorase que da igual contratar a cuatro personas que tener cuatro permanentes; luego, la administración, que no le avisó a tiempo qué debía hacer; por último yo, que me di cuenta. Él carece de responsabilidad, evidentemente.

Sobre el libro de Eduardo Mendoza: lo compré y lo leí en abril en España, así que sabía que era de Seix Barral. Cuando dije que Vila-Matas era de Anagrama me refería a que en general la presencia de Anagrama es desproporcionada en las páginas del diario, y sólo compite con las otras dos editoriales favoritas del editor, como señalé antes.
A pesar de tanta generosidad, nunca hubo un aviso de ninguna de esas tres editoriales.

Ante el hueco del sábado para el domingo, le pregunté si hablábamos de títulos de octubre o de septiembre, porque las editoriales no anticipan sus libros tres semanas antes de distribuirlos. Me dijo que eran textos que se publicaban antes de que estuvieran en librerías. Le repetí la pregunta: ¿octubre o septiembre? Me respondió con la misma vaguedad. Cualquiera que tenga la mínima idea de cómo es el circuito de distribución sabe que las editoriales no reparten sus lanzamientos cada semana. Por eso envié, con desesperación y en mi día franco, y la sincera aclaración de que era necesario chequear si habían sido anticipados ya o no, una lista de libros de septiembre. Que por cierto había pedido a Bazán y él no me había dado, con lo cual tuve que obtenerla directamente en las editoriales, donde hay gente inteligente que se estará preguntando por qué dos personas que trabajan juntas no pueden compartir un listado de información.

Si el editor no tiene con qué reemplazar y debe salir a buscar derechos el sábado: 1) será porque no previó que a veces hay que reemplazar cosas; 2) será porque, así como no le gusta soportarme, no le gustará llamar a los celulares de los jefes de prensa de las editoriales.

En Argentina, dos españoles son dos españoles. Y lo de grandes escritores lo podemos discutir: ¿qué queda para Goytisolo, para Marías? Los criterios editoriales de un diario que quiere ser popular son otros y han sido expuestos con claridad en más de una ocasión por el director del diario. ¿Los lectores de Crítica que han leído a Vila-Matas son una legión que aplasta a los alumnos de Oscar Terán que tan despectivamente se despachan en el correo de Bazán? El criterio de noticiabilidad número uno es la proximidad: si un intelectual argentino hace un recorrido por la vida cultural del país es, probablemente, objeto de mayor atención local que un español, sobre todo si el día anterior el lector ya ha recibido a otro español.

El pirulaje que envié, en mi día franco, parece no haber molestado tanto, al menos. También omite Bazán que, al no tener con qué llenar la otra página, tomó una sugerencia mía sobre la muestra de Juan Travnik. Otra cosa que, se ve, no le causó tanto disgusto.

Dice Bazán: “El desconocimiento absoluto de todo este recorrido para publicar un simple adelanto de un libro, la falta de lectura de la sección, la incompatibilidad total del criterio periodístico, el manejo de internas y chicanas, la falta del mínimo respeto por el tiempo y el trabajo ajeno y el criterio de autoridad basado en el currículum, hacen que me sea imposible trabajar bajo las órdenes de Gabriela Esquivada.”
Otra falsedad, otros insultos. Lamentablemente leo la sección; el problema es que también leo otras, y suplementos y revistas, y secciones de otros países. No tengo otro criterio periodístico que el que se me ha pedido: no es mi diario, me ajusto a las normas que se me explicaron y acepté libremente.

Sobre las internas y chicanas: ya dije que hablé con otros editores y subeditores y redactores y nadie se ofendió; he cambiado cosas en Espectáculos y la doble central y nadie se ofendió. Agradecería que se consultara en Espectáculos, por ejemplo, si falté el respeto al tiempo y el trabajo ajenos, otro agravio hueco. Mi criterio de autoridad no ha sido el curriculum, como me agrede Bazán. Mi criterio de autoridad es el trabajo, del que pueden dar testimonio los editores de las otras secciones en las que trabajo, mis superiores y los encargados de diseño y producción.

Si él se niega a trabajar con la persona que el director le puso con ese fin, curiosamente al intentar desautorizar a esa persona (una servidora), desautoriza también a quien la puso allí.

Dice Bazán: “Si esto se consolida así no te va a hacer falta un editor en la sección, con cuatro pasantes que digan sí, va a alcanzar.”
Supongo que esto calificaría como chicana en palabras del editor de Cultura.

Dice Bazán: “No digo sí porque sí y creo que es mejor el periodismo cuando se discute. Menos digo que sí por un currículum al que hay que mencionar para que sea respetado.”

Bazán no se manifestó muy feliz con las opiniones que lo contradijeron. La oración siguiente es una agresión gratuita.

Dice Bazán: “Puede parecer apresurada mi actitud, pero no sé trabajar si no es sonriendo. Te lo pueden decir desde Estela en la recepción hasta el Sueco en la otra punta de la redacción. Estos últimos tres días lo pasé mal. Y no tengo ganas. Si te parece que puedo servir en otro lugar del diario, contá conmigo, me encantaría poder seguir. Pero no así.”

También Stella –tal es su nombre: sin “E”– y el Sueco me saludan con un beso, pero no veo a cuento de qué viene el asunto aquí. El resto del párrafo demuestra que este mail no es una renuncia sino una presión.

Mi mail tampoco es de renuncia. Es de aceptación de la imposibilidad de trabajar en estas condiciones, luego de haber sido agraviada públicamente por un editor y, en la espera de algún cuidado de la dirección, haber sido convertida en comidilla de la redacción.

Soy lectora natural de las páginas de Cultura, pero lo sucedido con Bazán me evoca una cita del editor y profesor Enrique Pezzoni: “¿Eso no es pelearse por un baño de Constitución?”.

Gracias por la atención,
Gabriela
Dr. Cavallo, querido Jorge, compañeros editores a los que fui presentada hace poco más de una semana.
"

*Gabriela Esquivada nació en Buenos Aires en 1967. A los veinte años ingresó al diario “Página/12”, donde trabajó hasta 1995 como redactora y luego, subeditora del suplemento literario “Primer Plano”, que dirigió su compañero Tomás Eloy Martínez.
Tras una etapa en revistas femeninas, en 1997 volvió a “Página/12” para inaugurar el suplemento “Radar libros”.
Participó al año siguiente del lanzamiento del semanario “Veintitrés”, en el que fue editora de ‘Sociedad y Artes’. Debido a su mudanza a los Estados Unidos, se convirtió en ‘freelancer’: publicó en medios argentinos como “Clarín”, “La Nación”, “3 Puntos”, “TXT”, “Rolling Stone”, entre otros; también en latinoamericanos, como las revistas “Surcos” y “Gatopardo” y los diarios “Milenio” y “El Mercurio” y en la actualidad Crítica de la Argentina.
El libro “El diario Noticias. Los montoneros en la prensa argentina”, publicado por Ediciones de Periodismo y Comunicación, La Plata, es su tesis de la maestría en periodismo y medios de comunicación, de la Universidad Nacional de La Plata y la Unión Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba).

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