Anticipo del libro en el que el conductor del Grupo Clarín cuenta cómo ganó la guerra contra el kirchnerismo. Las ofertas de Néstor
El libro se llama “Así lo viví”. Es una larga y reveladora charla en la que Héctor Magnetto, el hombre fuerte del Grupo Clarín, le cuenta a Marcos Novaro cómo hizo para ganar la guerra que marcó los últimos años de la escena política y mediática argentina: la que enfrentó al principal multimedios del país con el gobierno de los Kirchner. Es la primera vez que Magnetto se refiere al asunto con tal grado de detalle y crudeza. A continuación, el anticipo exclusivo con los fragmentos más destacados.
Empecemos por el final: el saldo del conflicto en que se vio sumido el Grupo Clarín a raíz de la avanzada de los gobiernos kirchneristas sobre los medios de comunicación. Coincidirá en que ese saldo parece haberles sido bastante favorable, ya que el Grupo logró sobrevivir, con más o menos costos pero sobrevivió, mientras que el kirchnerismo puede que esté camino a la marginalidad política. Lo que sucedió, ¿no podría darles un poco la razón a quienes sostenían que Clarín es “un poder permanente y concentrado que condiciona a todos los gobiernos y a la democracia misma”, según rezaba el credo kirchnerista?
Me parece que sería un grave error creer que sobrevivimos porque somos todopoderosos. Las audiencias argentinas saben perfectamente que no lo somos; por eso nos prueban todos los días y en muchos casos eligen a otros. Todo el tiempo nos presionan para que hagamos mejor nuestro trabajo. Más allá de eso, una de las razones centrales de nuestra supervivencia y de nuestra independencia fue, justamente, la decisión casi obstinada de sobrevivir y seguir siendo independientes. Esta decisión involucra no sólo mi voluntad o la de los accionistas, sino la de muchísimas personas que trabajan en el Grupo, desde periodistas hasta técnicos, desde gerentes hasta empleados administrativos, que entendieron que resistían para poder seguir haciendo su trabajo de la manera en que piensan que debe hacerse. (…) Una vez, en una reunión interna, me preguntaron incluso si creía que el enfrentamiento de los Kirchner con Clarín podría tener algún componente de odio personal hacia mí. Yo respondí que, si hubiera creído eso, no habría tenido ningún problema en dar un paso al costado para no perjudicar al Grupo. Como quedó demostrado con muchos otros actores de la Argentina, el problema no era yo, sino cualquier factor de la sociedad que no pudieran controlar.
¿La obsesión con Clarín creció en reacción a un giro del diario hacia una línea más crítica?
Néstor Kirchner estuvo obsesionado desde el principio con nosotros. Diseccionaba cada tapa, cada título, cada epígrafe. Se quejaba con los periodistas y también llamaba a la empresa. No sólo cuestionaba análisis y opiniones, sino también el espacio que se les daba a las noticias. Buscaba siempre segundas intenciones, mensajes subliminales, conspiraciones. Desconocía o ninguneaba la lógica periodística. Obviamente, no lo hacía sólo con Clarín, pero mi interpretación, que otros me han confirmado, es que le preocupaba especialmente el público del diario y del resto de los medios del Grupo. Es probable que identificara a ese público, por el peso de la clase media urbana y su impacto en otras capas sociales, como al que necesitaba seducir, porque se acercaba al promedio de la opinión pública. Alguna vez lo escucharon decir: “Los lectores de Clarín son los votantes que necesito”. Me parece que él percibía nuestra llegada a la sociedad como un límite para la imposición del llamado relato.
¿Cómo vivió personalmente ser el foco privilegiado de este odio? Esto, sin duda, tuvo su eficacia porque para cierto público y en determinados ámbitos todavía hoy Magnetto es un epítome de villano: un empresario codicioso, un poder en las sombras, un personaje antipopular y antidemocrático, un ciudadano Kane criollo.
Como sucede con toda creación política falsa, con el tiempo el poder de los hechos termina diluyendo esa creación. Pero, además, como esa, también existió la contraria. En la calle, viví personalmente las dos cosas, las felicitaciones y los insultos. Por mi forma de ser, puedo asegurarle que ninguna de esas construcciones me afecta, no cambian ni mi forma de pensar ni mi accionar. Además, eran tantos los frentes contra Clarín que sinceramente me parecía más útil atender esas urgencias que preocuparme por los insultos contra mí. Obviamente, soy consciente de que a veces esos ataques afectan más a la familia que a uno mismo, pero debo decir que siempre tuve el acompañamiento incondicional de mis afectos. Sin duda, para transitar años de esa campaña fueron importantes los vínculos familiares y de amigos, y debo decir que fue clave el sentimiento de solidaridad en la empresa. En esos días, saber que en el Grupo varios recibíamos ataques parecidos generaba como una corriente de camaradería. Sin darnos cuenta nos apoyábamos unos a otros y esa es una ayuda no menor.
¿Cuándo estuvo más cerca de pensar: “Nos van a quebrar, voy a terminar preso”?
Nunca hubo una situación de riesgo de quiebre en la voluntad de defender nuestro punto de vista. Sí momentos de gran incertidumbre sobre el resultado del camino elegido. Respecto de lo otro, creo que uno de los peores momentos fue cuando intentaron mezclar dos historias inventadas, el caso Noble y lo de Papel Prensa, para tratar de meternos presos a la señora de Noble y a mí. Era todo un delirio, pero contaron con la ayuda de algunos organismos de derechos humanos, de algunos fiscales y jueces amigos, y creo que estaban decididos a avanzar con eso incluso sin pruebas. Por suerte, en ambos casos pudimos tener elementos de refutación tan contundentes que habrían convertido esas operaciones en un escándalo internacional de proporciones. De no ser así, no sé qué habría pasado, porque claramente no les importaba la verdad sino el golpe simbólico y real que pretendían darnos. Si uno ve el informe de Guillermo Moreno sobre Papel Prensa, queda claro que eran capaces de decir y hacer cualquier cosa. Si uno piensa en la persecución que sufrieron Marcela y Felipe, percibe que el objetivo era ese, no conocer el resultado. Lo del 7-D no tuvo que ver con mi situación personal pero fue angustiante también. Todavía Cristina tenía mucho poder, y la Justicia estaba muy amenazada. Recuerdo cuando a mediados de 2010 un conocido nos dijo que quizá no entendíamos que teníamos enfrente no sólo un gobierno sino todo el aparato país presidencialista, en el caso de los Kirchner estaba llevado al paroxismo. Porque controlaban todo y estaban dispuestos a usarlo sin respetar las más mínimas reglas, las instancias burocráticas, los funcionarios de carrera o los procedimientos administrativos. Así pasó con la AFIP, que desembarcó en el diario y en nuestras casas; con la Comisión de Valores, que nos inventaba sumarios todos los días; con De Vido, que nos canceló una licencia de un día para el otro; con Moreno, que dio de baja la fusión que había aprobado meses antes; con la Gendarmería, que desembarcó en Cablevisión; con la UIF, que cada mes nos armaba una denuncia falsa de lavado de dinero; con los servicios de inteligencia, y con todo lo que se le ocurra.
¿Si hubieran sabido que pasaría todo eso habrían hecho otra cosa, habrían actuado de otra manera?
Creo que no. Pienso, por ejemplo, en el segundo semestre de 2011, cuando era evidente que el kirchnerismo lograría un tercer mandato con amplio apoyo electoral y la cruzada contra nosotros entraba en la fase más agresiva. Ahí decidimos reforzar nuestra apuesta periodística, invertir más recursos en contenidos, sostener nuestras operaciones. En esos momentos no sabíamos a ciencia cierta si íbamos a aguantar, si íbamos a perder uno o más miembros en el camino. Pero estábamos seguros de que era una cuestión de tiempo, de que el rumbo era más o menos ese. Tras el famoso 54% y la dispersión opositora, nos parecía que la sociedad iba a necesitar un escape de la hegemonía. Y el rol de los medios sería más valorado. Eso sí, asumiendo costos y con grandes dosis de riesgo e incertidumbre. También tuvimos múltiples ofertas para hacernos a un lado. Ofertas que habrían implicado beneficios económicos y muchísimos menos problemas personales. Pero que, sobre todo, habrían implicado dejar de ser lo que somos.
Es indudable que hubo un deterioro de la relación ya en 2007. ¿Eso tuvo algo que ver, como dijeron en su momento Néstor, Cristina y otros dirigentes oficialistas, con la elección de ella como candidata?
Ese es otro gran disparate que intentaron instalar ambos, Néstor y Cristina, porque, como tantas cosas, estas teorías conspirativas eran mucho más funcionales a un discurso supuestamente progresista —en este caso, de defensa de género— que admitir que tenían un problema de intolerancia con cualquier disidencia. Siempre pivotaron en cuestiones ridículas, de ese tipo o de negocios, para alimentar a su tropa contra Clarín. Le voy a contar algo que alguna vez he contado. Cuando, en una reunión a la que me convocó, Kirchner me contó que la candidata iba a ser Cristina, mi reacción fue de incredulidad. Nunca de cuestionamiento, no sólo porque me era indiferente sino porque, además, no pienso en esos términos. Con sinceridad, en ese momento no se me cruzó por la cabeza que el plan fueran las sucesiones alternativas entre ellos, con la idea de un proyecto a veinte años. Y me generó sorpresa que un verdadero animal de poder, como Kirchner, pensara seriamente en delegarlo, aunque fuera a su mujer.
Según usted, no hubo pacto al comienzo. Pero ¿no hubo al menos un período de buenos entendimientos?
Han llegado a decir que la prueba de ese acuerdo fue la extensión por diez años de las licencias de radio y TV, en mayo de 2005, o la aprobación de la fusión entre Multicanal y Cablevisión, a fines de 2007. En ambos casos se tergiversa lo que sucedió. La prórroga de licencias fue fruto de un pedido de empresarios que necesitaban tiempo para aprobar los concursos de Canal 9 y Canal 2; nuestras licencias no estaban en problemas y tampoco tenían una fecha de caducidad cercana ni mucho menos. Y en cuanto a la fusión, estuvo lejos de ser una concesión. Cumplió toda la normativa de radiodifusión y defensa de la competencia. Por supuesto que nuestra fusión pasó todos los exámenes técnicos y económicos. Es más, el trámite se demoró bastante. Creo que Néstor especulaba para intentar condicionarnos. Y ordenó aprobarlo a último momento, cuando ya estaba muy retrasado y había dado muchas vueltas. Después se buscó instalar que había un informe de uno de los miembros de la Comisión en contra, pero paradójicamente esa persona había votado a favor; la aprobación fue por unanimidad. Creo que la estrategia era dejar sentadas las bases para una futura marcha atrás, como finalmente sucedió.
Se ha hablado mucho también de las reuniones que por entonces usted mantuvo con Néstor. ¿Cuántas fueron? ¿Qué se discutía en ellas? ¿Se discutían oportunidades de negocios a cambio de un tratamiento amigable de ciertos temas que le interesaban al gobierno? Porque la sospecha es que algo de eso hubo.
Cada vez que un presidente me ha invitado a una reunión he ido. Los presidentes se reúnen con empresarios, no sólo de medios. Todo el tiempo y en todos lados. En el caso de Kirchner, calculo que no habrán sido más de siete u ocho veces en los cuatro años que duró su mandato. Y un par de veces más desde que asumió Cristina. Frente a las fantasías que se han tejido, ya he contado en algún reportaje que estas reuniones no tenían nada fuera de lo común. Se hablaba de lo de siempre, de política, de economía, de la realidad del país. Los temas obviamente los sacaba él, y cuando me pedía opiniones yo se las daba. Respecto de lo periodístico, es bastante habitual que los presidentes se quejen de los medios, y al principio no pasaba de eso. Me parece que en los primeros años, Kirchner se mostraba más contenido con nosotros, nos iba relojeando, quería evitar situaciones que pudieran no tener retorno. A medida que se acentuaron los problemas de gestión ya no pudo disimular y dejó más expuesto su carácter transaccional. En la crisis del campo llegó a hacer insinuaciones de que con él podíamos ser los más ricos de la Argentina. Y antes me había preguntado si nos interesaba el negocio petrolero y hasta mencionó áreas en el Orinoco, en Venezuela. Yo trataba de zafar con elegancia. Le decía que nos sentíamos cómodos en nuestra industria y que más de un bife por día no comía, y eso cuando podía comer. Creo que él hasta llegó a fantasear con algún tipo de sociedad con nosotros. De hecho, quiso apostar a algo así con el tema Telecom. (…) Creo, además, que la guerra no fue la primera opción para ellos; habrían preferido que cediéramos y nos subordináramos. Fue cuando se resignaron a descartar esa opción, lanzaron la ofensiva abierta, aunque ni siquiera entonces dejaron de plantear ofertas; apretaban por un lado y por otro abrían una puerta para que cediéramos. Eso intentaron hacerlo durante muchos meses; le diría que hasta las elecciones de 2009. Por más que intensificaron el conflicto con nosotros, no habían descartado una negociación. En esos días (de la guerra con el campo) Néstor Kirchner siguió llamándonos para presionarnos. En una de esas conversaciones me lo dijo directamente: “A mí los millones de las retenciones me importan un pito. Yo tengo que destruir políticamente a estos tipos. Si gano esta, no queda nada enfrente. Limpio de malezas el camino al 2020”. Creo que me dijo la verdad. Y agregó: “Para esta pelea los quiero tener al lado. Así destruyo la Mesa de Enlace en menos de treinta días”. Esta era la idea. Aleccionar, disciplinar y desarmar a un actor de la sociedad que lo desafiaba, y para eso, utilizar todos los recursos del Estado y también los medios. Que no quedara nada enfrente. Le dije que creía que se estaba equivocando. Que la base social del conflicto no era la elite agropecuaria, que él veía con una lente que atrasaba años. Eran los chacareros, el veterinario, el farmacéutico, el concesionario de los pueblos agrícolas, el gran entramado social de ese sector. “Te estás peleando con la gente, no con la dirigencia”, fue mi respuesta. Obviamente, se dio cuenta de que no lo acompañaríamos en esa pelea. Entonces dijo que, si se lo proponía, él podía sacar una ley de medios para complicarnos la vida. Fue la primera vez que usó ese tema como amenaza. Y creo que fue la última vez que me habló con cierta sinceridad.
Este cambio de situación política lo encontró en una situación personal marcada por su enfermedad. ¿Cómo se vinculan las dos cuestiones?
Es cierto que fueron procesos bastante simultáneos. En 2006 y 2007 sufrí un cáncer de lengua por el que tuve que someterme a distintos tratamientos. El primero fue no quirúrgico e incluyó semanas alternadas de rayos y quimioterapia. Fueron meses duros. Y en principio, que en esa misma lógica se inscribió el intento del gobierno de interesarnos con una participación en Telecom.
Me gustaría que explicara qué sucedió con esas tratativas. El interés de Clarín en Telecom ¿no fue parte de los motivos de tensión con el gobierno de entonces?
Fue al revés. Ellos quisieron usar ese tema para seducirnos. Como fracasaron, me acuerdo de que Néstor Kirchner llegó a hacer algo inédito: se hizo entrevistar en “6,7,8” para intentar dar vuelta la historia. Dijo que se había negado a que nosotros compráramos Telecom y que por eso le habíamos declarado la guerra. Cuando sucedió lo contrario: en su cabeza, él había diseñado un negocio con gente de su confianza y pretendía asociarnos en él.
Está diciendo que el interés de Clarín por entrar en Telecom no era nuevo, pero el gobierno quiso aprovecharlo y, además, participar del negocio. ¿Cómo fue la discusión? Se ha difundido mucho la versión según la cual Clarín usó la protesta de los chacareros para presionar a los Kirchner y que autorizaran que el Grupo se quedara con esa empresa de telefonía.
Nosotros en 2007 estábamos muy enfocados en ordenar la fusión de los cables, que era realmente un proceso complejo, y en fortalecer Fibertel. De hecho, fue por esa época cuando pedimos la numeración para dar telefonía y empezar el triple play, como estaba haciendo Telecentro. Por esa época, Telecom Italia anunció que tenía planes de salir de la Argentina y, obviamente, retomamos el contacto con ellos. En paralelo, desde fines del gobierno de Néstor y a principios del de Cristina, antes y después de la crisis del campo, hubo varios intentos de interesarnos para entrar en Telecom con ese formato sui generis, controlado por el kirchnerismo. Con lo que ellos especulaban era con un negocio en el que tendríamos que asociarnos con empresarios del círculo íntimo kirchnerista. Pero nuestro potencial interés en Telecom no contemplaba esa modalidad. Creo que a Kirchner lo irritaba sobremanera pensar que una herramienta de seducción armada, en su cabeza, a nuestra medida no funcionara. Supimos que probablemente nuestra negativa no sería gratis. Pero, también, que ese formato que nos ofrecían era inaceptable, una barrera que no íbamos a cruzar.
Cuando el Ejecutivo avanzó con el proyecto de la ley de Medios, ¿ya los puentes de diálogo entre él y el Grupo estaban cortados?
Hasta que llegó al Congreso, la ley también fue parte de ese juego de extorsión que Kirchner quiso imponernos. Sin ningún disimulo. La última vez que me reuní con él fue justamente durante la campaña para las elecciones de 2009, cuando era pública la intención de presentar el proyecto de ley, pero no se había iniciado todavía el trámite legislativo. Era bastante evidente el juego que en esos meses estaba haciendo, y para dejarlo a la vista nos llamó y ofreció, en sus propias palabras, una tregua. Fui bastante directo y le dije que nosotros no estábamos peleados con nadie, que el que estaba peleado con nosotros era él. Resultaba difícil que entendiera que en Clarín no estábamos haciéndole la guerra, sino nuestro trabajo. Él fue muy claro: quería que lo acompañáramos, así me dijo, en la campaña (de 2009). Y yo le contesté que íbamos a tener una posición objetiva de cara a la elección. Claro que eso no era lo que él buscaba, y fue entonces cuando metió en la conversación la Ley de Medios. “Si hago de eso un eje, la saco”, dijo. Y ahí quedó la cosa. Seguramente esperaba que nos asustáramos con esa posibilidad. Kirchner pensó, y lo dijo en conversaciones que luego se filtraron, que la línea editorial de nuestros medios fue un factor importante para restarle 4 o 5 puntos en la provincia de Buenos Aires y, por lo tanto, fuimos nosotros, Clarín, los que le hicimos perder esa elección de 2009. No lo creo, verdaderamente. No somos tan importantes, no es cierto que los medios influyamos de ese modo en lo que vota la gente.
Una impresión bastante difundida sobre la línea editorial del Grupo en esos tiempos señala que, desde que el gobierno escaló el conflicto, Clarín hizo “periodismo de guerra”.
No creo que haya sido así. El nuestro fue un periodismo que reflejó una preocupación creciente por un país que atravesaba serios problemas en lo político, en lo económico y en lo social. Entre ellos, una degradación sensible de la calidad democrática. Esto quizá requería poner de manifiesto los abusos con un volumen más alto de voz, con un estilo más fuerte que cuando se está en una situación normal, entre otras cosas porque el objetivo del poder estatal era tapar todo con propaganda. Cuando lo hacíamos con Menem, a los mismos sectores intelectuales o progresistas no parecía molestarles.
¿Cuánto rencor queda de esos años? ¿Hay ajuste de cuentas? Muchos periodistas militantes han denunciado que los echaron de sus trabajos, en medios públicos o privados, como represalia. Y que la tortilla se dio vuelta, pero sigue siendo la misma tortilla.
Rencores no tengo. Realmente no es algo que recuerde haber sentido alguna vez. No le voy a negar que pueda haber quienes se sintieran especialmente afectados por lo que tuvieron que vivir. No fue quizá mi caso, por mi carácter, pero eso es algo muy personal, de cada uno. Lo que sí está claro es que siempre hemos tratado de tomar decisiones con la cabeza y no bajo emociones como el enojo, la bronca o la revancha. Respecto de lo que sucedió en los medios kirchneristas, mi evaluación tiene que ver con la falta de responsabilidad y, en muchos casos, de moral, de quienes pretendieron montar un modelo de negocios desentendiéndose de la sustentabilidad y optando por ser apéndices del Estado. Digo de moral porque en varios casos se trata de individuos que se enriquecieron en lo personal con ese modelo, pero no armaron una estructura que pudiera sobrevivirlos ni siquiera un mes. Se financiaron con pauta en el mejor de los casos, o con deuda impositiva en los más groseros. Pero siempre dejando a la deriva a sus productos y a los que los hacían. En cuanto a las represalias que usted dice, hoy veo más profesionalismo y pluralismo en los medios estatales que durante el kirchnerismo. Incluso muchos de los referentes de la comunicación más identificados con el kirchnerismo hoy tienen más espacio que antes en los medios. No veo ninguna tortilla dada vuelta.
¿Qué balance general hace de estos años? ¿Qué aciertos y qué errores puede destacar? ¿Qué momentos de decepción y de alegría?
Creo que nuestro mayor acierto fue poder vislumbrar el tipo de amenaza que enfrentábamos. Hicimos un diagnóstico del fenómeno que teníamos enfrente. Seguramente, en algunos aspectos fallamos, pero acertamos en lo importante, en identificar en cierto modo la genética del kirchnerismo. Y por eso también percibimos que nuestro riesgo era de vida o muerte. Y nos preparamos para soportar un ataque de esa envergadura, con peligro de extinción o de mutilaciones importantes. Entendimos que, si queríamos seguir siendo la especie que somos, medios con autonomía, debíamos estar dispuestos a sobrevivir acotados pero siendo lo mismo. Que intentar transformarnos en otra especie para sobrevivir era extinguirnos. En otras palabras, que entregar autonomía era firmar nuestro certificado de defunción. Respecto de mis emociones, esos años fueron un electrocardiograma. Grandes decepciones no recuerdo. A veces la frustración frente a la actitud de alguien que uno esperaba fuera un poco más digno. Pero así es la naturaleza humana. Alegrías hubo varias pero, la verdad, nos las permitíamos muy poco. No queríamos que cualquier distensión nos hiciera bajar la guardia, las defensas. Era más una alegría contenida, porque la incertidumbre seguía a la vuelta de la esquina. Siempre fuimos prudentes y lo seguimos siendo. Estamos lejos de sentirnos ganadores. A lo sumo, satisfechos de lo que pudimos defender. Por eso, hace rato que hemos dado vuelta la página, lejos de cualquier espíritu de revancha. Tenemos enormes desafíos por delante, en nuestra industria y en nuestro trabajo. Y debemos dedicar la energía, el talento, el esfuerzo y las ganas para abordarlos. No para gastarlos en cosas inútiles. La vida continúa.
Funcionarios Kirchnerista. Represalia judicial
Tras la avanzada kirchnerista contra el Grupo Clarín, llegó la hora de la contraofensiva. Las causas judiciales que el multimedios inició contra ex funcionarios K avanzan, al punto de que Guillermo Moreno irá a juicio oral. Así lo decidió el juez Bonadio, que acusa al ex secretario de Comercio por “incitación a la violencia y malversación de caudales públicos” por haber distribuido cotillón con la inscripción “Clarín miente” y por el que el Estado habría gastado $ 185.559. Pero no es la única causa entre ambos actores: Moreno está procesado por “abuso de autoridad” en Papel Prensa. Allí también está involucrado el ex titular de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli. Hay otros ex funcionarios que esperan su turno: Axel Kicillof, Daniel Reposo y Martín Sabbatella saben que pueden ser los próximos.
Manual de Ganadores
Por: Silvio Santamarina*
Magneto es un mutante con poderes suprahumanos, cuya destreza es controlar campos magnéticos. Sobreviviente y ambicioso, su objetivo es conquistar el mundo para mejorarlo. Héroe para unos, villano para otros. Siempre especial, dominando desde arriba las fuerzas del destino colectivo. Así es el personaje creado por Marvel Comics, el Magneto con una sola “t”. Muy parecido lo imaginó el matrimonio Kirchner al otro Magnetto, con doble “t”. El personaje se impuso: fue el nombre maldito de la década. El enemigo perfecto. Tan perfecto, que les ganó. Ahora, con la Argentina en vilo por una transición interminable, publica su testimonio de la guerra nacional que lo tuvo como protagonista. Ya había hablado antes para dos libros sobre Clarín. Pero faltaba contar lo mejor: el triunfo. “Así lo viví” es el manual de un ganador. Pero no de un típico ganador a la criolla, el telúrico gozador maradoniano del éxito, con fiesta y cantitos. La victoria contada por Magnetto es ascética, casi filosófica, en la que hasta las alegrías “nos las permitíamos muy poco”, para no “bajar la guardia”. Maestro sensei del poder real, da clase sobre cómo le ganó a todo: al miedo, al rencor anti K, al cáncer, a los militantes anticlarinistas, a los tibios y pactistas en el propio Grupo, y hasta a los competidores de la prensa gráfica (¿La Nación y Perfil?) que terminaron siguiendo su profética apuesta por las empresas multimedia. Así goza su posguerra: una estatua que sueña con adversarios a su altura. “Hoy grandes son Google y Facebook”, concede.
*Editor Ejecutivo de Revista Noticias
Qué le dio Macri a Clarín
Una de las primeras medidas del PRO fue modificar por decreto la Ley de Medios. En el grupo de Magnetto aseguran que el decreto benefició a todos los grupos que debían desinvertir, pero está claro que eran ellos quienes iban a tener que desmembrarse más. Martín Becerra señala que la decisión permitió que los operadores de cable puedan ofrecer telefonía y postergó por dos o tres años el ingreso de las telefónicas al cable. El Gobierno autorizó en marzo la compra de la filial de la norteamericana Nextel por Clarín, adquisición que había vetado el kirchnerismo. En el grupo de Magnetto alegan que ese rechazo iba camino de ser impugnado en la Justicia. La Nextel de Clarín compró en junio cinco pequeñas telefónicas que ofrecían servicios de datos punta a punta y pidió al Ejecutivo que le habilitara a usar el espectro de esas firmas para dar 4G. Además, en marzo Macri autorizó otra operación denegada por el kirchnerismo: la compra de Telecom por parte del socio minoritario de Cablevisión, el fondo Fintech, de David Martínez. Pero en Clarín aclaran que no son ellos quienes ingresaron a esa telefónica. El grupo de Magnetto pasó de ser el sexto que más pauta oficial recibía en el kirchnerismo al primero con Cambiemos. Percibe el 18% del total. En Clarín dicen que es menos que lo que les correspondería por audiencia.
Fuente: Revista Noticias
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