Por: Gonzalo Peltzer, gonzalopeltzer@gmail.com
El periodismo tuvo su edad de oro con los periódicos que le dieron nombre: fue durante casi todo el siglo XX, pero más precisamente podría ubicarse entre 1910 y 2010, para respetar lo del siglo.
A principios del siglo pasado nacieron los diarios de gran circulación, gracias a la coincidencia de tres factores: la alfabetización generalizada de la población; la rotativa que permitió imprimir a gran velocidad usando rollos de papel en lugar de láminas; y la linotipia que jubiló a los tipos móviles. Durante esos 100 años el soporte rey de todas las noticias fue el papel y quienes compraban papel, imprimían papel y vendían papel impreso explotaban unas industrias enormes y un gran esfuerzo logístico pegado a la redacción, que es como se llama en castellano al espacio donde trabajan los periodistas y también el colectivo de periodistas que suman sus talentos para informarnos desde ese espacio; son redactores al fin y al cabo, en ese espacio que era y es todavía un lugar pequeño en relación al dinosaurio que escupe papel impreso encerrado en el taller de al lado.
El periodismo no está en crisis, lo que está en crisis son los periódicos, pero eso tampoco es una novedad.
Aunque salgan todos los días, los antiguos medios –El Universo es uno de ellos– ya no son diarios sino marcas formidables que certifican el periodismo de sus plataformas. La esencia del negocio del periodismo nunca fue imprimir papel: papel era lo que había y sirvió de soporte durante algunos siglos, especialmente en el último, en el que se sumó la publicidad y volvió ricos a los dueños de la industria que compraba, imprimía, transportaba y vendía papel impreso.
Hoy el periodismo sigue intacto y cada vez más saludable, porque ya no depende de grandes sumas de dinero para solventar esa complicada logística y alimentar su dinosaurio con toneladas de papel y hectolitros de tinta a gran velocidad. El soporte barato ha reducido la escala de las empresas periodísticas, pero no su esencia.
Hoy lo caro ya no es el papel ni la logística, no porque sean baratos (son carísimos) sino porque ya no sirven como soporte a la publicidad ni al periodismo. Hoy lo caro del periodismo es la información y lo barato es la opinión; y es una de las mejores noticias para la profesión.
Caro es averiguar qué pasó y barato, o gratis, es pedir opinión sobre lo que pasó. Cuando digo averiguar qué pasó estoy diciendo conocer la verdad hasta sus últimas consecuencias y no solo lo que aparece como verdad.
Periodismo no es decir lo que otros dicen sino averiguar si lo que otros dicen es verdad o mentira. Periodismo es investigar lo que hay detrás de la cortina; conocer la historia que se esconde debajo de la alfombra; las causas poco naturales de lo que vemos como natural; las intenciones que mueven los hechos que parecen fortuitos; los intereses escondidos, buenos o malos de los acontecimientos. Y para todo eso no hace falta papel sino talento, dedicación, pasión por la verdad, paciencia... y mucho coraje.
Foto: Shutterstock
Fuente: El Universo