Por: Francisco Carrión
En los confines de su recinto una escultura en forma de árbol recuerda a los "mártires" de Al Yazira, los reporteros y cámaras de la cadena caídos en el campo de batalla. Cada hoja lleva tallado el nombre de un empleado fallecido. La televisión qatarí, fundada en 1996 por el entonces emir Hamad bin Jalifa, está acostumbrada a moverse en terreno hostil, sorteando la animosidad que despierta en los países vecinos y las críticas que la consideran un poderoso instrumento de diplomacia en manos de la monarquía qatarí. "Dicen que somos portavoces de Qatar, de los Hermanos Musulmanes e incluso de un grupo terrorista como Al Qaeda. Pero cuando preguntas a quienes dicen tales cosas si han visto el canal, la respuesta es que no. Si lo vieran, creo que lo respetarían", replica a EL MUNDO Mostefa Souag, director general de una corporación colocada constantemente bajo los focos. "A los críticos les suelo recomendar que nos vean durante un mes. Les dejo mi número de teléfono y mi dirección de correo. Les pido que, una vez transcurrido ese periodo, me escriban con detalle cuáles son nuestros errores. Hablar en general resulta ridículo".
En su cuartel general, plantado en el callejero aún en construcción de Doha, las redacciones de Al Yazira en árabe e inglés -con empleados de medio centenar de nacionalidades- trabajan ajenas a los seísmos que provocan sus emisiones. En junio de 2017 Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto dieron por rotas las relaciones con Qatar. Los lazos continúan hoy en suspenso. Una de las exigencias para levantar el bloqueo voceadas entonces por el cuarteto e ignoradas por Qatar fue precisamente que la señal de Al Yazira (la isla, en árabe) fundiera a negro. "La petición de cierre fue lo más grave que nos ha sucedido. Un hecho inédito en la historia. Grandes países trataron de imponer su voluntad sobre otros estados y sobre medios de comunicación independientes. Quienes lo solicitaron saben que aquí no recibimos órdenes de nadie, ni siquiera del Gobierno qatarí. No les gusta nuestro trabajo porque contamos la verdad", denuncia Souag, un argelino que hace cerca de tres décadas abandonó su faceta de profesor de teoría literaria para volcarse en el periodismo.
Catapultada por la cobertura de la guerra de Afganistán, la invasión estadounidense de Irak y las revueltas árabes, Al Yazira presume en sus pasillos y platós de haber revolucionado la escena mediática desafiando a los grandes medios occidentales. "Nos hemos enfrentado a desafíos desde el principio. Se nos ha vetado el acceso a algunos países durante años. En más de una ocasión previa al bloqueo ciertos países árabes retiraron a sus embajadores en Doha en protesta por nuestro trabajo", confiesa uno de sus máximos responsables. "Lo único que lamentamos es que los gobiernos que nos boicotean no hayan comprendido aún lo que significa la prensa libre. Están convencidos de que la prensa debe trabajar para ellos o al menos abstenerse de enseñar lo negativo. Nuestra respuesta es que mostramos las cosas tal y como son. Somos un espejo. El problema no es el espejo sino la cara", agrega.
Consciente de los recelos y las dudas, Souag se defiende de aquéllos que censuran la doble narrativa que despliegan sus versiones en inglés y árabe y de su conexión con el poder. "Al Yazira funciona en virtud de un presupuesto cuya cuantía no hacemos pública y que procede del estado de Qatar, del mismo modo que se financian la BBC o France24. Somos una compañía privada. Sé que resulta difícil de entender que en nuestros días exista un gobierno que pague sin pedir nada a cambio, sin exigir que se promuevan sus políticas o se convierta en su voz", asevera el director de un conglomerado que no ha parado de crecer en las últimas dos décadas.
Con sonoros reveses, como el cierre de Al Yazira América o de su web en turco, la red gestiona un canal dedicado a las retransmisiones en directo; una televisión en los Balcanes; la plataforma digital AJ+ en inglés, francés y español; una web en mandarín; un think tank y un centro de formación pionero en el norte de África y Oriente Próximo. "Queremos seguir expandiéndonos, pero debemos ser cautelosos. En muchos países, incluso en aquellos que se llaman a sí mismos democráticos, Al Yazira es incómoda. Creen que somos poco sensibles a materias como la seguridad y a otros asuntos que tanto preocupan en las dictaduras", arguye Souag.Con más de 3.000 empleados, centros de emisión en Doha y Londres, y alrededor de 70 oficinas en todo el mundo, Al Yazira sufre la prohibición de trabajar en la mayoría de los países árabes, desde Argelia a Egipto, donde uno de sus periodistas, Mahmud Husein, lleva más de dos años en detención preventiva. "Es un proceso político para presionarnos, pero deben saber que no vamos a parar. Al Yazira no es una persona; es una institución que no va a alterar su profesionalidad por muchas detenciones que se produzcan", concluye.
En busca de nuevas alianzas
380 millones de hogares en todo el planeta tienen al alcance de un botón el universo Al Yazira. La cadena se jacta de haber alumbrado un modelo especialmente exitoso entre la audiencia árabe que han tratado de emular con dispar resultado sus rivales, desde Al Arabiya hasta CNN o Skynews en árabe. Una popularidad herida ahora por un bloqueo que los analistas pronostican largo. En busca de nuevas sinergias, la compañía acaba de asociarse con la estadounidense Bloomberg para compartir contenidos y ampliar el alcance de su información financiera.
Foto: Reuters
Fuente: Diario El Mundo